29 de diciembre de 2013

Escuela de Bambú: El Buda de Esmeralda


Mide a penas 65 cm de altura  y aunque se le conoce como el Buda de Esmeralda  está tallado en una sola pieza de jade oscuro.  Cambia de ropaje, a manos del Rey de Tailandia ,  tres veces al año atendiendo la estación de lluvias, de verano o de invierno, como algunas de nuestras Madonas en España.  Ha peregrinado por numerosos países asiáticos desde su probable lugar de origen en India. Ha  padecido las veleidades del destino:  naufragios en alta mar,  elefantes  negándose a  moverlo  de su  emplazamiento en Lampang,   o la sacudida de un rayo que desconchó el estuco que lo recubría para evitar la codicia de los ladrones. Domina desde su alto pedestal  uno de los templos más hermosos del mundo, cataliza el sentimiento religioso de la casi totalidad de la población tailandesa y aunque no se le puede fotografiar atrae  la atención  de cuanto turista se acerca por Bangkok.
Se trata del  icono más emblemático del budismo tailandés,  y aunque su origen preciso se pierde en mil leyendas,  la estatuilla después de haber  pasado por  Cambodia, estuvo durante años en  Chieng Rai, en  Lampang,   Chieng Mai  y  Vientiane nueva capital del Reino de Laos durante más de 200 años,   de donde finalmente fue  rescatada por  el General Taksin ,  que  poco después  y bajo el nombre de  Rey Chulaloke  o Rama I   trasladaría  la capital del Reino desde Ayuthaya a Thomburi  y posteriormente a Bangkok  y  fundaría la dinastía Chakri que sigue reinando en Tailandia desde entonces, siendo el actual Rey Bumiphon Adunadet,   Rama IX.
Para albergar tan venerada y  codiciada imagen  el monarca inició en 1778 la construcción , dentro del recinto  del palacio real,  de uno de los templos más hermosos  jamás construidos. El templo del  Budha de Esmeralda,  que aunque  consta de varios  edificios y estupas no es propiamente un templo, pues no habitan monjes en él,  siendo más propiamente   una capilla real  anexa al palacio.
La capilla principal que alberga la estatuilla está construida en estilo Rattanakosin, es decir en estilo Viejo Bangkok,  con  tejados superpuestos recubiertos de tejas vitrificadas de color rojo, naranja y verde,  con aleros  terminados en paneles profusamente decorados cuyos extremos se curvan graciosamente hacia el cielo en forma de  “nagas” o serpientes mitológicas  muy estilizadas. Las columnas están recubiertas de cristales, espejos y mosaicos y se asientan sobre una base recubierta de mármol .  El interior de la capilla totalmente recubierto de pinturas  representa por un lado escenas de la vida de Buda y por otro la concepción del universo según la cosmología budista. Sobre un  exageradamente alto pedestal  se erige  la diminuta  estatuilla.  Pero la altura tiene una explicación:  otras capillas se asientan en el recinto y albergan estatuas de Buda de mayor tamaño. Ninguna sin embargo puede sobresalir  por encima del venerado  icono de Tailandia.
El “templo”  comprende además  otros edificios como  la Biblioteca  “Phra Mondop”  cuyas puertas  se adornan con bellas incrustaciones de madreperla y que alberga  los libros sagrados del budismo , o las diferentes  “ estupas” entre los que cabe destacar el Gran Cheddi  que contiene una reliquia de Buda  y está recubierto de diminutos mosaicos dorados traídos directamente de Italia por el Rey Mongkut (Rama V) en su primer viaje a Europa.
El recinto está rodeado por una galería o claustro   con siete puertas, todas ellas custodiadas por las famosas parejas de "Yaksha", verdes y rojos, gigantes benévolos,  guardianes del templo. En las paredes interiores del claustro  178 grandes   paneles  pintados  a mano  nos cuentan  la versión tailandesa del  Ramayana, la saga épica  del hinduismo.  El oro de las figuras, el detalle de los rostros, la belleza de cada cuadro me  entusiasma y cada vez que visito el templo no dejo de sorprenderme de la poca atención que reciben estas pinturas  en comparación con la muchedumbre que abarrota  los patios, fotografía  los monumentos y se fotografían a sí mismos imitando las poses de las “kinnaris”  (figuras mitológicas mitad mujer mitad cisne que simbolizan la danza y  la poesía  o  más generalmente la belleza) o  de los “Hanuman”  ( hombres mono)  que con brazos levantados parecen sostener las paredes de los  “Cheddis”. 

El templo del Buda de Esmeralda es probablemente la mayor atracción turística de  Bangkok. Es inútil pretender visitarlo en solitario.  China parece haber abierto un  túnel  directo por el que se cuelan cada día  miles de ruidosos nuevos   turistas ávidos de inmortalizar el “yo estuve allí”. Es el tributo que pagan  estos lugares emblemáticos.  Cada vez que me acerco a este lugar  necesito hacer pequeñas pausas de silencio.  Sé donde refugiarme:  inmóvil ante uno de los cuadros del "Ramakien"  contemplo con detalle cada rasgo, cada gesto de  monos, gigantes, y humanos luchando o parlamentando.  Me tranquilizan  y vuelvo a deambular  bajo un sol abrasador y el resplandor de espejuelos y mosaicos  que me transportan a un país de fábula.






