A la puerta del Colegio, enviado
por las autoridades escolares se ha colocado una gran pancarta con las doce
consignas o virtudes que, a petición de los nuevos gobernantes del país los colegios tienen la responsabilidad
de difundir, enseñar, explicar y hacer
practicar a los alumnos.
A mi que pinto
canas, al menos las pocas que me quedan, eso me suena a viejos tiempos
en se nos hacía estudiar “La formación
del Espíritu Nacional”. Ya no recuerdo
los enunciados de aquellas lecciones, pero
me imagino que no diferían
demasiado de las doce consignas que tengo ante mis ojos y que incluyen:
*el amor a la monarquía, a la nación y a la religión,
* la disciplina y el respeto
a la ley, la autoridad y los mayores
* el pensar y actuar de acuerdo
el pensamiento de su Majestad el Rey
* la correcta interpretación de la democracia con el monarca como cabeza visible del Estado
* la preocupación por el interés común
por encima de los intereses particulares etc. etc.
No pretendo
criticar abiertamente el contenido de cada uno de los doce
mandamientos que la cúpula
gobernante pretende imponer a través de las escuelas como base y fundamento de la moralidad y
conducta de los futuros ciudadanos. Pero
creo sinceramente que se equivocan en
cuanto al método elegido.
Las virtudes morales, el patriotismo y la
solidaridad no se enseñan en los colegios,
al dictado de los profesores, ni
haciendo paradas y obligando a los alumnos
a cantar canciones patrióticas, sino en el hogar, y no con imposición de normas y eslóganes, sino con el ejemplo.
Pero más importante aún, creo que la mejor campaña que
puede orquestar la nueva cúpula
miliar es la del ejemplo, y ciertamente
si los padres y los profesores tienen
que ser los primeros en dar ejemplo, no es menos cierto que lo mismo deben hacer los servidores públicos ya sean militares,
policías o funcionarios.
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