29 de diciembre de 2007

La Gloria de los niños


LA GLORIA DE LOS NIÑOS
Novela
Luis Mateo Díez
Alfaguara 2007
224 páginas

No es fácil resumir esta novela fábula de mi paisano y contemporáneo Luis Mateo Díez. Después de sus espléndidas novelas Las Estaciones Provinciales (1982), La Fuente de la Edad (1986), con la que obtuvo el Premio nacional de Literatura y el Premio de la Crítica, nos ha deleitado con excelentes cuentos ambientados en ese lugar imaginario de Celama donde cuelga la mayoría de sus relatos.

Algo más extenso que un cuento pero sin la extensión o la profundidad de una novela, la gloria de los niños es sobre todo una evocación emotiva de la infancia, de esa infancia que sufre o ha sufrido, de esos niños que por la fuerza de las circunstancias se han hecho adultos sin saber lo que es jugar. Niños adultos que cargan con la responsabilidad de cumplir un mandato que no entienden, que son utilizados para cuidar de hermanos más pequeños, pedir limosna o afanar alimentos para toda la familia.

Se trata evidentemente de una alegoría y el Pulgar de la historia es evidentemente el Pulgarcito de nuestros cuentos, pero también esos millones de niños víctimas desamparadas de la orfandad y la supervivencia en países como Colombia, la India o incluso los suburbios de nuestras ciudades.

Luis Mateo Díez vuelca en el personaje tanta emoción que poco a poco nos vemos sobrecogidos por su tenaz obstinación en encontrar a sus hermanos más pequeños dispersos tras el abandono del padre, la muerte de la madre y el bombardeo de la humilde casa en la que se refugiaban.
Pero como escritor avezado sabe que no hay que cargar las tintas. Son los desamparados, los que ya han perdido todo, los que más dispuestos están a ayudar, a compartir unas magras provisiones o a dar la información buscada. Así, cuando ya nos tiene enteramente subyugados siguiendo ansioso los pasos de nuestro Pulgarcito, el novelista se vuelve poeta y encuentra en sus registros palabras de inmensa ternura y patetismo.

Estamos ante una de las novelas más entrañable de un narrador cada vez más intensamente comprometido con la imaginación y la vida, y en la que podemos conocer algunos de sus personajes más inolvidable.

Estas son algunas de esas frases que quedan grabadas a buril en la mente tras la lectura de este emocionante relato.

La percepción del dolor de la madre destilaba de la tristeza con que en ocasiones se expresa el cansancio o la desolación, ese punto en el que la mujer trabajadora parece perder la conciencia de su cometido, como si el cuerpo ya hubiese obtenido el límite del desgaste al que se puede llegar, y el alma derramara en los ojos todo el desaliento del esfuerzo.


No hace falta que los niños se hagan hombres antes de tiempo. A veces en esa condición de la infancia es donde radica la mayor fuerza que esparce la inocencia. Nadie es mas fuerte que el inocente, por mucho que la maldad resulte destructiva. Los buenos siempre acaban siendo los dueños del mundo, porque las razones de la bondad son las que corresponden al corazón humano. Es la confianza en la bondad la que hace mejor al hombre, por encima de tantas vicisitudes en las que gana el mal.

28 de diciembre de 2007

Nuestros límites


¡Qué fácil es confundir nuestros prejuicios con la realidad! Arthur Schopenhauer comentó en cierta ocasión: “La mayoría de la gente confunde los límites de su visión con los límites del mundo”. Sin embargo una y otra vez las metas que creíamos imposibles de lograr son alcanzadas, las barreras infranqueables son derribadas. Nos obstinamos en decir “eso es imposible” mientras otros se dedican a intentarlo. Debemos de dejar de ver las cosas únicamente a través de nuestros miedos, nuestras fobias y nuestros puntos de vista. El pensamiento no puede determinar la realidad pero si nos repetimos una y otra vez que jamás seremos capaces de dominar una técnica, de alcanzar una meta, haremos que de verdad se cumpla la profecía.

24 de diciembre de 2007

Feliz Navidad


Amigos que os acercáis a este blog,
este es mi deseo:
Para que la Paz y el Bien ganen la partida
démosles una oportunidad
en nuestro corazón.

Antigua - Guatemala



En Guatemala tengo colgados un montón de recuerdos. Unos son buenos, otros fueron inicialmente malos pero se convirtieron en buenos, y otros los más son inolvidables.

Hace 18 años yo era aún un fumador empedernido de al menos dos cajetillas diarias. Un mal catarro contraído en Colombia incubado en a lo largo de Panamá y Costa Rica desembocó en Guatemala en una auténtica crisis de asma que requirió internamiento en un hospital de la capital, el quedar varios días incomunicado de mi familia nunca tan lejana como en aquella ocasión, a parte del susto por la falta de aire, y la angustia de la impotencia y de la soledad. Y digo que lo que potencialmente tenía visos de una catástrofe se convirtió en una bonanza porque el miedo a que circunstancia semejante volviera a repetirse hizo que dejara de inmediato el tabaco y no volviera a fumar desde entonces un solo cigarrillo.

Hace 6 años volví a Guatemala por última vez. Llevaba una gran nostalgia en el corazón, la de visitar por fin Santiago de los Caballeros más conocida como Ciudad Antigua de Guatemala. Estábamos próximos a la Semana Santa por lo que me recomendaron especialmente la visita ya que la ciudad es conocida por sus vistosísimas procesiones. En efecto, las calles se preparaban para una de esas procesiones y cientos de personas ultimaban las vistosas alfombras de flores que cubrían la calzada todo a lo largo de las calles por las que discurriría la procesión.

Antigua es una ciudad congelada en el tiempo. Fundada en el siglo XVI guarda todo el sabor del estilo barroco colonial. Fue una de las tres ciudades más importantes de Latinoamérica, universidad e importante centro cultural y religioso hasta que en 1773 el terremoto Santa Marta destruyó parcialmente la ciudad y las autoridades decidieron mover la capital a su emplazamiento actual. Las ruinas de los diferentes conventos dan una idea de lo que debió ser esta ciudad de calles tiradas a cordel y orientadas de norte a sur y de oriente a poniente desde la plaza de Armas. Tres volcanes rodean la ciudad. El de Agua, el de Fuego y el Acatanango que desde sus imponentes cumbres vigilan la ciudad reverentemente tendida a sus pies y las fumarolas que de vez en cuando se desprenden del volcán de Agua, explican a las claras el motivo por el que la ciudad ha quedado como paralizada en el tiempo. Las coloridas casas bajas de grandes rejas y balcones coloniales han sido ocupadas por intelectuales y artistas guatemaltecos que han convertido la vieja capital en ciudad de pintores, escritores, artesanos y profesores de español. La declaración de Antigua como patrimonio de la Humanidad, y su proximidad a Estados Unidos han contribuido a que esta hoy tranquila ciudad se haya convertido en centro de enseñanza de español para estudiantes de Norteamérica.

Al rato de recorrer la ciudad y visitar la catedral tropiezo con una procesión. El morado de las túnicas, las tallas de madera policroma, el incienso, y sobre todo la sobrecogedora piedad que se refleja en los rostros y en los gestos tanto de penitentes como de espectadores me impresionan. Me imagino que así debieron ser nuestras procesiones de Semana Santa en España antes que el turismo, la costumbre y la pérdida de valores religiosos las convirtieran en una atracción folklórica vacía de su contenido religioso.

Después de la procesión me acerco al antiguo convento de Santo Domingo, convertido hoy en un magnífico hotel, restaurante y museo etnológico. Cada reliquia, cada, piedra, cada talla, me hablan de épocas de gloria y de conquista. No me siento a gusto. La religión no se puede imponer a los pueblos con la fuerza de la espada. Bajo las piedras que hoy admiro yacen unas poblaciones indígenas, los cachiqueles, y una cultura maya desaparecida salvo por los pocos vestigios que nos han quedado enterrados en la espesura de la selva.

Pasar un día en esa ciudad casi medieval, en un ambiente festivo y religioso me han apartado momentáneamente del ajetreo y los negocios de la gran ciudad. No puedo irme de Guatemala con esa impresión agridulce de nuestro empeño “civilizador”. Por ese motivo a la mañana siguiente visito el Museo etnológico de la capital totalmente dedicado a los vestigios de la cultura maya… Deambulando por las diferentes salas me encuentro con Katherine. Es una joven cooperante alemana que colabora con una ONG en Chichicastenango. Juntos, silenciosos y un poco emocionados recorremos la exposición y admiramos una cultura aniquilada por la ignorante brutalidad del fanatismo.

Invito a Katherine a compartir el almuerzo y nos preguntamos ambos sobre la responsabilidad de los modernos conquistadores que disfrazados de benefactores cooperantes, portadores de la luz y del progreso invadimos los pueblos indígenas y los arrancamos de sus costumbres y creencias ancestrales a cambio de unas medicinas y unas latas de Coca-Cola.