27 de diciembre de 2013

Escuela de Bambú: Una Navidad diferente


En las tiendas no hay turrón, ni se amontonan las botellas de cava.   En las calles no hay luces de colores, ni se oyen  machacones villancicos.  Navidad es un día más  del calendario, pero  detrás llega el Año Nuevo  2557  que aunque no coincide con el  Año nuevo Budista, sin embargo  a efectos  oficiales y comerciales se alínea con nuestro calendario eso sí, añadiendo  543 años  en recuerdo del nacimiento de Lord Buda. 
Salvo raras excepciones de  origen musulmán nuestros alumnos son budistas. El colegio respeta  sus creencias y en ningún momento fuerza  la asistencia a ninguna  ceremonia  cristiana, sin embargo y de forma excepcional este año  hemos  celebrado una misa en nuestra Escuela de Bambú.  La ofició el Sr. Obispo de la diócesis que abarca una extensión más amplia que Andalucía y Extremadura  juntas.  Me sorprendió la asistencia masiva de  niñas y niños y sobre todo la asistencia de los padres  que a una  hora  temprana  ya llenaban el patio del colegio pese a la niebla y frío de esta época del año en las montañas del Noroeste del país.
Después de la misa, un grupo de  alumnos escenificaron  el misterio de la Navidad  en un estilo casi naif pero al mismo tiempo conmovedor.   Los  protagonistas  representaban las escenas : el edicto de Roma, la búsqueda de la posada,  el Establo, el anuncio a los pastores,  la visita de los Reyes… Mientras tanto, las voces  llegaban de detrás del escenario  en  idioma birmano  y con una sincronización tan perfecta que costaba darse cuenta del engaño.  Hay que tener en cuenta de que la escuela no tiene electricidad  y todo el sonido que podemos producir es a través de un micrófono y altavoz activado con un pequeño generador  de electricidad.
Como todos los días, el colegio ofreció la comida a los niños pero esta vez además, hizo extensiva la invitación a los padres que asistieron a la representación.  Me encantó  poder conocer y saludar a esas madres sencillas, dichosas viendo a sus hijos alegres y un poco acobardados mientras ellas me saludaban con una hermosa sonrisa.  De qué hubiera servido que  me hablaran en Mon,  en Karien, o en Birmano, cuando la sonrisa y los ojos dicen y hablan todos los idiomas del mundo?
A lo largo de los últimos meses los alumnos habían ido comprando  ( Dos baht por  vale, equivalente a  0,05 € )  o consiguiéndolos  por buena conducta, por trabajos bien hechos, por pequeñas tareas realizadas en el colegio.  Llegó el momento de intercambiarlas por papeletas de una rife y probar suerte con los regalos: mantas, ropa, muñecos, y varias bicicletas.  No olvidaré la expectación de madres y niños  ante el sorteo de las bicicletas. Equivalía en Europa a la rifa de un coche de marca.  La Fiesta no había acabado pero un
puñado de  alumnos, sin que  aparentemente nadie que les dirigiera ya se habían puesto a limpiar  todas las instalaciones del colegio,  recoger papeles tirados en el suelo,  guardar bancos y sillas, descolgar  carteles etc.  Y es que  en este colegio, creo que en esta cultura, los niños aprenden muy pronto a compartir las tareas de la casa, al menos aquellas que están al alcance de sus fuerzas.
Los profesores aún tuvimos un buen rato de alegre convivencia compartiendo canciones, juegos en los que el perdedor  era enharinado, y hasta un bingo con premios en juguetes y en metálico.  Me enharinaron, pero también  canté bingo  y obtuve la fortuna de  200 Baht ( 5 Euros) y un muñeco que me sigue mirando desde un rincón de la  atestada mesa en la que escribo este  relato.







19 de diciembre de 2013

Escuela de Bambú: Un corazón más grande que la selva que la rodea


Ayer me invitaron a hacer un viaje especial. Después de cargar en la furgoneta una veintena de cajas de leche que otros colegios han regalado a nuestros chicos, nos adentramos en la selva por una carretera que a los pocos kilómetros se convirtió en pista de tierra roja. El paisaje no podía ser más agreste, la pista menos transitable y la vegetación más exuberante. La pista ascendía colinas y se precipitaba por los barrancos con inclinaciones cada vez más atrevidas. Coronada una de esas colinas, llegamos por fin a un claro en el que se apiñaban unas construcciones variopintas y desparejadas: ladrillo, bambú, madera, paja y uralita se combinaban de manera tan insólita que resultaba casi pintoresco. 
 Detuvimos la furgoneta y al instante estábamos rodeados por un tropel de niñas y niños de edades comprendidas entre los 4 y los 15 años.  No era difícil adivinar que se trataba de algún orfanato pero lo que no podía imaginar es que quien salió a recibirnos fue una monja budista revestida de un impoluto sari blanco. Estaba por fin ante “ Mae Chin Jack”, una mujer de quien que ya había oído hablar. Esta monja budista, al darse cuenta que los niños huérfanos confiados al templo en el que profesaba no estaban bien atendidos decidió hacer algo por su cuenta. Compró un terreno, pidió dinero a derecha e izquierda y construyó en plena selva un hogar para niños procedentes de hogares destrozados. Familias en las que la madre huyó del marido para casarse con otro, madres solteras que abandonan a sus hijos con una vecina para ejercer la prostitución en la capital, hijas e hijos de mujeres abandonadas por sus maridos y con cuatro o más niños pequeños a su cargo, mujeres maltratadas que huyen del marido violento, borracho o drogadicto… Sin importarle la procedencia , muchos vienen de la vecina Myanmar (Birmania) ni la etnia, allí se mezclan birmanos, Karen, Mon y Tailandeses, todos encuentran acogida, un techo, y milagrosamente una comida caliente que llevarse a la boca. 
 Son más de sesenta niños y se les ve contentos y relajados. Los mayores ayudan a los pequeños y cuidan de los árboles de caucho que han ido adquiriendo. Los más pequeños aprenden tailandés en la casa, los que pueden y tienen papeles van a la escuela nacional en una furgoneta que viene a recogerlos, aunque sospecho que en tiempo de lluvias y con la pista convertida en barrizal, más de una vez se habrán tenido que quedar en casa, pues con esas pendientes ni siquiera un todo-terreno con tracción a las cuatro ruedas es capaz de trepar por esas laderas.
Hablo con la monja y me sorprende su tranquilidad. Es como si estuviera convencida de que nadie la necesita en ese momento. De algún modo, la comida de mañana llegará. Algún benefactor llegará de un momento a otro. La marcha de la casa sigue su curso. Siempre hay voluntarias y personas dispuestas a arrimar el hombro. A veces vecinos casi tan pobres como ella misma. Las palabras del Evangelio a propósito de los pájaros del cielo me vienen a la mente. Sin haberlo previsto, de repente, me sentido muy cerca del Portal de Belén.

8 de diciembre de 2013

Escuela de Bambú: Rojos y Amarillos, una disputa que no cesa


Los manifestantes han cambiado su camiseta  amarilla y se ha arrogado  para ellos solos la Bandera Nacional  roja, azul y blanca. Están empeñados a llevar a cabo un golpe de estado esta vez de corte popular (los 17 anteriores desde 1932 fueron golpes de Estado provocados por los Militares) . Entre tanto, los vendedores ambulantes de Pratunan siguen ofreciendo sus gangas a los turistas que se sienten nerviosos ante los alborotos callejeros,  la respuesta de la policía con gases lacrimógenos los cortes de calles, y las manifestaciones más o menos  autorizadas y más o menos violentas.

