26 de junio de 2010

Arto Paasilinna: Delicioso suicidio en grupo


DELICIOSO SUICIDIO EN GRUPO
Novela
Arto Paasilinna
Anagrama 2007
Panorama de Narrativas
Título original: Hurmaava joukkoitsctnurha 1990
270 páginas

Aunque había hojeado esta novela en varias ocasiones, el Club de Lectura al que pertenezco me ha forazo por fin a leer esta novela de Paasilinna, simpática y profunda, irónica y sería, sombría y esperanzadora todo a la vez No se trata de gran literatura, pero es que con palabras de Manuel Vicent “La verdad es más profunda cuanto más sencillas las palabras”.

Que las eternas noches invernales de Finlandia, la soledad, el alcoholismo, han hecho que Finlandia tenga una de las mayores tasas de suicidio de Europa es un hecho. Que Paaselinna utilice el humor agrio la ironía, y la sinceridad aplastante para tratar el problema y lo haga de modo que sonriamos al terminar la novela y nos queden muchos puntos de reflexión recurrentes y como flotando en nuestra mente mucho después de terminar la novela es un auténtico logro.

El suicidio es un acto solitario. El fortuito encuentro de dos suicidas en el mismo lugar, al mismo tiempo, frustra su intento. Sin embargo, a partir de ese momento, los dos candidatos al suicidio celebran una asamblea y organizan una especie de excursión con 33 candidatos que buscan poner fin a sus miserias.

A lo largo del periplo que les hará recorrer Escandinavia, Francia, Suiza, Italia, España y recalar finalmente en el Algarve, Paasilinna aprovecha para trazar una crudísima caricatura de la sociedad finlandesa que podría ser igualmente la de cualquier otro país occidental en la que ni el ejército, ni el gobierno, ni la sanidad, ni la administración, la publicidad, los patronos, los trabajadores, la publicidad, o las inmobiliarias quedan indemnes.

Sin embargo, el unirse con un fin común, el compañerismo, compartir los problemas, y sobre todo el alejarse de los problemas y relativizarlos desde la objetividad que da la distancia darán un giro inesperado a su aventura.

Quizá no estamos ante una gran novela, quizá el suicidio esté tratado de una manera excesivamente “Light”. Paasilinna es así. se compadece de nuestros pecados y se ríe de nuestras virtudes. Pero desde luego ha dejado para quien lo quiera explotar un extraordinario guión de película.


Los hombres estaban de acuerdo en que, al menos por ese día, le habían perdido el gusto al suicidio. Sus ansias de morir se habían serenado. Quitarse la vida es algo tan personal, que exige una tranquilidad absoluta.


. El hombre se siente impelido a vivir cuando se entera de que también a los demás les van mal las cosas, de que no es el único pobre diablo que existe en el mundo.


“Para ser un hogar, un piso necesita la presencia de una mujer. Si ésta se marcha o muere, el lugar se convierte en un simple alojamiento, un lugar de paso, un agujero.


Por el contrario, el resto del grupo había empezado a dudar sobre la utilidad de un suicidio colectivo. Más de uno se había dado cuenta de que el mundo era un lugar bastante agradable y que los problemas que en la madre patria les habían parecido insuperables, les parecían ahora realmente nimios vistos desde aquel rincón, el más alejado de Europa. El largo peregrinar con sus compañeros de infortunio les había devuelto las ganas de vivir. La fraternidad había reforzado su autoestima y el hecho de distanciarse de sus pequeños y cerrados mundos les había proporcionado nuevos horizontes. La vida empezaba a mostrar un nuevo rostro: el futuro se anunciaba más luminoso de lo que hubiesen podido imaginar al comienzo de aquel verano.


Los aspirantes a suicida llegaron a la conclusión de que, aunque la muerte era lo más importante en la vida, finalmente no era tan importante.