20 de diciembre de 2007

19 de diciembre 2007

Una de mis pequeñas alegrías Navideñas es asistir a los Conciertos de Villancicos ofrecidos por Caja Burgos, una de nuestras dos Cajas de Ahorros locales.
En el espléndido marco de la Casa del Cordón, antiguo palacio donde los Reyes Católicos recibieran a Colón tras su segundo viaje a América y hoy sede de la isntitución Bancaria, pudimos ayer disfrutar del Coro inglés "Voces8" Formado por 6 voces masculinas y dos femeninas. Este Grupo tiene un increíble resgistro que va desde la música del siglo XVI y XVII a la música Gospel, al Jazz o a la música más actual.
Escucharles fue un auténtico placer. Esta mañana he acudido su página web y he podido dejarme envolver de nuevo por la magia de sus voces pero ya no ha sido igual. Esa trémula palpitación del corazón, ese suave calambre en los brazos ha desaparecido. Nunca una grabación, por perfecta que sea puede emular la emoción que embarga al oyente de una pieza en directo, particularmente cuando es cantada a capella.
Pero no tenemos el don de la ubicuidad y las grabaciones es lo siguiente mejor de lo que disponemos. Gracias a You Tube rememoro aquí una de la piezas cantadas en este concierto

19 de diciembre de 2007

Delacroix: La libertad guiando al pueblo

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO
1830 Museo del Louvre
Paris

“El último gran artista del Renacimiento y el primero de los modernos” así le llamó Charles Baudelaire. Para el poeta francés, el lugar de honor de Delacroix en la historia del arte estaba asegurado no sólo por su audacia y originalidad – rasgos propios del Romanticismo – sino por encontrar su expresión dentro de una tradición. En lo que otro poeta, Paul Valery, pudo resumir con estas palabras: “La auténtica tradición en las grandes obras no estriba e rehacer lo que otros han creado, sino en reencontrar su espíritu, que crea obras nuevas en otro tiempo”. Delacroix supo reencontrar el espíritu de Miguel Ángel o de Rubens y crear así, en su época, obras de arte completamente diferentes.

Si en el cuadro de La muerte de Sardanápalo, Delacroix libera a la esclava femenina es posible afirmar que es para transformarla en estandarte y crear La libertad guiando al pueblo versión épica de la mujer que sale de su alcoba para comprometerse con las grandes causas. Y es precisamente sobre una alfombra de muertos que arrastra a la muchedumbre furiosa. Y es también el seno femenino, que surge de su vestido, el que encarna las virtudes sociales de la República, como se ha podido ver después de manera oficial, gracias a los sellos popularizados por el servicio de correos francés. Además es la primera composición política moderna. Marca el momento en el que el Romanticismo abandona las fuentes de inspiración antiguas para formar parte, de manera decidida, de la vida contemporánea. Delacroix escribe a su hermano, el general: “He optado por un tema moderno, la barricada,,, y si no he vencido por mi patria, por lo menos pintaré por ella”. No obstante el pintor perteneció a la milicia nacional y con ese atuendo se pinta a sí mismo en este cuadro. Algunos han visto en el joven tamborilero que esgrime sus pistolas al Gavroche de Los Miserables descrito por Victor Hugo treinta años después. Se pueden apreciar reminiscencias de Goya, Gros, y sobre todo de Géricault. El rey Luis Felipe adquirió el cuadro por 3.000 francos, pero se cuidó mucho de mostrarlo al público.

17 de diciembre de 2007

Tarjetas de navidad

Soy un anticuado... sin remedio. Me gustan las tarjetas de Navidad escritas de puño y letra!

No, no es porque aproveche para hacer indagaciones grafológicas... Es porque a través de la tinta y el papel, me figuro un campo en que quien me escribe va dejando palabras como semillas sentimientos a flor de piel, amistad que reconforta el corazón.

Pero los tiempos cambian. Me han enviado feliciaciones virtuales que yo he reenviado a decenas de personas. Naturalmente he pensado en ellas al escribir su dirección de correo, pero el esfuerzo es tan nimio que me parece como si no hiciera bastante. sólo se necesita dar al botón de reenviar y poner cuantas direcciónes queramos o tengamos en la mente.

Agradezco muy sinceramente todas las felicitaciones, quiero que se me entienda. Algunos de mis amigos, son amigos virtuales y esta es la única manera que tienen de comunicar conmigo... Les estoy muy muy agradecido.

No estoy comisionado por Correos, pero sigo pensando que por estas fechas me alegra la vista y el corazón recibir tarjetas postales y ponerlas sobre el mueble. Es una forma indirecta de abrir la puerta de casa al amigo y decirle: "Pasa, estás en tu casa! Brindemos juntos esta Navidad.

16 de diciembre de 2007

Poesía Clásica China


Canción de una dama virtuosa

Sabiendo que ya tengo marido,
me obsequiasteis dos brillantes perlas.
Conmovida por tan sincero afecto,
las prendo en mi veste roja de seda.
Los altos pabellones de mi casa
se yerguen junto al jardín del monarca,
y mi marido vigila el palacio,
espada al cinto y lanza en mano.
ya sé que tenéis un corazón puro
como el sol y la clara luna,
pero debo cumplir con mi deber
de seguir a mi esposo eternamente.
os devuelvo las perlas,
bañadas en lágrimas.
¡Qué inmensa tristeza!
¿Por qué el destino no quiso
que os conociese cuando era soltera?
Zhang Zi (766-830)

Brooklyn Follies

BROOKLYN FOLLIES
Novela
Paul Auster
Anagrama 2006
Panorama de Narrativas
Título original: The Brooklyn Follies 2006
Traducido del inglés por Benito Gómez Ibáñez
310 páginas

Debo confesar que había leído muy poco de Paul Auster aunque su nombre me fuera de sobra conocido y hubiera quedado muy impresionado por el guión de la magnífica película “Lulú on the bridge”
Hace unos días ví este título y tras leer la reseña en la contraportada decidí que podía ser un libro como otro cualquier para empezar a conocer mejor a este escritor Norteamericano, urbanita pesimista, amante de Poe y de Whitman, y declarado detractor del Presidente Bush.

La Reseña venía a decir lo siguiente: “ Nathan Glass ha sobrevivido a un cáncer de `pulmón y a un divorcio después de treinta y tres años de matrimonio, y ha vuelto a Brooklyn, el lugar donde nació y pasó su infancia. Quiere vivir allí lo que le queda de su “ridícula vida”. Era un vendedor de seguros; ahora que ya no tiene que ganarse la vida, piensa escribir El libro de las locuras de los hombres. Contará todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que le ocurre y lo que se le ocurre. Comienza a frecuentar el bar del barrio, y está casi enamorado de la camarera, la casada e inalcanzable Marina. Y va también a la librería se segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto y contradictorio, que no es ni remotamente quien dice ser. Y allí, en la librería, se encuentra inesperadamente con Tom, su sobrino, el hijo de su amada hermana muerta, a quien hace años que no ve. El joven había sido un universitario brillante, la gran promesa de su promoción. Y ahora, solitario y con unos kilos de más, conduce un taxi, urde teorías sobre “el valor ontológico de la vida de un taxista”, ayuda al misterioso Harry Brightman a clasificar sus libros, y está enamorado de H.M.P la Hermosa Madre perfecta… y poco a poco, inmerso en una fascinante red de personajes y descubrimientos, incorporado, en suma, de nuevo a la “espesa jungla de la vida”, Nathan irá descubriendo que no ha venido a Brooklyn a morir, sino a vivir.

Mi primera sorpresa ha sido que se trata de una comedia con final feliz. Quizá demasiado feliz para ser del “austero Auster”. Se nota sin embargo que se mueve fuera de su ambiente habitual. Debía haber algún motivo para ello, y éste se encuentra en una mención clave: “El 11 de Septiembre”. Creo que fue oscar Wilde quien dijo que si te sentías feliz debías escribir una tragedia” Pues bien, Auster toma la frase al revés y como presiente negros nubarrones para el futuro de occidente escribe una comedia que viene a decir algo así como “Hay que coger la vida como viene y tratar de hacer ella una bonita historia. Sus personajes así lo hacen. Todos están pasando por momentos trascendentales en sus vidas y para todos el gran consejero en que se ha convertido Nathan Glass tiene buenos consejos y la promesa de una arcadia feliz que en este caso se cumple reafirmando si cabe la tesis del autor.

El propio autor se confunde a veces con Nathan Glass y la novela toma tintes autobiográficos, El propio Auster parece estar describiéndose en estas palabras de Glass: “Cada hombre contiene varios hombres en su interior, y la mayoría de nosotros saltamos de uno a otro sin saber jamás quiénes somos. Optimista un día y pesimista al siguiente; pesaroso y mudo por la mañana, riendo contando chistes por la noche”

15 de diciembre de 2007

Escuchar

Una de las cosas que más nos cuesta es escuchar. Nos sorprendería constatar en una conversación el tiempo que dedicamos a hablar y el tiempo que dedicamos a escuchar.
Los sabios, las personas que admiramos, probablemente son personas que sobre todo preguntan y escuchan.
No aprendemos por lo que decimos sino por lo que oímos.
Cada vez que me sienta tentado de monopolizar la conversación trataré de recordar que tengo dos orejas y una sola boca para recordarme que las debo escuchar el doble de lo que hablo.

8 de diciembre de 2007

Poema en prosa


Cuando voy sola, de noche, a mi cita de amor, los pájaros no cantan, el viento está inmóvil, las casas de la calle aguardan silenciosas...
Y mis ajorcas tintinean a cada paso. ¡Qué vergüenza...!

Cuando, sentanda en el balcón, espero sin aliento sus pasos, veo las hojas mudas de los árboles, el agua quieta del río, como la espada en el regazo de un centinela dormido...
Y mi corazón palpita, enloquecido. ¡Y no sé como callarlo!...

Cuando llega mi amor y se sienta a mi lado, cuando mi cuerpo tiembla y se me cierran los ojos, la noche se oscurece, apaga la brisa mi lámpara, las nubes velan las estrellas...
Y el tesoro de mi pecho brilla. ¡Y no sé como apagarlo!...

Rabindranath Tagore
El Jardinero

El mal grita más alto que el bien

Quiero pensar que todos estamos de acuerdo en que este mundo nuestro del que tanto despotricamos tiene más cosas buenas que cosas malas, que es mayor el número de gente de bien que el de personas malvadas; sin embargo, cuando hojeamos el periódico, cuando escuchamos la radio, cuando hablamos entre amigos, el tiempo dedicado a lo negativo supera de manera abrumadora a lo positivo, tanto que acaba haciéndonos perder la perspectiva y a veces nos sume en el desconcierto, el pesimismo y en un cierto abandono a la fatalidad de las cosas.