Entiendo que es un buen momento para tratar de  esbozar  la situación política de Tailandia sin por ello tomar posiciones en ningún sentido.  La primera característica del sistema político de Tailandia es  su inestabilidad.  17 constituciones en 80 años, y una veintena de golpes de estado dan buena prueba  de esta afirmación.  En segundo lugar, es imposible entender lo que ocurre en Tailandia sin tomar en consideración el papel especial que  desempeña el Ejército.  Los Golpes de Estados y las diferentes constituciones “Democráticas” redactadas por ellos mismos ha hecho que su poder y su independencia  frente al Gobierno no haya dejado de aumentar.  Podría casi decirse que los Militares constituyen casi un Estado dentro del Estado  y se rigen al margen de cualquier decisión parlamentaria.

La situación actual de Tailandia no se entendería sin remontarnos a  2001 cuando un hábil y capacitado Thaksin Shinawatra  líder del Partido  “Thai Rak Thai”(Tailandia ama Tailandia) más popularmente conocidos como “Camisas Rojas” sube al poder. Pese a la oposición  del Partido Demócrata  o más popularmente “Camisas amarillas”  Taksin emprende una serie de reformas  de corte populista que renuevan la confianza de los inversores extranjeros y dan una cierta estabilidad económica al país. Gracias en parte a esa bonanza vuelve a ganar las elecciones  pero  so pretexto de  “deterioro político”  en 2006 los militares dan un golpe de estado,  deponen al primer Ministro   Thaksin  por  irregularidades financieras, abuso del poder y utilización de las leyes para favorecer sus propios intereses.  Limitan las libertades democráticas, crean un “Consejo para la Reforma Democrática” que se encargará de redactar una nueva Constitución   de la que  sale fortalecido sobre todo el poder de los Tribunales.

Thaksin abandona el  país antes de que la condena a dos años de cárcel  se haya ejecutado  pero en las elecciones de 2007 su partido  dirigido por Samak Sundararavej vuelve a ganar  y aunque éste es inhabilitado por haber dirigido un programa televisivo,  Somchai Wongsawat, cuñado  de Thaksin se convierte en Primer Ministro. Cuatro años más tarde en 2011 el partido  “Thai Rak Thai”  vuelve a ganar las elecciones  apoyado sobre todo por los campesinos del Norte y Noreste del país  y el 5 de Agosto de 2011 la propia hermana de Thaksin, Yingluck Shinawatra  es nombrada primera ministra.
El actual Gobierno pretendía pasar  una Ley de amnistía general para todos condenados en 2006 por delitos políticos y financieros incluido el propio Thaksin. Es en ese momento cuando la oposición,  dirigida en la calle por Suthep Thangsuban, secretario general de los Demócratas, se lanzó masivamente a la calle para protestar contra la medida.  Desde entonces La Corte suprema  ha declarado inconstitucional la pretendida Ley de Amnistía  pero los ánimos siguen exacerbados y   ahora  los camisas amarillas se han revestido de banderas tailandesas  y bajo la denominada “Alianza Popular para la Democracia reclaman la disolución del Parlamento , la disolución del partido “Thai Rak Thai” y sobre todo la inhabilitación de cualquier miembro de la familia de Thaksin para ejercer un cargo público.
La manifestación está apoyada principalmente por  estudiantes, funcionarios  e intelectuales de  Bangkok. La policía, que tradicionalmente simpatiza con el partido en el poder,  ha utilizado en las últimas algarabías medios  disuasorios y contundentes  para disolver las manifestaciones, y los Militares  rápidamente ha dado  aviso de que no tolerarán la acción violenta de la policía.  ¿Hasta cuando durarán las protestas?  El Rey, que con ocasión de su Cumpleaños debía dirigirse a la nación a penas a mencionado la tensión que vive el país. 


Entretanto los vendedores de Pratunam  suspiran por que haya tranquilidad en las calles, y nosotros exiliados en este rincón noroeste del país, a penas nos enteramos de lo que ocurre en la capital  si no es por lo que nos cuentan  los que por obligación tienen que desplazarse a la capital.

5 de diciembre de 2013

Escuela de Bambú: Fiesta Parroquial

El domingo pasado  celebramos la fiesta de San Francisco Javier, patrono de la parroquia de  Phu Thong a la que pertenecemos.  Resulta sin embargo que la iglesia en cuestión está  a más de 100 km de distancia de nuestro colegio y el  Párroco que la atiende  tiene a sus  escasos feligreses desperdigados  en una área  de tres  distritos administrativos  que cubren un área  aproximada  de unos 80 km cuadrados.  En cuanto a la diócesis, pertenecemos a la  de Rachburi que abarca una superficie equivalente a cinco o seis provincias Españolas
Esta escasez de católicos y el  esfuerzo  que supone  acercarse a la iglesia, asistir a misa o recibir los sacramentos hace que  las fiestas  religiosas no sólo se vivan  con intensidad  sino que además constituyan un acontecimiento festivo al que se acude con un sentimiento de fervor, pertenencia y  de disfrute.
Nuestro colegio no podía permanecer ajeno a la festividad de la parroquia y con ese espíritu festivo acudimos acompañados de nuestros dos grupos de danzas que interpretaron para los asistentes  hermosos bailes Karen.

Sacerdotes de toda la diócesis, colegios de religiosas, y numeroso público   de parroquias cercanas viajaron también y acompañaron a  los escasos feligreses que componemos el  elenco parroquial. 

En este país una fiesta no se concibe sin un mercadillo, y todos los que quisieron pudieron hacerse con los productos típicos de la zona: fruta, especialmente plátanos y pomelos,  miel, telas bordadas al estilo Karen,  y cestería variada.  Numerosos puestos de comida ambulante  se ocuparon de saciar el apetito de los asistentes.

Prácticamente único extranjero  en un lugar tan remoto y asistiendo a una ceremonia religiosa dio pie a la gente me tomara por un sacerdote. Más de una vez tuve que aclarar que sólo era un profesor  voluntario,  pero guardé silencio cuando amablemente me invitaron a compartir el ágape preparado para el Sr. Obispo y los sacerdotes asistentes a la fiesta.
        


