Imagína una inmensa llanura, serpenteada por el majestuoso Po que sin prisas va a entregarse al mar cerca de Venecia. La abundante lluvia y la tierra fértil aportada por los aluviones del río a través de los siglos, han hecho de esa tierra un auténtico vergel y la capital agrícola de Italia. No en vano recientemente Parma ha sido declarada capital Europea de la Alimentación.
Es cierto que durante mi visita el cielo estuvo encapotado, triste y gris cubierto de una neblina que no levantaba en todo el día. Los campos, recién sembrados, parecían estar asimilando silenciosamente la semilla que acababan de recibir. Me parecieron ricos pero tristes. Las ciudades sin embargo son bellas. Parece como si hubieran rivalizado entre ellas para ver cuál era capaz de tener más iglesias, más palacios, o torres más altas. Algunas, como Verona, parten con la ventaja añadida de poseer un coliseo romano bastante bien conservado....
Me llama la atención la piedra ocre de los monumentos, el color siena de las paredes y el mármol de las fachadas. Me sorprenden los altísimos y esbeltos campanarios y los baptisterios independientes al lado de las iglesias. El de Pisa, por estar inclinado es el más conocido, pero el de Parma, más achatado pero recubierto de mármol y de estatuas merece especial atención.
Todos los monumentos serían belleza muerta si el buen gusto de los italianos, el amor que sienten por la música y el arte no les hubiera llevado a integrar sus monumentos en la vida cotidiana de la ciudad, transformados en Bibliotecas, Salas de conciertos, teatros de Ópera etc. Ya sabes que en en Verona, en el Coliseo Romano, se celebran ciclos de Ópera donde no puede faltar Aida interpretada por los divos más renombrados del bel canto. Verona, Módena, Parma, son ciudades musicales por excelencia. Verdi nació cerca de Parma en Busetto. Pavarotti es de Módena.... Sólo por participar en los festivales de música de esas ciudades merecería la pena vivir en ellas un tiempo.
Son ciudades ricas. La unión Europea es el destino privilegiado de muchos de los productos agrícolas de la región: pasta, jamón de Parma, queso parmesano, tomates secos, vinos etc. Son también ciudades industriosas con fábricas apaciblemente insertadas en el paisaje a orillas de las numerosas autopistas, uno de los mejores regalos que Musolini dejó al país. Esa riqueza se palpa en la manera de vestir de al gente, pero lógicamente también en el tipo de comercios. Cada marca de perfumes o de moda está representada y ocupa los bajos de antiguos palacetes de mármol.
La mezcla de piedras seculares con materiales modernos crea bellísmos contrastes. Tanto en Parma como en Verona merece la pena detenerse ante la majestuosa calma de sus ríos y de sus puentes medievales. El río en Verona es como un amante que ciñe la cintura de su ciudad en un íntimo abrazo. En Parma, las casas que bordean el río son quizá las que mejor guardan el sabor tranquilo y campesino de la región.
No te he hablado de Verona como símbolo del amor romántico. ¿Para qué?, ¡Nosotros tenemos Teruel! Pero los Italianos han sabido dar realce a su ciudad y la han convertido en destino privilegiado de jóvenes que han peregrinado a Verona para sellar su primer amor. Yo estaba solo en Verona, en una ciudad así, un compañero de trabajo no es compañía.
Me dio por pensar qué hubiéramos hecho en Verona si en su lugar me hubieras acompañado tú. Seguramente hubiéramos paseado mucho, recorrido las calles estrechas entrado en alguna boutique, comprado algún pequeño recuerdo. Nos hubiéramos parado en algún puente para besarnos indiscretamente, sin recato a los muchos años, porque era más importante ver cómo el río se reflejaba en tus ojos. Por la noche entraríamos en una trattoría y buscando una mesa cerca de los ventanales nos hubiésemos divertido haciendo comentarios sobre los transeúntes mientras degustábamos un plato de antipasto, comíamos fettuchini rellenos de funghí y bebíamos el vino de la casa. Más tarde iríamos a algún concierto y quizá me hubiera puesto terriblemente romántico, diciéndote que ya no necesitaba mirar el famoso balcón en el que se encontraban Romeo y Julieta, que yo había colgado todos mis sueños en tus ojos y que me sentía joven porque a pesar de tener algún sueño roto, la mayoría seguían vivos, esperándonos.
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