25 de junio de 2010


"La verdad es más profunda
cuanto más sencillas son las palabras"

Manuel Vicent
(Escritor)


24 de junio de 2010

Noche de San Juan



No sólo en el Mediterráneo, aquí también, a pie de las frías aguas del Cantábrico, en Suances, hemos celebrado la noche de San Juan con hogueras chicas y grandes, con pinchos de chorizo, con fuegos artificiales y con un concierto de "La Unión". Todo el pueblo en la calle viviendo la noche más corta del año.

18 de junio de 2010

La culpa


“El partido se suspendió por culpa de la lluvia” oí decir a un locutor de radio esta mañana. “Yo no tengo la culpa de ser tan impulsivo” me digo a veces a mí mismo. Hoy sin embargo me pregunto ni no estaremos vaciando esta palabra de su sentido profundo a fuerza de emplearla como palabra comodín en nuestro lenguaje de todos los días.

Y no es que yo quiera confinarla en el mundo de la psiquiatría como expresión de un conflicto entre el yo y un muy exigente, autocrítico y castigador super Yo del que habla Freud. Tampoco quiero circunscribirla exclusivamente al dominio jurídico para el que la culpa nada tiene que ver con los sentimientos, ya que, contrapuesta al dolo, la culpa consiste en la omisión de aquellas diligencias que exigen la naturaleza de una obligación o dicho de manera más sencilla, la culpa se produce cuando, sin intención de dañar, se procede sin la diligencia debida y se causa un resultado dañoso y tipificado por la ley penal.

El diccionario dice que la culpa es “un sentimiento de responsabilidad o remordimiento por alguna ofensa, crimen o equivocación ya sea este real o imaginario”, pero tampoco esta definición parece explicarme esa obsesión que tenemos por la culpa.

Una definición sencilla de la culpa podría ser: “una emoción muy dolorosa de arrepentimiento en la que el sujeto considera que es responsable de acciones en las que ha dañado a otros, a sí mismo y/o ha infringido leyes de cualquier clase”.

Herederos a veces de una educación restrictiva, de códigos morales muy rígidos o de convicciones religiosas atormentadas por el pecado, con frecuencia nos sentimos atosigados por la culpa lo cual no sería del todo malo si no fuera porque generalmente el sentimiento de culpa es tanto más atosigante cuanto menos materia, razón o motivo existe para ello.

Desde los tabús totémicos de las civilizaciones primitivas, pasando por los sentimientos de trasgresión y de pecado de las religiones monoteístas, hasta los chantajes emocionales y/o educacionales de épocas más recientes, el sentimiento de culpa ha existido siempre como un método de educación, o coacción, para conseguir el sometimiento del individuo a unas normas ligadas a la conciencia moral es decir a la conciencia colectiva o ética de una cultura o de una época.

Basta echar la vista atrás para descubrir en nuestra educación numerosos ejemplos de este reforzamiento del sentimiento de culpa. Seguramente a todos nos suenan frases del tipo:¿Qué va a decir la gente? ¿No te da vergüenza…? ¡Vaya disgusto se va a llevar mamá!. Y es que en educación, se ha utilizado el sentimiento de culpa para que unos hagan lo que otros pretenden.
Por otro lado, y en parte debido a nuestra educación y a la escala de valores que hemos asumido, la culpa se convierte en el precio que debemos pagar cada vez que transgredimos una norma. En ese sentido, la culpa actúa como castigo, pero debemos administrar ese sentimiento con precaución porque si bien la culpa es en sí misma el castigo por la acción reprochable, es el mismo sujeto quien valora la acción y se convierte así en el juez que proporciona el veredicto. Debido a ello, a veces, el sentimiento de culpa se da de manera más intensa o incluso patológica en personas que se atormentan por daños ya sea de acción u de omisión de los que no son responsables y en los que no han tenido ninguna participación. Se trata muchas veces de personas que influidas por vestigios educacionales, por rigidez en su escala de valores, por inseguridad o falta de madurez se sienten responsables de los males que ocurren a su alrededor como si de ellos dependiera el poder evitarlo.

