22 de agosto de 2014

Camboya y las Ruinas de Angkor Wat

Estoy  lo suficientemente cerca de Camboya y de sus famosas ruinas de Angkor  como para desaprovechar la ocasión de acercarme a visitarlas. Por fin he cumplido con mi propósito y pese a pequeños  inconvenientes de masificación estoy plenamente colmado

El País
Camboya es un país pobre que se recupera a marchas forzadas de 20 años de atrocidades y locura bajo el Régimen Pol Pot entre 1970 y 1999.  Por establecer un baremo de comparación, creo que podría decir que   la   Camboya de hoy  me recuerda la Tailandia que conocí  la primera vez que la visité hace 50 años.
Camboya es un país agrícola, con una inmensa zona  central dedicada al cultivo del maíz.  El Río Mekong  y el Lago Tonle Sap,  que con sus 150 km de longitud y 70 de anchura es  el mayor lago de agua dulce de Asia, se combinan para mantener  al país tan bien irrigado que en ciertos lugares pueden obtener hasta tres cosechas de arroz al año.
Camboya se recupera rápidamente gracias a las inversiones de sus vecinos  en particular  Vietnam, Japón y Corea.   Por otra parte,  sus cerca de cinco millones de turistas al año para una población de 14 millones son una importante fuente de divisas y  motor de  desarrollo y de modernización. 

            La Cultura
            Salvo las ruinas, poco queda del antiguo Imperio Jemer  influenciado por la cultura India y por la religión Hinduista floreció entre los siglos IX y VI de nuestra era.  Las diferentes  dinastías que se sucedieron en el trono Jemer, no solo adoptaron el hinduismo como religión oficial sino que basándose en las escrituras sagrada de la India, el Pali y el Sanscrito,  desarrollaron una escritura que serviría posteriormente de base para otros idiomas como el laosiano o el tailandés. 
                En su época de prosperidad, los diferentes reyes  Jemer, utilizaron los templos  para  exaltar a los dioses del panteón Hindú:  Shiva, Vishnú y Brama,  Emisario de los Dioses  que habitan  en el Monte Meru de la India, y puesto que el Rey no puede  desplazarse  con frecuencia  allí  para conferenciar con ellos,  nada mejor que  construir templos  que con sus  terrazas escalonadas y sus Cúpulas o “Prang”   imitando las
cumbres del  Monte Meru  hicieran más atractiva la venida de los dioses  al reino Jemer.  Pero  los templos eran también símbolo de riqueza y de poder, al tiempo que palacio y panteones reales.  No es pues de extrañar que se multiplicaran los templos con cada nueva dinastía puesto que se trataba no sólo de marcar  poderío sino también  dar  digna sepultura  a los ascendentes  del nuevo monarca.  Es así como en una zona  de aproximadamente 40 kilómetros cuadrados, al norte del  Gran lago, han aparecido las ruinas de unos 200 templos. 
          Los Templos
Por razones no del todo esclarecidas,  tras un período de luchas con  sus vecinos de Tailandia ocupada entonces por los Mon,  los Reyes  Jemer abandonan  la capital  Angkor  y se desplazan hacia el Sur  para fundar  la actual capital  del  país: Phnon Phen. Más extraño aún es el hecho de que no sólo la nobleza sino toda la población abandonara  la antigua capital y dejaran que  palacios y templos  desaparecieran  al cabo de los años bajo la insaciable voracidad de la naturaleza y  sofocante abrazo de la selva.
Aunque no es del todo cierto que se perdiera el rastro de la ciudad,  sí es cierto que no es hasta el siglo  XIX que los países occidentales y en particular Francia que ha tomado Camboya como colonia, empezaran  a  descubrir  aquellos gigantescos templos de piedra gris descoyuntados por las raíces de los árboles, sepultados por sus ramas, silenciados por el  monótono bullir de la naturaleza.
Desde entonces diferentes programas internacionales luchan por recuperar  y restaurar el antiguo esplendor de Angkor.  Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad  en 1992, muchos de los templos lucen  ya sus  ruinas despojados de la asfixiante maleza.  Como ilustración, dejo aquí mis  impresiones  de la visita  a cuatro de estos templos.
Bangteay Srei.  
Es probablemente el que mejor conserva el detalle de las esculturas originales. Construido con piedra rosa  menos friable que la de otros templos,  es también el más luminoso. Llama la atención el tamaño casi miniaturesco de algunos de los edificios pero sobre todo la belleza  de la filigranas esculpidas en los dinteles de las diferentes “Gopuras” (Puertas) que dan acceso a los recintos. Me indigna  la decapitación  salvaje de algunas esculturas y el inútil destrozo de los saqueadores de tesoros arqueológicos.
Ta Phrohm
Es probablemente el templo que mayor sobrecogimiento y admiración suscita. Aunque se trabaja  en su conservación, no se le ha despojado de los árboles, ramas y raíces que lo abrazan y lo estrangulan. Algunos de sus rincones han sido inmortalizados por el cine y cómo no, siempre hay cientos de turistas  queriendo repetir la escena, pero prefiero sentarme en una esquina para contemplar   y admirar a un tiempo  árboles y esculturas en una  imposible  simbiosis, el abrazo desesperado e imposible de piedra y madera.
Bayon
Construido  aproximadamente en el año 1200 por  Jayavarman VII es uno de los templos más enigmáticos de Angkor.  Iniciado como templo hinduista, pasa a ser  templo budista y  posteriormente Panteón Real.  La laberíntica construcción  de la que sobresalen numerosos “prangs” con caras esculpidas  (probablemente representando a Brama, el dios de la cuatro caras)  es desconcertante pero me quedo con  el muro recubierto de bajorelieves en que se describen  pasadas hazañas y sobre todo con las graciosas “ apsara” o bailarinas  sagradas que por parejas adornan las columnas del atrio principal.
Angkor Wat

Es el mayor templo del mundo. Construido por la dinastía Suryavarman en el siglo XII, casi en paralelo a las catedrales góticas europeas, fue además de templo una ciudad en sí misma donde vivían cerca de 22.000 almas.  En  un recinto cerrado de cerca de 80 hectáreas, la construcción central  de más de 300 metros de lado, se eleva en terrazas sucesivas  imitando  la Cadena Montañosa del Meru, sede de los Dioses  y sus tres torres principales representan al Panteón hindú  siendo la principal y la más ancha la dedicada al dios Vishnú.  Todo es grandioso en este templo e ingente el trabajo de conservación que se está llevando a cabo.  El templo cuenta con más de 2000 estatuas de “apsaras” (bailarinas sagradas).  Yo me he detenido intentando descifrar las escenas del Ramayana esculpidas en piedra a lo largo de más de 600 metros   en las paredes de de la tercera Galería.

La visita me ha sabido a poco. He quedado con hambre de más, pero también con un cierto hartazgo de turismo masificado.  La atracción y la afluencia indiscriminada de visitantes  puede convertirse en último término en un peligro para la supervivencia de los monumentos si no se encauza  su flujo a través de pasarelas que nos alejen de las esculturas, las tallas y bajo relieves.







18 de agosto de 2014

Phra Pathom Cheddi


Cuenta la leyenda que allá por  el año 870,  el  adivino del Rey Phraya Kong de Ratchaburi predijo que si  el primogénito del rey era niño, crecería fuerte y poderoso y eventualmente mataría a su propio padre.  Naturalmente  el primogénito nació niño y el rey de inmediato ordenó su  ejecución.
La reina sin embargo pidió en secreto a su doncella que llevara al niño a “Yai Hom” una anciana que vivía en el bosque. Cuando el niño creció, fue adoptado por el rey de la vecina provincia de Kanchanaburi  y recibió el nombre de Phraya Pan.   Años más tarde, el rey Phraya Kong  (padre del muchacho) dejó de pagar tributo  al Rey de Kanchanaburi y éste le declaró la guerra. Un ejército fue enviado a  Rachburi al mando de no otro que Phraya Pan  que naturalmente desconocía sus orígenes.
Como anunciado,  el joven Phraya Pan venció y mató a su propio padre y tomó posesión de la ciudad.  En su ignorancia, y siguiendo  la tradición, quiso tomar a su madre como concubina.  La madre entonces le contó toda la historia  y éste enfurecido mató a la anciana que le había ocultado su pasado.  Más tarde, arrepentido de sus crímenes decidió construir la pagoda más alta del mundo, tan alta que las palomas no la pudieran sobrevolar.
Naturalmente esto es sólo leyenda, pero Phra Pathom  Cheddi sigue siendo la pagoda   más alta del mundo.  Situada en Nakhon Pathom,  a 60 km al oeste de Bangkok, la estupa original que las escrituras budistas mencionan  ya en el siglo VII  fue  reconstruida  en  la época Daravati en el siglo XII,  en forma de campana pero rematada con un  “prang” de estilo Khmer similar a los de los templos de Angkor.  Años más tarde, debido a un desvío del  cauce de río y a la sequía subsiguiente, la población abandonó la ciudad de Nakhon Pathom  a favor de la vecina Nakhon Chaisi  y la estupa  quedó abandonada y recubierta por la maleza.
