8 de julio de 2007

Tratado de culinaria para mujeres tristes


TRATADO DE CULINARIA PARA MUJERES TRISTES
Novela
Héctor Abad Faciolince
Alfaguara 1997
118 páginas


Me he reído hasta las lágrimas leyendo este libro del autor colombiano que en perfecta alquimia culinaria dosifica ingredientes, nos ofrece antiguas recetas culinarias, mucha intuición sobre la psicología femenina, chorros de humor y buenas dosis de ingenio. No es fácil describir si se trata de una novela, de sabios consejos dirigidos en particular a las mujeres o de sus recuerdos sobre el arte de hacer una buena tortilla de patatas, por ese motivo nada mejor que incorporar a esta reseña un par de párrafos ilustrativos.


Jamás, salvo después del tercer aniversario de su entierro, intentarás imitar las recetas de tu suegra. Con ella en vida sería grave error, pues tu marido dirá que no es igual, que falta o sobra sal, que la sazón no está en su punto, que falla la textura o el color es diferente. Demás su madre, si está viva, se sentirá aún más desplazada.


Pero cuando fallezca la suegra y su recuerdo esté también desfalleciendo; cuando pasen los meses y su tumba ya pocos se acuerden de adornar con flores, será un sorpresa bienvenida revivir sus sabores. Saldrá igual la receta, ni sosa ni pasa de sal, bien sazonada, la textura en su punto, idéntico el color. Y en vez de desplazarla habrás resucitado lo mejor de ella.



Por favor, nunca olvides que el hombre, en casi todos los milenios de su alimentación, fue pobre, pobre, y no olvides tampoco que su felicidad estaba hecha, las más veces, con muy pocos y muy elementales ingredientes, cada uno usado con mesura y en muy medidas dosis. Te daré el ejemplo más simple para que lo pruebes. Tuesta en fuego muy bajo la rebanada de pan que sobró de anteanoche. Espárcela encima una cucharada pequeña de azúcar morena. Exprímela la mitad de una naranja madura y échale por los lados y en el centro un chorro exiguo de aceite de girasol o de aceitunas. Morderás un sabor antiguo como las islas del Mediterráneo, sentirás que el ser humano podía ser feliz y rico con muy poca cosa. Sabrás que la escasez y el deleite no son incompatibles.



Pocos conocen u menos reconocen la eficacia de la cura que pasaré a explicar. Pero es, quizá, la única receta que jamás decepciona. He querido llamarla la cura del rostro, porque no hay quien no tenga en la memoria un grupo no muy grande de caras que, a su visa producen alegría. El rito del sosiego es el siguiente. Dos sillas y una mesa, un paté de hígado de ave, tostadas de pan fresco y trigo íntegro, una botella helada de vino de Sauternes, y frente a ti la cara del amigo, de la amiga, el rostro que conoces, uno de esos que con solo verlos nos devuelven la calma. El paté a los amigos, les recuerda que son carne. El pan no los deja olvidar que todo nace de la tierra y todo a ella vuelve. El espíritu del vino de Sauternes aviva lo que más nos hace vivos: la posibilidad de unir dos pensamientos.

No hay comentarios: