27 de julio de 2007

Vermeer: Criada con cántaro de lecho


La mayoría de los cuadros de Vermeer que muestran actividades de mujeres pueden incluirse en la crítica a los vicios, un aspecto que da el temor de fondo a la pintura de género holandesa, con la demostración del comportamiento erróneo de las figuras representadas.

El caso contrario, la educación por medio del modelo positivo que presenta el código de comportamiento oficial sobre la base de un “exemplum virtutis” es escaso en comparación. Vermeer sólo ha pintado tres cuadros en los que se puede reconocer claramente esta intención.

El más famoso de este grupo es la Criada con cántaro de leche. Este cuadro gozó muy temprano de una estima especial. En 1719 es incluso caracterizado con las palabras “la famosa lechera de Vermeer van Delft". La acción de verter la leche que cae en ondulante chorro en un cuenco de barro con dos asas, es ejecutada con gravedad y cuidado. La mirada baja de la criada, concentrada en su quehacer, es a un tiempo signo de humildad y de modesto ensimismamiento.


La sobriedad de la habitación se adapta de maravilla a esta sencillez de vida y comportamiento de la criada. La pared gris amarillenta, en la que destacan clavos, grietas y agujeros de puntas ya retiradas – una silenciosa historia de años de uso – estaba decorada originariamente con un mapa, como demostró un examen con rayos X del cuadro. También el pan en el cesto y los panecillos sobre la mesa – donde fascina la técnica puntilla de Vermeer, el esparcimiento de chispeantes puntos de luz – están imbuidos de un tipo de connotaciones espirituales.

25 de julio de 2007

La Comunera de Castilla


La Comunera de Castilla
Novela Histórica
María Teresa Álvarez
La Esfera de los libros 2007
375 páginas

Hace un par de años leí una biografía novelada de María Pacheco, viuda de Juan Padilla uno de los comuneros de Castilla escrita por Toti Martínez de Lezea.

He leído ahora la novela histórica sobre el mismo tema escrito por María Teresa Álvarez y además de haber quedado profundamente impresionado por la sensibilidad, la lealtad, la inteligencia, la valentía y la personalidad de esta mujer me sigo haciendo siempre preguntas sobre la famosa revuelta de los Comuneros. Nunca he entendido que los castellanos hayan elegido como fiesta de su autonomía el 23 de Abril, fecha en que los tres Comuneros fieles a sus principios acabaron en el cadalso de Villalar. Y no lo entiendo porque la mayoría de las provincias castellanas que ahora se sienten orgullosas de celebrar su autonomía en ese día, se desvincularon de la revuelta castellana tan pronto como vieron peligrar sus intereses y privilegios.

La segunda cosa que me llama la atención es el amor profundo y comprometido que existía entre María pacheco y su Marido Juan de Padilla. Basta para ello leer entre líneas la última carta escrita por Padilla a su esposa poco antes de subir al cadalso:

Si vuestra pena no me lastimara más que mi muerte, yo me tuviera enteramente por bienaventurado. Quisiera tener más espacio del que tengo para escribiros algunas cosas para vuestro consuelo; ni a mí me lo dan, ni yo querría más dilación en recibir la corona que espero. Vos , señora, como cuerda, llorad vuestra desdicha, y no mi muerte, que, siendo ella tan justa, de nadie debe ser llorada. Mi ánima, pues ya otra cosa no tengo, dejo en vuestras manos. Vos, señora, haced con ella como con la cosa que más os quiso. No quiero más dilatar, por no dar sospecha de que por alargar la vido alargo la cara. Mi criado Sosa, como testigo de visa e de los secretos de mi voluntad, os dirá lo demás que aquí falta, y así quedo, dejando esa pena, esperando el cuchillo de vuestro dolor y de mi descanso.

24 de julio de 2007

¿Realismo o belleza?



Hoy he recibido nuevamente un pps con las famosas esculturas del australiano Ron Mueck lo que me da pie para reflexionar por qué estas esculturas pese a impresionarme por su realismo no llegan a gustarme de verdad. Son sencillamente impresionantes. Tan impresionantes que me resultan "feas".... Lo que más me impresiona es el gran realismo que esas esculturas suponen.. La escultura de la mujer embarazada o la del señor agazapado en el rincón son de quitar el hipo... Pero... ¿Son bellas? ¿Qué es lo que consideramos bello? Yo pienso que la belleza es ese algo más que sublima la realidad y le da un nuevo sentido ... Eso es lo que me parece que les faltan a esas esculturas para ser bellas.... Son copias exactas, pero nada más, les falta el alma. No sé si explico lo que quiero decir, pero si comparo la Pietà de Miguel Angel con la mujer embarazada, ¿por qué pienso que la primera es bella y la segunda sólo real?

No me cabe la menor duda. Cuando miro la Pietà sé que no me tropezaré nunca en la calle con un rostro, con un cuerpo como el esculpido. Miguel Ángel ha conferido a la piedra un alma que es lo que hace que me parezca bella... cuando miro las esculturas vivas de nuestro amigo, mi mente queda bloqueda por su enorme realismo, tanto que tengo que pararme a pensar que no se trata de personas congeladas en acción como esos cuerpos recubiertos de lava por la erupción del Vesubio y que siglos más tarde fueron descubiertos haciendo un vaciado en yeso, dando así vida a personas sorprendidas en sus gestos más cotidianos. Lo que separa a la Pieta de una de las estatuas de Ron Mueck es lo mismo que separa el cuadro de un pintor de prestigio de la fotografía que le ha servido como bosquejo.

Los Ejércitos


LOS EJERCITOS
Novela
Evelio Rosero
Tusquets Editores 2007
Premio Tusquets Editores de novela
203 páginas

No conocía al escritor Colombiano Evelio Rosero, pero su última novela: “Los Ejércitos” me ha sorprendido y maravillado. ¡Es tan difícil hacer brotar la belleza de algo tan sucio y abyecto como la guerra! El autor, sin embargo es capaz de mantener un alto nivel de poesía y sensualidad en los ojos del viejo Profesor que a pesar de su edad sigue fijándose y deseando la hermosura de la mujer de su vecino a la que, amparándose en su edad, espía descaradamente y reflejar también su angustia y zozobra por la mujer ausente en uno de los ataques de la guerrilla al pueblo de San Juan.


Pero este libro no es precisamente un libro cómodo de leer. Página a página, Rosero va desgranando las atrocidades de la guerrilla, los militares y los paramilitares y dejando patente la indefensión y el abandono de los pobres campesinos ante la impávida o fatalista complacencia del Gobierno.


Toda la crudeza de los secuestros, del enemigo invisible, de las regiones remotas olvidadas de la gran ciudad se revelan aquí con evidente patetismo.Se trata de un libro que me ha acercado a la Colombia que he visitado y aprendido a conocer y a amar profundamente. Campesinos capaces de compartir con el viajero sus escasas vituallas, universitarias que se expresan en términos macroeconómicos de la Escuela de Chicago, humildes taxistas que te preguntan ansiosos si la vida en España les iría mejor.. .. He leído “Los Ejércitos” con congoja y con pasión.


El autor ha sabido traer a mi conciencia el sinsentido de la violencia y el atropello del campesino. Ojalá mucha gente en Colombia lea el libro de Evelio Rosero y tome conciencia de lo que la agresividad de unos, la maldad de otros y la indiferencia de la mayoría han hecho de ese maravilloso país.

23 de julio de 2007

La soledad



Hace unos momentos releía lo que decía hace un par de años a una amiga a propósito de la soledad: “La verdadera soledad sólo se siente cuando no te queda ni un solo número de teléfono al que llamar cuando la tarde cae y una mano invisible parecer agarrotarte el cuello y asfixiarte.”


En efecto, soledad no es aislamiento, reclusión o distancia de personas o lugares conocidos. Podemos sentirnos solos en la gran ciudad, codeándonos con cientos de personas o incluso en la tranquilidad de una familia aparentemente feliz y bien avenida.