En su época de Monje Budista el rey Mongkut  ( Rama IV) visitó  en varias ocasiones  las ruinas y cuando ascendió al trono ordenó  la reconstrucción de la pagoda.  Para recubrir totalmente la pagoda anterior hubo de elevarse hasta una altura de  127 metros  con diámetro en la base de 233 metros.  La  obra duró 15 años y se terminó  definitivamente en 1870.  Posteriormente, El Rey Chulalongkorn, su hijo, y sobre todo el Rey Vajiravudh (Rama VI) mejoraron y embellecieron el monumento,  construyeron un canal,  erigieron un palacio  e hicieron retornar a la población  que se había establecido en Nakhon Chaisi.  El propio Rey  Vajiravudh pidió  que sus cenizas fueran enterradas al pie de la gigantesca estatua de bronce que adorna la cara este de la pagoda.  
En la actualidad, y con la pagoda recientemente restaurada y abrillantada , es uno de los monumentos más vistosos e impresionantes de toda Tailandia.  La explanada que rodea  la pagoda permite contemplarla desde cualquier ángulo en todo su esplendor.  Además  más de un centenar de  estatuas de Buda  en diferentes posturas  y gestos de  manos (mudras)  adornan las capillas que rodean la base de la gigantesca campana. 
Nakhon Pathom es considerada   como la puerta de entrada del Budismo en  Tailandia; no es pues de extrañar  que este  impresionante monumento  visible desde decenas de kilómetros de distancia  actúe como una especie de faro espiritual  que ilumina la fe de este pueblo eminentemente religioso.











16 de agosto de 2014

Undisguised xenophobia: The job of “nanny” only for Thai women. / Indisimulada xenofobia: el trabajo de niñera sólo para las tailandesas.


The Director General of the Employment Department in the Ministry of Labor has confirmed that the job of nannies is a reserved occupation for Thais.  This confirmation comes after Phra Nakhon Si Ayutthaya Hospital’s Deputy Director expressed concern about the influence nannies and domestic helpers from different  cultural and social environments have on a child’s development and  he had previously  said that the children cared for by migrant nannies will imitate their characteristics and would grow up with similar behavior, attitude and social skills.
Fortunately the same Bangkok Post in the Opinion Page a few days later recognizes that such declarations are completely outdated and more often than not are the result of the  undisguised ethnic prejudice against neighbouring countries which dominates the oppressive migrant policy in the country
En el Bangkok Post leo las increíbles declaraciones de la Directora General  de  Empleo del  Ministerio de Trabajo, en las que declara que la tarea  de niñera sólo puede ser ejercida por mujeres tailandesas, siendo ilegal para el personal doméstico de Myanmar, Laos, Camboya o Vietnam que sólo pude dedicarse a las tareas domésticas de limpieza, cocina, jardinería y trabajos asimilables.  Pero lo más inaudito es que se apoya  en el informe del  Dr. Duangporn Asvarachan, Subdirector General del Hospital Phra Nakhon Si Ayutthaya que manifestaba su malestar por la influencia perniciosa que las “nannies”  procedentes de ambientes sociales y culturales diferentes pudieran tener sobre el desarrollo de los niños pequeños que aprenden por observación e imitación. Asegura dicho Doctor “que los niños al cuidado de niñeras inmigrantes imitarán las características y crecerán con conductas actitudes y habilidades sociales  parecidas a las de sus cuidadoras”.

