30 de diciembre de 2010
Letanía de agradecimientos
Ahora que termina este año que ha supuesto un punto de ruptura en mi vida, echo la vista atrás no para hacer balance, sino para recordar y sentirme agradecido por tantos hitos, viajes, personas, ocasiones o sencillos momentos que me han permitido encontrarme conmigo mismo, con los demás y con mi entorno.
Agradezco esos dos tramos del Camino de Santiago de León a Santiago en Marzo y de Roncesvalles a Logroño en Septiembre y sobre todas las personas que conocí, con las que hablé, que me animaron, a las que animé.
Agradezco el Cursillo de Hospitalero en Logroño en el mes de abril y las dos ocasiones en que pude ejercer como tal en Samos y en Salamanca. Las personas con las que hablé, lo que vi y sentí, me han hecho ahondar en mi sentido del Camino y el deseo de seguir aprendiendo y mejorando en ese noble y centenario servicio.
Agradezco los numerosos viajes de este año: Florencia y Pisa, Alicante y Altea, Córdoba y Granada, y la hermosa Cordillera Cantábrica en la destaco en particular el descubrimiento del valle de Cabuérniga, Fuente Dé y la travesía del Cares.
Agradezco las cortísimas horas que tres veces a la semana he dedicado a iniciarme en la pintura. El cariño del profesor, el compañerismo de los alumnos, y el alegre rebullir de los más jóvenes han sido un constante estímulo a para abordar este reto y desafiar el envejecimiento de las neuronas.
Agradezco también las recientes sesiones de gimnasia en el Centro de Mayores y el empeño con que mis compañeros se esfuerzan y me dan ejemplo. Quizá algún día logre recoger una moneda del suelo sin doblar las rodillas.
Agradezco a las Bibliotecas de Suances y de Torrelavega y a sus amables e inspirados bibliotecarios toda la ayuda brindada a lo largo del año y recuerdo en particular a mis compañeros del club de lectura a quien tantas veces he sacrificado a cambio de otros destinos.
Agradezco sobre todo la ayuda de todas las personas que me han escrito, y me siguen escribiendo: a los que me envían recetas de cocina o me dan consejos de planchado, a los que me envían p.p.s. y a los que están ahí para cuando los necesite, a los que llamo por teléfono y a los que me llaman, los que caminan conmigo y los que me empujan a hacerlo. A todos y para todos, de corazón, ¡Gracias!
MUA Museo de la Universidad de Alicante
La ciudad de Alicante tiene uno de los campus universitarios más impresionantes de España. Instalado en los terrenos de un antiguo aeródromo militar ha podido instalar las diversas facultades en un entorno verde, diseminadas entre parques, jardines, estanques y lugares de aparcamiento a los que se accede por una única carretera circular que rodea la totalidad del complejo.
En el propio recinto universitario hay también un impresionante edificio que asemeja a un gigantesco e inaccesible cajón de madera a medias sumergido en un cristalino lago artificial. Es sólo una ilusión óptica. El pretendido lago es sencillamente una fina capa de agua sobre los tejados de los talleres y salas didácticas que rodean el edificio central del museo y esconden de la vista el patio que rodea al edificio central del Museo. Inaugurado en 1999, es obra del arquitecto Alfredo Payá y se dedica principalmente al arte contemporáneo y a la investigación de las tendencias artísticas actuales.
Si el continente es por sí mismo impactante, en esta ocasión lo ha sido aún más gracias a la exposición que bajo el título “Històries (de la nostra História)” el Museo dedica al pintor alicantino Antoni Miró (Alcoi, 1946). Sus esculturas en hierro interpretando cuadros tan conocidos como El Guernica de Picaso o El maestro de escuela de Magritte rodean el frontal del estanque y realzan aún más la maciza silueta del museo.
No me siento capacitado para hacer un análisis crítico sobre este artista pero si puedo indicar que partiendo de elementos del pop-art y del lenguaje del realismo social, gran parte de su obra es obra de denuncia: series como “América negra”, “El Dólar” , o “Esclavo y esclavizador” son buena prueba de ello, como lo son también los cuadros dedicados a denunciar la devastación del litoral.
También podemos contemplar obras más recientes en torno a la guerra de Irak y una extensa serie en torno al arte y a los museos en el que destacaría muy particularmente la recurrente obra “La Gioconda en la Habana”.
Nunca había oído hablar de este pintor, cuyo nombre quizá me quedó eclipsado por el insigne Joan Miró, pero he quedado sorprendido, impactado y con enormes deseos de saber más sobre su obra y su pintura.
25 de diciembre de 2010
Pajaros de Papel
Pájaros de papel
España 2010
Dirección: Emilio Aragón
Duración: 122 minutos
España 2010
Dirección: Emilio Aragón
Duración: 122 minutos
Hay películas que nos impactan hasta el punto de seguir en nuestra mente semana o incluso meses después de haberlas visto por primera vez. Esto es lo que me ha ocurrido con “Pájaros de papel”, Una película dirigida por Emilio Aragón que parte de la idea de rendir un homenaje al vodevil en general y en particular a todos los artistas, entre los que se encuentran sus propios antepasados, que a pesar del hambre y las penalidades mantuvieron la antorcha de la profesión encendida durante la guerra civil y primeros años de la dictadura.
Con un guión excepcional a cargo del Argentino Fernando Castets (El hijo de la novia, Luna de Avellaneda), la historia entrecruza el día a día de los artistas ensayando sus piezas, asegurándose la comida del día a día y compartiendo amistad, ayuda y humor, con diferentes momentos de la Guerra Civil y en particular con una conspiración en la que se ven involuntariamente involucrados.
La temática no deja de recordarnos “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez, pero creo que en esta ocasión lo que centra particularmente nuestra atención en la magistral interpretación ofrecida por Imanol Arias y Lluis Homar. Ambos dan a la cinta un fuerte carga emocional que es precisamente lo que la saca de lo meramente anecdótico. Lluis Homar borda el papel de homosexual discreto y sentimental mientras que Imanol Arias, representan al artista golpeado por la vida y el infortunio y cuyo adusto semblante y complicada vida interior esconden una profunda ternura que pugna por resurgir. Carme Machi, con su acertada interpretación de la “vedette de varietés” aporta la sonrisa y a veces la carcajada a una película que sin ella se hubiera inclinado peligrosamente hacia la excesiva melancolía.
En resumen una película bien dirigida, realizada con un gusto exquisito en la que se dosifican sabiamente los ingredientes del humor y el patetismo de unos años difíciles con un sentido homenaje a una profesión y todo ello en el siempre comprometido contexto de la Guerra Civil y del franquismo.
Hospitalero en el Camino de la Plata
Un astronauta en la Catedral
El visitante a la Catedral de Salamanca se ve sorprendido por la curiosa anécdota del astronauta que podemos apreciar en uno de los laterales de la Portada Norte o Puerta de Ramos, pero no siempre dan las explicaciones pertinentes sobre esta curiosa presencia.
Evidentemente no se trata de una visión profética de los constructores de la catedral ni de una broma de mal gusto de unos estudiantes en una noche de borrachera.
Su presencia y la de otros elementos añadidos obedece al estricto cumplimiento de la Ley del Patrimonio Artístico Nacional que en su artículo 30 dice textualmente: “la conservación, consolidación y rehabilitación y evitarán los intentos de reconstrucción, salvo cuando se utilicen partes originales de los mismos y pueda probarse su autenticidad. Si se añadiesen materiales o partes indispensables para su estabilidad o mantenimiento las adiciones deberán ser reconocibles y evitar las confusiones miméticas”.
Justamente, en 1993, al proceder a la restauración de dicha portada muy seriamente dañada por los estragos del tiempo, los artistas Juan Iglesias y Miguel Romero encargados de la restauración, en estricto cumplimiento de la ley y para evitar confusión con las partes originales de la fachada añadieron a la parte restaurada elementos identificativos que diferenciaran a las claras los elementos añadidos de las partes originales.
La restauración se llevó a cabo con ocasión de la exposición en Salamanca de “Las Edades del Hombre” cuyo lema ese año fue “El contrapunto y su morada”. Como contrapunto y símbolo de modernidad, los canteros restauradores incrustaron precisamente el astronauta pero también un lince, un toro, un dragón con tres bolas de helado, en referencia a los estudiantes, y los tres elementos de Salamanca: agua, cielo y tierra representados por un cangrejo, una cigüeña y una liebre.
El visitante a la Catedral de Salamanca se ve sorprendido por la curiosa anécdota del astronauta que podemos apreciar en uno de los laterales de la Portada Norte o Puerta de Ramos, pero no siempre dan las explicaciones pertinentes sobre esta curiosa presencia.
Evidentemente no se trata de una visión profética de los constructores de la catedral ni de una broma de mal gusto de unos estudiantes en una noche de borrachera.
Su presencia y la de otros elementos añadidos obedece al estricto cumplimiento de la Ley del Patrimonio Artístico Nacional que en su artículo 30 dice textualmente: “la conservación, consolidación y rehabilitación y evitarán los intentos de reconstrucción, salvo cuando se utilicen partes originales de los mismos y pueda probarse su autenticidad. Si se añadiesen materiales o partes indispensables para su estabilidad o mantenimiento las adiciones deberán ser reconocibles y evitar las confusiones miméticas”.
Justamente, en 1993, al proceder a la restauración de dicha portada muy seriamente dañada por los estragos del tiempo, los artistas Juan Iglesias y Miguel Romero encargados de la restauración, en estricto cumplimiento de la ley y para evitar confusión con las partes originales de la fachada añadieron a la parte restaurada elementos identificativos que diferenciaran a las claras los elementos añadidos de las partes originales.