28 de noviembre de 2013

Escuela de bambú: Meditando


Ocho de la mañana en la Escuela de bambú. Los últimos jirones de niebla se enganchan aún perezosos en los arbustos que recubren la montaña vecina.
       
         Suena la campana. Los niños forman filas. La bandera se iza al son del himnos nacional, luego, ordenadamente los alumnos se dirigen , al recién reconstruido  espacio multiusos, donde como todos los lunes, participan en la sesión de meditación colectiva  dirigida por uno de los profesores. Todos los niños, incluidos los más pequeños asisten. Se sientan en el suelo, los chicos cruzan las piernas en posición de loto, las niñas se las recogen a un lado, todos cierran los ojos, colocan la mano derecha abierta sobre la palma de la mano izquierda y escuchan las palabras que en voz baja y suave el profesor les va susurrando.  Son frases breves, tranquilizantes, cada vez más espaciadas. Invitan a los niños a saborear el silencio, la calma, la tranquilidad que poco a poco les invade.  Su rostro sereno e inmóvil denota una profunda concentración. Se podría oír el vuelo de una mosca.  Un niño de unos cinco años  se cansa, mira a su alrededor, busca alguien con quien hablar, sonreír, jugar, pero nadie parece percatarse. Resignado . preguntándose quizá qué es lo que ocurre, vuelve a agachar la cabeza y concentrase en alguna hormiga que cruza su campo de visión.

                Han pasado diez minutos como en un soplo. De nuevo se oye la voz del profesor que invita a los niños a abrir los ojos, a mirar en torno a sí y recobrar conciencia de las cosas familiares  que les rodean y que tan a menudo pasan desapercibidas. Forman de nuevo filas y se dirigen a sus clases. En el trayecto recobran de pronto su natural alegre y bullanguero. Algunos tienen tiempo incluso de gastar una broma al que va delante. Cuesta creer que sean los mismos  niños que hace un momento parecían pequeños budas en el claustro del templo No es fácil calcular el efecto, pero estamos convencidos que a la larga, esta práctica semanal les ayudará algún día para escapar de la confusión  o de la angustia del momento  para llegar a lo más profundo y valioso de sí mismos.  Su inquebrantable esencia.  De algún modo, y casi de forma inconsciente,  yo también he ganado  serenidad y mi clase seguramente se  beneficia de ello.


24 de noviembre de 2013

Escuela de Bamboo: Loy Kratong


El día 17 de Noviembre, aquí en Tailandia fue el día de la Luz, el día de la Belleza , el día de “Loy Kratong”. 
La luna ha pulido sus mejores galas y brilla plateada y llena como nunca en este  doceavo mes lunar.  En las casas, en los colegios, grandes y chicos se han dedicado a preparar los “kratong”.  Han elegido un tronco de banano, y han seccionado un disco de aproximadamente tres centímetros de grosor. Sobre él, con hojas de banano cortadas en tiras y trenzadas hábilmente  han formado una especie de canastilla que han rellenado de flores, de velas y de bastoncillos de incienso. Más tarde añadirán unas monedas y algún otro pequeño objeto, pero de momento se concentran en adornar la canastilla de forma sencilla pero original. Quizá se decidan presentar el “kratong”  (cestillo)  al concurso que se celebra en el barrio, o en colegio para elegir el más vistoso.  Salinee, la hija mediana de la familia, viste un precioso traje de seda y está engalanada como una princesa.  Ha sido elegida en el colegio para actuar como  Nang Noppamas  o reina de la fiesta y se presentará al concurso de belleza que se celebra en el municipio en recuerdo de aquella concubina del rey Loethai de Sukhotai que allá por el siglo XIII fue la primera en  dejar flotar sobre el río su barquichuela cargada de flores, incienso, velas y otras ofrendas en honor y agradecimiento a la diosa del agua Phra Mae Khongkha
Desde entonces, en Tailandia se viene celebrando la fiesta de Loy Kratong, una de las fiestas más bellas, más románticas, y más cargadas de simbolismo del calendario tailandés.
Al anochecer, cuando la luna llena hace brillar como un espejo  la superficie de los canales, ríos y estanques, hombres y mujeres se acercarán en familia o en grupos a la orilla del agua, depositarán unas monedas en el “kratong” encenderán las velas y los bastoncillos de incienso, formularán sus deseos y se quedarán inmóviles,  durante mucho tiempo, la mirada fija  viendo como su  “kratong” se aleja por el “klong” o canal llevándose todo lo malo acaecido  durante el año, incluido aquello de lo que ellos  mismos han sido responsables. El agua que todo lo purifica, limpiará también todo lo negativo de sus vidas.
Evidentemente, cada cual añadirá  a la celebración su interpretación particular. Para unos será la manera de reverenciar la huella de Buda  en la playa  Nammathanati de la India;  para otros, una manera de evitar desgracias siguiendo la tradición  Bhramánica,   para los campesinos del Norte, será la manera de congraciarse y presentar agradecimiento a  Uppakhud  el monje que con sus poderes sobrenaturales venció a Mara. Para los más ecologistas será la manera de pedir perdón  por el mal uso que hacemos del agua, y  por la continua agresión a la que los  humanos  sometemos al precioso líquido fuente de la vida. Ellos, lamentarán de paso, que algunos desaprensivos  en lugar de utilizar únicamente  plantas y otros productos biodegradables  utilicen  plásticos   contaminantes para hacer sus kratong más grandes y más vistosos. 

Para todos es un día de alegría, y para los jóvenes enamorados  es el día de los besos furtivos  a la luz de la luna y la sombra de algún rincón escondido.  No hace frío, las lluvias  han desaparecido y nadie tiene prisa por volver a casa. Los fuegos artificiales amenizan la noche los puestos callejeros  se encargan de ofrecer comida y golosinas  a los transeúntes,  y algunos, siguiendo una tradición reciente, no satisfechos con el “kratong” que han depositado en el canal,  lanzan al aire linternas encendidas que ascienden  en el cielo y multiplican el efecto  mágico de la noche.






