19 de julio de 2007

Klimt: El Beso


El beso habría de ser la coronación de la “fase dorada” de Klimt y el emblema de la Secesión. Esta versión se convierte en un símbolo aún más claro de la reconciliación de los sexos y su alianza. El beso de Klimt ha sido comparado, no sin un deje de ironía a la Mona Lisa, pues ambos cuadros ejercen, en la complejidad del significado, una fascinación similar.


Hay quien ve en este cuadro una evolución de la obra de Klimt, en base a que ahora puede pintar una unión donde hasta entonces había tematizado, sobre todo, la lucha de los sexos. Otros por el contrario, opinan que Klimt no ha cambiado su forma de ver el mundo y que también en esta obra describe, de un modo más sutil, la imposibilidad de la satisfacción, consecuencia de las tensiones entre el hombre y la mujer. Estas formas ornamentales cuadradas para el hombre y circulares para la mujer, ¿significan complementación o antagonismo? ¿no parecen guardar una cierta distancia estas dos personas, a pesar del abrazo, como si no existiera relación alguna entre ellas? Esta vez es claramente el hombre quien domina y toma la iniciativa del beso. La mujer parece soportarlo con resignación, pero sus manos se contraen convulsivamente, los dedos de sus pies arañan la roca: ¿placer o ira?


Klimt conoce a fondo la relación ambigua entre las eternamente válidas figuras de Adán y Eva, pues se ha representado a sí mismo como adán y tienen e sus brazos a Emilie Flöge, su amante. En cualquier caso, los mantos envolventes restan fuerza a la directa representación sexual. Con virtuosos acordes de colores, Klimt se acerca a los iluministas del imperio ostroromano. Su preferencia por el decorado suntuoso le permite ver la escena como a través de un calidoscopio.


El oro rodea ala pareja con un aura, y el valioso material presta también al cuadro la apariencia de un impresionante tesoro. Este “ardid” transforma el tema tabú “beso” en una versión que no sólo escapa a la crítica, sino que además conquista el entusiasmo del público y la aceptación de la burguesía puritana. La jugada de Klimt es tan buena, que su contribución al arte europeo moderno es por fin reconocida. Aún antes del cierra de la muestra de arte de 1908, en la que estaba expuesto El beso, el cuadro es comprado por es el Estado Austriaco.

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