La restauración se llevó a cabo con ocasión de la exposición en Salamanca de “Las Edades del Hombre” cuyo lema ese año fue “El contrapunto y su morada”. Como contrapunto y símbolo de modernidad, los canteros restauradores incrustaron precisamente el astronauta pero también un lince, un toro, un dragón con tres bolas de helado, en referencia a los estudiantes, y los tres elementos de Salamanca: agua, cielo y tierra representados por un cangrejo, una cigüeña y una liebre.
15 de diciembre de 2010
Hospitalero en el Camino de la Plata
Convento de San Esteban
Probablemente una de las visitas que más me impresionó en Salamanca fue la visita al convento de los Dominicos de San Estaban. Las dimensiones de la iglesia conventual con su fachada plateresca y su nave de más de 40 metros de altura en el cimborrio, hablan por si mismas del poder y magnificencia que caracterizaba una Orden religiosa asociada directamente con el prestigio de la Universidad pero también, lamentablemente, con los tribunales de la Inquisición.
Disfruté el paseo por los claustros superior e inferior mientras discurría sobre la visita que a petición de Isabel la Católica les hiciera Cristóbal Colón para defender ante los sabios Padres Dominicos geógrafos de la Universidad, la posibilidad de llegar a las Indias navegando hacia Occidente.
Sobrecoge la visita a la Vieja Sala Capitular, anterior a la construcción del actual convento. Allí pudieron tener lugar las doctas consideraciones y el no tan santo privilegio arrancado a los Reyes de ser la única orden religiosa con mandato para llevar a doctrina al Nuevo Mundo.
Una vez más lo humano y lo divino se entremezcla inextricablemente en las acciones de los hombres. Para no agobiarme me limito a contemplar la armonía de los claustros o la belleza de la escalera de Soto que los une y que fue obra de Rodrigo Gil de Hontañón.
Probablemente una de las visitas que más me impresionó en Salamanca fue la visita al convento de los Dominicos de San Estaban. Las dimensiones de la iglesia conventual con su fachada plateresca y su nave de más de 40 metros de altura en el cimborrio, hablan por si mismas del poder y magnificencia que caracterizaba una Orden religiosa asociada directamente con el prestigio de la Universidad pero también, lamentablemente, con los tribunales de la Inquisición.
Disfruté el paseo por los claustros superior e inferior mientras discurría sobre la visita que a petición de Isabel la Católica les hiciera Cristóbal Colón para defender ante los sabios Padres Dominicos geógrafos de la Universidad, la posibilidad de llegar a las Indias navegando hacia Occidente.
Sobrecoge la visita a la Vieja Sala Capitular, anterior a la construcción del actual convento. Allí pudieron tener lugar las doctas consideraciones y el no tan santo privilegio arrancado a los Reyes de ser la única orden religiosa con mandato para llevar a doctrina al Nuevo Mundo.
Una vez más lo humano y lo divino se entremezcla inextricablemente en las acciones de los hombres. Para no agobiarme me limito a contemplar la armonía de los claustros o la belleza de la escalera de Soto que los une y que fue obra de Rodrigo Gil de Hontañón.
14 de diciembre de 2010
Hospitalero en el Camino de la Plata
El huerto de Calixto y Melibea
A la sombra de la Catedral, en un saliente de la antigua muralla encontramos en Salamanca en famoso huerto de Calixto y Melibea. Una gran variedad de árboles y plantas, un romántico pozo en su centro, y el primoroso mimo que le dedican los empleados del Ayuntamiento, han hecho de este lugar un romántico punto de citas, y siguiendo el ejemplo de Florencia y de otras ciudades, el lugar en el que los enamorados vienen a sellar su compromiso enganchando un candado en el arco de la polea y tirando luego las llaves a lo más hondo del pozo.
En él encontramos también un hermoso monumento a la Celestina personaje principal de la Comedia de Calixto y Melibea más comúnmente conocida como La Celestina. Pese a las disputas académicas sobre la autoría total o parcial de la obra, ésta es normalmente atribuida en su mayor parte a Francisco de Rojas que estudió y vivió en Salamanca. La obra gozó de múltiples rediciones y ampliaciones pero generalmente se admite como edición princeps la que tuvo lugar en Burgos, en la casa hoy ocupada por “El Mesón del Cid” frente a la Catedral.
Recomiendo la visita al atardecer, cuando ya sólo se oye el imparable trasiego de los vencejos, y podemos sentarnos en el muro de la ciudad dejando errar la vista por la imponente mole de la catedral que surge iluminada entre la densa arboleda como una nave en llamas.
A la sombra de la Catedral, en un saliente de la antigua muralla encontramos en Salamanca en famoso huerto de Calixto y Melibea. Una gran variedad de árboles y plantas, un romántico pozo en su centro, y el primoroso mimo que le dedican los empleados del Ayuntamiento, han hecho de este lugar un romántico punto de citas, y siguiendo el ejemplo de Florencia y de otras ciudades, el lugar en el que los enamorados vienen a sellar su compromiso enganchando un candado en el arco de la polea y tirando luego las llaves a lo más hondo del pozo.
En él encontramos también un hermoso monumento a la Celestina personaje principal de la Comedia de Calixto y Melibea más comúnmente conocida como La Celestina. Pese a las disputas académicas sobre la autoría total o parcial de la obra, ésta es normalmente atribuida en su mayor parte a Francisco de Rojas que estudió y vivió en Salamanca. La obra gozó de múltiples rediciones y ampliaciones pero generalmente se admite como edición princeps la que tuvo lugar en Burgos, en la casa hoy ocupada por “El Mesón del Cid” frente a la Catedral.
Recomiendo la visita al atardecer, cuando ya sólo se oye el imparable trasiego de los vencejos, y podemos sentarnos en el muro de la ciudad dejando errar la vista por la imponente mole de la catedral que surge iluminada entre la densa arboleda como una nave en llamas.
Hospitalero en el Camino de la Plata
"Art Nouveau" en Salamanca
No esperaba encontrar en una ciudad tan Renacentista y Escolástica como Salamanca un palacio y un museo como la Casa Lis. En un palacio construido en estilo modernista y caracterizado por una espléndida galería acristalada que mira al Tormes, la ciudad ha alojado una soberbia colección de objetos diversos en Art Deco de principios del pasado siglo.
Destaca n sobre todos diversos objetos de Lalique de quien han adopado como logotipo su conocida libélula, la inconfundible colección de jarrones y lámparas de Gallé cuyas imitaciones había aprendido a apreciar en mis viajes a Rumanía y la extensa colección de muñecas del siglo pasado.
El museo se completa con exhibiciones periódicas sobre temas relacionados con la época. En esta ocasión he podido admirar temas relacionados con la danza y el cabaret de principios de siglo en Paris, Berlin o Nueva York .
No esperaba encontrar en una ciudad tan Renacentista y Escolástica como Salamanca un palacio y un museo como la Casa Lis. En un palacio construido en estilo modernista y caracterizado por una espléndida galería acristalada que mira al Tormes, la ciudad ha alojado una soberbia colección de objetos diversos en Art Deco de principios del pasado siglo.
Destaca n sobre todos diversos objetos de Lalique de quien han adopado como logotipo su conocida libélula, la inconfundible colección de jarrones y lámparas de Gallé cuyas imitaciones había aprendido a apreciar en mis viajes a Rumanía y la extensa colección de muñecas del siglo pasado.
El museo se completa con exhibiciones periódicas sobre temas relacionados con la época. En esta ocasión he podido admirar temas relacionados con la danza y el cabaret de principios de siglo en Paris, Berlin o Nueva York .
Hospitalero en el Camino de la Plata
Salamanca juega con la luz
Durante estos quince días en Salamanca, me vengo dando cuenta que según el día descubro facetas nuevas en esta ciudad tan llena de viejas piedras, vida joven, jubilados y paseantes tranquilos, de turistas curiosos, y coleccionistas compulsivos de souvenirs.
Hay que ver Salamanca en un día soleado, cuando el sol parece acariciar la piedra caliza y friable hasta hacerla sonrojar en su dorado esplendor. Si el día está nublado los monumentos no son menos bellos. Las fachadas se apagan, se vuelven grises e invitan a adentrarse en claustros y palacios para contemplar la serenidad de los cipreses, el silencio de los pozos, la filigrana de las balconadas o el silencio y recogimiento de los muros. A mí me gusta Salamanca de noche, cuando las viejas piedras arden bajo el fulgor de los focos, las sombras realzan la belleza de un forjado, el bullicio de la plaza se vuelve efervescente y la ciudad entera parece haber olvidado que es hora de dormir.
Durante estos quince días en Salamanca, me vengo dando cuenta que según el día descubro facetas nuevas en esta ciudad tan llena de viejas piedras, vida joven, jubilados y paseantes tranquilos, de turistas curiosos, y coleccionistas compulsivos de souvenirs.
Hay que ver Salamanca en un día soleado, cuando el sol parece acariciar la piedra caliza y friable hasta hacerla sonrojar en su dorado esplendor. Si el día está nublado los monumentos no son menos bellos. Las fachadas se apagan, se vuelven grises e invitan a adentrarse en claustros y palacios para contemplar la serenidad de los cipreses, el silencio de los pozos, la filigrana de las balconadas o el silencio y recogimiento de los muros. A mí me gusta Salamanca de noche, cuando las viejas piedras arden bajo el fulgor de los focos, las sombras realzan la belleza de un forjado, el bullicio de la plaza se vuelve efervescente y la ciudad entera parece haber olvidado que es hora de dormir.
Hospitalero en el Camino de la Plata
El Lazarillo de Tormes
Preciosa estatua a orillas de este manso y sinuoso Tormes que abraza por el talle a Salamanca. Nos recuerda a la genial pareja y evoca toda la chispa y gracejo de nuestra picaresca.