27 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Voluntariado



Hoy regreso a España después de una estancia de seis meses en Tailandia. No ha sido un viaje turístico, aunque he hecho turismo.  No ha sido un viaje de placer, aunque he disfrutado cada minuto que he pasado en este país. No he conseguido grandes logros, ni curado enfermos, ni cavado pozos, no siquiera creo que nadie hable mejor inglés porque yo les haya dado unas clases.   Vistas así las cosas, ¿para qué ha servido ir tan lejos, perder el contacto con la familia, con los amigos, con la casa a la que me estaba acostumbrando, con dejar de hacer las cosas que me gustaban: pintar, leer, asistir al taller de escritura, hacer excursiones por el monte los domingos?
No tengo una respuesta clara. Desde luego nada de lo que pueda decir es cuantificable, medible, transformable en estadística.  Como un grano de arena más, he contribuido a la buena marcha de un proyecto.  Un grano de arena entre muchos otros granos,  una gota de agua como tantas otras. Juntos hacemos algo que merece la pena: dar una oportunidad, por efímera que sea, a unos niños que están condenados a vivir sin papeles, sin nacionalidad, sin oportunidades, en ese “no man’s land” entre dos países, sin acabar de pertenecer a ninguno de ellos, porque étnicamente  son diferentes,  ni thais ni birmanos,  sino tan sólo Mon o Karien, pero queriéndose integrar en un mundo que a pesar de ellos pasa porque hablen thai y encuentren una oportunidad en Tailandia.
He participado colectivamente en  algo que merecía la pena. Algunos niños se beneficiaran del empeño de unos religiosos que cumpliendo el mandato de su fundador de enseñar  a los pobres, están proporcionando educación, transporte, comida y a veces ayuda material a cientos de niños y a algunas de sus familias.
A cambio de tan poco he recibido tanto que casi me da vergüenza reconocerlo.
He comenzado a ver en torno a mi, a personas  individuales, con su nombre, su identidad, su situación económica, sus problemas. Ya no son gente. Son ellos y  les saludo, hablo con ellos, les sonrío, y si puedo les ayudo.  Detrás de cada muchacho que llega a la clase hay una historia, una familia, una situación económica que a veces puedo mejorar.
Estoy  aprendiendo a medir el tiempo de otra manera.  Estos países budistas te enseñan a pesar tuyo a  medir los minutos con otros criterios que el reloj y la eficacia.  Saber esperar, dar tiempo al tiempo,  ser conscientes de  “ser” y de “estar”  aunque no se esté haciendo nada
A pesar de mi mismo  estoy tomando nota de que se puede vivir con muy poco, que todas esas cosas que nos parecían indispensables pueden faltar y no pasa nada.  Que no es imprescindible tener un televisor, ni aire acondicionado a pesar de los 40ºC, ni se hunde el mundo porque se caiga la red de internet  y quedes incomunicado durante días.
 El voluntariado implica mucha humildad, que no tengo, mucha generosidad, que me falta,  buena salud, pero sin tomarse el pulso cada poco rato, capacidad para adaptarse a las circunstancias que no siempre se pueden  elegir,  paciencia para saber esperar , a mi me sigue costando una barbaridad, y por último pero no por eso menos importante  un sentido religioso, moral o ético que te inspire y de auténtico sentido a lo que haces.
Pero no he aprendido bien la lección.  Por eso después de unas semanas de descanso, volveré a la tarea para tratar de aprender bien la lección.  Creo que si apruebo el examen seré luego una persona más feliz.

25 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Sukhothai en imágenes

Escuela de bambú: El Reino de Sukhothai


No siempre  las gloriosas gestas de nuestros países se sustentan en contrastados hechos históricos pero indudablemente para cualquier tailandés culto, Sukhothai significa el compendio de todos los valores que conforman la identidad nacional: el idioma, la religión, el arte, la cultura y la autoridad.
A partir del siglo X  diferentes tribus Thai llegaron  desde el Sur de China en busca de tierras fértiles en las cuencas del  Mekong y del Chao Praya.  Los caudillos thai  ofrecieron vasallaje a los reinos ya establecidos : el  Reino Kmer en el Centro Este,  el Lanna en el Norte o el Reino Mon en el oeste.   En  1239  sin embargo dos caudillos hermanos   arrebataron la ciudad de Sukhothai a los Mon y extendieron  el territorio hasta ocupar parte de los reinos vecinos.   Bang Muang se conviritió en el primer rey Thai de Sukhothai  bajo el nombre de Sri Indraditya.  Veinte años más tarde el  reino se había extendido hasta ocupar  por completo el valle alto del  Chao Praya. 
 La fundación de Sukhothai supone para los tailandeses mucho más que una conquista. Se trata en efecto del nacimiento de una nación.  A partir de 1240  los  reyes  Pho Khum Ban Muang y su hermano Ram Kham Haeng  extendieron el reino hacia el Sur, se independizaron de los Kmer  estabilizaron el reino gracias a estratégicos matrimonios y aprovechando ese período de prosperidad del reino,  adoptaron  el Budismo Tharavada  procedente de Ceylán y transmitido a  través de los recién sometidos  pueblos Mon.  Además, en 1283, inspirado por los Mon  y ,utilizando como modelo el Sánskito usado por los Monjes,  el propio rey Ram Khan Haeng  inventó  el alfabeto Thai  según consta en la controvertida estela  Ram Khan Haeng descubierta por el Rey Mongkut 500 años más tarde.
Sin embargo el esplendor de Sukhothai  fue de corta duración.  A partir de la muerte de Ram Khan Haeng, los reinos tributarios se rebelaron y Sukhothai fue perdiendo  importancia hasta  que finalmente en 1378 el Rey Thamaracha tuvo que someter  someterse al emergente reino de Ayuthaya. 
Aunque breve fue en general  una época de bonanza y expansión cultural y artística de todo orden como lo queda patente en las  impresionantes  ruinas de la antigua capital  de Sukhothai,  hoy Parque Histórico Patrimonio de la Humanidad.
Al recorrer el parque de cerca de 60 km cuadrados uno no puede por menos de preguntarse qué sentido religioso pudo en tan corto período de tiempo levantar tantos y tan impresionantes templos.  Hoy los estucos, los muros,  y la mayoría de las estatuas han desaparecido. Algunas de las más valiosas las encontraremos en los templos de Bangkok, pero a  través de las columnas  de las gigantescas figuras de los armazones de ladrillo de los diferentes cheddis  y estupas,  podemos adivinar  la influencia del arte kmer por un lado y el propio estilo naciente protagonizado por estilizadas estupas de base octogonal  y sobre todo por las estatuas de bronce representando budas sentados en postura de medio loto, con la mano derecha haciendo el gesto de tocar el suelo, o caminado con la mano levantada. Los escultores no se basan en la analogía de la forma natural ya que por ejemplo los lóbulos de las orejas suelen llegar casi a tocar los hombros, o la cabeza muestra una protuberancia en llamas, pero estas imágenes poseen una ingrávida elegancia y una hierática serenidad. 
 