Cuando reflexiono ahora sobre la soledad siempre empiezo pensando que la única y auténtica soledad es cuando nuestro propio yo nos ha abandonado. Hay algo, difícil de definir pero que fácilmente podría semejarse a un ímpetu o fuerza vital, que orienta, da sentido a nuestros actos. Los ingleses lo llamarían “purpose”. Pues bien, yo creo que nadie que tenga ímpetu y una meta bien definidas y justificada se siente verdaderamente sólo.


Como la nube que se volvía luminosa de noche y de día daba sombra a los israelitas, la pasión, el entusiasmo y el objetivo cubren al solitario de un manto de reconfortante calidez. Sin embargo, nuestros objetivos vitales más íntimos, sufren altibajos, pasan por momentos de euforia comunicativa o de nebulosas y acongojantes dudas. Es entonces que necesitamos compartir afanes y descargar zozobras.


La soledad, la auténtica, es constatar que no hay nadie a tu alrededor que merezca, quiera o quieras tú hacer partícipe de ese flujo que como copa rebosante busca en quien derramarse. Como es obvio, esto puede suceder con independencia de nuestra situación geográfica, edad, estado civil, o profesión. Viajero de mil mares, he conocido las largas, solitarias noches de hotel y las angustiosas cenas en restaurantes repletos de joviales grupos, parejas enamoradas, o ávidos negociantes mientras solo en mi mesa recorría con la mirada a unos y a otros, volviendo una y otra vez a esa página de periódico o a ese libro que como escudo me servía de pantalla. Estaba solo y sin embargo, nunca me sentí sólo del todo. La ilusión me animaba, y en cualquier momento, una llamada telefónica me acercaba a los míos.


Nunca como hoy, ha habido tantos progresos técnicos en la comunicación, y sin embargo nunca como hoy tantas personas se sienten solas y desamparadas. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es el egoísmo, el ritmo de vida, la competitividad, el desarraigo el culpable de tanta incomunicación? No es fácil responder con rotundidez. La vida de nuestros padres tuvo muchas veces unas necesidades que cubrir tan primarias que no quedaba tiempo para otras angustias. Por otra parte, la comunidad, el pueblo, el vecindario, eran como una extensión de la familia y servían muchas de confidentes o consejeros que les ayudaban a relativizar los problemas o como cajas de resonancia en las que amplificar las alegrías.


Hoy, en nuestros pisos blindados a duras penas conocemos a los habitantes del mismo rellano. Apretujados en el metro o en el autobús no se oye ni una palabra. Cada uno va encerrado en su agrio silencio o enfrascado en un libro que lo evade de la realidad. Los compañeros de trabajo van cada uno a lo suyo y con frecuencia compitiendo a tus espaldas por un mejor puesto, una información privilegiada o una amistad interesada. No me extraña en absoluto que nos sintamos solos, que intentemos romper los muros de silencio que nos rodean y acudamos a Internet buscando interlocutores que acuciados por el mismo mal deseen compartir su aislamiento para transformarlo en diálogo enriquecedor y muchas veces salvador.

22 de julio de 2007

22 de Julio 2007


Nunca dos cumpleaños son iguales ! El de este año desde luego es muy especial para mí por varios motivos y durante toda esta semana me he sorprendido pensando en él y en lo que supondrá en mi vida a partir de ahora.


He ido al álbum de fotos que afortunadamente está totalmente digitalizado y archivado en mi PC y he revisando una a una todas mis fotos para ver en cual me hubiera gustado se congelara el tiempo.... No me atrevía por ninguna hasta que me di cuenta de que en esta que publico hoy, estaba siendo importante para alguien... Miro hacia atrás, hacia todos esos cumpleaños del pasado y me doy cuenta de que entonces carecían de importancia porque la vida era lo que quedaba por vivir, por hacer ... no lo ya vivido!

20 de julio de 2007

Carta a una amiga: Ibiza

Querida amiga,

Sólo ha sido una semana pero la he vivido tan intensamente, que si no descargo los ojos de toda la belleza acumulada me van a imposibilitar seguir mirando con tus ojos a través de los míos, oír la música que encanta a tus oídos, sentir las sensaciones que estremecen tu piel.

No pretendo disertar ni establecer orden en este torrente de impresiones que dejo libres en estas líneas y a través de ellas en tu intuitiva imaginación. Lo primero que me sorprendió de Ibiza fue su insularidad. Quiero decir con ello que desde el primer momento que alquilé un coche en el aeropuerto de Ibiza, pude constatar que estaba en una isla muy pequeña en la que no existe el concepto de distancia. Cuando en la península hablamos de ir de una población a otra, visualizamos distancias de más de 100 kilómetros. En Ibiza, la distancia más larga entre dos poblaciones es de 30 kilómetros. Puedes perfectamente desayunar en Eivissa (según la acepción local), almorzar en San Antoni en el noroeste, y cenar en Santa Eulalia en el noreste sin que los desplazamientos hayan supuesto más que unos minutos de carretera y el chocar una y otra vez con los maravillosos límites impuestos por el mar.

En una de mis escapadas, una extranjera afincada en la isla y dueña de una galería de arte me señaló que toda la isla es arte. Yo pensé para mí que toda Ibiza es sobre todo color. Habituado a los ocres, pardos y grises del paisaje castellano, mi encuentro con esta isla ha sido intensamente cromático. Ibiza es blanca, es verde, es fuego y es azul.

Ibiza es blanca en sus pueblos y en sus casas diseminadas por las laderas de los montes. Pueblos del interior, como Sant Josep, Santa Gertrudis o San Miguel son pequeños núcleos de casas blancas en torno a una iglesia de un blanco refulgente, de gruesos muros rectangulares y un minúsculo campanario para no sobresalir y ser diana seguro de piratas y corsarios. Como cualquier isla del Mediterráneo, Ibiza ha vivido durante siglos a merced y a pesar de los piratas y no es de extrañar que las iglesias se construyeran como bastiones de defensa y de abrigo, sin apenas ventanas y sin altivas torres como si quisieran agazaparse en el paisaje y cobijar en torno a ellas a todo el caserío. En la actualidad, pese al boom del turismo, y a la especulación inmobiliaria, esta isla ha sabido conservar intacta su blancura. Llaman la atención los miles de chalets, mansiones o palacios diseminados por las laderas de las colinas hasta en lugares casi inaccesibles, pero sosiega observar que en ningún caso se rompe la armonía de color ni se crean estridencias con el entorno. La altura de los edificios está en consonancia con la altura de los pinos que los circundan de manera que destacan por contraste con el verde del follaje pero nunca por su altura.

Es verde. Increíblemente verde en toda su extensión. Los pinos achaparrados y nervudos, las sabinas que descienden hasta la misma orilla del mar, y en los pueblos los majestuosos magnolios, crean un tapiz de fondo sobre el que destaca más si cabe el blanco de las casas Ibiza es azul. ¿Quién lo dudaría? A cada recodo de un camino, de una carretera o cuando te asomas a lo alto de un monte, aparece el mar, pero cada vez ese mar te lanza un destello diferente; desde el azul verdoso de las pequeñas calas, al azul Iñigo de las cavernas marinas pasando por todas los matices de azul: plata, acero, purísima, cielo, cobalto, marino. Nunca es el mismo mar, nunca tiene la misma tonalidad. A veces, generosamente te ofrece varios tonos a un tiempo. Algunas de las calas son precisamente famosas por las variadas y cambiantes tonalidades del mar. Por mi parte me quedo con las calas del norte de la isla y en particular con la de Portinatx

Ibiza es fuego. ¿Quién no ha oído hablar de las famosas puestas de sol ibicencas? Café Ibiza, creador inicial de la música chill-out se encuentra justamente en Sant Antoni, mirando a poniente y es tradicional acercarse a ese café al atardecer para contemplar esas gloriosas puestas de sol mientras se degusta la bebida favorita y se escucha una música relajante. No muy lejos de allí, del otro lado de la bahía, tuve la oportunidad de contemplar algunas de esas puestas de sol y son absolutamente sobrecogedoras. El cielo se tiñe de oro, naranja, rojo bermellón y languidece con los más extraordinarios violetas. Esta luz crepuscular impregna la superficie del mar que va cambiando de tonalidades por minutos. Acaricia y tiñe las paredes, y confiere a los rostros un aura luminoso como en las representaciones budistas.