En el otro extremos existen personas que sistemáticamente inculpan a otros de todo lo negativo que sucede. Ello se debe a que no soportan la carga de su responsabilidad y dirige a los demás la culpa. Es una forma de liberación agresiva que les impide aceptar la autocrítica. Estilos de educación permisivos, falta de valores concretos, actitudes narcisistas, reiteración del “todo vale” o por el contrario una educación excesivamente crítica hacen que el individuo no sea consciente de los límites de su conducta ni de las consecuencias de sus errores.

La palabra culpa parece tener mala prensa sólo cuando se aplica a nuestros fallos por acción o por omisión. Preferimos hablar de nuestra responsabilidad. Sin embargo, sentirse culpable cuando hay un motivo real para ello no es malo. Ese sentimiento nos ayudará a disculparnos y a resarcir o reparar el posible daño causado cuando esto es posible, pero la culpa no es un fin en sí misma. La culpa, como el miedo, son sentimientos que es bueno tener, porque nos ayudan en el camino, pero no podemos instalarnos en ellos porque nos pueden paralizar, son buenas estaciones de paso pero pésimas estaciones de destino.

17 de junio de 2010

Joaquín Leguina: La luz crepuscular


LA LUZ CREPUSCULAR
Biografía novelada
Joaquín Leguina
Alfaguara 2010
540 páginas

Siempre he sentido debilidad por este político que no renuncia a ser escritor. Su última obra, "La luz crepuscular", a pesar de sus 540 páginas, se deja leer con interés y las últimas páginas casi con avidez.

Una novela histórica describe perfectamente documentada y basada en hechos reales, acontecimientos y personajes del pasado a los que se les añade y contrapone personajes de ficción que hacen más amena o trepidante la narracion. Una biografía novelada describe a un personaje real del pasado cuyos avatares esenciales y conocidos se describen con minuciosidad pero al que se le prestan otras acciones y palabras de relleno inventadas por el novelista. Joaquín Leguina utiliza aquí una tercera categoría, la de la autobiografía novelada, lo cual no deja de ser un auténtico “tour de force” para decir sin haber dicho o para insinuar sin que podamos tomar nada al pie de la letra.

Con un inteligente cambio de la primera persona a la voz de un narrador omnisciente, Leguina describe en nueve grandes apartados los avatares de su vida: niñez en Cantabria, estudios en Bilbao y en París, primer empleo en Madrid, estancia en Chile durante la caída de Allende, Trabajo en el INE, vida política, presidencia de la Comunidad de Madrid, y desencanto final. Entreteje su autobiografía con supuestas o reales aventuras amorosas, pero sobre todo con reflexiones, esas sí muy certeras, sobre el nuevo socialismo de ZP y sus cachorros y su necesidad de “matar al padre” para afirmarse y montarse al carro del poder.

He disfrutado en particular los últimos capítulos porque en ellos aparece una auténtica crónica de la transición con las negociaciones, acuerdos y zancadillas tras las bambalinas y a modo de resumen nos deja una especie de testamento político que cualquiera que sean mis ideas sobre la “res publica” no dejo de suscribir:

"Si quiero expresar mis creencias actuales deberé partir de un viejo principio: el Estado es el único fundamento seguro para la convivencia. Por eso estoy en contra de todo aquello que lo debilite, desde el invento de la “España plural” mediante el cual se pretende demediarlo, hasta el ultraliberalismo que predica su encogimiento permanente.

Pero el realismo que defiendo no me conduce a decir que las cosas, por ser como son, hay que dejarlas como están. No. No tengo una visión tan roma de las posibilidades que se abren ante nosotros cada mañana. Por eso creo que existen formas – distintas de las ya trilladas – para tejer la realidad con las ideas, apostando – eso sí – por la mesura. A esas alturas, ¿por qué otra cosas e puede apostar?