23 de octubre de 2013

Escuela de bambú: Phanthurat, una leyenda tailandesa


Sung Thong  era el hijo del Rey Prohmtat y de la Reina Chandradhevi.  Pese a ello, sospechoso de ser  un mal presagio,  fue desde niño  alejado de sus padres y desterrado de la ciudad.  Lo abandonaron  en una balsa de bambú a merced de la corriente  que lo llevó río abajo hasta la ciudad de la ogresa  Panthurat .  La giganta sintió compasión de de Sung Thong y acabó aceptándolo como su propio hijo. Panthurat dio órdenes a todo su séquito de tomar la apariencia de seres humanos normales para que el muchacho no se asustara.
Pasaron los años y Sung Thong se convirtió en un joven apuesto y fuerte.  Pero, pese a todos los desvelos que se tomaron el joven  empezó a sospechar  que   Thanturat escondía algo y empezó a sentir miedo.  Temeroso, empezó a hacer  pesquisas y  pronto encontró  en  sus indagaciones muchos objetos mágicos pertenecientes  a su benefactora que demostraban la verdadera naturaleza de su benefactora:  camas tan enormes como una campo de arroz, sillas que asemejaban pequeñas montañas, y descubrió también, por ejemplo, un pozo de oro y plata en el que se  sumergió y salió    con el cuerpo recubierto de oro. También encontró una armadura llamada “Ngor Pa” un par de zapatos de oro y una espada.   Cuando Sung Thong se colocó la armadura “Ngor Pa” se transformó en una persona horrorosa de complexión oscura y rizados cabellos, pudiendo así  esconder su verdadera identidad. Se calzó los zapatos de oro que le permitieron volar, empuñó la espada mágica y escapó por el gran río arriba.
  Muy pronto la ogresa Panthurat  descubrió que Sung Thong se había escapado.  Lo persiguió hasta orillas del Gran Rio y le pidió que volviera, pero  Sung Thong estaba demasiado asustado para volver.  A la ogresa se le  partió el corazón de pena, pero antes de caer muerta enseñó a Sung Thong dos encantamientos  uno para cazar  venado y el otro para sacar del río los más exquisitos peces.  Sung Thong  lloró mucho la muerte de su benefactora .  Esperó a que se celebraran los ritos  de la cremación, y  se revisitió con la coraza “Ngor Pa”  y encaminó sus pasos hacia la ciudad de Paranasi.

El Rey Samol,  regente de Paranasi tenía siete hijas.  Pensaba encontrar para ellas maridos adecuados y por consiguiente  hizo saber a los demás  reyes de las ciudades vecinas sus intenciones.  Todas las hijas del Rey Samol pudieron así  elegir  dignos  príncipes con quien casarse, todas excepto Rojana, la más joven de las princesas.   El Rey  Samol  se enfureció tanto  por la indecisión de Rojana que ordenó  a sus vasallos que hicieran venir a todos los hombres de Paranasi incluyendo al feo “Kgor Pa”  para presentárselos a su hija.  Rojana fue la única capaz de ver  el hermoso cuerpo dorado de Pra Sung Thong  y lo eligió como marido.  El rey  loco de ira  desterró a su hija de palacio y la envió a vivir con el feo “Ngor Pa”  a  una pequeña cabaña en medio de los arrozales.
El rey Samol  buscaba por todos los medios  deshacerse de su feo yerno pero sin resultado alguno. Indra, el gran Señor de los Cielos se percibió de las malas artes del rey y queriendo darle una lección, decidió bajar de los cielos y  desafiarlo para decidir quién se quedaría con la ciudad de Paranasi.  El Rey Samol envió a sus seis yernos a luchar contra el Señor Indra  pero ninguno de ellos pudo vencerlo.  Queriendo ayudar a su padre, la princesa Rojana  acudió a pedir ayuda a su marido.  Lleno de amor hacia su esposa, Sung Thong se despojó de su armadura “Ngor Pa”  y se enfrentó al Señor Indra venciéndolo en el combate.  El Rey Samol   lleno de alegría y arrepentimiento por su mala conducta pidió perdón a Sung Thong y le ofreció el trono de Paranasi.
 En la zona de Pechburi, en la costa oeste del Golfo de Siam, la historia tiene una lectura algo diferente.  La ogresa Panthurat murió de dolor  y su cuerpo se petrificó  cambiando la silueta de la ciudad que ahora yace a pie de una montaña que tiene aspecto de  una mujer gigante recostada. Sólo que la ogresa antes de morir lloró lágrimas de fuego que horadaron la montaña formando algunas de las conocidas cuevas del lugar.
Las Apariencias engañan. Corazones de oro pueden  esconderse  bajo apariencias  anodinas.  De todos modos, si venís de excursión por estas playas de Huan Hin, Phranburi, Kuiburi,  tampoco os dejéis engañar, si veis mujeres gigantes  que surgen del agua no se trata de sirenas que corren tras de vosotros.  Es un cariñoso recuerdo y homenaje de cemento y piedra a  esta encantadora leyenda.
 