Amiga mía, nunca me sentí marinero, pero en este viaje me hubiera tentado recorrer todas las calas navegando en un velero. Mi pobre sustituto fue una excursión en barco bordeando la costa para ver desde el mar las calas que previamente había recorrido por carretera en coche. Ciertamente, una excursión turística y bullanguera es una muy pobre alternativa a un viaje romántico y silencioso, pero ello me permitió acercarme a la misteriosa isla Vedra, la Catedral del Mar, tan llena de leyendas y de misterio y hoy refugio de mil aves y algunas cabras de monte. Sobrecoge acercarse a ese picacho de más de doscientos metros de altura que surge abrupto, casi perpendicular como una torre vigía, una más de las siete construidas por el hombre alrededor de la isla y que en el pasado servían de torres permanentes de vigilancia contra piratas e invasores.

Podría seguir contando y contando sobre Ibiza, pero no quiero cansarte. Prefiero que si tienes oportunidad, vayas y lo veas por tu cuenta. Eso sí, no dejes de alquilar un coche cuando llegues a la isla. Merece la pena. Sin él mi viaje no hubiera tenido el mismo sabor, ni hubiera visto la mayoría de los pueblecitos del interior, como Sant Miquel, Santa Gertrudis o Sant Joseph. Tampoco hubiera podido acercarme a San Carlos y recorrer el mercado hippy donde por cierto me compré una camisa blanca al estilo “ad lib” y una litografía que enmarcada adorna una de las paredes de este despacho.

Siempre te he comentado que no se conoce un lugar hasta que uno no se sumerge en él con los cinco sentidos. En este caso yo añadiría obviamente un sexto sentido: el estómago. Aprovecha para degustar los platos típicos de la isla: un buen “guisat de piex” seguido de la “greixonera” que es un postre tradicional típico de cualquier celebración familiar. Ah! y si no estás conduciendo, cualquiera de los numerosos licores de hierbas harán que te sientas a gusto y reconciliada con la vida.

19 de julio de 2007

Hopper: Once de la mañana




Hopper titula muchas de sus telas sólo con la hora del día. El cuadro de 1926, se encuentra hoy en Washington, en el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Smithsonian Institute.


Recordando sus más bellos aguafuertes, también en esta tela el artista reflexiona sobre los más anónimos detalles. Un lecho en desorden junto a una mesa con una lámpara son, como el mismo Hopper indicará en un artículo para “The Arts”, nuestros mismos recuerdos escondidos que, en la obra de un artista, regresan con un sentido de imponente extrañeza.


Una mujer está sentada en una estancia o en una habitación de hotel delante de la ventana. Como en muchas de sus otra telas, Hopper se sirve de su mujer, Jo, como modelo. Ella aparece aquí desnuda con la mirada extraviada vuelta hacia el exterior.


En sus interiores metropolitanos, crea una atmósfera de gran intimidad, todavía más evidente por el contraste entre la desnudez de la figura femenina y una impersonal ciudad apenas bosquejada más allá de la habitación.

Los dedos del silencio



¿Cómo alcanzar la bruma y regresar
invicto de su abrazo?
¿Cómo huir
del firmamento hundido en las colinas?
Hay veces que se nublan las palabras
y evocan la quietud
de la alegría:
el horizonte envuelto por la luz,
el bosque lleno de oro,
la sencilla
vereda entre los árboles, la tierra
que se iba desangrando.
Aún te acarician
los dedos luminosos del silencio,
la soledad sagrada de la arcilla
que se abre dulcemente
y se derrama
sobre tu voz mojada en la colina.
Alejandro López de Andrada (El vuelo de la bruma, 2005)

¡Corta las amarras y boga!


Klimt: El Beso


El beso habría de ser la coronación de la “fase dorada” de Klimt y el emblema de la Secesión. Esta versión se convierte en un símbolo aún más claro de la reconciliación de los sexos y su alianza. El beso de Klimt ha sido comparado, no sin un deje de ironía a la Mona Lisa, pues ambos cuadros ejercen, en la complejidad del significado, una fascinación similar.


Hay quien ve en este cuadro una evolución de la obra de Klimt, en base a que ahora puede pintar una unión donde hasta entonces había tematizado, sobre todo, la lucha de los sexos. Otros por el contrario, opinan que Klimt no ha cambiado su forma de ver el mundo y que también en esta obra describe, de un modo más sutil, la imposibilidad de la satisfacción, consecuencia de las tensiones entre el hombre y la mujer. Estas formas ornamentales cuadradas para el hombre y circulares para la mujer, ¿significan complementación o antagonismo? ¿no parecen guardar una cierta distancia estas dos personas, a pesar del abrazo, como si no existiera relación alguna entre ellas? Esta vez es claramente el hombre quien domina y toma la iniciativa del beso. La mujer parece soportarlo con resignación, pero sus manos se contraen convulsivamente, los dedos de sus pies arañan la roca: ¿placer o ira?


Klimt conoce a fondo la relación ambigua entre las eternamente válidas figuras de Adán y Eva, pues se ha representado a sí mismo como adán y tienen e sus brazos a Emilie Flöge, su amante. En cualquier caso, los mantos envolventes restan fuerza a la directa representación sexual. Con virtuosos acordes de colores, Klimt se acerca a los iluministas del imperio ostroromano. Su preferencia por el decorado suntuoso le permite ver la escena como a través de un calidoscopio.


El oro rodea ala pareja con un aura, y el valioso material presta también al cuadro la apariencia de un impresionante tesoro. Este “ardid” transforma el tema tabú “beso” en una versión que no sólo escapa a la crítica, sino que además conquista el entusiasmo del público y la aceptación de la burguesía puritana. La jugada de Klimt es tan buena, que su contribución al arte europeo moderno es por fin reconocida. Aún antes del cierra de la muestra de arte de 1908, en la que estaba expuesto El beso, el cuadro es comprado por es el Estado Austriaco.

18 de julio de 2007

Ruido interior


Hoy ha hecho calor en Burgos. Las ventanas abiertas me han rodeado todo el día de voces, ruidos de automóvil, ladridos, gritos juguetones de los chiquillos y ese murmullo incesante al que nos tiene acostumbrados la vida en la ciudad. Pero, a esta hora alta de la noche, todo está tranquilo. Ya no circulan coches ni se oye otro ruido que el de las ocasionales y sordas pisadas de algún transeúnte retardado o recalcitrante.


¿Ningún ruido? Creo que sigue habiendo un ruido orquestal, pero éste se ha alojado en mi cabeza. Mi mente es una caldera que a borbotones hace desfilar imágenes, recuerdos, deseos, caprichos, nostalgias, pesares, más imágenes, anticipaciones, sueños, más deseos, proyectos, y entre medias, alguna idea que como las burbujas de una olla hirviendo, surgen, se inflan y de pronto explotan y desaparecen sin dejar rastro. ¿No es cierto que a menudo hay más ruido en nuestra cabeza que en la calle? ¡Cuántos temores e inquietudes a destiempo! ¡Con que facilidad nuestra imaginación recompone la vida de los demás! ¡Cuántos castillos en el aire que nunca habitaremos! ¡Cuánto sueño vano que nos hace olvidar el aquí y ahora!


Nuestra imaginación, se parece a veces a esas plazas de mercado en las que cada cual proclama a voz en grito sus oropeles y a nadie en particular se dirige. Y, si no sabemos escucharnos a nosotros mismos, si las hojas no nos dejan ver los troncos, ¿cómo vamos a saber escuchar a los demás? Parece que escuchamos, pero sólo oímos voces y palabras vacías de significado. Nuestro discurso interior, como un mantra tibetano, sigue impertérrito y nos impide escuchar de verdad lo que el otro nos quiere transmitir más allá del significado de las palabras.