He bajado varias veces a orilla del río, para observarla con diferentes luces, para encuadrarla bajo otros ángulos. Me fijo en ese anciano que mira al cielo porque sus ojos vacíos y su ruin corazón le impiden acercarse a la tierra. Abandona la ciudad y camina con paso firme apoyándose en el esquelético muchacho que con aire ausente, parece estar fraguando su próxima treta para conseguir algo de comida.
En esta época de crisis, pienso en el Lazarillo que deberíamos llevar todos dentro, para permitirnos sobrevivir, porque sabemos “apañarnos”, porque los tiempos nos obligan a agudizar el ingenio, cambiar viejas rutinas, usar nuevas aptitudes o sencillamente acortar nuestras metas, adelgazar necesidades y estar dispuestos a contentarnos con menos.
Preciosa estatua a orillas de este manso y sinuoso Tormes que abraza por el talle a Salamanca. Nos recuerda a la genial pareja y evoca toda la chispa y gracejo de nuestra picaresca.
He bajado varias veces a orilla del río, para observarla con diferentes luces, para encuadrarla bajo otros ángulos. Me fijo en ese anciano que mira al cielo porque sus ojos vacíos y su ruin corazón le impiden acercarse a la tierra. Abandona la ciudad y camina con paso firme apoyándose en el esquelético muchacho que con aire ausente, parece estar fraguando su próxima treta para conseguir algo de comida.
En esta época de crisis, pienso en el Lazarillo que deberíamos llevar todos dentro, para permitirnos sobrevivir, porque sabemos “apañarnos”, porque los tiempos nos obligan a agudizar el ingenio, cambiar viejas rutinas, usar nuevas aptitudes o sencillamente acortar nuestras metas, adelgazar necesidades y estar dispuestos a contentarnos con menos.
Hospitalero en el Camino de la Plata
La noche cae sobre la ciudad
y las luces titilan a lo lejos.
Las campanas de San Lorenzo
llaman a completas.
La luna baila sobre la torre
iluminada de la Catedral
como el punto sobre la i.
Me ahoga el silencio
y la oscuridad me envuelve
en su manto de humedad,
pero no estoy solo
me acompaña tu ausencia.
y las luces titilan a lo lejos.
Las campanas de San Lorenzo
llaman a completas.
La luna baila sobre la torre
iluminada de la Catedral
como el punto sobre la i.
Me ahoga el silencio
y la oscuridad me envuelve
en su manto de humedad,
pero no estoy solo
me acompaña tu ausencia.
Hospitalero en el Camino de la Plata
Entre Rejas
Al ver esta imagen pienso en los dos peregrinos que han dormido esta mañana en el albergue… No hacen el camino, viven en el camino. Todas sus pertenencias caben en la mochila. Son amables, filósofos, y van buscando un algo que no saben definir. Pero no les ofendas diciendo que son mendigos… a su manera son peregrinos y su viaje se confunde con su vida.
Para ellos, quizá para nosotros también aunque nos de miedo confesarlo, por muy labradas que estén las piedras, por bello que sea el edificio, a pesar de la perfección de las rejas toda atadura es una cárcel.
Han optado por ser pájaros, vivir del aire, y volar fuera de cualquier jaula por muy dorada que sea.
Al ver esta imagen pienso en los dos peregrinos que han dormido esta mañana en el albergue… No hacen el camino, viven en el camino. Todas sus pertenencias caben en la mochila. Son amables, filósofos, y van buscando un algo que no saben definir. Pero no les ofendas diciendo que son mendigos… a su manera son peregrinos y su viaje se confunde con su vida.
Para ellos, quizá para nosotros también aunque nos de miedo confesarlo, por muy labradas que estén las piedras, por bello que sea el edificio, a pesar de la perfección de las rejas toda atadura es una cárcel.
Han optado por ser pájaros, vivir del aire, y volar fuera de cualquier jaula por muy dorada que sea.
13 de diciembre de 2010
Hospitalero del Camino de la Plata Albergue de Salamanca
He tenido la inmensa suerte de colaborar como hospitalero en el Albergue "La Calera" de Salamanca, en el Camino de a Plata hacia Santiago. Han sido durante la segunda quincena de noviembre y a pesar del frío de esos días, a pesar del escaso número de peregrinos, y a pesar de algunos ratos de nostálgica soledad ha sido una experiencia inolvidable: se vive y convive más intensamente con los peregrinos, se multiplica la disponibilidad para ayudar, escuchar y servir, se interioriza más el sentido del Camino y además, como recompensa, se conoce mejor el pueblo o la ciudad, en este caso Salamanca.
Fruto de esos ratos de ocio turístico y fotográfico he escrito algunas páginas que publico en mi blog y que me sirven de recuerdo.
En la Universidad de Salamanca
Fruto de esos ratos de ocio turístico y fotográfico he escrito algunas páginas que publico en mi blog y que me sirven de recuerdo.
En la Universidad de Salamanca
Como veníamos diciendo”…. Cuentan que con estas palabras reanudó Fray Luis de León sus clases en la Universidad de Salamanca, después de pasar varios meses en las cárceles de la Inquisición. Extraña manera de concebir el tiempo sólo en la medida en que puedes disponer de él en libertad. Con su silencio borró el pasado, amordazó la controversia, y acalló al adversario.
La vida útil, la que de verdad cuenta, es aquella que moldeamos con nuestras manos, con nuestra cabeza o con nuestro corazón. No es vida aquella a la que nos sometemos por fuerza o con engaño. No es vida la que otros nos atribuyen, por error o por malevolencia.
Entonces, ¿Qué es lo que nos preocupa? Vivir intensamente el presente con la coherencia y la solidez de nuestras convicciones. En nuestras manos, el tiempo, será pasta que a voluntad moldeamos. No me importa el pasado: quién fuiste, qué tuviste, qué dijiste; me importa lo que sientes hoy, lo que expresa tu rostro, lo que dicen tus labios, lo que me transmiten tus manos, pero sobre todo lo que leo en tu corazón.
11 de noviembre de 2010
Una cita de Carlos Fuentes
Acabo de terminar "Adán en Edén" última novela del mexicano Carlos Fuentes, y aunque maravillosamente bien escrita, no voy a entrar una valoración crítica de la obra, sin embargo, quiero compartir un párrafo particularmente bello.
Cada uno de nosotros entiende que hay un valor íntimo que le pone precio al valor externo de las cosas. Tener dinero, éxito profesional, amigos, todo lo bueno de la vida se basa, al cabo, en la existencia de una relación amorosa fundamental. Sea con el padre y/o la madre; con ambos; con los hijos; con los amigos más cercanos, con uno que otro profesor (Filopáter). Sin esa semilla no crece nada. Querer y saberse querido. Entender que, aun cuando todo falte y el mundo se derrumbe, nos quedemos en la calle, lo que sea, tenemos el suelo del cual volver a partir. Cada ser humano es una isla, dice el dicho inglés – each man is an island – y en esa isla nos acompaña un ser querido. Sin ese ser, vivimos solos. Los Robinsones no se dan en rama; la mayoría dependemos del cariño básico de una, dos, cinco personas, pero con que una sola nos quiera, no pereceremos del todo.
Cada uno de nosotros entiende que hay un valor íntimo que le pone precio al valor externo de las cosas. Tener dinero, éxito profesional, amigos, todo lo bueno de la vida se basa, al cabo, en la existencia de una relación amorosa fundamental. Sea con el padre y/o la madre; con ambos; con los hijos; con los amigos más cercanos, con uno que otro profesor (Filopáter). Sin esa semilla no crece nada. Querer y saberse querido. Entender que, aun cuando todo falte y el mundo se derrumbe, nos quedemos en la calle, lo que sea, tenemos el suelo del cual volver a partir. Cada ser humano es una isla, dice el dicho inglés – each man is an island – y en esa isla nos acompaña un ser querido. Sin ese ser, vivimos solos. Los Robinsones no se dan en rama; la mayoría dependemos del cariño básico de una, dos, cinco personas, pero con que una sola nos quiera, no pereceremos del todo.
27 de octubre de 2010
Cormac McCarthy: La Carretera
LA CARRETERA
Novela
Cormac McCarthy
Literatura Mondadaori 2007
Título original: The Road 2006
Traducido del inglés por Luis Murillo Fort
210 páginas
Hace unos días que terminé la lectura de “La Carretera” de Cormac McCarthy y debo confesar que no me ha gustado ni la historia ni el estilo de su autor. El crítico literario Harold Bloom puede listarlo entre los cuatro mayores novelistas norteamericanos de su tiempo pero para mi tanto el autor como sus novelas es lúgubre, descarnado y sobre todo desesperanzado.
En “la Carretera nos presenta a dos personajes, un padre y su hijo de diez años, que cargados con sus mochilas donde llevan lo más imprescindible y un carro de supermercado, huyen hacia el Sur. Algo horripilante ha ocurrido donde viven pero no sabemos qué. Poemos sospechar de una tragedia nuclear, aunque no se menciona tal extremo, pero el cielo es gris, sin un atisbo de luz, los árboles y toda vegetación ha muerto, las carreteras están cubiertas de escombros y de ceniza. Ellos huyen hacia el sur, buscando restos de comida, evitando hordas de otros fugitivos violentos y desalmados, sobreviviendo mientras pueden pero en todo momento preparándose y para una muerte que sospechan inminente.
Sus personajes son planos, no tienen nombre y a penas tenemos algún rasgo físico de ellos. Sus conversaciones se limitan a monosílabos, o a breves afirmaciones que se insertan en la narración, sin separación alguna. A penas expresan sentimientos ni en palabra ni en gestos aunque deducimos que ambos personajes viven el uno por y para el otro, y que el padre siente una ternura especial por el niño que no le manifiesta porque trata de endurecerle para que pueda sobrevivir cuando él le falte.
En esta angustiosa desolación se contraponen la inocente bondad del niño, deseoso de compartir y reseguir, pese a todo siendo bueno, y la fría, despiadada intolerancia del padre para quién nada se antepone a la supervivencia.