Hoy he declarado la guerra a esa actitud fatalista y desde que me he levantado he decidido pasar por el tamiz de una valoración objetiva a todas las personas, objetos y acontecimientos de mi vida, haciendo balance al final de día no sea que me haya embarcado en un autocomplaciente optimismo.

Al salir de casa me encuentro a la puerta del ascensor con Maribel. Es vecina nuestra desde hace más de treinta años. Alegre, dicharachera, me saluda y me pregunta por mi nieta. Perdió a su marido joven hace unos años víctima de un cáncer fulminante. Tuvo que ponerse a trabajar para sacar adelante a sus tres hijos, aún pequeños. Todos los vecinos hemos admirado su entereza y su valiente manera de encarar la vida.Ella me hace recorrer mentalmente los nombres de todos los vecinos de la casa y curiosamente no encuentro a nadie que pueda abiertamente considerar como mala persona. Algunos me caen bien y otros menos bien pero de nadie puedo decir nada negativo. Extiendo la imaginación más allá y pienso en mi ciudad y en mi vida rebuscando aquellas personas que me han hecho daño de una manera conscientemente, que me han tratado injustamente, que merezcan todo mi desprecio. Posiblemente nuestra mente está dotada de una especie de amnesia para las cosas malas, porque me cuesta encontrar nombres, poner rostros detrás del concepto mala persona.

Ciertamente, se me podrá decir que mientras tanto, en algunos rincones del mundo, se concentra la pobreza, la tiranía, la esclavitud. Mi optimismo no puede enmascarar la realidad de los niños indios cosiendo balones desde los ocho años, de las niñas tailandesas ultrajadas en los prostíbulos de Bangkok, ni de los bebés sudaneses que mueren de hambre comidos por las moscas en los esqueléticos brazos de sus madres. Son realidades brutales que nos golpean como bofetadas.

La felicidad de muchos no puede jamás compensar el dolor y la desgracia de uno sólo. Pero no se trata de eso. El dolor, el sufrimiento causado por la maldad y el egoísmo existen. Nadie puede negarlo y los periódicos, la televisión, la radio se encargan de recordárnoslo. Lo que pretendo subrayar es que al lado de todo el mal del mundo existe también la bondad, la abnegación el sacrificio, la generosidad; que por cada persona a la que podemos tachar de mala hay cientos, quizá miles que no saltan a los medios y que por consiguiente para nosotros no existen. Y es de esas personas anónimas, fundamentalmente buenas de las que quiero acordarme hoy.
No olvidaré jamás que el mal existe, pero quiero pensar en las gente de bien que rara vez merece una línea en los periódicos. Quiero pensar en las cosas buenas que ocurren en el mundo. El los niños que se recuperan de una leucemia gracias a los avances de la medicina, en el teléfono móvil que me permite susurrar un buenas noches a mi nieta aunque esté a cientos de kilómetros, en Internet que me permite disponer del saber del universo sin salir de mi salón, y en los modernos electrodomésticos que han simplificado la vida de nuestro hogar.

Seguirá habiendo accidentes, catástrofes, sunamis, desgracias de todo tipo que serán noticia con letra de molde. Sufriré con los que en ellos pierdan a seres queridos, queden incapacitados o pierdan todos sus bienes, pero dejaré de agobiarme porque por cada avión que se estrella, decenas de miles realizan felizmente su vuelo.

Reconozco que las personas malvadas existen, que el mal es un hecho, pero sé positivamente que en la balanza del bien y del mal, el bien silencioso, anónimo, intrascendente, pesa más y eso renueva mi optimismo fundamental en el ser humano y en la existencia.

Mi vida sin Hailey

MI VIDA SIN HAILEY
Novela
Jonathan Tropper
Ediciones El Andén S.L. 2007
Título original: “How to talk to a widower” 2007
Traducido del ingles por Beatriz Martínez Ruiz
333 páginas

Por alguna razón que no llego a entender los escritores americanos con un mayor sentido del humor son casi siempre de origen judío. Jonathan Tropper no es excepción y su última novela es una explosiva combinación de ternura y humor.

El protagonista, Dough Parker se ha quedado viudo a los 29 años. Se aferra desesperadamente a la memoria y amor de su esposa fallecida en un reciente accidente de aviación. Se sumerge en el alcohol, intenta la liberación a través de escarceos extramatrimoniales, escribe una columna autobiográfica en un periódico local, y sobre todo se autocompadece, se autoinculpa y se autoanaliza sin incesantemente comparando todo lo que hace con lo que hubiera hecho con ella…

A su alrededor la vida sigue: su hermana gemela se separa, la hermana menor se va a casar, él se hace cargo de un adolescente hijo de difunta esposa y su padre se va sumiendo lentamente, con algún destello de lucidez, en un pozo de senilidad. Pero esas circunstancias que parecen resbalar sobre él como meros accidentes que le provocan y le recuerdan su pérdida, a pesar suyo, le sacan de su mundo. Le obligan a convivir. Pero convivir significa también compartir y Jonathan acaba compartiendo con los que le rodean su dolor abriendo así el camino de su posible recuperación.

Es una historia sencilla, tierna y llena de humor que recomiendo para las horas bajas: Una y otra vez nos repetimos: “Se llamaba Hailey. Ahora ya no está. Y yo tampoco”.

3 de diciembre de 2007

¿Qué te falta para ser feliz?

Iba a escribir algo esta noche que me sirviera de reflexión. Antes, se me ocurrió mirar el correo y ahí estaba. Un pequeño y escueto mensaje lo acompañaba.... Decía algo así: "Federico, ¿qué te falta para ser feliz?"
No he podido seguir escribiendo. No lo necesito. Miro una y otro vez a esta pareja evolucionar en el escenario, él sin una pierna, ella sin un brazo y me pregunto: "Qué me falta para ser feliz?".

28 de noviembre de 2007

Genialidad


Me ha llamado la atención la fórmula de la genialidad que leído en algún lugar y que podría escribirse así: dedicación + mejora diaria + tiempo = genio. Que duda cabe que los Fernando Alonso, Nadal, o Ronaldihno son el resultado de una dedicación obsesiva a un objetivo concreto y casi exclusivo, el esfuerzo para mejorar las marcas cada día un poco y el tiempo y la constancia necesaria para conseguirlo. Nadie nace siendo un genio o un campeón. Se pueden tener aptitudes se necesita además tiempo, esfuerzo y dedicación.

Georgia O'Keeffe: iris negro

1926 Black iris
Oleo sobre tela 91,4 x 75,9 cm
Colección Alfred Stieglitz
metropolian Museum of Art

Georgia O'Keeffe pinta entre 1918 y 1932 más de200 cuadros de flores en donde las simples flores de jardín como la rosa, la petunia, la amapola, la camelia, el girasol y la begonia ocupan la misma posición que otras más raras como la íride negra o la exótica orquídea. Entre las flores que pintará repetidamente en gran formato destaca el lirio de agua, o cala, que se convertirá para el público en una especie de emblema de la pintora. Así el artista mexicano Miguel Covarrubias en una caricatura de O’Keeffe, aparecida en el “New Yorker” se referirá a ella como “Our lady of the Lily”. Algunos de estos lirios habían atraído la atención de la pintora en la floristería de Lake George: “Empecé a reflexionar sobre esos lirios porque a la gente o bien le gustan mucho o nada. Sin embargo en mi caso no producían ningún tipo de sentimiento”.

En los cuadros de flores de O’Keeffe la consistencia como de cera de un lirio de agua está tan cuidadosamente representada como el tejido aterciopelado de una íride. la colocación del color sobre el lienzo en apretadas pinceladas imperceptibles a la vista, favorece la impresión de firmeza y consistencia material. la imprimación especial de la tela, su suavidad y brillo así como la excelente calidad del lienzo contribuyen a la perfección técnica perseguida en todo momento por O’Keeffe. Sin embargo su preocupación fundamental sigue siendo la simplificación formal de la flor. El lirio de agua, seductor por su sencillez estructural, parece constituir, quizá precisamente debido a este motivo, uno de sus temas favoritos. Sus retratos de flores, de las que respeta siempre sus colores locales, están al mismo tiempo dedicados a determinados colores, como indican los títulos de los cuadros que remiten al rojo de la amapola, o al negro de la íride.

25 de noviembre de 2007

Incredulidad
















No era
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu cuerpo
tendido e irradiante junto al mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus manos
hasta inundar todas las alcobas de mi vida,
no es posible el altido de tu sueño
cuando convoca
paisajes como caricias, dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y maravilla,
no es posible la paz de tu vientre rubio
si te busco debajo de las sábanas.

Desnuda no eres posible. Junto a mí, no es posible
Eres lo más real y no es posible.

Jorge Riechmann
Amarte sin regreso (1995)
Poesía Hiperión

23 de noviembre de 2007

Algo tan parecido al amor


ALGO TAN PARECIDO AL AMOR
Carmen Amoraga
Finalista Premio Nadal 2007
Ediciones Destino
Áncora y Delfín
270 páginas


Mario Vargas Llosa dice que una novela es una gran mentira llena de muchas pequeñas verdades. Carmen Amoraga ha juntado en su reciente novela, finalista del Premio Nadal de este año, las relaciones sentimentales de tres mujeres para, a través de un análisis polifacético y minucioso, intentar extraer algún tipo de conclusión o respuesta a la pregunta : ¿A qué llamamos amor?

No estoy seguro de que la galardonada escritora haya logrado aclarar nada con su novela, pero debo admitir que ha hecho un loable esfuerzo para mostrarnos diversos aspectos de esa constante humana que es la búsqueda de la felicidad a través del amor. Siguiendo los avatares de unas amigas treintañeras antiguas compañeras de colegio y que siguen encontrándose y contándose sus alegrías y sus más frecuentes disgustos, vamos viendo diferentes facetas de la relación que establecen con los hombres ya sea como esposas en el caso de Silvana, ya sea como amantes en el caso de Amparo y Ana.