17 de julio de 2007

Botticelli: La Primavera


Después que Botticelli retornara de Roma en la primavera de 1482, realizó durante ese decenio una serie de cuadros mitológicos que fundamentan la fama actual del artista. Uno de los más conocidos, pero sin duda también el más enigmático y el más discutido es La Primavera cuyo significado no ha sido esclarecido completamente aún.


Durante mucho tiempo se pensó que había sido pintando para Lorenzo el Magnífico de Médici, quien en aquel entonces dominaba Florencia. Sin embargo, los últimos análisis contradicen dicha teoría, pues, según un inventario recientemente descubierto el cuadro se encontraba en el año 1499 en el palacio que tenía en la ciudad de Florencia Lorenzo de Pierfrancesco, un primo segundo de Lorenzo el Magnífico.


Como indica el título, testimoniado desde el siglo XVI, la Primavera representa la llegada y la celebración de la primavera. En él se han encontrado casi 500 especies de plantas entre ellas 190 flores. En el centro de un bosque de naranjos, sobre un prado de flores, aparece Venus, la diosa del amor; y sobre ella, su hijo Amor disparando sus flechas con los ojos vendados. Como señora de este bosque ha retrocedido un poco, como si quisiera dejar pasar el cortejo. La postura y el movimiento de las figuras se repiten en la configuración de los árboles, originándose una unidad armónica entre el hombre y la naturaleza.


Los naranjos rectos, corresponden a las figuras erguidas que se encuentran debajo de ellos, mientras que los laureles del lado derecho, al doblarse imitan la postura de la ninfa que está huyendo. Por encima de Venus, los naranjos forman un arco semicircular que, como una aureola, rodea a la diosa como figura central del cuadro. Venus aparece en su jardín, que Angelo Poliziano poeta de la corte de los Médici describió como lugar de la primavera y la paz eternas. Sus descripciones poéticas pudieron servir de inspiración para los cuadros de Botticelli. Así se deja paso al suave viento del céfiro, que baña de rocío los prados, en volviéndolos con dulces aromas, y que viste la tierra de innumerables flores.


El dios del viento aparece en el lado derecho del cuadro, como un ser alado azul verdoso. Hincha con fuerza las mejillas, para soplar sus cálidos aires. Pero las intenciones de Céfiro resultan ser menos pacíficas de lo que describe Poliziano. En lugar de ello, el dios del viento irrumpe violentamente en el jardín, haciendo que los árboles se doblen. Persigue a una ninfa envuelta en un ropaje transparente que, temerosa, vuelve la mirada hacia él. De su boca salen flores, mezclándose con las que pueblan el vestido de la doncella que se encuentra a su lado. Esta introduce su mano entre los pliegues del ropaje, para esparcir por el jardín las rosas que ha recogido. la clave para entender esta escena un tanto enigmática se encuentra en los fastos, un calendario romano de Ovidio. Éste describe el comienzo de la primavera como la metamorfosis de la ninfa Cloros en Flora, la diosa de las flores: “Yo, que ahora me llamo Flora, antes fui Cloros”; así comienza la ninfa la narración, mientas que de su boca salen flores. Céfiro se lamenta, sintió despertar una loca pasión tan pronto la vio. La persiguió para hacerla su mujer por la fuerza. Pero como le dolió esta impetuosidad, la transformó en la diosa de las flores de la primavera.


El tema de las tres figuras de la derecha del cuadro, es pues, la llegada de la primavera, tal como la describió Ovidio en su calendario. Esto explica por qué los ropajes de las dos figuras femeninas ondean en diferentes direcciones, al representar dos momentos diferentes de la narración de Ovidio. La naturaleza sensualmente violenta del Céfiro que se consume en su pasión, por completo ajena a la poesía de Poliziano, se encuentra en otra fuente escrita, en la que también se inspiró Botticelli. Se trata del poema filosófico “De Rerum natura” del poeta y filósofo Lucrecia, que describe el despertar del amor sensual, corporal: En el lado izquierdo del cuadro vemos a las tres Gracias, acompañantes de Venus, danzando armoniosamente en corro. Tras ellas, Mercurio, heraldo de los dioses, quien cierra el cuadro hacia la izquierda. Se le reconoce por las sandalias aladas y por el bastón en su mano derecha alzada, alrededor del cual están enrolladas dos serpientes, llamadas Caduceos.


Según la mitología, Mercurio separó con él las dos serpientes que luchaban entre sí, como lo que el bastón se convirtió en el símbolo de la paz. También aquí tiene este significado: con él, Mercurio expulsa las nubes que amenazan entrar en el jardín de Venus. Así se convierte en el protector del jardín, en el que no hay nubes y en el que reina la paz eterna. Este carácter de guardián queda subrayado por la llamativa espada, símbolo de que está en condiciones de expulsar, en todo momento a los enemigos. Las figuras son de una belleza, una gracia y un encanto consumados, como corresponde a la idealización del amor que personifican y que les sustraen de la esfera terrena. No tienen ya contacto con el suelo, sino que flotan en el aire sobre la tierra. Pese a su proximidad corporal, parecen no tocarse, como puede observarse en las tres Gracias de la Primavera que permanecen extrañamente aisladas en el corro, pese a tener unidas las manos. Se niega así la presencia física de las figuras, que se muestran al observador como visiones, apartadas pese a su gran atractivo.

Teotihuacan (México)




Hasta hace poco tiempo, mis conocimientos sobre los pueblos que habitaron Centro América no iban más allá de los Mayas y los Aztecas. Un viaje más sosegado a México me brindó la oportunidad de visitar con todo detalle el Museo Antropológico Nacional y tomar contacto por primera vez con la cultura de Teotihuacan.


Las máscaras de jade y obsidiana, las estatuas, los grabados de la serpiente emplumada, la fotografía de la pirámides del Sol y de la Luna fueron el acicate para acercarme a la ciudad sagrada de Teotihuacan situada entre Tulancingo y Pachuca a unos 45 km aproximadamente del DF. Aquella visita me impresionó. Caminar por la Calzada de los muertos y escalar con fatiga la pirámide de la luna quedaron tan grabados en mi mente que no he podido aún superar la impresión y me imagino que no la superaré hasta que no logre plasmar todos esos sentimientos en este relato.


Teotihuacan significa: lugar de dioses, lugar donde se hacen los dioses o lugar en que los hombres se convierten en dioses y fue así nombrada por los nuevos ocupantes, toltecas y aztecas después de que la ciudad quedara abandonada por sus fundadores. No conocía ese significado cuando pisé aquellas piedras por primera vez pero lejos de sentirme como un dios, me sentí auténticamente insignificante y anonadado ante tales dimensiones tanta grandeza y tanto misterio.


Los monumentos cuyas ruinas contemplo hoy, fueron construidos entre los años 150 a 250 de nuestra era y están alineados a lo largo de la mencionada Calzada de los muertos, una ancha avenida de más de 40 metros de ancho y más de dos kilómetros de largo. A un costado de la Avenida podemos ver la Pirámide del Sol y al final de la avenida la de la Luna. A diferencia de las egipcias éstas son pirámides escalonadas, divididas en cuerpos horizontales siendo la última suficientemente amplia para acoger un templo. Estos niveles son, además, elementos simbólicos de los supermundos y su cuadratura expresión de lo armonioso e inmutable. Son también simbólicamente emulación de los cerros y por consiguiente morada del agua y la alternancia de taludes y tableros evocan de algún modo los rituales cantos sagrados.