Novela dura llevada al cine como lo fue también “No es lugar para viejos” y uno se pregunta entonces qué mensaje, ha querido transmitirnos el autor y por qué esta novela ha sido galardonada con el premio Pulitzer 2007.
Es evidente que estamos ante una alegoría y que el autor, voluntariamente ha dejado muchas incógnitas en su planteamiento que nuestra imaginación debe suplir. No hay final feliz ni previsible por lo que todo ese esfuerzo de sufrimiento y de lucha por sobrevivir se convierte en un absurdo carente de toda esperanza. ¿Es ese el futuro que espera a nuestra civilización? ¿Se trata de un viaje iniciático para el niño que debe curtirse ante la sinrazón y la maldad que gobiernan los actos humanos?
Definitivamente prefiero alejarme de esa “Carretera” donde el cielo es siempre gris, donde nunca se ve el sol, lso ríos son negros, el frío intenso, la oscuridad profunda y donde reina un eterno silencio.
Novela
Cormac McCarthy
Literatura Mondadaori 2007
Título original: The Road 2006
Traducido del inglés por Luis Murillo Fort
210 páginas
Hace unos días que terminé la lectura de “La Carretera” de Cormac McCarthy y debo confesar que no me ha gustado ni la historia ni el estilo de su autor. El crítico literario Harold Bloom puede listarlo entre los cuatro mayores novelistas norteamericanos de su tiempo pero para mi tanto el autor como sus novelas es lúgubre, descarnado y sobre todo desesperanzado.
En “la Carretera nos presenta a dos personajes, un padre y su hijo de diez años, que cargados con sus mochilas donde llevan lo más imprescindible y un carro de supermercado, huyen hacia el Sur. Algo horripilante ha ocurrido donde viven pero no sabemos qué. Poemos sospechar de una tragedia nuclear, aunque no se menciona tal extremo, pero el cielo es gris, sin un atisbo de luz, los árboles y toda vegetación ha muerto, las carreteras están cubiertas de escombros y de ceniza. Ellos huyen hacia el sur, buscando restos de comida, evitando hordas de otros fugitivos violentos y desalmados, sobreviviendo mientras pueden pero en todo momento preparándose y para una muerte que sospechan inminente.
Sus personajes son planos, no tienen nombre y a penas tenemos algún rasgo físico de ellos. Sus conversaciones se limitan a monosílabos, o a breves afirmaciones que se insertan en la narración, sin separación alguna. A penas expresan sentimientos ni en palabra ni en gestos aunque deducimos que ambos personajes viven el uno por y para el otro, y que el padre siente una ternura especial por el niño que no le manifiesta porque trata de endurecerle para que pueda sobrevivir cuando él le falte.
En esta angustiosa desolación se contraponen la inocente bondad del niño, deseoso de compartir y reseguir, pese a todo siendo bueno, y la fría, despiadada intolerancia del padre para quién nada se antepone a la supervivencia.
Novela dura llevada al cine como lo fue también “No es lugar para viejos” y uno se pregunta entonces qué mensaje, ha querido transmitirnos el autor y por qué esta novela ha sido galardonada con el premio Pulitzer 2007.
Es evidente que estamos ante una alegoría y que el autor, voluntariamente ha dejado muchas incógnitas en su planteamiento que nuestra imaginación debe suplir. No hay final feliz ni previsible por lo que todo ese esfuerzo de sufrimiento y de lucha por sobrevivir se convierte en un absurdo carente de toda esperanza. ¿Es ese el futuro que espera a nuestra civilización? ¿Se trata de un viaje iniciático para el niño que debe curtirse ante la sinrazón y la maldad que gobiernan los actos humanos?
Definitivamente prefiero alejarme de esa “Carretera” donde el cielo es siempre gris, donde nunca se ve el sol, lso ríos son negros, el frío intenso, la oscuridad profunda y donde reina un eterno silencio.
Mar inaprehensible
Me estoy ahogando por lograr tu imagen
mar inaprensible
inexplicable mar de mis insomnios.
Miro otra y otra vez más en mi recuerdo
de ti
y no te entiendo.
Y mis manos se extienden casi, casi
crispándose en un llanto
por recoger tu sombra o tu esperanza
mar inaprensible
huidizo mar de mis locuras.
Y mi voz confundida con tu espuma
quiere volar más dentro
de tu noche
y amarte con esa posesión desorbitada
que suscita lo eterno,
mar. Indecible
mar de mis silencios.
mar inaprensible
inexplicable mar de mis insomnios.
Miro otra y otra vez más en mi recuerdo
de ti
y no te entiendo.
Y mis manos se extienden casi, casi
crispándose en un llanto
por recoger tu sombra o tu esperanza
mar inaprensible
huidizo mar de mis locuras.
Y mi voz confundida con tu espuma
quiere volar más dentro
de tu noche
y amarte con esa posesión desorbitada
que suscita lo eterno,
mar. Indecible
mar de mis silencios.
Luis Gª Camino Burgos
Todo el mar Un momento
Norte / Sur
Hace unos días leía la sobrecogedora y desesperanza novela “La Carretera” de Cormac McCarthy, y aunque en otra ocasión comentaré el desasosiego que esa lectura me sigue produciendo, me viene hoy a la mente la frecuente identificación que se hace tanto en novela como en cine del Sur como tierra de promisión donde se encuentran tesoros tan importantes como la felicidad y el amor, y sin embargo, se equipara el frío e inhóspito Norte con el lugar donde se encuentra la libertad, la riqueza y el progreso.
Las enormes diferencias climáticas, laborales, medioambientales que encontramos en España y que repercuten sobre la calidad de vida, el buen humor y la alegría de vivir curiosamente las encontramos en el resto de los países europeos y no sólo en el entorno mediterráneo: En Francia contraponemos los húmedos y cenicientos paisajes del Norte con los floridos, soleados y risueños rincones de la Provenza o de la Costa Azul; en Italia nada parece tan opuesto como la febril agitación de Turín o Milán y la sosegada, y alegre indolencia siciliana. Pero es que incluso en Alemania encontramos un marcado contraste entre el impasible prusiano de Hamburgo y el jovial Muniqués con su acordeón, su gorro tirolés y la inseparable jarra de cerveza en la mano.
Encontramos el fenómeno repetido en otros continentes e incluso a nivel mundial donde no acaba de cuajar ese diálogo Norte/sur que por ahora no parece haber servido más que para emborronar papel. Es evidente que estas diferencias en la actitud vital y en los anhelos y necesidades tiene que ver con el clima que a su vez condicional la agricultura, el bienestar y finalmente el desarrollo industrial económico y social de una región. Probablemente, en la pobreza somos todos más capaces de distinguir y disfrutar cualquier plus por encima de la mera supervivencia mientras que en la prosperidad el ansia por ir más allá, llegar más lejos, tener más embota nuestra capacidad para disfrutar de los placeres de la vida que ya tenemos a nuestro alcance.
No es de extrañar pues que el fenómeno Norte / Sur lo encontremos de manera repetida en la literatura y en el cine. En el libro de McCarthy que antes comentaba, los personajes huyen de un paisaje frío y arrasado hacia un sur menos inhóspito a pesar de que nada saben de lo que finalmente encontrarán allí. Victor de Érice, en su película “El Sur”, plantea ese anhelo escondido de su protagonista que se inhibe de su gris existencia en el Norte pensando en un amor no olvidado en el Sur.
En otro sentido bien distinto se expresa Danny Boon en “Bienvenidos al Norte” donde el cartero castigado con un destino en el norte encuentra tanta alegría que no se atreve a confesárselo a su esposa. Y es que, quizá la felicidad no esté tanto en la geografía como en el corazón de los hombres. Ello no impide que los Españoles, muy pragmáticos, al menos en verano, optemos por solución intermedia y enfilemos rumbo al Este o al Sureste.
Las enormes diferencias climáticas, laborales, medioambientales que encontramos en España y que repercuten sobre la calidad de vida, el buen humor y la alegría de vivir curiosamente las encontramos en el resto de los países europeos y no sólo en el entorno mediterráneo: En Francia contraponemos los húmedos y cenicientos paisajes del Norte con los floridos, soleados y risueños rincones de la Provenza o de la Costa Azul; en Italia nada parece tan opuesto como la febril agitación de Turín o Milán y la sosegada, y alegre indolencia siciliana. Pero es que incluso en Alemania encontramos un marcado contraste entre el impasible prusiano de Hamburgo y el jovial Muniqués con su acordeón, su gorro tirolés y la inseparable jarra de cerveza en la mano.
Encontramos el fenómeno repetido en otros continentes e incluso a nivel mundial donde no acaba de cuajar ese diálogo Norte/sur que por ahora no parece haber servido más que para emborronar papel. Es evidente que estas diferencias en la actitud vital y en los anhelos y necesidades tiene que ver con el clima que a su vez condicional la agricultura, el bienestar y finalmente el desarrollo industrial económico y social de una región. Probablemente, en la pobreza somos todos más capaces de distinguir y disfrutar cualquier plus por encima de la mera supervivencia mientras que en la prosperidad el ansia por ir más allá, llegar más lejos, tener más embota nuestra capacidad para disfrutar de los placeres de la vida que ya tenemos a nuestro alcance.
No es de extrañar pues que el fenómeno Norte / Sur lo encontremos de manera repetida en la literatura y en el cine. En el libro de McCarthy que antes comentaba, los personajes huyen de un paisaje frío y arrasado hacia un sur menos inhóspito a pesar de que nada saben de lo que finalmente encontrarán allí. Victor de Érice, en su película “El Sur”, plantea ese anhelo escondido de su protagonista que se inhibe de su gris existencia en el Norte pensando en un amor no olvidado en el Sur.