La escritora no pretende hacer una novela de género, ni tampoco una novela generacional, pero como en sus novelas anteriores es sobre todo una novela cuyos protagonistas son mujeres y el punto de vista si no exclusivo, es predominantemente femenino. Silvana, que parece ser la más asentada y la que disfruta de una relación matrimonial aparentemente estable, es la que actúa como “pepito grillo” de las otras dos, y las hace reflexionar en voz alta y admitir que la pasión está cubierta de espinas las más de las veces, y que en su búsqueda del amor se encuentran con la soledad, el despecho, la humillación y el egoísmo de sus amantes. Se han enamorado no de hombres de carne y hueso sino de una imagen una imagen idealizada que de ellos han construido.. Irrumpen en los matrimonios de sus rivales y ponen así en contraposición el papel de esposa y el de amante. De ese modo, Carmen Amoraga no deja cabo suelto, escruta el sentimiento amoroso desde todos los puntos de vista y disecciona las relaciones de pareja y los sentimientos que conllevan: amor, celos, miedo, culpa, tedio, sumisión, estabilidad, terror a la soledad. Etc.

He disfrutado leyendo esta novela aunque debo confesar que literariamente hablando me ha dejado insatisfecho. Se diría que el argumento ha sido tejido en función de las necesidades de la tesis en lugar de extraer una tesis del argumento. Por otra parte la autora ha tratado de utilizar el lenguaje sencillo, de la calle, de todos los días, y a fuerza de intentar la sencillez roza a veces con la ordinariez. Pero no quiero acabar la reseña con esta nota negativa. Carmen Amoraga no se la merece; y por eso, citándola textualmente, diré: “No es que hoy no crea que el amor duele, porque sí duele, pero me pregunto si tiene que doler siempre, si siempre tiene que doler de esta manera, si no habremos estado equivocados toda la vida y si el que te quiere bien es precisamente quien no te hace llorar”.

Entre limones

ENTRE LIMONES
Historia de un optimista
Chris Stewart
Editorial Almuzara 2006
Título original Driving over lemons 1999
Traducido del ingles por Alicia de Benito Harland
299 páginas


Los que vivimos en ciudad, probablemente hemos sentido alguna vez la tentación de abrazar la vida bucólica del campo. ¿Quién no prefiere las verdes praderas y los sonrientes riachuelos a los apretujones del metro o del autobús? Evidentemente, se trata casi siempre de anhelos esporádicos que la vorágine del día a día se encarga rápidamente de angostar.

Pero si no somos capaces de llevar a cabo nuestros íntimos deseos, secretamente admiramos a quien lo hace y eso explica quizá el rotundo éxito que Chris Stewart está teniendo con sus libros y en particular con su inicial “Entre Limones, Historia de un optimista”. que después de haber vendido más de un millón de copias en Europa, ha sido publicado finalmente en España a finales del pasado año la pequeña Editorial Almuzara.

Chris Stewart, fue durante un breve período de tiempo batería en Grupo musical Génesis del que surgieron también los más conocidos Peter Gabriel, Tony Banks, Anthony Phillips o Mike Rutherford y después de haber viajado por medio mundo y ejercido los más diversos oficios decidió con su esposa Ana comprar un pequeño cortijo en Las Alpujarras granadinas.

Se trata de una narración lineal, no exenta de humor, bastante inocente optimismo y una fina ironía como sólo los ingleses saben usar, para describir su lucha para convertir el destartalado cortijo que compró por algo menos de 5 millones de las antiguas pesetas, en un lugar habitable, pese a las moscas y a los escorpiones, pese a la falta de electricidad o de caminos transitables y pese sobre todo a estar situado en el lado equivocado río Trévelez, que le aísla completamente en épocas de lluvias y crecidas.

Fue probablemente la lectura de “Al Sur de Granada” de Gerald Brenan lo que primero le atrajo hacia las Alpujarras pero ha sido la belleza del paisaje, el aroma de naranjos, almendros y limoneros, el continuo susurro de los ríos Trévelez y Cadiar, las noches estrelladas y los amaneceres apacibles, la sencillez de la gente cordial y acogedora, campesina y pastoril, lo que le ha retenido y le ha hecho enfrentarse valientemente a las dificultades iniciales y a su total ignorancia sobre agricultura, pastoreo o construcciones varias.

“Cristóbal, El inglés”, como pronto será conocido en la región, es humilde y paciente y eso le granjea amistades inquebrantables. Algunas como la de Domingo, le serán imprescindibles para salir airoso en su trato con los demás vecinos, para convencer a los pastores las ventajas del esquileo mecánico de ovejas, para manejarse en el siempre confuso mundo de entradores y tratantes de ganado.

Chris vive en El Cortijo El Valero, frente al espectacular valle del Gudadalfeo . Allí ha nacido su hija Chlöe, por lo que se siente un poco más alpujarreño si cabe, aunque también forma parte del colectivo de extranjeros estilo “New Age” que se han establecido en la zona. El éxito de su libro está atrayendo turistas y curiosos hacia el Cortijo y hacia el pueblo de Órgiva cuyo alcalde no siempre coincide con Chris en la valoración de algunas afirmaciones contenidas en el libro porque le parecen humillantes u ofensivas hacia los vecinos del pueblo.

Pese a tratarse de una excelente traducción de Alicia de Benito, el libro mantiene el frescor y la sencillez del relato original. Me ha gustado en particular la manera en que el autor ha captado el habla de los campesinos, las reflexiones breves, las sentencias cadenciosas, y la contenida emoción con la que describe los paisajes, la floración del naranjo o su empeño en adaptarse a los usos locales y pasar como un campesino más de esa hermosa y dura tierra.

20 de noviembre de 2007

Buscar la felicidad

No busques la felicidad haz cosas que te hagan feliz. Me sorprende lo mucho que se escribe sobre la felicidad y lo poco que se practica. Partimos de una premisa falsa cuando pensamos que la vida es dura y por lo tanto la felicidad es la recompensa a un sobreesfuerzo o a un sacrificio. Sin embargo los momentos felices son aquellos en que hacemos las cosas que nos gustan, y que generalmente coinciden con las cosas que nos gustaba hacer de niños: pescar, caminar, practicar un deporte, encontrarnos con amigos. Cuando miramos hacia atrás vemos con nostalgia aquella época, pero no nos atrevemos a reservarnos cada día un rato para practicar de nuevo aquellas cosas que nos llenaban de gozo y hacían que la vida fuera divertida. La felicidad no es un proyecto de vida, es un acto vital.

14 de noviembre de 2007

Santiago de Chile


Viajaba en la excelente pero extinta Compañía Brasileña Varig rumbo a Santiago de Chile. Estaba aún borracho de emoción por aquel primer aterrizaje en Río de Janeiro en esa hora matinal en que el sol surge de la bahía, tiñe de rosa el inmenso abrazo del Cristo del Corcovado y acaricia con sus rayos el Pao de Azucar. Ni las señales para abrocharnos los cinturones, ni la petición del Comandante habían logrado despegarnos de la ventanillas absortos como estábamos en la contemplación de uno de los amaneceres más extraordinarios que se puede contemplar desde un avión. La escala en Río fue breve a penas el tiempo para desentumecer las piernas tras diez horas de inmovilidad, degustar un buen café y ya estábamos de vuelta en el avión.

Era mi primer viaje a Santiago de Chile y después de aquel bello aterrizaje en Río jamás pensé que en esta ocasión aún había en reserva para mí una emoción todavía más intensa: la de sobrevolar la imponente cordillera de los Andes y tener la sensación de casi tocar con el brazo extendido la purísima cumbre del Aconcagua. El comandante, ésta vez, nos animó a mirar por las ventanillas del lado derecho del avión. El espectáculo era arrebatadoramente acongojante. Tanto, que no me da vergüenza confesar que ha sido una de las pocas veces en mi vida que se me han saltado lágrimas de emoción y de nostalgia por no tener a nadie amado a mi lado para decirle en aquel lugar: “Ahora, cogido de tu mano, me puedo morir!”
¡Cómo describir los glaciares, las profundas simas, los torrentes y cascadas y sobre todo el congelado silencio, la total ausencia de cualquier vestigio humano! Solo, arrebatado, me hubiera gustado ser es esta ocasión un cóndor solitario, desprendido del gran pájaro matriz, y seguir suspendido en aquel aire puro, embriagándome de luz, de nieve y de sol.

Qué duda cabe que con esos preliminares, este viaje a Chile no podía quedar banalizado entre los cientos de viajes que han adornado y dado sentido a mi vida profesional. Pero además, y por razones diversas, iba a ser un viaje largo….Una estancia de veinte días no es habitual en los viajes de un ejecutivo, pero varios actos protocolarios y la participación en la Feria Internacional de FISA así lo exigía.

Llegué a Santiago a primera hora de la tarde y me hospedé en aquella ocasión en el recién inaugurado Holiday Inn cercano a la Casa de la Moneda, en el centro de la ciudad y en el corazón de las calles más populares y conocidas de la capital: Agustinas, Ahumada y Banderas. Al rato llegaron mis amigos a buscarme para ir a cenar a la Vinoteca, un restaurante museo en lo alto del cerro de San Cristóbal. Desde sus amplios ventanales, se divisa por la noche la ciudad a los pies como una alfombra de diminutas estrellas.

Santiago es una ciudad de grandes contrastes. Un centro histórico de casas bajas de tipo colonial, un centro financiero y sus correspondientes rascacielos, unos barrios burgueses con verde y jardines muy cuidados en Las Condes, al norte de la ciudad y pegando a las últimas estribaciones de los Andes y, lamentablemente, unas barriadas marginales y conflictivas como Maipú o Cerrillos. Probablemente, si tuviera que elegir un edificio que me sirviera de icono de la ciudad, me quedaría con la iglesia convento de San Francisco, por su sencilla y robusta línea arquitectónica que desde 1589 ha desafiado terremotos e incendios y constituye hoy el edificio colonial más antiguo del país.