Aunque la Pirámide de la Luna sólo tiene 42 metros de altura, el desnivel del terreno hace que la plataforma superior se encuentre exactamente al mismo nivel que la pirámide de la luna con sus 64 metros de altura y 255 metros de base. Me asombro al pensar cómo consiguieron nivelar ambas plataformas y me intriga la precisión con la que está orientada la pirámide del sol de manera que permita al sol coincidir en el Cenit del centro de la pirámide los días 20 de mayo y 18 de Junio. Mientras los turistas suben con dificultad las escalinatas centrales, yo quedé absorto contemplando semejante estructura construida de adobe y recubierta de piedra. Si aún hoy, cuando todo adorno ha desaparecido, sigue siendo impresionante, ¡qué no sería cuando estaba recubierta de estuco y pintada con el mismo color carmesí que encontramos en otros lugares del recinto!


Muy pronto, azuzado por el temor de no tener una segunda oportunidad, yo también me dispongo, pese al asma, a subir trabajosamente, peldaño a peldaño, hasta la primera plataforma de la Pirámide Lunar. Los escalones son altos y muy estrechos y me pregunto si esta dificultad no fue voluntariamente asumida por los primitivos constructores, de complexión más baja que la nuestra, como sacrificio y rito purificador en su ascenso para dialogar con los dioses.


El monumento mejor conservado es la pirámide de Quetzalcoatl ( o de la serpiente emplumada) con gran cantidad de máscaras del mitológico animal rodeadas por imágenes referentes al agua. Hacia el final de la Calle de los Muertos, junto a la pirámide de la luna se encuentra el palacio de Quetzalpapalotl (mariposa) cuyas exquisitas tallas en piedra se conservan en óptimo estado.

Hoy, nada o muy poco queda del esplendor de aquella civilización. Mientras permanecemos en esta vasta soledad invadida por las chumberas y los ágaves, no es fácil imaginar una ciudad de más de doscientos mil habitantes, que exportó su artesanía en la talla de la obsidiana y del jade mucho más allá de sus fronteras. La amplitud del terreno, el calor agobiante, me piden un esfuerzo y un recogimiento especial. Nuestras pequeñas victorias individuales, nuestros logros personales adquieren en este lugar su justa proporción.


Me siento sobrecogido por tanto misterio y me invade el sentido de la trascendencia y de la finitud de las civilizaciones y de sus obras. Antes de abandonar el recinto, escojo una pequeña talla en obsidiana de Quezalcioatl, que desde la repisa de una estantería parece observarme mientras escribo este relato y me hace sentir que habiendo pisado la tierra de los dioses, no hay relato posible capaz de librarme de su influjo.

En tiempo de los prodigios


En tiempo de Prodigios
Marta Rivera de la Cruz
Finalista Premio Planeta 2006
Planeta 2006
509 páginas


Había tenido la ocasión de leer algo de esta escritora gallega y la verdad es que a pesar de tratarse de un tocho de más de 500 páginas, me propuse leer esta novela precisamente por ser finalista del Premio Planeta. Como es bien sabido, el Premio suele ir a un escritor ya consagrado, recayendo este año en el escritor Álvaro Pombo.


No es fácil hacer un resumen de la novela. Tampoco me propongo añadir una serie de extractos del libro para complacer la curiosidad. En efecto, se trata, en esta ocasión, de tres historias en una; imbricadas entre sí como esas muñecas rusas que se contienen unas a otras. Hay en primer lugar una historia de contraespionaje narrada por un anciano, que al final de su vida, cuanta a la escritora la historia de su vida, desconocida hasta para sus más íntimos allegados. Por diversas circunstancias, el anciano había entrado cuando era joven en contacto con un americano que le protegió y ayudó. Años más tarde, finalizada la segunda guerra mundial, este mismo personaje le introdujo en una Asociación dedicada a seguir la pista de los mandos de la SS y del partido nazi, que con falsos papeles conseguidos en España a través de militares simpatizantes, huían hacía Sudamérica en busca de una nueva vida bajo una identidad falsa.


La segunda historia tiene que ver con la escritora. Licenciada en Bellas Artes, se gana la vida ilustrando libros infantiles. En el momento del relato y en el torbellino del viejo Madrid, se debate con la pesadilla de la muerte de su madre, y las preguntas por la ruptura con su pareja. En medio de su confusión, recibe la llamada de una amiga del alma residente en Estados Unidos, que le pide el favor de visitar y mantener un ojo sobre su anciano abuelo (el narrador de la primera historia) mientras sus padres se desplazan allí para someter a uno de ellos aquejado de un tumor ,a un más exhaustivo tratamiento.


La tercera narración, quizá la más difusa a lo largo de la novela, es para mí la más interesante ya que se trata de una reflexión en toda regla sobre las relaciones madre-hija, y la fuerza de unos lazos que incluso sin ella saberlo se han ido forjando y le ayudarán a resolver sus problemas vivenciales. Las tres historias están bien narradas, bien entrelazadas y escritas con un lenguaje rápido y armonioso. En resumen un libro que sin ser extraordianrio deja muy buen sabor de boca.

16 de julio de 2007

Rafael: Retrato de Mujer (La Fornarina)


1515 1516
Lienzo 82 x 60,5 cm.
Florencia.
Galleria Palatina del Palazzo Pitti

Vasari habla en su biografía de Rafael de “una mujer suya a la que Rafael amó hasta la muerte” y cuenta que le hizo “un retrato hermosísimo, en el que parecía que estaba viva, que se encuentra hoy en Florencia en casa del noble Mateo Pitti, mercader florentino, amigo de toda persona virtuosa, y sobre todo de los pintores; que la conserva como reliquia por el amor que les tiene al arte, y en particular a Rafael”

La joven retratada está ataviada, muy elegantemente, con un vestido de seda blanca tornasolada muy elaborada y ornada con aderezos de oro; en la cabeza lleva un velo, también blanco, tal vez de lino natural. En torno a la identidad de la persona representada se han avanzado hipótesis que en algunos casos han llegado a constituir verdaderas leyendas.

Partiendo del relato de Vasari, según el cual se trataría de una persona muy amada por el pintor, se ha creído reconocer en ella a la mujer que una tradición literaria desarrollada a lo largo de los siglos ha querido atribuir la identidad de Margherita, conocida como la Fornarina, hipótesis que confirmaría el parecido de la Velada y algunas imágenes femeninas que se repiten en las obras del pintor. Si bien una comparación con el retrato llamado precisamente de la Fornarina no permite resolver la cuestión, es no obstante evidente, como con justicia se ha subrayado, que la figura “serena y solemne” de este retrato no se concilia “con la imagen tradicional, no falta de connotaciones moralizantes, que se da de la Fornarina, la mujer del pueblo cuya belleza había embrujado a Rafael hasta el punto de hacerle renunciar al matrimonio con María, la sobrina del cardenal Bibiana; la mujer sin la cual no lograba terminar los frescos y que era considerada responsable de los excesos amorosos a los cuales los biógrafos atribuyeron su muerte precoz.

Segundo cerebro


¿Cuántas veces no hemos sentido un "nudo en el estómago" , o hemos tenido una "corazonada" o la presencia de una persona que no nos gusta nos ha "revuelto las tripas"?


En las filosofías orientales desde hace miles de años se ha hablado de los siete "chakras" o puntos sensibles del ser humano y que ordenan nuestro pensamiento, nuestra acción y nuestros sentimientos. Pues bien, lo curioso es que hoy se sabe que la inteligencia está distribuida por todo el cuerpo y que hay maneras diferentes de pensar a las que hemos asumido como convencionales y basadas en el cerebro.


El neurólogo Robert K. Cooper, en su excepcional libro El otro 90 por ciento, apunta: "Siempre que tenemos una experiencia, ésa no va directamente al cererbro para poder reflexionar sobre ella, sino que el primer lugar al que va es a las redes neurológicas de la región intestinal y del corazón" Los expertos que investigan sobre ello, especialmente Michael D. Gershon, de la Universidad de Columbia, afirman que en el conducto intestinal hay en torno a cien millones de neuronas, cifra superior a la ue encontramos en la médula espinal. Lo más intersante es que este complejo circuito, aunque está conectado con el cerebro craneal, permite al intestino actuar independientemente, recordar, aprender e influir en nuestras percepciones y conductas.