En otro sentido bien distinto se expresa Danny Boon en “Bienvenidos al Norte” donde el cartero castigado con un destino en el norte encuentra tanta alegría que no se atreve a confesárselo a su esposa. Y es que, quizá la felicidad no esté tanto en la geografía como en el corazón de los hombres. Ello no impide que los Españoles, muy pragmáticos, al menos en verano, optemos por solución intermedia y enfilemos rumbo al Este o al Sureste.
20 de octubre de 2010
18 de octubre de 2010
Monet: El puente de Argenteuil
El puente de Argenteuil
Claude Monet 1874
Óleo sobre lienzo 50x 80 cm
Museo d’Orsay
Por más que algunos se empeñen, la belleza nunca podrá ser saqueada. Este cuadro de Monet fue recientemente herido por el puñetazo vandálico de dos gamberros, pero la belleza y la sutil transformación de la pintura impresionista sigue ahí para cuantos a contemplamos.
A partir de la inmediatez de los motivos de Monet, tendemos a ver en ellos casi fotos instantáneas. Olvidamos fácilmente que estos cuadros son en su composición a menudo, muy meditados, casi construidos. Monet se vale con frecuencia de unas simetrías de ejes, algo que otros pintores evitaban lo más posible. Pues este principio de composición determina un efecto plano a costa de la ilusión espacial. Pero esto es lo que le interesa a Monet, pues busca precisamente esta superficialidad que convierte todo el cuadro en un tejido tenso. En el cuadro del Puente de Argenteuil podemos notar este efecto con claridad: Monet ensambla aquí líneas horizontales y verticales estrictas, uniendo así la composición en una estructura enclavada en la superficie. Pero por medio del color que rodea esta estructura, eleva otra vez la superficialidad a espacio: el frente del pilote se distingue significativamente, gracias a su claro tono ocre, del gris verde de los flancos; lo mismo ocurre con la red de las construcciones de los arcos. Y también en el agua vemos dos valores de azul uno junto a otro. El valor más oscuro empuja siempre al más claro, o el claro arrinconado ante la presencia del oscuro. De este modo, en la plana construcción lineal, surge de forma pictórica, mediante los efectos del color, una clara plasticidad de las formas representadas y una profundidad en el espacio del cuadro.
Claude Monet 1874
Óleo sobre lienzo 50x 80 cm
Museo d’Orsay
Por más que algunos se empeñen, la belleza nunca podrá ser saqueada. Este cuadro de Monet fue recientemente herido por el puñetazo vandálico de dos gamberros, pero la belleza y la sutil transformación de la pintura impresionista sigue ahí para cuantos a contemplamos.
A partir de la inmediatez de los motivos de Monet, tendemos a ver en ellos casi fotos instantáneas. Olvidamos fácilmente que estos cuadros son en su composición a menudo, muy meditados, casi construidos. Monet se vale con frecuencia de unas simetrías de ejes, algo que otros pintores evitaban lo más posible. Pues este principio de composición determina un efecto plano a costa de la ilusión espacial. Pero esto es lo que le interesa a Monet, pues busca precisamente esta superficialidad que convierte todo el cuadro en un tejido tenso. En el cuadro del Puente de Argenteuil podemos notar este efecto con claridad: Monet ensambla aquí líneas horizontales y verticales estrictas, uniendo así la composición en una estructura enclavada en la superficie. Pero por medio del color que rodea esta estructura, eleva otra vez la superficialidad a espacio: el frente del pilote se distingue significativamente, gracias a su claro tono ocre, del gris verde de los flancos; lo mismo ocurre con la red de las construcciones de los arcos. Y también en el agua vemos dos valores de azul uno junto a otro. El valor más oscuro empuja siempre al más claro, o el claro arrinconado ante la presencia del oscuro. De este modo, en la plana construcción lineal, surge de forma pictórica, mediante los efectos del color, una clara plasticidad de las formas representadas y una profundidad en el espacio del cuadro.
17 de octubre de 2010
15 de octubre de 2010
Granada
Ya me he sacado del alma una pequeña espina que me molestaba: no conocer Granada. Por fin se ha cumplido mi anhelo y aunque mis manos vuelven vacías, regreso con los ojos llenos de deslumbrantes geometrías. Estaba predispuesto para esta visita pues acababa de leer “La mano de Fátima” que trata de la expulsión de los moriscos de Granada y Córdoba hace 400 años. Por eso, cada paso, cada rincón, evocaba recuerdos y al mismo tiempo me descubría algo presentido que anhelaba conocer.
La planificación de la visita fue perfecta, pues como si de un joyero se tratara, la primera tarde me contenté con ver la Alambra desde el incomparable mirador de San Nicolás. Ante mí, como el cofre del tesoro, se perfilaba la silueta de la Alhambra, mientras poco a poco la tarde caía sobre Granada. Como los niños que contemplan embelesados su golosina preferida sin atreverse a tocarla, así miraba y remiraba esos muros, esas torres impresionantes, deleitándome en el placer diferido y por tanto tiempo ansiado.
Ello me sirvió además para perderme por las callejuelas del Albayzín, antiguo barrio de moros y judíos que vuelve paulatina y silenciosamente a ser reconquistado por sus antiguos moradores a base de pequeñas tiendas de souvenirs, pastelerías e innumerables teterías. Es un barrio para recorrerlo despacio. Sus empinadas cuestas, y el empedrado del firme lo aconsejan, pero también la necesidad de no perderse detalle: esa vieja puerta de madera que conserva la huella de cientos de años y que quizá empujó por última vez alguno de esos moriscos injustamente expulsados de España en 1609, esa casona castellana con sus escudos de cristianos viejos, su zaguán y su fuente adosada a una de las paredes del patio; aquel carmen recluido del que sólo podemos adivinar la belleza a través de los cipreses que sobresalen de sus blancos muros; esa puerta entreabierta que da paso a un patio andaluz, con su surtidor en el centro y numerosas macetas de geranios, ahora algo mustios, en las paredes; la filigrana de un baldosín despostillado, aquella esquina de calle tan estrecha que a decir de un visitante del siglo XIX dos burros no podían cruzarla al mismo tiempo, cientos y cientos de detalles que hay que saborear con tranquilidad mientras cae la tarde sobre Granada.
Amaneció en Granada, pero aún no había llegado el gran día. Tenía cita en la Alhambra para el día siguiente. Por la mañana, tiempo para visitar la ciudad, el Ayuntamiento asentado en el claustro de un antiguo monasterio, la plaza Bib Rambla, La Catedral, La capilla Real, el Corral del Carbón con su magnífico patio emparrado y el rumor de tantas transacciones que albergaron sus muros, la Alcaicería, con sus intricadas callejuelas y diminutas tiendas hoy casi exclusivamente dedicadas a venderme el recuerdo de una ciudad que para mi no precisa de recordatorios. Luego, por la tarde, después de una comida a base de pescadito frito en la calle Navas, y un rato de descanso, la subida al otro barrio de Granada, el Realejo, para visitar el Carmen de los Mártires, y pasear por sus jardines, deleitándome con sus cascadas, sus fuentes, sus románticos rincones y siempre, en Granada, la imponente silueta de la Alhambra vista por su cara sur. ¿Qué mejor manera de terminar el día que viendo caer la tarde sobre la ciudad mientras tomo una cerveza sentado en la terraza del Alhambra Palace?.
Último día de estancia en Granada: quiero estar en la Alhambra desde primera hora. Mi cita con los Palacios Nazaríes es a las diez y media, pero antes quiero ver la Alcazaba, subirme a lo alto de la Torre de la Vela, recorrer los bastiones y el Jardín de los Adarves, leer en silencio los versos de Francisco A. de Icaza “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada” grabados en el muro de la Torre de la Pólvora. Tengo aún tiempo para visitar el palacio de Carlos V, majestuoso y frío, imponente pero sin alma, y demorarme en el museo para ver de cerca artesonados, vasijas, enlosados, cerámica y azulejos originales del palacio que luego visitaré. Veo también los leones del incomparable Patio, que para mi disgusto no podré ver in situ ya que actualmente están siendo restaurados.
No enumeraré cada uno de los palacios ni el nombre de las salas que visité. Me abstraigo del bullicio multilingüe de los visitantes, de las explicaciones de los guías, de los flashes de las cámaras. Vacío mi mente. Sólo existe este momento: la minuciosa belleza de las filigranas, el detalle aparentemente escondido de una moldura, la geometría de unas columnas, la luz que se filtra a través de unas celosías. Necesito aire, me asomo a una veranda y veo casi a mis pies, blanco y verde oscuro el Albyzín con sus cipreses, sus patios y sus muros encalados. El Patio de los Leones no tiene fuente, pero ahí están sus paredes, sus finas columnas, el juego de la luz en las altas celosías, el festoneado de sus puertas. Despacio, tratando de asimilar tanta belleza, resistiéndome a abandonar este lugar encantado, voy saliendo hacia el Palacio del Partal con sus palmeras, y sus arcadas que se reflejan en el estanque. Luego, siguiendo la murallas paso ante la torre de la Cautiva y la torre de las Infantas, esta última recién restaurada, y me dirijo a los jardines del Generalife que me deparan una sorpresa casi tan sobrecogedora como la que acabo de vivir en los palacios Nazaríes. Esta vez asisto a una sinfonía de agua, luz y color. El juego de surtidores de agua, de estanques, de plantas, setos y flores, las paredes encaladas, los jardines, antiguamente huertos del Palacio, de nuevo las verandas y sus vistas sobre Granada, sobre el Albayzín y sobre la propia Alambra, la luz y el frescor verde de la mañana, me sobrecogen. Quisiera poder hablar con ese tronco de ciprés que según cuenta la leyenda fue testigo de prohibidos amores, sentarme en los peldaños de la escalera del agua, volver a recorrer de nuevo la Alhambra como si esta vez fuera en serio. Quisiera quedarme en Granada.
