16 de septiembre de 2007

Carta abierta a un hijo de 24 años





Querido hijo,
Cumples mañana los veinticuatro años, y lo normal es que te escriba una postal deseándote todo lo que un padre puede desear para un hijo: salud, suerte, felicidad, buenos amigos, un buen trabajo ....


Pero esta vez, por eso de la distancia, de la vena un poco filosófica que me ronda, de la proximidad de tus exámenes y de todas las conversaciones que tantas veces ambos hubiésemos querido tener y no hemos tenido, esta vez digo, voy a hacerte partícipe de algunas de mis reflexiones sobre la dicotomía que existe en nuestra naturaleza y las fuerzas contradictorias que anidan en nuestra mente.

Desde el primer momento de la aparición del hombre sobre la tierra, surgieron las tensiones entre el hombre nómada y pastoril y el hombre sedentario y agrícola . Como no podía ser menos, hemos heredado de esos primeros antepasados la doble tendencia: nos gusta la aventura, y nos gusta la tradición y la estabilidad, queremos la modernidad, lo desconocido, lo siempre nuevo, pero queremos también la seguridad, los valores inmutables. Nos gusta salir a descubrir el mundo, pero al mismo tiempo anhelamos un puerto al que llegar.

No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero creo que todos participamos en alguna medida de esas dos tendencias. Somos a la vez interrogación y respuesta, atacantes y defensores, Ying y Yang . Esta dualidad vital que nos persigue en muchos otros aspectos de nuestra vida: mente y espíritu, actividad y descanso, realidad y deseo, sueño y vigilia, coraje y cautela, imaginación y sentido común, no puede ser mera casualidad. Y es que cuando analizamos nuestros actos y nuestros anhelos, nuestros logros y nuestros fracasos, nos damos cuenta que la diferencia está en los excesos, en cualquier sentido.

Un culto excesivo a la aventura, lo alocentríco, la acción, nos vacía por dentro, y aunque nuestra actividad y nuestra vida brillen y tengan “glamour”, nos sentimos faltos de contenido, huecos, expuestos a cualquier temporal, víctimas de las crisis, de los reveses y de los imprevistos.

Por el contrario, nuestra abusiva concentración en lo tangible, lo sólido y concreto, el tener, la introspección, el realismo la vida interior y lo tangible, corta las alas a nuestros sueños, coarta nuestras posibilidades y aborta la concreción de nuestras legítimas ambiciones.

Como tantas veces, la medida justa, el equilibrio predicado por los Griegos, la serenidad, parecen ser la receta para nuestros excesos, del signo que sean y la tolerancia el mejor remedio para los de los demás.

Cada vez me siento menos capacitado para predicar o dar consejos. Mi vida no es ejemplar por lo que difícilmente podría yo erigirme en modelo de nada. Sólo unos años más de experiencia me permiten la impunidad de esta reflexión que quizá en algún momento te ayuden a explicar por qué tú mismo o las personas con las que tratas te parecen tan contradictorias.
Feliz cumpleaños

2 comentarios:

Paquita dijo...

Es uno de los mejores regalos que un padre puede hacer,imagino que asi se lo tomaria él.
La verdad es que tienes una sensibilidad especial.
Un abrazo

Malena dijo...

Preciosa carta y sumamente sabia la que le has escrito a tu hijo. Pienso que es el mejor regalo que le has podido hacer.Mi felicitación también para él. Un beso, fede y otro para tu hijo.