No soy el único escandalizado por tan descarada xenofobia.  El propio Bangkok Post  en su página de Opinión tachaba unos días después tales declaraciones de  trasnochadas,  fruto de prejuicios  étnicos injustificados y ancestrales  y muy poco en consonancia con los tiempos modernos y de las necesidades auténticas del país que debería  preocuparse por ayudar a las madres trabajadoras, que representan mas del 50% de la población activa del país, en lugar de aferrare a políticas restrictivas de ocupación diseñadas hace más de 30 años con vistas a mantener ciertas actividades en manos de ciudadanos nacionales y que contradicen las demandas actuales del mercado laboral. La falta de guarderías  es lo que obliga a muchas madres a recurrir a trabajadoras inmigrantes cuando no a enviar a sus hijos lejos de casa con  los abuelos u otros parientes.

Si la preocupación de los pediatras es el buen desarrollo infantil - y no el nacionalismo -,deberían promover y apoyar la creación de guarderías sin dejar de lado la atención y educación de los hijos de los inmigrantes. Dejarlos fuera del sistema es una bomba social de relojería, y eso es lo que debería preocupar de verdad a la sociedad.  

14 de agosto de 2014

Mo Mo Eh


Hace un par de meses  me encontré por primera vez  con Mo Mo Eh.   Había ido con mi amigo Víctor a visitar la familia de una alumna que había venido a decirnos que no tenían arroz en casa.  En efecto el padre se había ido a trabajar a Bangkok y se olvidaba de mandar dinero a casa, la madre estaba enferma y con sus tres hijos más el que estaba en camino vivían en casa de la abuela que también se sentía mal    pero no iba al hospital por falta de dinero.

Víctor llevaba ayuda a esta familia, pero  mirando alrededor vimos  lo que podría llamarse un  precario chamizo que parecía sostenerse en  equilibrio inestable y que  ciertamente no podría proteger a una familia de las inminentes lluvias del monzón.  Descubrimos que allí vivía  Mo Mo Eh, con su madre y su padre, recién llegados de Myanmar.  También nos enteramos que  el joven padre estaba sin trabajo, que  bebía con exceso y se drogaba.  Ayudamos también a esta familia y conseguimos que la niña, que  no  estaba escolarizada, viniera al colegio.

Unas semanas después,  la niña dejó de venir a clase.  Supimos por su vecina que la madre había huido de casa porque el padre borracho  la había pegado. Encontramos su paradero no lejos del colegio  y la niña volvió con sus amiguitas, luego  el marido se enteró  dónde vivían, volvieron a juntarse y la niña llegó a clase tan contenta   porque los padres se habían reconciliado. Una sonrisa más grande que se cara  volvió a dibujarse en su carita morena  e hizo brillar sus enormes y bonitos ojos marrones.

Pero Mo Mo  Eh  volvió a desaparecer y  ya no hubo manera de saber qué había sido de la niña.  Al cabo de un tiempo nos dijeron que como consecuencia de una nueva paliza, la madre se había vuelto a Myanmar llevándose con ella a la niña.  Parecía que ya nada más se podía hacer, pero Víctor no es de los que se rinden fácilmente.  Ante todo  se preocupaba por el bienestar y la escolarización de la niña.  Llegó finalmente a nuestros oídos que  alguien conocía la casa donde madre e hija vivían del otro lado de la frontera.   Preocupado por ellas, Víctor me  invitó a acompañarle en una aventura  un tanto arriesgada puesto que la frontera  entre  Myanmar  y Thailandia está cerrada para los europeos en este punto.  Le echamos un poco de valor temerario, fuimos a buscar a nuestra guía,  y por caminos  secundarios 
controlados por los Mon nos adentramos en Myanmar.  De pronto,  cuando  ya no había marcha atrás nos encontramos con una barrera  y   un soldado  birmano, que metralleta en ristre nos conminaba a bajar del vehículo.  Nuestra guía, explicó al soldado en birmano, que sólo pretendíamos visitar a una alumna, pero el soldado seguía firme en su propósito.  Un oportuno billete de 100 Baht ( 2,5 Euros)  finalmente suavizó la tensión del momento.  A recoger ese billete el soldado probablemente estaba   ganando más  del doble de su paga diaria. Cómo no iba a  mirar un momento para otra parte?