Toda experiencia de vida crea lo que se ha dado en llamer un "sentimiento intestinal": desde un leve hormigueo hasta un nudo en el estómago. Lo que ocurre es que la amplísima mayoría de la población no hemos sido educados para ponernos en contacto con ese sentimiento, y nuestro umbral de percepciones sólo se activa cuando la llamada de este segundo cerrbro es muy fuerte.


El "tercer cerebro" es el del corazón... Está constituido por más de 40.000 células nerviosas unidas a una compleja red de neurotransmisores. El cerbro del corazón es tan grando como muchas áreas del cerbro craneal. Hoy es ya reconocido por la medicina convencial occidental lo que se sabía hace miles de años por las técnicas de meditación orientales: que el ritmo del corazón (del cerebro del corazón) puede alterar la efectividad del pensamiento cerebral. De alguna manera , el corazón, más que la cabeza, es el principal protagonista de lo que vivimos


Recogido de mis lecturas

Flores para vosotros


Para que no las marchitaseis nunca,
para que no pudieran corromperse,
para que en su entelequia no caduquen,
no las he puesto aquí, sino más dentro.
He cogido las flores sin cogerlas,
para que se conserven en nostalgia,
para que por deseo se emancipen.
Ni siquiera son flores lo que os traigo.
Son la flor de la flor, su maravilla.
Su despacioso reventar
comprimido en un soplo de pujanza.
El hallazgo de todo su perfume
en un solo suspiro de ebriedades.
El concurrir de vuestros ojos limpios
el brete inaugural de primavera.
Que empalaguen el aire con su dulzor espeso.
Traigo néctar de vida,
la miel que nos resarce en la zozobra.
En la flor de esta edad,
os he cortado flores que no existen.
La prímula que crece en parte alguna,
el azahar de nadie, la rosa de los vientos.
La balsámica flor, la flor etérea,
la abstracta flor que aturde nuestras horas:
una línea sin más,
la vertical fragante en nuestro ensueño.
No quiero daros flores que declinen.
Algo que flota en algo os he traído,
nada que huele a nada, en este ramo.
Carlos Marzal (Fuera de Mi 2004 Visor de Poesía )

15 de julio de 2007

15 de Julio 2007


Este fin de semana ha finalizado en Burgos el Festival Internacional de Folklore. Ha sido un auténtico kaleidoscopio de pueblos, trajes, danzas y costumbres. Un abrir las cortinas provincianas y ensanchar nuestra percepción del mundo. Me imagino que para muchas personas mayores ésta es la manera más práctica de ensanchar sus fronteras mentales. Seguirán sin saber dónde está Uzbequistán pero han oídos sus potentes voces sus saltos y sus recamados trajes. Les han visto bailar y se olvidarán del nombre, pero no de la diversidad de pueblos que han pasado por Burgos. Quizá tengan dificultad en colocar en un mapa a Costa Rica, pero no de identificar la cercanía de sus bailes o el revuelo de las faldas de las bailarinas como parte de una cultura universal.

Me congratulo de la iniciativa del Ayuntamiento de Burgos que se inicio humildemente hace mucho tiempo y que año a año va cobrando mayor prestigio y calidad.

14 de julio de 2007

El rostro ¿imagen del alma?

Siempre he pensado que las fotografías son algo más que una imagen. Captan más allá, más profundo que un reflejo de luz sobre un cuerpo opaco. Dicen los exploradores que una de sus mayores dificultades cuando investigan la vida de los indios del Amazonas es fotografiarles. Se niegan a ser fotografiados porque temen que además de su imagen el fotógrafo aprese con la cámara su alma.


Mirando esta fotografía de un viejo lobo de mar vasco, del Atletic por más señas, pienso como los indios, que le hemos robado un pedazo de alma. Esa mirada ausente, perdida en la lejanía, me habla de barcos, de yodo y sal, de azules profundos, y horizontes sin límites de pesca y esfuerzo, de trabajo y tormentas en alta mar. Pero hoy está en tierra. Está quizá jubilado, pero el azul le deslumbra y le hace entrecerrar los ojos. El bramido de la tormenta y la voz de los viejos marinos perdidos en la mar le llaman.... Su silencio me habla de una vida dura, que le ha cincelado la piel golpe a golpe y la ha surcado de arrugas...

También me habla de serenidad. Arribó a puerto, ha cumplido con la faena y se recrea en los recuerdos. No hay amargura en su rostro. Ignora que le han fotografiado, ignora sobre todo que estamos escudriñando su alma y sus sentimientos. Vive a lomos de dos mundos y las olas mecen sus nostalgias. Al verlo así, ensimismado, me pregunto si cada vez que dejamos que otros plasmen nuestra imagen no estamos también cediendo algo de nosotros mismos, y mucho más de lo que pretendíamos.

El velo de la mujer musulmana es sin duda un anacronismo religioso, pero... ¿no obedecerá también a un afán por parte de los maridos de que no se les escape ni una gota de alma?

13 de julio de 2007

La Sainte Chapelle


Paris,
La Sainte Chapelle
La Santa Espina,
Escondida en el patio de un palacio de Justicia,
De la Justicia de los hombres,
Para guardar, dice la leyenda, las relquias de la Cruz de Cristo!
La mandó construir Luis IX de Francia, El San Luis de las Cruzadas...
Y ahí sigue, y lo que antes era palacio real ahora es Palacio de Justicia,
de la Justicia de los hombres, si es que los hombres saben de Justicia.
Y lo que antes era capilla privada ahora es un pequeño joyero...
y la joya que guardaba ha desaparecido, pero ahora la joya es el joyero.
Penetras en el recinto y la azulada luz de las vidrieras te traspasa como las radiaciones de un scanner, o de una resonancia magnética...
Sientes que la luz te penetra por todos los resquicios del cuerpo,
te ves casi esqueleto, desnudo, sin tapujos.
Eres tú, sólo tú, vacío, ante lo sublime.
Es tu pequeñez ante lo inconmensurable
Es tu ridícula importancia ante siglos de arte y de belleza
Eres tú boquiabierto, anonadado...
Eres tú, convertido en Luz.
Si sabes ver con humildad te conviertes también en un rayo de luz,
en parte de la luz
en Luz !

12 de julio de 2007

Beirut


Siempre he tenido reparos para hablar del Líbano y de mis frecuentes viajes a Beirut y quizá sea porque de las cosas íntimas cuesta más hablar. Es como si me fuera a despojar de algo muy personal, de amistades, recuerdos, vivencias, sensaciones que, como los perfumes, pierden parte de su fragancia por el mero hecho de ser destapados.

Por otra parte, del Líbano se habla mucho en los periódicos y la política nunca ha hecho buenas migas con los sentimientos. Eso, y la casi apropiación que de ese país ha hecho una conocida periodista y reportera española, autora de varios libros, hacen que hasta ahora me haya retraído y haya preferido archivar los recuerdos en el corazón.

Llegué a Beirut por primera vez a los pocos meses de terminada la confrontación civil que desangró y destruyó el país entre 1975 y 1980 y dejó su capital convertida en un montón de cascotes y edificios derelictos. Mi primera sensación fue de estupefacción pues tuve la impresión de encontrarme en un país ocupado. Los trámites de aduanas en el aeropuerto se hacían ante las autoridades libanesas y ante las autoridades sirias, pero además, en la carretera, entre el aeropuerto y el hotel volví a someterme alternativamente a controles del ejército libanés y de las fuerzas de ocupación sirias.

Mis amigos querían librarme de cualquier peligro por lo que me hospedaron lejos de la capital en un hotel de veraneo situado en la montaña que rodea Beirut. Oscurecía mientras escalábamos las empinadas rampas pero llegué a vislumbrar en uno de los primeros giros, los últimos rayos de un sol incandescente que se ahogaba tras el horizonte Mediterráneo. El aroma de los pinos y el olor a leña quemada me acompañaron durante el ascenso y compensaron, en parte, la decepción de un hotel lujoso pero absolutamente desierto en esa época del año.