4 de octubre de 2010
"La mano de Fátima" de IldefosoFalcones
LA MANO DE FÁTIMA
Novela
Ildefonso Falcones
Grijalbo 2009
955 páginas
“La Mano de Fátima” de Ildefonso Falcones viene precedida de la millonaria y quizá inesperada acogida de su primera novela “La Catedral del Mar”. No sé si su merecido prestigio como novelista viene avalado por la minuciosidad de su investigación histórica, pero lo cierto es que para leer esta última novela hay que contar con mucho tiempo o esperar a unas vacaciones, o una larga convalencia. En efecto las más de 950 páginas con las que cuenta se hacen pesadas, en el doble sentido de la palabra, sobre todo cuando se cuenta se unos momentos en el autobús o hasta coger el sueño antes de dormir.
Pero ciertamente, Ildefonso Falcones ha hecho un buen trabajo de investigación histórica. Al leer la novela me he sentido de verdad recorriendo las ciudades de Córdoba y Granada recién conquistadas, he sido testigo de la sublevación de los moriscos de las Alpujarras, de su sometimiento a manos del Gran Capitán, de su deportación hacia Córdoba y otras ciudades castellanas. Pero como en la ocasión anterior, para que el relato se haga no sólo instructivo sino ameno, el autor entreteje una trama novelesca. En esta ocasión se trata de un morisco a caballo entre las dos culturas por haber sido el fruto de la violación de su madre a manos de un sacerdote. Sus ojos azules lo delatan y repudiado por ambas comunidades, apodado el “Nazareno”, lucha por superar todas las penalidades, por prosperar, por aferrarse a las escasas pero sólidas enseñanzas de su mentor, un viejo y tullido alfaquí, y por conciliar lo mejor de ambos pueblos. Hombre fronterizo y enamorado no se resigna a la derrota, y lo mismo progresa y es recompensado por pasados favores que cae en las más absolutas y rocambolescas desgracias.
Estamos ante una novela trepidante en la que en cada página pasan cosas. La longitud de la novela no se debe a tediosas descripciones sino al sinfin de acontecimientos que jalonan la vida de nuestro héroe. Opino que esa es la parte más débil de esta novela. Opino que debería poderse contar en menos páginas manteniendo no obstante la fidelidad a los hechos y una trama suficientemente interesante que nos describa a un hombre que se debate entre dos amores, entre dos religiones, entre dos pueblos; un hombre que busca su libertad y la de su pueblo pero que entiende que el camino de esa liberación no pasa por en enfrentamiento armado. Un hombre que en palabras del propio autor lucha por transmitir una cultura.
Ha sido mucho tiempo el empleado en recorrer esta larga peripecia pero “La mano de Fátima”, título que procede del amuleto que entre los musulmanes es portador de buena fortuna, estará presente cada vez que visite Córdoba, cada vez que oiga mencionar las Alpujarras o cada vez que en un monumento mozárabe, escondida en algún rincón, vea esculpida esa venturosa mano.
23 de septiembre de 2010
Mis tardes con Margueritte
Mis tardes con Margueritte
La Tête en friche
Francia 2009
Dirigida por Jean Becker
Duración 82 minutos
He escrito recientemente en el blog sobre la lectura y casi por accidente he tenido la oportunidad de ver una película: “Tardes con Margueritte”, la cual me ha parecido una viva ilustración de lo que yo quizá sólo había logrado presentir. El buen recuerdo que guardo de Jean Becker, el director de la película en “La fortuna de vivir” y el incomparable Gérard Depardieu que encarna el papel protagonista han conseguido cautivarme, emocionarme y salir de la sala un poco más feliz.
La Tête en friche
Francia 2009
Dirigida por Jean Becker
Duración 82 minutos
No cabe duda de que nuestra reacción cuando vemos una película está directamente influenciada por las circunstancias que nos rodean, las vivencias personales , y las simpatías o antipatías que albergamos hacia sus protagonistas.
He escrito recientemente en el blog sobre la lectura y casi por accidente he tenido la oportunidad de ver una película: “Tardes con Margueritte”, la cual me ha parecido una viva ilustración de lo que yo quizá sólo había logrado presentir. El buen recuerdo que guardo de Jean Becker, el director de la película en “La fortuna de vivir” y el incomparable Gérard Depardieu que encarna el papel protagonista han conseguido cautivarme, emocionarme y salir de la sala un poco más feliz.
Se podrá alegar que se trata de una película de corte tradicional, previsible, con una importante carga de emotividad, escrita quizá con una abierta intención sensiblera, pero el tema trasciende con creces el plano puramente sentimental. Géard Depardieu y sobre todo Gisèle Casadesus nos llevan inevitablemente a una reflexión práctica y directa sobre la lectura, la educación, y la convivencia.
Germain es un bonachón inculto que sobrevive gracias a algunas chapuzas y a las cosechas de su pequeño huerto. Hijo no deseado, escarnio de profesores y burla de sus compañeros comprendió pronto que los libros no estaban hechos para él y se fue dejado vivir bajo la mirada compasiva y condescendiente de sus vecinos. Un día se encuentra con Margueritte, una adorable y culta viejecita que lee libros en un banco del parque. Entablan conversación y con entrañable delicadeza la anciana provoca en Germain curiosidad por lo que lee, luego interés por escuchar fragmentos de lectura, y poco a poco una auténtica conciencia de sus lagunas de aprendizaje y el deseo por aprender a leer y descubrir nuevas palabras.
Se crea así un sorprendente contrapunto entre esta relación casi filial, y la relación que desde niño ha tenido que soportar de su madre. Sorprende igualmente el cariño y devoción con la que trata a su novia Annette, mucho más joven que él, y el cambio que el lenguaje, gracias a las nuevas palabras que va aprendiendo ejerce en su conducta y en su relación con sus amigos del bar. Su gusto por la lectura, su avidez por aprender nuevas palabras, por comprender y explicar lo que lee se verá incrementado por una poderoso necesidad: su amiga Margueritte se está quedando ciega y Germain se propone convertirse en su lazarillo lector.
Historia sencilla, muy emotiva pero nada desdeñable. Gérard Depardieu quizá sobreactúa en algunos momentos pero sabe estar en su papel, y desde luego Gisèle no necesita actuar para darnos una magnífica lección de cultura, sensibilidad y plácida conformidad con lo que le toca vivir. La película no aspira seguramente a convertirse en obra maestra pero será recordada por ser una película tierna que nos deja buen sabor de boca.
20 de septiembre de 2010
¿ Leer ?
La fuerza expresiva de la imagen, sus múltiples y variadas expresiones, su facilidad de asimilación, parecen estar reduciendo el hábito de la lectura a una reliquia del pasado .Aunque sea luchar contracorriente es preciso volver a reivindicar el hábito de la lectura como forma indispensable de nuestra cultura.
Siempre recordaré el acierto con el que mis maestros fueron dosificando el contenido de mis primeras lecturas. Los libros ilustrados, con profusión de imágenes y colores fueron cediendo el paso a libros más austeros, con pocas y acertadas imágenes, con letra grande y clara, y con frases cortas que alcanzaba a abarcar de un solo vistazo. Es así como, sin desdeñar los tebeos, me acostumbré a leer libros a perderme en sus historias y a suplir con la imaginación la falta de dibujos e imágenes que representaran a mis personajes favoritos.
Hoy, nuestros hijos lo tienen más difícil y creo que de nada sirve despotricar contra los hechos. El cine, la televisión, nos han sumergido en una cultura de la imagen, donde se sacraliza una y otra vez el dicho “una imagen vale más que mil palabras”. Ciertamente, una fotografía a veces dice más que el pormenorizado relato de una catástrofe; y una serie de imágenes o un documental son capaces de trasladarnos a lo más profundo de la selva brasileña. Sin embargo, no podemos volvernos esclavos de la imagen. Las ideas, la reflexión, tienen escaso cromatismo y desde luego, los sentimientos no pueden reducirse a colores.
Los acontecimientos, las noticias, la vida de personas ilustres o simplemente “famosas” nos llegan en forma de imágenes tanto en los noticiarios, como en las revistas, e incluso en los periódicos donde a los sumo nos paramos a leer los titulares. En el trabajo escribimos notas o “memorándums”. Hemos renunciado a los informes. Tenemos claro que nadie lee más allá de una página sobre cualquier tema. Nos cuesta pararnos a leer los editoriales, las páginas de opinión de los periódicos, los estudios y ensayos sobre cualquier tema aunque nos toquen muy de cerca. Ello nos lleva a un paulatino empobrecimiento personal, a una entrega a la manipulación mediática, a una pérdida de criterio y a la dejación de nuestro libre arbitrio en manos de quienes con fines políticos, sectarios o económicos mueven los “mass media”.
Una de las consecuencias de una cultura puramente visual es la merma de nuestro vocabulario. A fuerza de aprehender el mundo que nos rodea a través de imágenes, vamos olvidando una parte importante de la amplia gama de palabras que sirven para matizar, o aclarar nuestras ideas. Es lamentable observar cuántos clichés, lugares comunes, frases hechas tics verbales se ensartan en nuestro habla diario, y lo que es más grave nos habituamos expresar nuestros sentimientos y emociones con palabras manidas que por el uso indiscriminado que se ha hecho de ellas han perdido todo su sentido. La lectura enriquece nuestro vocabulario y pone a nuestra disposición un arsenal de vocablos que aunque sinónimos tienen connotaciones diferentes y de su justa utilización nace la precisión en la expresión de nuestras ideas.