¿Y cuál es tu decálogo?, se me puede preguntar, y se me pondrá en un aprieto, más intentaré contestar a tan incómoda cuestión sin caer en tópicos manidos.

I. Podemos empezar con un mandamiento escrito hace muchos años ya por Albert Camus: “para ser hombre hay que negarse a ser Dios”. Por eso los líderes políticos debieran llevar con ellos en el coche o tener en su despacho un Pepito Grillo que- como a los triunfantes mílites romanos – les recuerde que son mortales, señalándoles, además, con el dedo cuando se comporten como necios.

II. El segundo mandamiento viene de la mano de Adorno: “Piensa y actúa de tal modo que Auschwitz no se pueda repetir”. Se trata, pues, de evitar a cualquier precio el mal mayor.

III. El tercero asegura que “la bondad no basta” y no basa porque no siempre el bien se deriva del bien. en otras palabras, la política exige, a menudo, pactos con gentes nada angelicales. Es más, con frecuencia se trata de elegir no lo mejor, sino lo menos malo.

IV. Hay que tomar postura, incluso cuando no estamos totalmente seguros de nada, porque la duda es compatible con la acción, sabiendo que cada decisión nos enfrenta a una pérdida, porque cada decisión nos exige dejar de lado las alternativas no escogidas, incluso al decidir podemos herir algún valor querido, porque, a veces, habrá que apoyar – por ejemplo – alguna guerra para evitar males mayores.

V. Es preciso mancharse las manos, lo contrario es apostar por la inacción. No hay alternativas impecables, pero hay que saber marcar la raya roja que no debemos sobrepasar, y no se trata de escuchar a Dios, a la razón ilustrada, a la moral universal o al derecho natural. Se trata de un esfuerzo reflexivo y cívico en el cual cada uno está solo y sin excusas.

VI. No conviene luchar contra males abstractos, porque no existen esos males, existen daños concretos y para combatirlos es preciso tener la mirada puesta sobre los seres humanos, tan cercanos, tan reales y tan adoloridos. Estar con los de abajo es mi apuesta, pues aunque hayamos aprendido que ni los ”condenados de la tierra” ni la “famélica legión” nos van a conducir a ningún paraíso, todos tenemos derecho a una vida decente. Al fin y al cabo, la finalidad de la buena política no ha de ser otra que la disminución – real y concreta – de la crueldad, de la injusticia y del dolor.

VII. Ocuparse del mundo, saber que la política no puede hacerse desde un campanario, que existen “otras voces y otros ámbitos” y, aunque nadie lo haya comprobado, el movimiento de las alas de una mariposa en Australia puede provocar un huracán en Montevideo.

VIII. Huir, como de la peste, de las consignas y de las manipulaciones y aplacar cuanto se pueda el sectarismo en sus cada vez más numerosas y variadas expresiones.

IX. Mirar y oír al adversario con la atención debida, porque nadie tiene en exclusiva ni la verdad ni el error… Además, negarse a escuchar equivale a perder una ocasión de aprender. Hay que tener muy presente que por necesarios que sean los cambios que nosotros proponemos, a la hora de la verdad ésos siempre producirán algún efecto perverso.

X. Luchar por las convicciones, incluso si hay que pagar por ello un alto precio. Conviene recordar que – hace ya muchos siglos – un hombre murió por sus ideas, aunque confesaba sin rubor: “Sólo sé que no sé nada”… y desde entonces otros muchos de igual estirpe y coraje han sufrido persecución por actuar en consonancia con sus credos. "

11 de junio de 2010

El original y la copia



Ha terminado el curso de pintura. No he aprendido a pintar pero he cogido aficción a los matices, a los colores, a las sombras, y a las mezclas. Un cuadro nunca está terminado y es difícil establecer el justo equilibrio entre capacidades, eficacia, y finalización. En Otubre retomaré el curso con neuvos ímpetus y ojalá con nuevos retos.