Con algo de susto en el  cuerpo, hay que decirlo, llegamos por fin a la casa en la que ahora vive Mo Mo Eh y su madre.  Una sola pieza, de paredes  sin encalar, sin cocina y sin baño,  donde se juntan seis personas:  El  hermano mayor con su mujer, su hijita de meses y una  tía más las dos recién llegadas. El hombre trabaja  12 horas al día en una fábrica de zapatos del otro lado de la frontera  por algo más de  3500 Baht al mes.  (Unos 83 Euros) . Teniendo en cuenta que paga 1500 Baht por la casa donde viven  significa que la familia de seis personas tiene que arreglarse con menos de dos Euros  al día!   La niña quería volver al colegio y convinimos en que la niña  viniera a la “Escuela de Bambú”  del lado tailandés pero no lejos de la frontera.  Después de aportar un poco de ayuda a la familia volvimos hacia Tailandia  por caminos en los que parecía que el coche iba a quedar embarrado  para siempre.

Unos días más tarde vuelvo a ver a So So Eh en brazos de su madre.  Se la ve tan débil que a penas puede abrir los ojos.  No tienen dinero para llevar a la niña al hospital.  Víctor parece la solución a todos los males.  Sin pensárselo dos veces, cogemos a la madre y a la niña y las llevamos al hospital donde diagnostican que la niña padece  anemia y la dejan hospitalizada  enchufada a la botella de suero.

A los pocos días,  como todos los lunes, voy a la escuela de Bambú a dar mis clases de inglés, y  de pronto veo a Mo Mo Eh que viene corriendo hacia mí para abrazarme.  Se la ve sonriente y alegre. Es una niña feliz y parece muy recuperada.   Días más tarde, con ocasión del “Día de la Madre”  Mo Mo Eh y su mamá se presentan en el colegio  y Víctor  se lleva una enorme alegría.  Sabe que él solo puede poner  un granito  de arroz,  que nunca solucionará todos los problemas  con los que se encuentra,  pero también sabe que siempre es más fácil buscar disculpas para no mover un dedo  que echarle un poco de valor  y arriesgarse por ayudar al prójimo.

    

Moralidad por decreto

A la puerta del Colegio, enviado por las autoridades escolares se ha colocado una gran pancarta con las doce consignas o virtudes que, a petición de los nuevos gobernantes del país  los colegios tienen la responsabilidad de  difundir, enseñar, explicar y hacer practicar a los alumnos.
                A  mi que pinto  canas, al menos las pocas que me quedan, eso me suena a viejos tiempos en se nos hacía estudiar  “La formación del Espíritu Nacional”.  Ya no recuerdo los enunciados de aquellas lecciones, pero  me imagino que no diferían  demasiado de las doce consignas que tengo ante mis ojos y que incluyen:
*el amor a la monarquía, a la nación y a la religión,
* la disciplina  y el respeto a  la ley, la autoridad y los mayores
* el pensar y actuar  de acuerdo el pensamiento de su  Majestad el Rey
* la correcta interpretación de la democracia  con el monarca como cabeza visible del Estado
* la preocupación por el interés común  por encima de los intereses particulares   etc. etc.

No pretendo  criticar  abiertamente  el contenido de cada uno de los doce mandamientos que la  cúpula gobernante  pretende imponer  a través de las escuelas  como base y fundamento de la moralidad y conducta de los futuros ciudadanos.  Pero creo sinceramente que se equivocan  en cuanto al método elegido.

Las virtudes morales, el patriotismo y la solidaridad no se enseñan en los colegios,  al dictado de los profesores,  ni haciendo paradas y obligando a los alumnos  a cantar canciones patrióticas, sino en el hogar,  y no  con imposición de  normas y eslóganes,  sino con el ejemplo. 