A la mañana siguiente, visité comercios y oficinas en el sector Este de la ciudad mucho menos afectado por los destrozos de la guerra, volví a presentar una y otra vez mi pasaporte ante la diferentes patrullas sirias y libanesas que con sacos terreros y barreras de alambrada cortaban alternativamente las calles. Me sorprendió la actividad febril, el tráfico denso y ensordecedor, el polvo que parecía recubrir la ciudad con un manto grisáceo y la algarabía de comercios, con sus luces y letreros en árabe y en inglés cuyas marcas internacionales tanto afean y uniformizan las ciudades del mundo. A la caída de la tarde, desde los distantes minaretes escuché sobrecogido las llamadas de los almuédanos a la oración.


Era el momento de dar por terminada la jornada pero no sin antes asistir de nuevo en la montaña a una tradicional cena libanesa. En el festín se encontraban personas de diversas etnias y religiones: cristianos maronitas, ortodoxos, judíos, católicos y musulmanes. Les unían un lazo común pues estaba invitado a una reunión cena de Rotarios que recaudaban fondos para un orfelinato. Como en cualquier otra parte de Oriente próximo la influencia de la cocina arábiga y turca es evidente. Llama la atención la abundancia de verdura fresca consumida en crudo, los omnipresentes frutos secos, y los innumerables mezze o platillos de entremeses, de los que por su especificidad mencionaré sólo el taboulé o ensalada finamente picada de lechuga, tomate, perejil y albahaca, el hummus que es un puré de garbanzos y pasta de sésamo y el babaganouj que consiste en pasta de berenjena, pasta de sésamo, limón y ajo. Como particularidad cabe señalar que todos los mezze se consumen sin tenedores ni cuchillos ya que se utiliza para ello el pan libanés, una especie de pan pita que en los restaurantes de cierto prestigio se fabrica en el mismo restaurante a medida de la demanda.

El tercer día, intentando siempre llevarme hacia el norte del país, lejos de sorpresas desagradables visité Trípoli y Biblos, auténtica cuna de civilizaciones ya que en ella se han asentado alternativamente fenicios, griegos, romanos, bizantinos, francos, venecianos, turcos, y finalmente franceses. Puesto que los primeros comerciantes conocidos fueron los fenicios, me encontraba en el lugar más apropiado para alguien que había hecho del comercio internacional su nueva profesión por lo que decidí comprar un souvenir en una tienducha de antigüedades. Se trataba de una pequeña lámpara de barro que presumí sería una burda imitación de alguna lámpara romana. Para mi sorpresa, con ocasión de una demostración práctica con carbono 14, que hicieron en la clase de mi hija pequeña, a ésta le dio por llevar para probar aquella lamparita y resultó ser auténtica y de cerca de 2000 años de antigüedad.

No podía abandonar el país sin visitar la zona destruida por la guerra. Con múltiples precauciones nos adentramos en la zona Oeste de la ciudad, antiguamente centro neurálgico de la capital, sede de los grandes bancos y de los grandes hoteles internacionales y la visita no pudo ser más desoladora. Edificios enteros arrasados, grandes boquetes en los muros del antiguo hotel Holiday Inn, edificios desvencijados, calles cortadas por los cascotes, rodeos y más rodeos para pasar a través de una especie de "no man’s land" de cerca de un kilómetro de anchura que en su día fue la famosa línea verde divisoria entre las zonas en guerra. He vuelto a Beirut año tras año hasta el año 2003 y mi corazón se ha ido llenando de alegría por los progresos que viaje tras viaje iba haciendo la ciudad para recuperar su fisonomía original. El centro histórico resurgía de sus cenizas aunque la reconstrucción a veces se hacía de manera más kitch de lo deseable; los hoteles volvía a abrir sus puertas, y la famosa Corniche de Beirut de más de cuatro kilómetros de longitud fue recuperando su antiguo esplendor. No sin un deje de triunfo, en los últimos años pude por fin hospedarme en el Riviera, uno de los hoteles de renombre de la Corniche, con su piscina al borde del mar y su atraque de yates privado, a pocos pasos del nuevo faro y de la noria gigante del Luna Park.

Tengo en mis retinas la silueta de cientos de ciudades extranjeras pero éstas no serían más que cortinas de humo si detrás de ellas no hubiera nombres, rostros amigos, que me han brindado su hospitalidad y su confianza, que me han abierto sus hogares y su corazón, que han compartido conmigo el pan y la sal. Por eso, desde el pasado año las noticias me sobresaltan cada vez que oigo nombrar Beirut o el Líbano. Llamo a mis amigos y me aseguro que están bien y como quiera que Beirut, con permiso de Maruja Torres es también un poco mi ciudad amante y mi ciudad amada, les pregunto si la violencia estúpida y el odio fratricida han vuelto a desfigurar su bello rostro.

La Tierra Pura


LA TIERRA PURA
Alan Spence
Alfaguara 2007
Título original: The Pure Land
Traducida del inglés por Manu Berástegui
458 páginas


He quedado gratamente impresionado por esta novela que, de manera casi biográfica, narra la odisea de Thomas Blake Glover, el “Samurai Escocés” y uno de los primeros extranjeros en recibir la Mayor Distinción otorgada por el Gobierno Japonés por su colaboración en la modernización del país. Glover nacido en Aberdeen en 1837 llegó a Japón con 21 años, pocos años después de que el Comodoro Perry consiguiera con la fuerza de sus fragatas que la nación Nipona se abriera al comercio con Occidente y que los extranjeros pudieran residir y establecerse allí. Glover se dedicó al comercio del té y de las sedas pero pronto encontró más rentable el tráfico de armas y la importación de barcos por cuenta de los diferentes clanes rivales opuestos al Sogún y ansiosos de restablecer el poder imperial de la dinastía Meiji.


Más destacable aún fue la influencia ejercida por Glover en la modernización de Japón. Convencido como estaba de ese país debía dejar de importar carbón y maquinaria, abrió minas, creó Kirin, la primera cervecera japonesa y participó activamente en la fundación de Mitsu Bishi que se convertiría en el primer astillero del mundo y motivo principal por el que Nagasaki ciudad en la que vivió Glover, fuera destruida por la bomba atómica 60 años más tarde. .


Pienso que esta parte biográfica de Tom Glover es la más lograda. En ella recibimos una clase magistral de Historia de esa parte del mundo en la segunda mitad del siglo XIX. También naturalmente aprendemos algunas palabras japonesas, pero en mi opinión el número es excesivo y a veces casi provocativo. En efecto, en lugar de palabras nos encontramos a veces con frases enteras en japonés sin traducción concreta. No nos debe extrañar sin embargo tanta pericia si leemos en la solapa del libro que el autor está casado con una Japonesa.


Sin embargo, los que, atraídos por las declaraciones en la contraportada del libro, busquen en esta novela la verdadera historia de la Madame Butterfly de la Ópera de Puccini, se verán defraudados. Es cierto que Glover llegó muy joven a Japón y se casó con Tsouro, una joven japonesa que le dio una hija. Es cierto también que el matrimonio acabó adoptando a un hijo que tuvo con otra mujer que había conocido cuando aún frecuentaba las casas de té, pero las similitudes con Madame Butterfly terminan ahí. Alan Spence es consciente del tirón y de las ventajas que un acercamiento al personaje de operístico puede tener y hace numerosos guiños al guión de Madame Butterfly, incluido la presencia de mariposas, pero sus personajes femeninos son banales y con poca profundidad dramática.


La joven Maki, madre del niño adoptado, intenta suicidarse pero es rescatada a tiempo por unos vecinos y acaba refugiándose en un templo lo que da al autor ocasión para ilustrarnos con algunos bellos tankas y haikus y presentarnos algún koan o charada filosófica del estilo “¿Cómo suena el aplauso de una sola mano?” tan queridos de los maestros zen japoneses. No en vano el escritor dirije junto con su mujer el Sri Chinmoy Meditation Centre.