10 de junio de 2010

J'entends siffler le train

Cuántos silbidos de tren, cuántos adioses a pie del andén, cuánta nostalgia y cuantos recuerdos pueden volver a evocar unas estrofas en la voz de Richard Anthony, uno de mis cantantes contemporáneos y favoritos. He vuelto a escuchar esta canción con deleite y sosiego y la traigo aquí como testimonio.

8 de junio de 2010

Hace mucho que te quiero

HACE MUCHO QUE TE QUIERO
Il y a longtems que je t’aime
Francia, 2008
Dirigida por Philippe Claudel
Duración 115 minutos

En mi opinión, una de las características del cine francés es su apego a las palabras. Los personajes parecen estar siempre escuchándose a sí mismos mientras nos ilustran con sus opiniones sobre arte, sobre literatura o sobre la marcha del universo.

Éste, desde luego no es el caso de la película que aquí comento. Todo lo contrario, y por eso me ha llamado mucho la atención. Parece que su Director, Philippe Claudel, conocido novelista francés, ha dejado las palabras para sus novelas y ha construido una película a base de miradas, de gestos esquivos y de silencios.

Parte de su éxito se debe a la elección de la protagonista encargada de vivir y de contarnos esa historia sin palabras y Kristin Scott Thomas, ya conocido por su papel estelar en “El paciente Inglés” borda el personaje.

Kristin interpreta a una mujer, que tras pasar 15 años en la cárcel, es acogida en casa de su hermana pequeña, que le resulta casi una desconocida porque durante los años de reclusión su entorno familiar y de amistades había construido un profundo foso de silencio y aislamiento a su alrededor.

Juliette, nuestra protagonista, sale de prisión pero sigue encerrada en su mundo, apática, ruda, desprovista de emociones, insensible a cuanto la rodea, incluidos los pequeños gestos de acercamiento de la hermana y de su familia. Era necesario, que una actriz de la talla de Scott Thomas, renunciando a su belleza natural, pudiera interpretar sin maquillajes, pero con punzante veracidad a su personaje, con las únicas armas de sus miradas, sus prolongados silencios, sus evasiones.

Poco a poco, al contacto con una familia unida, construida sobre sólidos cimientos y muchos esfuerzos, Juliette comienza a evolucionar. Empieza descubriendo a otros personajes encerrados en sus propios silencios: el abuelo que tras un accidente ha dejado de hablar, el policía que abandonado por su esposa vive encerrado en el sueño de viajar a las fuentes del Orinoco, el profesor de literatura que vive en un mundo imágenes literarias…

Vamos viendo cómo la mirada de nuestro personaje se ilumina, nuestra simpatía por ella aumenta, crece la curiosidad por saber el por qué, pero Philippe Claudel maneja bien el suspense, alarga quizá innecesariamente algunas escenas o incluye otras totalmente superfluas o inverosímiles, como la cena campestre en la que Juliette no deja de ser presionada para que hable de su pasado. Tampoco puede dejar de ser totalmente francés y literato y a través de Lea, hermana de Juliette y profesora de literatura en la Universidad, nos trae a colación el recuerdo de Racine y de Dostoievski.

Estas reflexiones literarias acrecientan nuestra curiosidad. Queremos saber qué hizo Juliette y por qué lo hizo. La tensión emocional aumenta. La película adquiere un tono de mayor amplitud: se trata del amor maternal y de la familia, de la culpa y del arrepentimiento, del drama existencial, de personajes encerrados entre rejas, o en el marco de un cuadro, o en una mente enferma de Alzheimer.

La historia, acompañada por las guitarras de Jean Louis Aubert, con la música pegadiza de una canción tradicional francesa “Il y a longtemps que je t’aime”, sembrada de primeros planos muy bien orquestados, y encuadrada por las gotas de lluvia sobre el parabrisas del coche al inicio de la película y por las gotas de lluvia en la ventana de una habitación durante la confesión final, dan testimonio de un cine elegante, sobrio y muy respetable. Cine de autor (francés) de digno trazo humanista. Cine además del primerizo Philippe Claudel que, sin lugar a dudas nos ofrecerá en un futuro obras tan contundentes y mejor realizadas.