Pero más importante aún,  creo que la mejor campaña  que  puede orquestar  la nueva cúpula miliar es la del ejemplo, y  ciertamente si  los padres y los profesores tienen que ser los primeros en dar ejemplo, no es menos cierto  que lo mismo deben hacer  los servidores públicos ya sean militares, policías o funcionarios.


4 de agosto de 2014

La Kao Kain Jo "muñecas enlazadas"


Es una casa  antigua, grande, espaciosa y muy ventilada.  Abajo, casi al aire libre está la cocina, y en un rincón, supongo que los servicios.  Es resto es un espacio diáfano en el que se aparcan las motos, se cuelgan los aperos y herramientas de trabajo,  y escarban las gallinas. Al piso propiamente dicho se accede por una escalera de barrotes que subo pensando sobre todo en cómo bajarla. Nos acaban de invitar al enlazado de las muñecas  una ceremonia Karen de profundas connotaciones ancestrales y familiares que se remontan a los orígenes del pueblo Karen en el desierto del Gobi y que a nosotros como extranjeros y extraños al clan nos conmueve por lo que supone de franca acogida.

En efecto, al menos una vez al año, generalmente en el mes de agosto y en un  día sagrado, es decir  un día de luna nueva o de luna llena,  los Karen, llevan a cabo un sencillo y emotivo rito de bienvenida y acogida, algo así como un “vuelta a casa por Navidad”  de todo el clan familiar  y en localidades más pequeñas  de todos los nacidos en el pueblo.

Se trata en efecto de reunir ese día, bajo un mismo techo,   al mayor número de miembros de la familia posible, que por lejos o dispersos que se encuentren harán lo posible por acudir a la llamada del jefe del clan o del patriarca de la familia.
Sa Ai, una de las profesoras, nos ha invitado a la ceremonia y nos sentimos muy honrados en participar. De una manera  indirecta está mostrándonos su consideración y respeto y nos invita a formar parte de su familia.  El parquet de la casa, diáfano salvo por algunos rincones separados por mamparas o cortinas, está recubierto de esteras de paja trenzada  sobre  las que  a pesar de nuestra falta de flexibilidad intentamos sentarnos  erguidos, sin cometer la descortesía de poner los pies por delante,   pero incapaces de  adoptar esa aparente cómoda posición de piernas cruzadas que a  ellos les resulta tan natural.
Cuando todos los invitados  están por fin reunidos, los más jóvenes,  nos agasajan con una larga canción de bienvenida en lengua  Karén.  Los anfitriones,  sacan una de  las bandejas de comida a la puerta, en este caso a pie de escalera y  batiendo la bandeja con  una cuchara  llaman a los rezagados o a cualquiera que pase quiera compartir esa comida con ellos. 


Ahora ya estamos todos reunidos  y formamos una familia. La manera de simbolizarlo  es tocar todos con la mano el borde de la bandeja de  comida mientras  los más mayores pronuncian  una oración ritual que supongo de bendición.  Luego,  recibimos  con la dos manos   una porción de comida en la que se mezcla fruta, flores y sobre todo bolas de  “sticky rice”  (arroz pegajoso)  y diversos pasteles, también de arroz. El arroz pegajoso es el elemento imprescindible en la comida del día, puesto que del mismo modo que los granos de arroz quedan pegados unos a otros y no se pueden separar, así el pueblo Karen es uno y la familia  permanece unida por muy lejos que sus miembros tengan que dispersarse. Es entonces  cuando la anfitriona procede a  rodear ambas muñecas con tres vuelas de  doble hilo rojo y blanco. El hilo rojo es símbolo de pureza de espíritu y el hilo rojo simboliza con su color a todo el pueblo Karen.  Mientras ella  invoca  su  plegaria,  me hace sentir de una  extraña manera  que soy uno más de esta  gran familia Karen  que  contra viento y marea , desplazada quizá de su tierra de origen, sigue conservando sus tradiciones y reuniendo  al menos una vez  al año a sus miembros dispersos  por lejos que se encuentren.  Se supone que los hilos hay que dejarlos en la muñeca hasta que se deshagan por sí mismos.  Estoy convencido que eso ocurrirá mucho antes de que yo pueda olvidar esta sencilla e inesperada ceremonia