Necesariamente, más que edificios, monumentos e hitos turísticos, Santiago es una comunidad, un crisol de gentes, anónimas, trabajadoras, cultas, luchadoras en las que cohabita el espíritu mapache y las aportaciones culturales de la colonización y posteriores migraciones. Me llamaron particularmente la atención las mujeres chilenas. Me habían avisado antes de iniciar el viaje: la mujer chilena es guapa, es simpática, es melosa, pero es sobre todo inteligente, buena conversadora, excelente compañera, inolvidable amiga. Pronto comprendí el preaviso: veinte días fueron suficientes para sentirme tan a gusto entre ellas que necesité utilizar toda mi sensatez y el tirón de la familia, para comprender que sólo era un viaje. Ciertamente traje conmigo una canción:”Si vas para Chile…” y por sorprendente que parezca nunca la he podido escuchar sin sentir un nudo en el estómago, detectado incluso por las personas a mi alrededor.

Hablar de Santiago es obviamente hablar de Chile, pero ni con veinte días, sobre todo si son de trabajo, se pueden recorrer sus más de 4.000 kilómetros de longitud y no más de 400 kilómetros de anchura. Desde el tórrido y salitroso desierto de Atacama pasando por la zona central donde se ubica Santiago, el puerto de Valparaíso y la conocida Viña del Mar, se desciende a las fértiles llanuras de Talca y Valdivia, de fuerte ascendente alemán y croata hasta llegar a los glaciales del extremo Sur del País cerca de Puerto Montt y Punta Arenas. Tuve la oportunidad de viajar por la zona central y visitar el Puerto de Valparaíso pero sobre todo, tuve tiempo para hacer profundas y sólidas amistades que han perdurado a través de los años. Algún día espero contar las andanzas de mi amigo el calvo Leonardo Chacón, magnífico compañero de trabajo, buen cocinero y futuro restaurador que me hizo depositario de de uno de los regalos más comprometidos y a la vez más emotivos que jamás haya recibido; o de la familia de Jorge Aybar afamados cocineros pero sobre todo grandes amigos que a pesar de ser inmigrantes de tercera y cuarta generación mantienen las costumbres y el habla de su Guipúzcoa natal.

No se puede escribir de todo en estos retazos de vida que han ido quedando prendidos en tantos lugares del mundo al albur de las necesidades y oportunidades del trabajo. Por eso, en suscinta forma de fotoflash menciono el copihue, preciosa flor emblemática nacional; los intentos de mis amigos por enseñarme a bailar la cueca; las interminables charlas sobre los poetas chilenos Nicanor Parra y Pablo Neruda, las canciones de Quilapayún y las más comprometidas de Inti-Illimani; y cómo no, las peligrosas cenas chilenas, y digo peligrosas porque ser forastero equivale a tener la obligación de probar de todo y un poco más: carnes, mariscos, empandas, frutas, dulces, todo regado con los magníficos caldos del país, que con grandes éxitos, compiten en los mercados mundiales con los los vinos franceses o españoles.

Elegir es descartar y descartar es siempre sacrificar. Me duele sacrificar tantos y tantos recuerdos de Santiago de Chile. Pese a los avisos y premoniciones volví a casa y he regresado posteriormente varias veces. Esos viajes, como pequeños retoques en un cuadro, me han permitido asimilar recuerdos, completar detalles, comprender la solidez y la permanencia de mis amistades. Mis viajes a Santiago de Chile, y en particular el primero constituye uno de esos tesoros que pido conservar en mi memoria para los días en que privado de todo lo demás sólo me quede, Dios lo quiera, la posibilidad de evocar.

Gestionar el tiempo

GESTIÓN DEL TIEMPO
En busca de la eficacia
Ensayo
Guillermo Ballenato Prieto
Ediciones Pirámide 2007
206 páginas

Aprovechando estos días de descanso me he dedicado a leer y no sólo literatura o novelas de evasión. Este libro me ha parecido muy interesante porque tiene multitud de pequeños detalles que son prácticos para el día a día. No es fácil resumirlo en pocas palabras, por eso me ciño a los consejos finales que el propio autor nos facilita:

Veinte consejos para administrar su tiempo y gestionar su vida:

1. Reflexione: conózcase a sí mismo, clarifique y especifique sus objetivos, márquese una dirección.
2. Lidere: tome las riendas, adopte una actitud proactiva, tenga autodisciplina, dirija su esfuerzo de forma productiva.
3. Priorice: decida qué cosas son más importantes a nivel personal, académico, profesional, y cuáles resultan críticas de cara a los resultados.
4. Planifique: trace el plan y el recorrido de los proyectos que va a realizar, establezca plazos y ajústese a ellos.
5. Divida: desglose las tareas complejas, separe cuestiones diferentes y abórdelas por separado, en orden secuencial.
6. Agrupe: unifique, centralice; aborde juntas, en bloque, las tareas que puedan estar relacionadas entre sí, aproveche las sinergias.
7. Prevea: intente anticipar las respuestas a sucesos aparentemente inesperados, pero que se podían haber previsto.
8. Registre: utilice la agenda, anote actividades, ideas, propuestas; actualice periódicamente la información.
9. Evalúe: realice registros, un seguimiento parcial y el resultado final.
10. Organice: clasifique, y archive de forma automática, asigne un lugar a cada cosa, mantenga el orden.
11. Seleccione: elija, no intente abarcarlo todo; sea selectivo, filtre, quédese con lo que es realmente necesario e importante.
12. Optimice: conozca y aproveche todos los recursos de que dispone; no malgaste; economice y evite el despilfarro.
13. Delegue: aproveche el apoyo y la colaboración de otras personas, distribuya parte de las tareas y comparta las actividades.
14. Simplifique: revise, sistematice, reduzca y acorte los procedimientos, hágalos más sencillos y fáciles de abordar.
15. Elimine: descarte, decline, diga no; no acumule, rechace, deshágase de papeles, abandone tareas triviales y fútiles.
16. Concentre: unifique, evite la dispersión, las interrupciones, las duplicaciones, vaya al grano, dirija y mantenga la atención en su tarea.
17. Decida: obtenga la información necesaria para tomar decisiones; asuma el riesgo, evite quedarse paralizado analizando.
18. Resuelva: pase a la acción, vaya solucionando los asuntos, busque la eficacia; evite alargar, retrasar y prolongar.
19. Cree: no se limite a la rutina y la repetición; sea creativo, busque nuevas ideas, recursos y formas de hacer las cosas.
20. Disfrute: tome conciencia, aproveche y viva con intensidad, decisión, armonía, equilibrio y libertad su propio tiempo personal.

13 de noviembre de 2007

La muerte lenta de luciana B.

LA MUERTE LENTA DE LUCIANA B.
Novela
Guillermo Martínez
Editorial Destino 2007
Áncora y Delfín 1100
230 páginas


En un breve intervalo de tiempo he tenido la oportunidad de leer dos novelas de corte policíaco escritas por autores argentinos. “El enigma de Paris” de Pablo de Santis y “La muerte lenta de Luciana B”. de Guillermo Martínez.

En esta ocasión, sin dudarlo, elijo esta segunda por la trama perfectamente hilvanada y que nos lleva de sobresalto en sobresalto, anhelantes hasta la última página sólo para descubrir que en un “tour de force” magistral el autor nos deja a cada de uno de nosotros la oportunidad de elaborar nuestras conjeturas. Además la mente cartesiana de Guillermo Martínez juega con nuestras seguridades y cuando ya creíamos haber descubierto al villano, he ahí que nos ofrece otra versión de los hechos, igualmente plausible: las alternativas se van sucediendo ante nuestra atenta mirada gracias al novelista insertado dentro de la novela y que, como en un juego de espejos, alterna las diversas visiones y nos hace dudar de que lleguemos a averiguar la verdad.

A Guillermo Martínez le gusta plantear los asesinatos como un desafío intelectual: "La muerte lenta de Luciana B. no es una novela negra al uso. Hay investigación policial, pero también hay suspense y un punto psicológico que es muy importante". El enigma que flota sobre todo el relato es llegar a descubrir si las muertes que se producen, todas de miembros o allegados de la protagonista, son accidentes o verdaderos asesinatos. Un enigma que lleva a plantearse si existe o no asesino o si todo es producto del delirio de la supuesta víctima. La muerte lenta de Luciana B. tiene cierto parentesco con Otra vuelta de tuerca, de Henry James. "Es uno de mis escritores imprescindibles y por ello aparece citado a lo largo del relato".

Tras las trágicas muertes primero de su novio y después, uno a uno de sus seres más queridos, nada queda en Luciana de la muchacha alegre y seductora a la que el famoso escritor Kloster dictaba sus novelas. La muchacha vive aterrorizada, con la sospecha de que esas muertes no pueden ser casuales, sino parte de una venganza metódica urdida contra ella, un círculo a su alrededor que sólo se cerrará con el número siete. En la desesperación más absoluta, recurre a la única persona capaz de adentrarse en el siniestro universo de Kloster, un escritor mediocre para quien trabajó durante un verano. Los cuadernos de notas de Henry James y una Biblia de Scofield serán claves ambiguas en un pasaje sin retorno a la región más primitiva del mal.

¿Podría un asesino simular cuidadosamente el azar, concebir una geometría encarnizada de muertes y quedar impune? ¿Cuál es la proporción justa del castigo para el que nos ha despojado de todo y nos ha causado el máximo dolor?

La novela, señala el escritor, "plantea el dilema entre la justicia como reparación social y el deseo de venganza personal, pero también al azar y la casualidad como explicación de los hechos, además de algunas discusiones estéticas". “El hombre no es más que la serie de sus actos”, escribió alguna vez Hegel. Y sin embargo, Henry James, su escritor favorito levantó toda su obra en los intersticios entre acto y acto, en intercalaciones entre líneas de diálogo, en las segundas y tercera intenciones, en el infierno de las vacilaciones y cálculos y estrategias que es la antesala de cada acto.