22 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Los Mon


 Es imposible viajar a esta parte del Noroeste de Tailandia sin tropezarse repetidamente con la palabra Mon.  Sangklaburi, pequeña localidad cercana al paso de las Tres Pagodas que hace frontera con Birmania, y es cabecera del gran largo formado por pantano Wajiralongkorn es con frecuencia representada por el famoso puente Mon, un puente de madera,  de los más largos del mundo, que las envestida de las lluvias de este año ha  destruido parcialmente.  También se menciona el templo Mon con su peculiar cheddi de estilo indio o el antiguo templo Mon  sumergido en las aguas del pantano.
Y es que el reducido número de miembros de esta etnia  diseminada entre Birmania y Tailandia no debe en ningún momento hacernos olvidar su glorioso pasado y la importancia de su legado cultural.
 Hoy  los Mons no constituyen más que una minoría de aproximadamente millón y medio de personas que  habitan en las regiones del delta al este de Rangoon en Birmania, En Tailandia  encontramos unos 150.000 Mon especialmente en Kanchanaburi, Pechburi y Rachaburi donde también se les conoce como los Talaing.  
 Sin embargo fueron los Mon quienes establecieron la primera verdadera civilización en la región llegando a su mayor  esplendor entre el siglo V y VIII con sus  reinos Dvaravati y Haribhunjaya   Los Mon fueron  los primeros budistas del sudeste asiático que recibieron la religión de la antigua Ceylan (hoy Sri Lanka)  allá por el siglo V. También fueron los Mon quienes dotaron a la región del primer alfabeto basado en la escritura Pali.
Conquistados y sometidos por los birmanos desde la caída de Thaton en 1057 los Mon volvieron a gozar de independencia a partir del siglo XIII.    Su capital, la  actual Lamphum    se había convertido en el centro cultural del norte de Tailandia y Nakhon Pathom en su centro religioso. Los Mon  seguían manteniendo contacto con Ceilan y  a través de las escuelas Theravada  de Budismo  enseñaron la religión budista a los recién llegados pueblos Tai y Lawa.  Sin embargo muy pronto, estos recién llegados comenzaron a luchar por la supremacía y agotados y diezmados por continuas batallas los Mon finalmente  fueron conquistados y sometidos por los birmanos en el siglo XVIII y su reino destruido. 
  En Tailandia  encontramos a los Mon en la franja fronteriza con Birmania y en núcleos aislados en el centro del país ( “Ko Kred” ,una isla en el centro del rio Chao Praya  podría ser un buen ejemplo de estos asentamientos).
Los Mon cultivan el arroz y se dedican a la explotación forestal de madera de Teka (una de la riquezas de Tailandia) y las plantaciones de caucho. También cultivan fruta,  te, la caña de azúcar y el tabaco.
Los hombres Mon visten habitualmente el saluing (sarong)   y una camiseta pero en las ocasiones festivas la camiseta es sustituida por una especie de chaqueta de algodón con motivos geométricos generalmente en forma de damero.  las mujeres utilizan el gauin   (sarong) caracterizado por una amplia banda central de color más intenso y blusas blancas de manga larga. En las fiestas además llevan un echarpe de seda sobre los hombros.  Es curioso ver en los templos a grupos de  mujeres vestidas con sarong marrón y blusa blanca con el pelo recogido en un gracioso moño. La primera vez las tomé por   monjas budistas.  Son sencillamente mujeres Mon que vienen al templo para rezar y hacer méritos colectivamente (Tham Bun). 
Los Mon retienen sus profundos vínculos con la religión budista. La mayoría de los asentamientos Mon tienen un monasterio y los muchos de los niños Mon se hacen monjes por un corto período de tiempo hacia los 10 años y nuevamente hacia las 20 0 21 antes de contraer matrimonio.  Los monasterios y sus habitantes son muy respetados y con frecuencia hacen las veces de escuela y de maestros. 
Las prácticas animistas también tienen una gran importancia en el día a día de los Mon que hacen ofrendas a los espíritus y observan números tabús.  En las casas Mon, es estilo rectangular, hay siempre una hornacina dedicada a Budha y a los espíritus del clan y los monjes son con frecuencia consultados  como astrólogos o como intermediarios del el más allá.
Uno de los rasgos más notables de este pueblo es que pese a su escaso número siguen profundamente influenciados por su cultura y sus tradiciones. Mantienen,  , su bandera que sobre fondo rojo incluye un ganso sagrado y una estrella, su Fiesta nacional  coincidente con el día de luna nueva del tercer mes lunar  para conmemorar la creación de la ciudad de Hongsawaddy (Pegú), sus profecías su música y sus bailes. Luchan por un cierto grado de autonomía en Birmania y la diáspora Mon en América, Canadá, Australia  y otros países del Sudeste Asiático es muy activa y organiza festivales de música y danza. No obstante, su escaso número, y el paulatino abandono del idioma Mon en favor del Birmano o el Tailandés presagian un futuro sombrío para la supervivencia de este cultura milenaria.

12 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Cascadas de Sai Yok Yai


La zona montañosa de Kanchanaburi es un paraíso para todos los amantes de la naturaleza y un constante reto para los enganchados al  deporte de riesgo o de aventura.  Escaladas, trekkings en la selva,  descenso de ríos en canoa o en balsas de bambú,  viajes en elefante en el interior de la jungla,  pesca, natación,  exploración de grutas, etc.   Casi siempre  que se habla de vacaciones diferentes  en  Tailandia, se acaba mencionando nuestra región y cómo no, el Puente Mon, y el Puente sobre el Rio Kuaei”  (Pronunciar  Kuei  y no Kuai que quiere decir búfalo).
 
Una de las  bellezas naturales de la provincia son sus numerosas cascadas y saltos de agua. La tupida selva, las altas montañas, que recorren la provincia de norte a sur  como parte de la cadena Roatale, y los monzones  provenientes del océano Índico,  mantienen el caudal de los ríos muy alto  Las guías turísticas ponen en relieve cascadas como las de Erawan  o las del Parque Nacional Khao Laem, pero para mi gusto las cascadas de Sai Sayok tienen una ventaja añadida.  descargan sus aguas en el caudaloso río Kuei Noi, lo que permite contemplarlas  y recorrerlas desde el mismo río y acercarse a ellas tanto como la seguridad del barco lo permita.
El rey Rama V visitó el Parque en varias ocasiones y el Príncipe Real  Narissaranuwattiwong se inspiró en la belleza del parque para componer la conocida canción “Kamain Sai Yok”  Desde 1980  toda la zona, de aproximadamente 900 kilómetros cuadrados de extensión forma parte de la amplia red de parques Naturales de Tailandia.