5 de junio de 2010

Tamara Lempicka: Tamara en Bugatti verde


1925 Autorretrato o Tamara en Bugatti Verde
Colección privada

Tamara de Lempicka, la bella polaca, la estrella de la época de entreguerras simbolizó su época como pocos. Perteneció a la élite de su tiempo, a aquella élite que solía frecuentar el Ritz en París y el Gran Hotel en Monte Carlo, y que hoy llamaríamos jet-set.

Todavía en 1978 la caracterizaba el New York Times como “diosa de ojos de acero de la era del automóvil”. Ciertamente, su cuadro más famoso, el autorretrato con el título Autorretrato o Tamara en Bugatti verde, delata un poco el tipo de relación que Tamara mantenía con la mecánica, fuera ésta de acero d de carne.

Exactamente en esas condiciones tuvo lugar su primer encuentro con la directora de la revista de moda alemana Die Dame, que solicitó su asentimiento para publicar el Autorretrato en la portada de la revista. Resultado: el cuadro adquirió fama inmediata y fue celebrado como imagen de la mujer moderna. Con el tiempo llegaría a convertirse en el retrato perfecto de la época. En adelante se equipararía la representación de la artista con la de la mecánica. El “Teatro Hollywood” utilizó el cuadro incluso como póster para la obra “Tamara: A living Movie”.

En Das Magazín, Lempicka fue comparada con una hermosa Brunilda: ella y su auto encarnaban el doble aspecto de la mujer superior, pero a un tiempo voluptuosa. Auto-Journal en 1974, celebraba el autorretrato como fiel retrato de la mujer independiente, de la mujer que sabe afirmarse. “Lleva guantes y un casco. Es inaccesible: una belleza fría e irritante tras la que se adivina a un ser formidable ¡esta mujer es libre!”.

1 de junio de 2010

Hospitalero voluntario


Albergue del Monasterio benedictino de Samos. Los peregrinos que desatendiendo el más popular recorrido de San Xil, y pese a la lluvia persistente, que no nos abandona desde hace varios días, alargan su caminar y se dirigen hacia Samos, saben perfectamente por qué y para qué vienen aquí. El pueblo es pequeño y carece de cualquier otro aliciente salvo el Monasterio. Pero ellos lo saben y saben que quieren precisamente estar aquí para asistir y compartir con los monjes el canto de las Vísperas y la celebración de la Misa. Algunos, se hospedan en albergues más cómodos con calefacción, lavadora y cocina. Otros prefieren los hoteles y pensiones del lugar, pero casi todos, a la caída de la tarde asisten a los Oficios.

Unos días antes había completado el cursillo de Hospitalero Voluntario en Logroño. A su término, me preguntaron si estaría disponible para acudir como hospitalero a Samos del 1 al 15 de mayo. No podían prometerme ayuda, pero intentarían enviar un segundo hospitalero si encontraban uno disponible. Acepté en el acto y lo primero que me impresionó al llegar a este frondoso valle, fue precisamente su monasterio. Todo el pueblo gira en torno a él pero ni el monasterio ni los monjes dan la espalda al pueblo. Dependen uno del otro y en consecuencia se crea una pacífica y beneficiosa coexistencia.

El albergue es austero. En un ala del monasterio, en lo que antaño fuera un almacén abovedado, se han instalado 64 camas dispuestas en literas. Los colchones no tienen sábanas ni almohadas pero cambiamos las fundas regularmente. No hay calefacción aunque disponemos de mantas para cuando el saco de dormir no es suficiente. Tiene duchas de agua caliente y aunque no hay lavadora, se puede lavar la ropa y secarla en un tendal en frente del albergue. Desde hace un par de años, unos hospitaleros han decorado las paredes del albergue con el calendario y otros motivos tomados del Panteón de Reyes de San Isidoro de León.