El autor ha triunfado recientemente con su novela Los crímenes de Oxford (Premio Planeta Argentina en el 2003) que ha obtenido un resonante éxito internacional, y ha sido llevada al cine por el director Alex de la Iglesia. En esta ocasión, en mi opinión, ha escrito una obra de una intensidad extraordinaria que lo confirma como un autor de referencia de la literatura contemporánea.

12 de noviembre de 2007

Balthus: La falda blanca


En una época en la que se comulgaba con el surrealismo y la abstracción, intentar “la reencarnación de la pintura”, según la expresión acuñada por Pierre Jean Jouve, convertía a Balthus en un artista marginal que nadaba a contracorriente. En un texto publicado en La Nouvelle Revue Française en mayo de 1934, el poeta Antonin Artaud daba su voto de confianza al cambio insólito emprendido por aquel recién llegado cuyo arte de la representación se inspiraba claramente en un universo imaginario y un realismo a medio camino entre el Quattrocento y el clasicismo más elaborado. Balthus pinta sobre todo luces y formas. A través de la luz de una pared, del suelo, de una silla y de una piel, se nos invita a ingresar en el misterio de un cuerpo dotado de un sexo que destaca con toda su crudeza.

Oscar Wilde afirmó, con gran acierto: “Los únicos retratos creíbles son aquellos en los que uno ve poco del modelo un mucho del artista”. El cuerpo femenino, geometrizado por el cubismo, desfigurado por el surrealismo y atomizado por el arte abstracto, recuperaba s forma gracias al retorno a la pintura figurativa y volvía a estar omnipresente en la representación plástica, como una proyección del artista, quien le confería la apariencia que más amaba: doblemente carnal, tan pronto muchacha inocente, tan pronto mujer fatal, o una mezcla de ambas. “El desnudo es al artista lo que el amor a los trovadores y los poetas” escribió Paul Valéry. Proyectándose en la obra, el artista provoca intencionadamente la proyección del espectador. Un fenómeno íntimo deviene súbitamente colectivo y el espectador voyeur puede exclamar, como Renoir: “Yo, ante una obra maestra, me contento con disfrutarla”

Como Rembrandt o Picasso, cuanto más amor sentía por su modelo más deseaba mostrarla al mundo entero, algo que no comprendió ni siquiera Antoinette de Watteville, su esposa y la modelo de La falda blanca, quien se obstinó en posar con sujetador: “No quería ver expuestos mis senos en un museo”, confesó más tarde. Balthus pintó un sostén, pero tan transparente que la imagen resultaba más sugerente aún, lo cual, además le permitió crear una sutil armonía entre los tonos crema, marfil, rosa y blanco, y entre las texturas del tejido y de la piel. Courbet parecía presidir aquel homenaje.

En aquella muestras Balthus sorprendió y atrajo la atención de los más perspicaces, merced a la aparente impasibilidad neoclásica de la técnica que aplicaba a sus perturbadores motivos y con la que lograba contrastes asombrosos. Su principal motivo pictórico fue el erotismo provocador. Balthus se reveló, ante todo, como un “monomaníaco” con hábitos renacentistas.

Esperanza



La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.

Maurice Maeterlinck (1862-1949)


Escritor belga



7 de noviembre de 2007

¿Experto o diletante?

Siempre he sentido envidia de esos auténticos entendidos en algún tema, ciencia, afición, o maña que son capaces de desafiar cualquier pregunta, o cualquier reto.

¿Os acordáis de aquellos concursos como "Un millón para el mejor" en los que se ponía a prueba los conocimientos en ornitología, historia del siglo XV, o cantantes del siglo XX de los concursantes? Debo confesar que yo admiraba a aquellas personas que se habían centrado en un tema y como si de una mina se tratase cavaban y cavaban siguiendo el filón de su afición buscando la pepita de oro hasta que, como topos, acababan no teniendo más horizonte que el que encontraban a diez centímetros de la nariz. De verdad, como ellos me hubiera gustado ser una "autoridad" en algo...

He sido menos perseverante, más distraído. He ido saltando de un tema a otro o he tratado vanamente de mantenerme al día en muchos temas dispares y reconozco que aunque sé algo de muchas cosas, no puedo hablar de nada con la autoridad de un "entendido".

Esa constatación me ha traído a mal traer durante mucho tiempo y me ha hecho cuestionar mis hábitos culturales y mi curiosidad disparatada. ¡Hasta ayer! ... Sí, porque ayer finalmente he llegado a la conclusión de que tampoco la especialización es la mejor opción.


Me encontré encontré ayer con un amigo que tiene por hobby el románico, y más concretamente el románico castellano. Creo que conoce no sólo todos y cada uno de los monumentos románicos de la región, sino cada una de las piedras que los forman. Eso sí, fuera del tema en cuestión, su conversación se limita a decir la hora y el tiempo que hace. Coincidí en un viaje con este amigo, y como quiera que mi repertorio en piedras es tan limitado como el agua de un vaso, intentaba cada poco tiempo llevar la conversación a terrenos con más amplias perspectivas. Pena perdida: no sabía que se iban a conceder los Oscars; lo más moderno que había oído en música era Julio Iglesias y de música clásica no le pude sacar del "Himno de la alegría" . En Historia, en Política, en Viajes los temas se agotaban con igual rapidez. Desesperado le pregunté si leía algún periódico y me contestó: Sí, de vez en cuando miro el periódico para ver los horarios de autobuses!!!

Visto lo visto, he decidido que mejor me quedo como estoy: mariposeando de tema en tema aunque el polen que recoja sólo sirva de ligero barniz para tapar las grietas de mi ignorancia.

Si fuera más salomónico quizá debiera dedicar la mitad del tiempo a un tema concreto y la otro mitad a todo cuanto el capricho me pida... Eso será quizá lo que haga en mi próxima reencarnación.





La hora gris


Cómo decir tu nombre
en la hora gris
que cubre el horizonte y los caminos
con hojas de silencio?
¿Qué esperar
debajo de los álamos vencidos,
desnudo entre las sombras,
persiguiendo
con la mirada el vuelo de los mirlos?
No hay nada
aquí, en mi pecho; cuanto tuve
se diluyó en el viento, huyó contigo.
Evoco nuevamente
tus pisadas
bajando hacia la casa, y siento frío.
Alejandro López de Andrada
El vuelo de la bruma
Algaida Editores 2005

1 de noviembre de 2007

Correspondencias

La creación es un templo donde vivos pilares
hacen brotar a veces vagas voces oscuras;
por allí pasa el hombre a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.

Como ecos prolongados que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
inmensa cual la noche y cual la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan. .......

Versión de Ignacio Caparrós
(Ed. Alhulia. Colección "Crisálida", nº 20. Granada, 2001)

Amigos,
Estos versos de Baudelaire han vuelto a mi memoria al leer el libro "El Penúltimo sueño" de Ángela Becerra.
En esa novela se habla a menudo de Chopin y en particular de una pieza que con el nº 3 forma parte de sus Estudios Op. 10 más conocida con el nombre de "Tristesse".
La he escuchado repetidas veces mientras leía el libro y he podido constatar cómo la música, las palabras y el verde profundo de esa Colombia conocida y añorada han agudizado mi percepción como dicen que hacen ciertas drogas sobre la imaginación, la creatividad y el pensamiento.

Seguramente, todos, en algún momento hemos sentido esa correspondencia que existe entre nuestros estados de ánimo y la música que escuchamos, la ropa que vestimos, o los libros que leemos.

Somos parcos en utilizar los sentidos, o en utilizar más de un sentido a la vez, sin embargo la realidad nos inunda y llama a todos ellos indiscriminadamente.

Ojalá sepamos vivir con los sentidos abiertos a la belleza del mundo, porque esa será la mejor confirmación de que hemos sabido vivir con el corazón abierto al latido del mundo.

Gracias a YOUTUBE os brindo con todo cariño la esa pequeña joya musical y ojalá encontremos nuestras correspondencias.

Nostalgia de otoño


31 de octubre de 2007

Crear lazos


Pienso que somos tan ricos como ricas y abundantes son nuestras relaciones. En el fondo, qué son los negocios sino una cuestión de lazos humanos, de relaciones interpersonales, de sintonía entre personas que se necesitan y se complementan?
Mi mayor tesoro es el listado de contactos en mi móvil, PDA, o Microsoft Outlook y por eso guardo varias copias de seguridad. Pero, las relaciones como las plantas, necesitan riego. El valor de nuestras relaciones, de nuestros contactos es directamente proporcional al número de veces que a lo largo del mes o del año, recorremos el listado y entablemos contacto con las personas que figuran en él.

29 de octubre de 2007

Cézanne: Los Jugadores de cartas

Los Jugadores de cartas (1890-1892)
Óleo sobre lienzo 47,5 cm x 56 cm
Musée d¡Orsay (Paris)


En los años noventa Cézanne pinta además de los paisajes que se le ofrecen a la vista en Jas de Bouffan, otros bodegones y retratos. Para los modelos que posan ante él, las interminables sesiones son un martirio. Cézanne les pide inmovilidad absoluta, la misma calma que reflejan los objetos de sus naturalezas muertas.- Una cabeza es para él, lo mismo que una manzana, el punto de partida para una composición. Al pintor no le interesa plasmar los sentimientos o la individualidad de las personas que retrata.
Por ese motivo que sirve de modelos que puede pagar, por ejemplo campesinos y jornaleros que trabajan en los terrenos arrendados en Jas de Bouffan le sirven de modelos para Los jugadores de cartas (1890-1892), un motivo que realiza en cinco versiones diferentes.
El fondo es en general oscuro, con sólo unos toques de color claro para definir el lugar, que tal vez sea la terraza cubierta de un café. La escena está iluminada por luz artificial, cuyos reflejos se aprecian en el mantel de la mesa, la botella y la pipa. Tampoco en esta ocasión se trata de reproducir una escena cotidiana de la pequeña burguesía de las afueras, sino de una solución a un problema de composición, en este caso la representación de personas en el espacio. Los dos hombres están rígidamente sentados a la mesa, cuya prolongación de los puntos de fuga confluyen en el eje vertical de la botella. La mesa es el centro de la escena; en ella se encuentran las diagonales de los brazos doblados y las miradas de los jugadores. la mesa obtiene toda la luz. Su cálido tono naranja es nexo de unión entre el azul frío y opaco del jugador de la izquierda y el gris descolorido de la derecha. En las chaquetas de ambos se encuentra reflejado el color de la mesa.
Cada detalle del cuadro tiene una función para el efecto general. Nada se ha confiado a la casualidad. Alejado de toda escenificación naturalista o de cualquier detalle anecdótico. Cézanne logra aquí una composición madura, constituida en base a valores direccionales y referencias cromáticas y formales, en la que se inmortaliza por igual lo íntimo y lo monumental.