Por extraño que pueda parecer, la lectura mucho más que las imágenes, amplía nuestro mundo de fantasía e imaginación. En efecto, cuando vemos una película o seguimos una historia en la televisión, contemplamos los hechos como “fuera de la pecera” . Somos meros espectadores a quienes todo se les da hecho. La velocidad de las imágenes, la imposibilidad de parar la acción, nos convierte en receptores pasivos. En la lectura sin embargo, ocurre lo contrario: nuestra mente nos impulsa a sumergirnos en la acción, a convertirnos en personajes de la historia que leemos. Los autores dejan fuera grandes girones de información, datos, imágenes, escenas que debemos suplir con nuestra imaginación. Al leer una novela vivimos vidas diferentes, aventuras que nunca hubiéramos soñado disfrutar en la realidad. Como Alicia, cuando leemos un libro, más aún si es un libro de ficción, atravesamos el espejo y adoptamos o compartimos nuevas vivencias. No podemos sin embargo olvidar que la realidad es sólo una, concreta e individual. No podemos vivir permanentemente al otro lado del espejo. Nos evadimos, imaginamos, soñamos, pero sólo se vive una realidad concreta, intensa y cotidiana.
Esa realidad concreta a la que nos enfrentamos día a día adquiere profundidades insospechadas con las aportaciones que vamos recolectando de nuestras lecturas. Por eso, porque es nuestra obligación tener la cabeza bien amueblada, porque queremos ensanchar nuestros horizontes, porque podemos vivir mentalmente otras vidas posibles pero imaginadas, porque nuestra vida real se enriquece y multiplica con el fruto y las ideas que recogemos en los libros, debemos esforzarnos y luchar para fomentar el hábito de la lectura, para que en torno a nosotros, no se haga realidad el “Fahrenheit 451” para que la imagen no acapare todo nuestro tiempo de ocio, para que el placer de la lectura perviva en nosotros y en los nuestros.
16 de septiembre de 2010
Todavía
Ha llegado el verano, y como siempre
que da comienzo y que la plenitud
de cuanto me rodea va cumpliéndose,
surge en mi corazón la expectativa
de una vida mejor, de un cambio súbito
que arrase mis monótonas costumbres
y me lleve a fundirme en este todo
que hoy unánime canta, vibra y arde
en una luminosa hoguera.
Sé muy bien
que mis anhelos, lamentablemente,
no se realizarán: a estas alturas
del vivir no es probable que el verano
quiera contar conmigo y me conceda
el saber desprenderme del que soy,
olvidar mis asuntos y sumarme
- rotos los lazos, libre de mí mismo –
a la gran muchedumbre jubilosa
que forma su cortejo.
Sí, lo sé:
no ocurrirá el milagro: pesa ya
mucho en mi espalda el tiempo que he vivido.
Pero aún sabiendo lo que sé, no logro
desechar la esperanza de que ocurra
lo que no ha de ocurrir.
Miro este día,
su luz hermosa y tan interminable,
el cielo que entrecruzan los vencejos
con frenesí dichoso, las muchachas
que llevan en sus ojos la certeza
de ser dueñas del mundo.
Y nada puede
impedir que fulguren en el aire
de mi presente viejas ilusiones,
ni evitar que despierto sueñe el sueño
de que todo es posible todavía.
que da comienzo y que la plenitud
de cuanto me rodea va cumpliéndose,
surge en mi corazón la expectativa
de una vida mejor, de un cambio súbito
que arrase mis monótonas costumbres
y me lleve a fundirme en este todo
que hoy unánime canta, vibra y arde
en una luminosa hoguera.
Sé muy bien
que mis anhelos, lamentablemente,
no se realizarán: a estas alturas
del vivir no es probable que el verano
quiera contar conmigo y me conceda
el saber desprenderme del que soy,
olvidar mis asuntos y sumarme
- rotos los lazos, libre de mí mismo –
a la gran muchedumbre jubilosa
que forma su cortejo.
Sí, lo sé:
no ocurrirá el milagro: pesa ya
mucho en mi espalda el tiempo que he vivido.
Pero aún sabiendo lo que sé, no logro
desechar la esperanza de que ocurra
lo que no ha de ocurrir.
Miro este día,
su luz hermosa y tan interminable,
el cielo que entrecruzan los vencejos
con frenesí dichoso, las muchachas
que llevan en sus ojos la certeza
de ser dueñas del mundo.
Y nada puede
impedir que fulguren en el aire
de mi presente viejas ilusiones,
ni evitar que despierto sueñe el sueño
de que todo es posible todavía.
8 de septiembre de 2010
¿Y si continuara...?
El pasado mes de Octubre comenzaba una singladura que nunca pensé acabar. De Logroño a Burgos por el Camino de Santiago; luego, en Noviembre seguí hasta León y en Marzo de este año, con lluvia y nieve llegué a Santiago. Me faltaba el inicio, la bajada desde Roncesvalles a Logroño que finalmente he completado hace un par de días. ¡Lo he conseguido!
No ha sido fácil pero ha sido hermoso. El Bosque de las Brujas a la salida de roncesvalles, Zubiri, los puentes románicos sobre el río Arga que tantos kilómetros ha hecho con nosotros, la llegada a Pamplona, la subida al alto del Perdón, Puente la Reina y sus tesoros románicos, Estella cargada de historia navarra, Los Arcos y su torre de Santa María que parece una linterna en la noche, la iglesia del Santo Sepulcro en Torres del Río, Viana y desde allí los interminables nueve kilómetros de pista asfaltada hasta Logroño... pero ¡Lo he conseguido!
Llega el momento de la reflexión, el momento de preguntarme ¿para qué ha servido? A modo de recordatorio personal voy a enumerar algunos logros siempre parciales.
1º He conseguido mejorar mi apreciación del tiempo y de las distancias. Caminar me ha ayudado a medir el espacio en términos de mi propio paso, de mi ritmo, del esfuerzo y de los descansos necesarios para llegar a la meta.
2º He mejorado la manera en que me relaciono con los demás. Hablo más libremente con desconocidos, me intereso más por sus cosas, su vida, y escucho más atentamente las fatigas y vanidades de los que comparten el Camino.
3º Sonrío más. A veces hasta me río a carcajadas. Soy algo más paciente con mis fallos y más tolerante con los de los demás.
4º Pienso que la vida se vive intensamente en la medida en que uno se concentra en hacer lo mejor que sabe y puede aquello que le toca hacer en cada momento.
¿Es suficiente? Desde luego que no. Tengo que seguir caminando, de manera real si me queda salud y tiempo para hacerlo, o de una manera más simbólica cuando lo anterior no me sea posible.
El Camino, como la vida, nos acoge a todos tal como somos, y a veces nos transforma. A los inquietos que se levantan a las cuatro de la mañana y salen del albergue en plena noche por miedo a no encontrar cama en el albergue siguiente y a los indolentes que nunca tienen prisa. A los místicos que pasan ensimismados y a los documentados que parecen ir comprobando paso a paso lo que les marca la Guía. A los artistas que sólo contemplan la belleza del Camino a través del visor de su cámara y a los pintores que siempre encuentran ese rincón mágico desde el que tomar apuntes o bosquejar un paisaje. A los vividores que se las ingenian para encontrar el mejor restaurante y más barato, a los experimentados que tras su cuarto o quinto recorrido van repartiendo consejos y recetas que nadie les pide y a los graciosos que generosamente reparten sus chistes y sus risas y hacen más ligero el camino.
El caso es que con unos y con otros vas conviviendo y al cabo de unos días se ha creado un pequeño grupo algo más compacto con el que te integras, compartes los descansos, los bocadillos y alguna confidencia que llevabas guardada mucho tiempo, y llegas a la meta que te habías fijado, es decir Logroño, y se te hace un nudo en la garganta cuando a la mañana siguiente les ves seguir camino hasta Santiago.
¡Buen camino peregrinos! Nos volveremos a encontrar.
29 de agosto de 2010
El Concierto
"El Concierto"
Le Concert
Francia 2009
Dirigida por Radu Mihaileanu
Duración 119 minutos
Mientras escribo estas líneas estoy escuchando el "Concierto apra piano de Tchaikovski, y es que hace unos días tuve la oportunidad de ver la película del director rumano afincado en Francia Radu Mihaileanu "El Concierto".
Una comedia desternillante ciertamente, pero al mismo tiempo una inevitable sacudida a nuestras más sensibles fibras musicales. La película parte de un hecho histórico referido a la caída en desgracia del director de orquesta del Bolchoï, Andréi Filipov en época de Brézhnev, por haberse negado a despedir de su orquesta a los músicos de origen judío.
Como revancha y reivindicación de su antiguo prestigio, Filipov, reducido a simple empleado de la limpieza del Bochoï intercepta un fax procedente del teatro "Le Châtelet de Paris" e idea con algunos de aquellos viejos artistas acallados y represaliados de entonces, suplantar a la orquesta oficial.
Ciertamente la idea es descabellada aunque no original, su puesta en marcha surrealista y las posibilidades de éxito totalmente inexistentes. Lo sabemos, y sin embargo nos dejamos embaucar por el cándido, infantil y ruidoso entusiasmo de esas viejas glorias y desde el primer momento nos ponemos de su lado confiando, contra todo pronóstico, que no se descubra la superchería al menos hasta que hayan dado su anhelado Concierto.
En la encrucijada entre cine serio de transfondo político y comedia fácil de alto voltaje sentimental, Mihaileanu opta por la fórmula más taquillera y se deja llevar por algunos excesos vodevilescos como la pintoresca informalidad de la "troupe" de músicos rusos o las variopintas e infrecuentes habilidades de sus componentes. Para compensarlo, Alexei Guskov encarna de verdad a su personaje, el atormentado Filipov, y Mélanie Laurent, con su belleza y encanto natural protagoniza unos solos de violín que nos estremecen.
Al margen de la comedia, todo el final de la película, con la interpretación del Concierto para violín Opus 21 de Tchaikovski es una auténtica apoteosis aunque quien lo interprete no sea la orquesta del Bolchoï sino la orquesta Sinfónica de Bucarest.