8 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Escuela de bambú 2


Ban Tung Samoe  es un pueblecito, o mejor  un grupo de casas  desperdigadas por  el bosque al pie del pantano  Wajiralongkorn  en  el noroeste de Tailandia.  A penas un kilómetro las separa  de la carretera que da acceso al pantano, pero  ese kilómetro es una barrera infranqueable.  La carretera no sigue y  ¿quién se va a molestar  en abrir paso en la selva y construir una pista para  que esa pobre gente  de origen birmano perteneciente a uno de los múltiples grupos étnicos birmanos, los Dawei ,o  Thawei, como los llaman en Tailandia, puedan acercarse, a las escuelas, al mercado, a la civilización?  Mejor dejarles que sigan  caminando por  trochas   imposibles donde sólo los  coches con tracción 4x4 se aventuran,  y luego desde un embarcadero  cruzar  en lancha  hasta  llegar a la orilla donde está el poblado.  Al fin y al cabo ¿quién les mandó instalarse allí? 
De nada sirve decir que están allí desde  antes  de que el pantano inundara el valle,  o que llegaron a Tailandia atraídos por el trabajo que les ofrecieron los dueños de las plantaciones de caucho. Ni  quienes  los  trajeron , ni el gobierno se ha acordado de que los niños no tienen colegio, de que la luz eléctrica no llega al poblado,  y de que  sólo recientemente se asoman a la civilización gracias a que uno de los vecinos con más recursos ha instalado unos paneles solares que le permiten ver la tele, a él, y a todos los vecinos que por la tarde, como si de un ritual se tratara se reúnen en su casa para ver alguna película.
Pero no es cierto que nadie se acuerde de ellos.  El  Padre Chacol,  en cuya jurisdicción está el poblado, ha convencido al Obispo de su  diócesis para que le ayude a montar una pequeña escuela en el lugar.  Los Hermanos de la Salle,  a los que de vez en cuando va a decir misa a más de 80 kilómetros de allí,  le ayudan  y le envían voluntarios.  Ahora la escuela está funcionando y los niños, al menos los mayores, una veintena, ya entienden  un poco de  tailandés.   No hay ningún cristiano entre ellos, tampoco se hace proselitismo de  ningún tipo.  La escuela está ahí porque  donde haya  pobres, ahí  tiene que estar la Iglesia, y porque  la pobreza no sólo es de pan, también de conocimientos, de oportunidades.

Pasamos a visitarlos y disfruto enseñándoles canciones sencillas en inglés.  No hay  tiempo para  una clase completa pero prometo volver y estar algunos días con ellos.  Sé de antemano que es condenarme a un aislamiento total pero  hasta una semana creo que podré resistirlo.

7 de octubre de 2013

Escuela de Bambú: Retorno al pasado

El semestre se ha terminado, o casi. Los estudiantes  están de exámenes y yo aprovecho para salir de excursión hacia el pasado: Chantaburi,  pequeña ciudad  en el sudeste de Tailandia a  orillas del rio del mismo nombre y a pocos kilómetros del mar.  Un puñado  de refugiados cristianos  vietnamitas  dieron origen a esta ciudad, una de las de mayor población católica de toda Tailandia.  Un colegio, un joven profesor que se sentía un poco desterrado en aquel lugar y alumnos que en lugar  de venir a clase  se iban con  algún hermano a las minas de zafiros y rubís que se explotaban a cielo abierto  con instrumentos tan rudimentarios como una azada y un cedazo.   Las minas han desaparecido pero el  lugar  sigue siendo importante en el negocio de  las gemas,  aunque  hoy vive sobre todo  de la agricultura. 

Mis alumnos  eran hijos de pescadores,  o de agricultores.  Los primeros eran cristianos, los segundos  budistas, pero no había conflicto religioso entre ellos.  De los primeros recuerdo alguna excursión en sus barcos de pesca  desde Tha Chalep   o Laem Sing  a la isla  “Ko Nom Sao”  (Pechos de doncella) así llamada por su peculiar y sugestivo perfil.   De los segundos  recuerdo los cestos de fruta con los que nos obsequiaban:  En temporada  siempre había una fruta que servía de prueba de fuego a los extranjeros: el Durian.  Si éramos  capaces de comerlo pese a su pestilente olor  recibíamos una especie de reconocimiento oficial, pero lo más importante, empezábamos a  disfrutar de una fruta de paladar delicioso que parece defenderse de los depredadores envuelta en un nauseabundo  olor  a podrido.

 Entre las bellezas de la zona  la isla Chang  (Isla Elefante) que se ha convertido en un refugio para extranjeros que  dando la espalda a  la vida moderna  prefieren vivir  en plena naturaleza, disfrutando del mar, de la pesca submarina,  del frescor de los cocoteros  y de pequeñas escapadas  en moto por las laderas de sus escarpadas montañas.
Más cerca de la ciudad  la cascada de Pliu que yo conocí absolutamente salvaje y en la que hoy, convertida en Parque Nacional me piden 200 Baht de entrada.   Menos mal que  hablar el idioma   sirve   de algo: ¡Como pedir 200 baht a un extranjero que habla el idioma como un nativo!  Es más justo cobrarme  20 Euros como a los nativos y con un  sonriente “Khop Khun Khrap”  (Gracias)  vuelvo a aquel lugar  al que llegaba en moto  por un sendero  tallado a machetazos en la selva.  Cualquiera que fuera el disgusto del día, en aquella  soledad  absoluta,  despojarse de  la ropa y sumergirse en aquella   fresca y cristalina corriente era  equivalente a despojarse de cualquier preocupación.  El estruendo de la cascada, ahogaba  la furia interior que llevaras contigo.  Nadar en  la piscina natural que la cascada había escarbado  en la roca, dejarse incluso acariciar por los diminutos pececillos que la poblaban, era  una manera segura de decir adiós al disgusto del momento.  Volvía al colegio, a la rutina diaria, a los soldados norteamericanos  que cada vez en mayor número venían a “descansar”  a Tailandia y hacían odioso a cualquier extranjero independientemente de lo que hiciera en el país,   porque  desde la cercana base de Satahip  despegaban con sus B52 para sembrar el pánico del napalm en Vietnam….
He vuelto  al pasado y me ha gustado, pero no quiero instalarme en los recuerdos.  El presente está aquí. Tailandia sigue siendo un país que admiro y que amo porque sus gentes son amables, su idioma musical, sus paisajes  encantados y los niños de las tribus Karen y Mon a los que enseño   rudimentos de inglés me recompensan con su sonrisa de cualquier momento de fatiga que pueda sobrevenir.