Para Cézanne, los colores son el único elemento constitutivo de la imagen. Combinándolos adecuadamente, determinan también la forma: los límites del color son también los límites de la forma. La luz de sus cuadros no existe por sí misma. Es el color el que la produce.
“La luz no es una cosa que pueda reproducirse, sino algo que puede representarse con colores”
De ahí resulta que Cézanne representa la mayor claridad de la luz, su fuerza más intensa, con la mayor intensidad de color y no, por ejemplo, con la mayor claridad. Vierte al lienzo luz y sombra valiéndose de colores claros y oscuros y utiliza los contrastes cromáticos para estructurar el cuadro. el color azul tiene para él la propiedad de dar al espacio profundidad y altura, de “hacer sentir el aire”, como el mismo pintor dice.

28 de octubre de 2007

La Moldava

No suelo poner música en my blog, pero al hablar de Praga y del Modava no puedo por menos que insertar, al menos durante unos días, la magnífica obra "Vlatva" (La Moldava) de Bedrich Smetana

26 de octubre de 2007

Praga

Las campanas de la iglesia San Nicolás suenan broncas en esta temprana hora de la mañana. Está amaneciendo sobre el Moldava. Acodado en el puente de Carlos IV contemplo el tímido reflejo de luz matinal que resbala sobre las aguas y suaviza la oscuridad del río mientras oigo en mi mente las hermosas estrofas de Smetana evocando su querido Vlatva. No he podido dormir en toda la noche. Han sido muchos los sobresaltos del día, esa mezcla de anticipación, romanticismo y congoja por el sufrimiento de un hijo.

Estábamos a principios de los noventa celebrando nuestro 25 aniversario de boda y después de haber pasado con nuestros hijos unos días en Viena partíamos en automóvil hacia la misteriosa y aún poco conocida Praga. El día anterior, En Viena, al bajar de la Gran Noria, nuestro hijo Alejandro había pisado en falso y sintió un fuerte tirón pero pensando que se trataba de una simple torcedura de pie que se le iría pasando, a la mañana siguiente nos pusimos en ruta para recorrer los 300 km. hasta Praga. Salvo el dolor del muchacho que ya no sabía cómo colocar el pie para mitigar el sufrimiento, y la hinchazón subsiguiente, el viaje se desarrolló sin incidentes. No obstante, al llegar a nuestro hotel, aún recuerdo que se llamaba Jalta, pedimos la dirección de una clínica o un hospital pero nadie supo contestarnos en ninguno de los diferentes idiomas que alternativamente fuimos ensayando: inglés, francés, y finalmente español. Inquietos salimos a la calle y un benévolo taxista entendió finalmente nuestro problema y nos condujo a un hospital cuyo nombre prefiero no recordar. Una vez más la incomunicación fue total. Por gestos nos hicieron esperar en una sala fría y escasamente iluminada. Al cabo de la primera hora de espera salí al pasillo en busca de alguna señal de vida, pero el silencio era absoluto. Parecíamos estar en un hospital desierto. Finalmente, tras varias horas de angustia llegó un médico y a medias entre gestos y las pocas palabras de inglés que él comprendía le pusimos al corriente del problema. No hubo manera de conseguir un calmante, pero vendó el pie a nuestro hijo, el dolor se mitigó un tanto y regresamos al hotel.

Me debatía con regresar a la mañana siguiente a Viena para tomar el avión de regreso a España o seguir el programa establecido. Por eso, incapaz de dormir, me levanté a pasear por las calles desiertas de la ciudad hasta que amaneciera sobre el famoso puente de Carlos.

No es fácil describir todas las sensaciones que te avasallan cuando llegas a una ciudad histórica cuajada de monumentos sorprendentes, pero cuando por circunstancias especiales la paseas a las cuatro de la mañana de una noche de verano. La ausencia de vehículos, la sensación de soledad y misterio, las sombras de los monumentos, el eco de las propias pisadas parecen convertirse en caja de resonancia que intensifica esas sensaciones.

Me encaminé en primer lugar hacia el Ayuntamiento. Había visto fotografías del famoso reloj astronómico pero quería contemplar esa magnífica pieza de precisión con indicación de la situación del sol, la luna y los planetas. Tras un rato absorto en su contemplación, giré la vista hacia la graciosa silueta del templo de la Madre de Dios de Týn y a través de pequeñas callejuelas empedradas, deambulé por la ciudad, pasé por delante de la vieja “Prasna brana” o Torre de la Pólvora, e inconscientemente me encaminé hacia algo que quizá ya me había conquistado antes de llegar a la ciudad. Iba buscando el río y el Puente de Carlos con sus magníficas estatuas de reyes y santos y la aún negra silueta de la catedral de san Vito y del Castillo. Al final del puente se perfilaba la Torre de la ciudad vieja, una de las más hermosas torres medievales que existen en Europa y me alegré de que a esas horas de la madrugada mi cámara no sirviera para hacer fotografías. No había distracción posible. Contemplé una y otra vez el río, el puente, la silueta de iglesias y monumentos que empezaban a perfilarse en el horizonte y tomé una decisión: Nos quedaríamos en Praga. La ciudad merecía una visita pausada y con guía.

El muchacho tenía el pie menos hinchado que el día anterior y decidió acompañarnos. No pudimos contar maravillas de nuestro guía, una persona mayor que completaba su escaso salario de funcionario con visitas guiadas en un idioma que había aprendido durante su estancia de colaboración en Cuba. Visitamos el Castillo de Praga, en realidad un Palacio, y la catedral que iniciada en el siglo XIV no fue finalmente concluida hasta el siglo XIX. En las inmediaciones del castillo pasamos por el Callejón de Oro con sus minúsculas casas de artesanos. Me acordé que Kafka había ocupado durante un tiempo una de esas casas cuyo dintel me llegaba a la altura del hombro y siguiendo las explicaciones del guía fuimos viendo los diferentes monumentos de la ciudad vieja y de la plaza Malá Strana en particular el Templo de San Nicolás cuyo órgano fue utilizado por Mozart durante su estancia en la capital.

Por la tarde dejamos a nuestro hijo descansando en el hotel y nos fuimos a hacer la compra de algún souvenir. Como no podía ser de otro modo, la tentación nos llevo a las numerosas tiendas de cristal de bohemia. Las piezas que compramos, verdes o azuladas adornan hoy nuestro salón de casa. Sin embargo, el recuerdo que seguimos mirando quizá con mayor cariño es la marioneta que nuestra hija María se encargó de comprar. En pleno día y en las calles comerciales de la ciudad, milagrosamente pudimos constatar que había más personas que entendían el español de lo que nos había parecido el día anterior.

He vuelto numerosas veces a Praga en avión, por motivos de trabajo. Siempre que he podido me he liberado de mis anfitriones para pasear sólo a altas horas de la noche por el puente de Carlos IV. Voy tatareando “El Moldava” de Smetana o recordando escenas de la Praga descrita por Kundera en “La imposible levedad del ser”. Sin embargo, Praga sigue siendo para mí, la del primer viaje:una ciudad medieval, nocturna, silenciosa y bella donde he conocido la angustia y la impotencia y donde me he sentido extraño y familiar a la vez porque he reencontrado la misma cultura que construyó nuestras catedrales góticas o nuestros castillos y monumentos.

22 de octubre de 2007

Hacer, sin hacer nada


El tiempo mejor aprovechado es el tiempo que sin hacer nada nos dedicamos a pensar. Cuánto me cuesta robar tiempo a la acción y pararme a poner orden en las ideas, evaluar la tarea, priorizar las necesidades, planificar la jornada. Desde que me levanto, me lanzo desaforadamente a hacer cosas y sin embargo, al final de día, tengo la impresión de que quedan más cosas por hacer que cuando empecé la jornada. Lo que probablemente he olvidado es que he perdido el tiempo haciendo cosas innecesarias o que podrían resolverse por sí mismas si atacara la raíz del problema. Como dice Peter Durcker, el gran experto en dirección de Empresas: “No hay nada tan inútil como hacer de un modo eficiente aquello que no es necesario hacer”.

21 de octubre 2007

En nuestra Asociación, Cabezas de Familia Juan XXIII, se ha celebrado por todo lo alto su XLI aniversario. Me ha llamado la atención, durante la misa y después de la consagración la danza del santo.Un grupo folklórico infantil de la ciudad interpretó esta danza tradicional. No sé si existe esta costumbre en otras partes de España, pero cada vez que veo estas danzas en la inglesia se me antojan reliquias de ritos antiguos en los que la danza, y la expresión corporal eran parte del sentimiento religioso. Las danzas sagradas son comunes a todas las culturas y podemos verlas aún en todo su esplendor en las danzas rituales de las más remotas tribus africanas. Me pregunto el por qué y quizá inconscientemente piense que el ritmo, la cadencia, tienen algo de hinóptico propicio al trance religioso.


