28 de noviembre de 2013

Escuela de bambú: Meditando


Ocho de la mañana en la Escuela de bambú. Los últimos jirones de niebla se enganchan aún perezosos en los arbustos que recubren la montaña vecina.
       
         Suena la campana. Los niños forman filas. La bandera se iza al son del himnos nacional, luego, ordenadamente los alumnos se dirigen , al recién reconstruido  espacio multiusos, donde como todos los lunes, participan en la sesión de meditación colectiva  dirigida por uno de los profesores. Todos los niños, incluidos los más pequeños asisten. Se sientan en el suelo, los chicos cruzan las piernas en posición de loto, las niñas se las recogen a un lado, todos cierran los ojos, colocan la mano derecha abierta sobre la palma de la mano izquierda y escuchan las palabras que en voz baja y suave el profesor les va susurrando.  Son frases breves, tranquilizantes, cada vez más espaciadas. Invitan a los niños a saborear el silencio, la calma, la tranquilidad que poco a poco les invade.  Su rostro sereno e inmóvil denota una profunda concentración. Se podría oír el vuelo de una mosca.  Un niño de unos cinco años  se cansa, mira a su alrededor, busca alguien con quien hablar, sonreír, jugar, pero nadie parece percatarse. Resignado . preguntándose quizá qué es lo que ocurre, vuelve a agachar la cabeza y concentrase en alguna hormiga que cruza su campo de visión.

                Han pasado diez minutos como en un soplo. De nuevo se oye la voz del profesor que invita a los niños a abrir los ojos, a mirar en torno a sí y recobrar conciencia de las cosas familiares  que les rodean y que tan a menudo pasan desapercibidas. Forman de nuevo filas y se dirigen a sus clases. En el trayecto recobran de pronto su natural alegre y bullanguero. Algunos tienen tiempo incluso de gastar una broma al que va delante. Cuesta creer que sean los mismos  niños que hace un momento parecían pequeños budas en el claustro del templo No es fácil calcular el efecto, pero estamos convencidos que a la larga, esta práctica semanal les ayudará algún día para escapar de la confusión  o de la angustia del momento  para llegar a lo más profundo y valioso de sí mismos.  Su inquebrantable esencia.  De algún modo, y casi de forma inconsciente,  yo también he ganado  serenidad y mi clase seguramente se  beneficia de ello.


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