El trabajo de hospitalero no deja de ser sencillo y repetitivo: Vaciar papeleras, alisar colchonetas, cambiar fundas, barrer y fregar los suelos, limpiar a fondo las duchas y los servicios, pero también es un reto: acoger a los peregrinos con una sonrisa, ser breve en las explicaciones y escuchar, escuchar y seguir escuchando a pesar de la tentación de constituirnos en expertos del camino o de contar nuestra batallita, lo que nos sucedió cuando…. la anécdota que nos pasó en….

Cuando se logra esa predisposición y se abre uno a los demás puede ocurrir de todo: que te encuentres con un grupo danés que viene rodando un reportaje sobre el camino y quiere filmar cada detalle de la inscripción, del albergue y del monasterio; que un muchacho al poner el pie en el albergue caiga inconsciente bajo el peso de su mochila; o que una señora bajo una fuerte crisis emocional rompa a llorar frente a ti y no encuentres otra alternativa que estrechar sus manos, abrazarla y dejar que se desahogue.

Puedes encontrar al peregrino sibarita que a cambio de su escaso donativo se cree con derecho a una habitación de hotel de tres estrellas, al turista de poco pelo, al vagabundo itinerante que ha hecho del Camino y de los albergues su domicilio esporádico, al recordman de las etapas, al esteta, fotógrafo o pintor para quien lo que cuenta es el paisaje, o al tan profundamente religioso que no contento con llevar su propia credencial, se hace sellar una credencial a nombre de cada uno de los Santos que le acompañan.

Ser hospitalero es fácil, ningún caso problemático dura más de un día, y cuando persisten se recurre a San Cucufato. Nuestro compañero hospitalero, cuando lo tenemos, es un valor añadido. Al contrario que los peregrinos, él no se va a la mañana siguiente. Sigue a tu lado día tras día tal como es. con sus virtudes, pero también con sus costumbres, su manera de hacer, sus propias opiniones. No es más que tú, pero tampoco menos y por consiguiente el éxito de nuestra labor depende en gran medida del buen equilibrio en nuestra convivencia.

Ser hospitalero es voluntario. Como no cesaron de insistir en el cursillo, lo hacemos porque “nos da la gana”. Nadie nos obliga, pero tampoco nadie tiene por qué agradecérnoslo, pagárnoslo, o admirárnoslo. Somos un diminuto eslabón en una cadena ininterrumpida de hospitaleros que desde hace siglos han puesto su granito de arena para hacer del Camino una experiencia a la vez personal, interior y profunda. En ocasiones, esta experiencia reviste además connotaciones religiosas, éticas o filosóficas. Para nosotros, lo que cuenta es que los peregrinos llegan fatigados, doloridos a veces incluso heridos, y casi siempre profundamente emocionados. Nada de lo que nos dicen tiene consecuencias más allá del momento y del ambiente emocional que los rodea. Por eso, cada mañana, les veo alejarse con la nostalgia de mis propios caminos. Pero no hay tiempo para la tristeza. Dentro de unas horas llegará otro grupo con sus mochilas, sus fatigas y sus ilusiones. El albergue, rico o pobre, cómodo o incómodo tiene que estar como recién estrenado y los hospitaleros tenemos que estrenar también nuestra sonrisa del primer día.

Sin a penas enterarme, se agotan los días en Samos. Es hora de irse, la lluvia ha desaparecido y luce un sol primaveral, da pena ahora que hace bueno, pero otros hospitaleros han tomado el relevo. El recuerdo del monasterio, de sus monjes y novicios y en particular el recuerdo del entregado y servicial P. Domingo que con sus más de ochenta años sigue cuidando de nosotros, el recuerdo de mi compañero José y de la sonriente, eficaz y dulce Mar, responsable de la Oficina de Turismo anexa, me acompañarán junto con una gavilla de recuerdos y momentos felices que colman con creces unos días devolviendo al Camino lo que el Camino me ha dado.