En resumen, un libro interesante que sin duda se convertirá muy pronto en un excelente guión cinematográfico.

11 de julio de 2007

Habla


A qué lengua se traduce la lluvia?
¿Cuántas sílabas forman el perfume
que la rosa destila? ¿Con qué rima
Uncirías las olas de la playa?
¿Serías tú capaz de discernir
los hemistiquios en el beso último
de dos amantes, y ponerle acentos
al silencio sutil de sus pupilas?
¿Qué humana ortografía serviría
para ese ladrido que a lo lejos
se oye en plena noche o para el pulso
que late en todo astro, incluso muerto?
Dime con qué alfabeto se transcribe
el sueño de la vida,
dímelo sin palabras, que son merma,
sin rima, sin acentos, sin medida,
y luego, habla.
Andrés Trapiello (Un sueño en Otro, 2004)

10 de julio de 2007

El orden de las cosas




El poder de las palabras


Con frecuencia, nuestras palabras traicionan nuestros sentimientos y lo que es peor obstaculizan o imposibilitan la realización de nuestros deseos y proyectos.


Generalmente ignoramos o minimizamos el poder que por sí solas tienen las palabras. Dejamos que nuestras palabras contradigan nuestras intenciones, creamos confusión en nuestra mente, o negamos nuestras propias afirmaciones. En esas condiciones no es de extrañar que nuestros deseos no se cumplan, nuestros propósitos queden en letra muerta, que seamos poco eficaces menos convincentes de lo que nos proponemos. Puesto así, parecerá árido y poco comprensible por lo que me apresuro a poner algunos ejemplos ilustrativos de palabras que usamos peligrosamente en nuestro lenguaje de cada día.


Cuidado con la palabra “NO”. El no existe apenas en el lenguaje y no en la experiencia. Para ser comprendida la palabra “NO” trae a la mente lo que está junto a ella. Hay que procurar hablar en positivo, decir lo que queremos en lugar de decir lo que no queremos. En lugar de decir “No cierres la ventana” es preferible decir “Deja la ventana abierta”


La palabra “PERO” niega todo lo que viene antes. No es lo mismo decir “Alicia es una muchacha inteligente pero algo vanidosa” que decir: “Alicia es inteligente y (o aunque) a veces es algo vanidosa”


Me da miedo que alguien use la palabra “INTENTAR” porque automáticamente está admitiendo en su discurso la posibilidad de fallar. Si alguien me dice “voy a intentar estar en tu despacho a las 5 las probabilidades que lo logre son escasas. No lo intentes, ¡hazlo! Es preferible hablar de los problemas o de las descripciones negativas de uno mismo utilizando el verbo en pasado, lo cual libera el presente. “Me costaba levantarme temprano” en lugar de “Me cuesta. Por el contrario los cambios deseados para el futuro es preferible verbalizarlos en presente. En lugar de decir “voy a dejar de fumar” es preferible decir “Estoy dejando de fumar”


Me parece preferible sustituir el “SI” por “CUANDO” . Por ejemplo: en lugar de decir: “Si consigo de dejar de fumar me sentiré mejor” es más efectivo decir: “Cuando deje de fumar, me sentiré mejor”.


La lista se podría alargar y volverse aburrida. Se trata sencillamente de examinar lo que decimos, y pararnos a pensar si nuestras palabras confirman lo que queremos decir o lo contradicen. No es creíble el estar hablando siempre en términos negativos y pretender ser una persona positiva. Me cuesta considerar que una persona es vital y optimista cuando solo habla de catástrofes, accidentes, enfermedades, desgracias, infortunios, tristezas y melancolía.

9 de julio de 2007

Un viaje en tren: Gante a Amsterdam


La estación de Gante está particularmente tranquila. Por el Andén 6 pasará entro de unos minutos un tren directo a la frontera Holandesa. Si me apresuro, es posible que lo alcance. El Jefe de tren se acerca a la escalera mecánica, me pregunta si voy a tomar el tren y espera a verme en el vagón antes de dar la señal de salida. Es un vagón de segunda y aunque lo ocupan pocos viajeros, éstos fuman y las volutas de humo más un rancio olor a tabaco no son precisamente los compañeros de viaje que busco. Pronto encuentro otro vagón de no fumadores y me instalo cómodamente al lado de la ventanilla en una butaca con mesa acoplada.


Son las dos y media de la tarde y aunque no hace sol el día es diáfano y el cielo está despejado. El tren corta el paisaje en una interminable recta orientada Este –Noreste. Los campos de labranza alternan con praderas húmedas y cercadas donde vacas aburridas nos miran con desdén. En alguna finca, los tractores siguen trazando surcos subrayados por una incongruente línea blanca. Al acercarnos se aclara el misterio: las gaviotas ocupan como puntos suspensivos cada nuevo surco que se abre en busca de lombrices y otros insectos


El paisaje bucólico y campestre denota sosiego y armonía. Los pueblos parecen un puzzle colocado por manos de gigante par que todo encaje: las casitas de ladrillo rojo y tejado puntiagudo con sus cortinas blancas y festonadas en cada ventana, el jardín delante de la entrada y el pequeño patio con leñera en la parte trasera, el camino para las bicicletas y hasta ocasionalmente el estanque donde conviven cisnes y patos; Todas las casas se arreciman como pulluelos en torno a la Iglesia de ladrillo y tejado de pizarra, con su alto campanario coronado por un gallo o una cruz según se trata de una iglesia católica o protestante.


El cuadro, escapado de la sala Brughel de cualquier museo se repite y se renueva en su inmutable belleza mientras el tren nos acerca a la frontera. De vez en cuando sin embargo, los cables de alta tensión, como trazos de dedos en una foto, reinsertan el paisaje en la realidad. Alguna fábrica aislada, las luces de una estación, el silbido de la máquina en un paso a nivel me sacan de la ensoñación. Viajo de Gante a Ámsterdam con un propósito y es hora de que empiece a preparar mi entrevista.


Las praderas van cediendo terreno a los bosques despejados e inflamados de esplendor. El frío y acerado verde de los abetos alterna con el ocre, marrón y tostado de los castaños, con el amarillo de los altos chopos y con el blanco crema de los sauces y de los olmos que bordean aquí las acequias que drenan los campos y sirven de barrera para que el ganado no se salga de las fincas. Las cuatro de la tarde. Este tren ha llegado a su destino final. Estamos en Roselaard y esto ya es Holanda. Nadie verificó pasaportes, marcó fronteras, hizo ondear banderas. Unos minutos de espera y un nuevo tren, esta vez holandés nos recoge del otro lado del andén. Se trata de no crear excesivos problemas al viajero con equipaje. Nos anuncian que el tren hará un ligero rodeo ya que la línea Roselaard Rotterdam está ocupada por un tren que transporta material radioactivo lo que motiva el desvío de cualquier otro tren. Breda, Tilburg, Bois le Duc, Utrecht, desfilan ante mis ojos y sus nombres evocan campañas de Flandes y libros de historia. Me gustaría no haber estudiado la Historia con tanta frivolidad y poder ahora asociar las ciudades por las que paso a hechos que marcaron los siglos más gloriosos de nuestra historia.


Cae la tarde, oscurece pronto en el norte, una neblina tenue parece cubrir con su velo un enorme pero inerme sol rojo que silueta los contornos de algún molino de aspas y del ganado que aún pasta en los campos. La paleta cromática se unifica y se oscurece por momentos. El agua en las acequias recoge los últimos rayos de sol y traza líneas de plata en el ensombrecido contorno. Pronto las autopistas que convergen hacia la capital, trazan lazos de luz en la noche. Los campos han dado paso a las fábricas, los almacenes, los talleres, los suburbios. La noche se motea de ventanas iluminadas, de calles con anuncios luminosos, con señales de tráfico, con peatones. Chirrían las ruedas en los raíles, el tren frena y traquetea, ya no se puede seguir escribiendo, pero, ¿es necesario? El viaje ha terminado. Amsterdam nos da la bienvenida. Fin de viaje