En cualquier caso, es bello ver a estos jóvenes danzantes evolucionar en el pasillo de la iglesia al son de la dulzaina y del tamboril. Sencillo y bello a la vez.

18 de octubre de 2007

Poética


Y lo convierto todo en un poema
y trasmuto la vida en las palabras
y descubro algún verso en cada esquina.
¿Acaso soy palabra frente al mundo?
Y el amor se transforma en caracola
y la muerte en semilla de centeno
y el recuerdo en dolor amortajado.
¿Qué es anterior, palabra o sentimiento?
No quiero ser poema, yo no quiero,
ni ser tampoco un verso bien medido,
ni siquiera metáfora perfecta.
Sólo ser hombre en quien palpite el tiempo,
me basta con ser hombre si me quieres,
mujer a quien escribo este poema.

Ramón García Mateos
Como otros tienen una patria (2007)
X Premio de Poesía ciudad de Salamanca

17 de octubre de 2007

¿Estamos perdiendo la capacidad de opinar?

"Tener personalidad equivale a ser algo más que un caso singular de una ley general. La misma impresión de falsead suscita una institución que sólo dice lo que de ella se espera o el colectivo que subraya aquel aspecto que forma parte de su previsible identidad; así se explica que sociedades e instituciones hayan sucumbido repentinamente corroídas por su mentira interna. Lo propio, lo típico, lo esperable, es insincero. Es el efecto que produce todo lo que se ajusta exactamente a las convenciones vigentes o a las expectativas de los demás. Hablar como un personaje típico de la derecha, ser inequívocamente progresista, exhibirse como un producto típico del país, criticar por principio como cabe esperar siempre de la oposición o defender igualmente por principio a la autoridad... La sinceridad no es lo contrario a la mentira, sino al automatismo y la rutina".

Queridos amigos,
Este texto extraído de un reciente libro de filosofía social "LA SOCIEDAD INVISIBLE" del Español Daniel Innerarity, me ha dejado muy perplejo y quisiera compartirlo con vosotros.
Tengo la sensación de que muchas veces defendemos posturas, ideas o proyectos, no tanto porque estamos convencidos de su veracidad o idoneidad, como por el hecho de emanar o provenir de quien provienen.
Es, de alguna manera, como firmar un cheque en blanco a una persona o entidad por el mero hecho de que generalmente no nos ha fallado.
O si queréis otro símil, equivaldría a no ver defectos ni fallas en un equipo de fútbol porque somos socios del club o aceptar un comentario "porque lo dijo la tele".
A la inversa, tendemos a valorar las opiniones o criterios que nos confrontan cada día en función de clichés tales como partido político, religión, sindicato, o color de quien los emite.
Y es que creo que cada vez más, estamos cediendo nuestro derecho a juzgar y decidir en favor de otros prescriptores de opinión; llámense "los medios de comunicación", "la gente" o las "personas bien enteradas".
Creo que tenemos un derecho inaliebable de juzgar por nosotros mismos, de formar nuestras propias opiniones, utilizar nuestro criterio. El buen sentido nos aconsejará luego, quizá el confrontar nuestra opinión con lo que dicen los expertos y quizá ello nos obligue a rectificar, pero el abandono de nuestro derecho a pensar, porque ya piensan por nosotros los demás, me parece sencillamente aberrante particularmente en un momento de nuestra vida en que creemos haber conquistado todas las libertades y todos los derechos.
¿Estáis de acuerdo conmigo? ¿Será cierto que cada vez son menos los que piensan y más los que simplemente aceptan?

9 de octubre de 2007

El bosque de los zorros de Arto Paasilinna

EL BOSQUE DE LOS ZORROS
Novela
Arto Paasilinna
Anagrama 2005
Panorama de narrativas
Título original: Hirtettyjen kettujen metsä 1983
Traducido del finlandés por Dulce Fernández Anguita
262 páginas


Arto Paasilinna (1942), se ha convertido en el autor finlandés de moda no sólo en su país sino también en Europa y más recientemente en España donde la Editorial Anagrama está traduciendo alguna de sus obras más conocidas.
Probablemente para la mayoría de nosotros la literatura finlandesa desapareció en una nebulosa desde el legendario Mika Waltari y su conocido “Sinuhé el Egipcio”. Pero no hay comparación posible entre los dos autores. Arto Paasilinna además de ser finlandés escribe sobre Finlandia, sobre la belleza de sus paisajes, la majestuosidad de sus ilimitados horizontes y cómo no, con inigualable sorna no exenta de benevolencia, sobre los finlandeses y los defectos de sus virtudes.

De Arto Paasilinna es ·”El bosque de los zorros” originalmente escrito en 1983, que nos narra la historia de Oiva, el comandante Remes y Koska, tres personajes singulares, inconformistas, libertarios y marginales como la mayoría de sus personajes de ficción. Ex guardabosque, ex periodista y ex poeta, este autor conoce como nadie la realidad finlandesa y como decía antes, las virtudes de sus defectos. Contra una vida pulcra, perfectamente ordenada y sujeta a meticulosos preceptos y rutinas nuestros tres personajes reaccionan de la única manera posible: huyendo.

Oiva, vago y pícaro a partes iguales huye del trabajo, se mete a gánster y roba cuatro lingotes de oro del Banco de Suecia, pero es vago hasta para cometer sus fechorías y recurre a otros pícaros como él pero menos espabilados que son los que finalmente caen en manos de la justicia y tienen que expiar sus penas. El dilema se presenta cuando se entera que sus compinches van a ser puestos en libertad gracias al benigno sistema penitenciario sueco y, decidido a no compartir con ellos su botín, huye a lo más profundo de los bosques de Laponia.

El comandante Remes huye del papeleo y la rutina militar. Él es un hombre de acción y prefiere solucionar el día a día con sus puños. Pero es también un hombre perspicaz y pronto se da cuenta que Oiva, no es lo que dice ser, y que a su lado acabará descubriendo el origen de su dinero y podrá, de paso, pasar un año sabático a costa de su nuevo compinche.

A esta extraña pareja se une la vigorosa nonagenaria Koska que huye, ella también, y con mucha energía, de la Seguridad Social finlandesa que quiere encerrarla contra su voluntad en un centro geriátrico.

Es a partir del momento en que el trío está formado que la novela cobra mayor animación. A pesar de la disparidad de edad, temperamento e intenciones, los tres personajes se complementan y acaban entendiéndose. Saben que dependen unos de otros y eso les hace humanos y enternecedoramente contradictorios. Aman la naturaleza, la vida salvaje y libre y se refugian en los bosques impenetrables de Laponia en el monte de Kuopsu, junto al inquietante Bosque de los Zorros, pero cómicamente, poco a poco su choza de leñadores se va transformando en un lujoso campamento donde no falta ni sauna, ni agua caliente, ni luz eléctrica, ni las comodidades que ello proporciona. Todas las deficiencias de uno son vistas con condescendencia por los demás y el comandante acepta ser encerrado en un calabozo para no enterarse de dónde guarda Oiva el botín.

Es precisamente la dimensión humana y tierna de sus personajes, unido a su amor por la naturaleza lo que caracteriza a este autor nórdico que escribe con palabras de todos los días pero insinúa su crítica y sus reservas al sistema establecido con sutil y humorística ironía.

Leemos en castellano una obra originalmente escrita en finlandés, por lo que justo es mencionar que Dulce Fernández Anguita , la traductora, ha sabido utilizar en su traducción palabras sencillas y coloquiales que presumimos respetan plenamente no sólo la literalidad del relato sino sobre todo su espíritu.

8 de octubre de 2007

Hablar con un Genio

Cuántas veces nos hubiese gustado hablar con una persona que hemos admirado en cualquier campo de nuestro interés: el deporte, la ciencia, las artes o las humanidades. Qué científico no hubiera deseado tener una larga conversación con Einstein o qué escritor no hubiera deseado conocer los secretos de Shakespeare?

Sin embargo, tenemos al alcance de la mano esa vuelta por el túnel del tiempo hacia los personajes que siempre hemos admirado. Seguramente existen libros escritos por ellos o biografías, que nos hablan directamente sin cortapisas de tiempo. Cuando leemos un libro de alguien o sobre alguien que admiramos siempre se nos contagia una brizna de su talento.

Gauguin : Mujer con Flor

Vahine no te tiare
1891 Mujer con Flor
Ny Carlsberg Glyotek
Copenhague
Un personaje entre dos mundos. Como apenas ningún otro artista, Paul Gauguin se expuso al modo de vida que él había invocado en su obra. La naturalidad e ingenua armonía de una vida salvaje, primitiva, que él invocó a fin de reprocharle sus defectos a su propia civilización, a la que despreciaba, no deseaba sólo retratarla: quería llegar a conocerla y con su propia existencia dar testimonio de que el exotismo del Pacífico Sur era algo más que sólo aquel artificioso encanto que, provocado por las ferias mundiales y los reportajes periodísticos, fascinaba a la Europa de su época. El 4 de abril de 1891 se marchaba de Paris en el tren nocturno. Su meta lejana se llamaba Tahiti. Su pintura allíí no se preocupó de la individualidad de sus motivos. Sin embargo, al menos los cuadros de la época inicial intentan describir fielmente el medio ambiente que habría de llegar a ser su patria artística.

El mejor ejemplo de la búsqueda de afinidades es La mujer con la flor. El mismo fondo que Gauguin había empelado ya en su autorretrato con nimbo orna este cuadro. No obstante el patrón abstracto se limita esta vez a rematar la parte posterior del cuadro. El rostro de la retratada ya no queda expuesto por completo a la presión ejercida por la exuberancia ornamental de colores y líneas; ahora ella puede mostrarse en tamaño monumental. La mujer sostiene una flor en sus manos, símbolo del crecimiento y del desarrollo. Los símbolos de la pasión, en los que en el autorretrato de Gauguin se podían reconocer aún reminiscencias del sufrimiento y de la tribulación, han perdido su sentido ante el apacible carisma de la mujer retratada.