24 de agosto de 2010
Cabuérniga
Estamos en Cantabria, en la cuenca del río Saja. Este valle, hoy verde, rebosante de luz, moteado de pueblos fue utilizado ya en tiempo de los romanos para acercar al mar, en Portus Blendius (la actual Suances) el grano de la meseta. Siglos más tarde, serviría a los nobles castellanos de vía de escape ante la invasión musulmana y poco después, en el siglo IX, fue la ruta de los "Foramontanos", aquellos hombres que partiendo de la Malacoria de los Anales (la actual Mazcuerras) emprendieron el lento avance hacia el sur, espada al cinto y empuñando el arado, buscando los amplios horizontes de Castilla. Mitad labriegos, mitad guerreros repoblaron las calcinadas y desérticas tierras altas del Duero. Por este valle discurrió así mismo el Camino Real, utilizado en 1517 por Carlos V, que pernoctó en Los Tojos, en su regreso de Flandes.
Hoy, todo eso es historia. La subida hacia la meseta se hace por una moderna autovía a través de la cuenca del Besaya, pero quizá sea por tanta historia acumulada que el valle de Cabuérniga, y por extensión toda la zona de Saja-Nansa es una de la regiones cántabras que mejor condensan la esencia y el espíritu montañés. La abundancia de verde pasto, las brañas, los hayedos, los serbales, los bosques de robles centenarios, algunos con nombre propio como el ya derrotado "Cajigu del Cubilón" o "El Mellizu", los castaños de Terán, ellos también con nombre propio tan descriptivo como el "Cuatro patas" o "El duende", el autóctono ganado "Tudanca", los pueblos de piedra y teja, de calles empedradas, de casas blasonadas, con sus portaladas, solanas, balconadas de madera cuajadas de flores cosntituyen un paisaje único que entra en el alma por todos los sentidos y nos cautiva para siempre.
Mi recorrido del valle ha sido incompleto; eso es bueno porque he quedado con ganas de volver, de seguir descubriendo Cantabria, recorriendos a pie sus numerosos caminos y pistas perfectamente señalizadas para quienes disfrutamos haciendo senderismo. Quiero desgustar también el cocido montañés hecho de alubias, berza y el compango de cerdo.
Me adentré en el valle por Cabezón de la Sal y a los pocos kilómetros hice una primera parada en Carrejo. El Museo Regional de la Naturaleza estaba cerrrado, pero la parada mereció la pena. Las casonas con soportal y gran portalón en arco de medio punto, las balconadas de madera, la profusión de geranios y petunias fueron una invitación para seguir la excursión. En Ruente, visité la Fuentona, impresionante caudal que nace directamente bajo una peña y se convierte en el acto en caudaloso e intermitente río. El pueblo, famoso por su gastronomía, tiene además un curioso y estrechísimo puente romano de ocho arcos de medio punto, nobles casonas y un humilladero medieval.
Siguiendo la carretera, pasé por Barcenillas, Sopeña y Valle y poco después de Fresneda tomé la desviación hacia Bárcena Mayor. Pese a que tengo que dejar el coche en un parking a las afueras del pueblo, me siento agobiado por tanto visitante. Es el pueblo cántabro por excelencia, el más visitado y también según consta, el más antiguo de Cantabria. Hay que decir que todo el pueblo es un auténtico museo. Egoístamente pediría que los vecinos también dejaran sus coches en el parking a la entrada del pueblo, pero entiendo que no pueden estar supeditados a los caprichos estéticos de los visitantes. Afortunadamente pese a tanto turismo, el pueblo no está invadido por el comercio chinesco que afea a tantos pueblos. Alguna tienda vende productos de la tierra: sobaos, quesadas, orujo y licor de hierbas, madreñas, bastones de cerezo y poco más. Sobre todo no he visto esa exhibición de productos en la acera que tanto daña la estética por lo chillón de sus colores y la incongruencia de sus productos.
De Bárcena Mayor regresé a Valle para pasar a través de la Braña de Novales y el collado de Carmona al valle del río Nansa. La parada en Carmona era obligatoria por el tipismo de sus casas, por su palacio convertido en parador y porque a esa hora de la mañana había que reponer fuerzas.
Sé que el Valle del Nansa y en particular Tudanca y Puente Nansa merecen una visita más reposada. Volveré para visitar la zona con detenimiento y de paso volver a deleitarme en la incomparable gruta de estalactitas y estalagmitas de "El Soplao".
18 de agosto de 2010
Clara Sánchez: Lo que esconde tu nombre
LO QUE ESCONDE TU NOMBRE
Novela
Clara Sánchez
Premio Nadal 2010
Ediciones Destino 2010
Áncora y Delfín 1176
426 páginas
He leído con avidez casi todas las nvoelas de Clara Sánchez. Tiene una prosa fluida y sus historias enganchan desde las primeras páginas. Por eso, al saber que había ganado el Nadal de este año, pensé que sería un buen festín de lectura para este verano.
Y de alguna manera lo ha sido. En el primer centenar de páginas he visto de qué manera Clara Sánchez trae a nuestra atención un tema que, nos guste o no nos guste, sigue estando de actualidad. me refiero a la Memoria Histórica y al deseo de venganza disfrazado siempre de justicia. Para ello, la escritora plantea una trama irreprochable. Una pareja de cotogenarios nazis perdidos en una de esas recónditas urbanizaciones de la costa levantina en pueblo apenas disfrazado con su nombre en latín, y un faro, probablemente el de La Nao en Xátiva. Por otra parte, un superviviente de mauthausen, Julián, también octogenario, decidido a tomarse la justicia por su cuenta. Como nexo de unión entre ambos mundos, Sandra, una joven de 30 años, embarazada de un hombre al que no ama y que se retira al chalet de su hermana en la costa para buscar sosiego y recomponer su vida.
El suspense está servido: el terror psicológico también. La víctima espía a sus verdugos, establece contacto con Sandra y cuando ya aprece que la acción va a empezar, llega la desilusión. Nada ocurre. Julián que dice pertenecer a una organiación dedicada a desenmascarar a antiguos nazis, no establece contacto con ellos después de identificar a varios de ellos. Se contenta con seguir sus dias y venidas que acabamos de conocer hasta el aburrimiento pues a los seguimientos de Julián se añaden en alternancia las propias revelaciones de Sandra.
Lo que prometía ser una buena novela se pierde en las laberínticas carreteras que llevan a las urbanizaciones de la costa. Los antiguos nazis están organizados en una especie de Hermandad que tampoco actúa y las págians se suceden sin más aliciente que unas misteriosas ampollas o el extraño e inverosímil ednamoramiento de Sandra. La lectura es amena y siempre se espera un desenlace inesperado que vuelva a dar sentido a la obra. Vana espera. No ocurre nada, o mejor dicho, ocurre lo más difícil todavía: Julián se recluye en una Residencia de ancianos junto con alguno de esos nazis a los que perseguía y cosas de la literatura no sólo se enamora de matrona que los cuida sino que ésta a su vez se muere por tener relaciones sexuales con el anciano.
Verdaderamente decepcionante. Un comienzo que prometía una seria reflexión sobre la justicia y la venganza, sobre la memoria histórica, sobre el arrepentimiento y el perdón y que se ha perdido en una mediocridad nada digna de Clara Sánchez
17 de agosto de 2010
Fra Filippo Lippi: La Virgen y el Niño entre dos ángeles
La Virgen y el Niño entre dos ángeles
1464, Temple sobre tabla 95 x 62 cm.
Galería de los Uffici (Florencia)
Durante muchos años, ha sido mi preferida entre las innumerables Madonas del Renacimiento. Hace unos meses, durante un viaje a Florencia, la incluí entre los seis cuadros que deseaba contemplar sin prisas en la Galería de los Uffizi. El embrujo sigue ahí, más fuerte si cabe después de contemplar sin máscaras interpuestas, sin veladuras, la serenidad ausente, la dulzura, la alegría contenida de ese perfil de mujer a la vez tan humano y tan espiritual.
Para quitarme el cuadro de la cabeza, he leído todo lo que sobre Fra Filippo Lippi y su obra ha estado a mi alcance: una infancia de extremada pobreza, una vocación religiosa impuesta por la necesidad y Filippo entra en la orden de los Carmelitas, pero negado para el estudio, se dedica a la pintura y se convierte en discípulo y ayudante de Masaccio de quien aprendió una nueva concepción del espacio y la elgancia del dibujo y los efectos del color.
En este cuadro, la Virgen está situada frente a una ventana, lo que permite al pintor crear profundidad e introducir al espectador dentro del cuadro. Además añade un elemento novedoso en la pintura del Quattrocento: el paisaje, que en este caso está esquematizado en forma de árboles, montañas y praderas lejanas.
Contemplamos a una Virgen que "está como ausente", la mirada baja, las manos juntas en oración, ajena casi a ese niño que le tiende los brazos sostenido por dos ángeles. Pero para paliar tanto hieratismo ahí está ese guiño malicioso y cómplice del angelote que nos mira y nos acerca, más si cabe, a la escena y la llena de humnidad.
Destaca por otra parte su búsqueda de los efectos del color: el azul intenso del manto contrasta con la pálida blancura del cuello y el juego de luz y sombra, sumado a la transparencia del velo de la Virgen genera la ilusión de movimiento.
El Renacimiento Italiano redescubrió a la mujer en carne y hueso. La mujer dejó de ser figura de piedra en las iglesias románicas y se convirtió en humana, con rostro definido, contornos sensuales y erotizados. Para ello, los artistas retrataron a amantes, esposas o favoritas de sus mecenas como si fueran diosas, santas o Vírgenes. Leonardo da Vinci pintó a Giovanna Tornabuoni en "La Dama del armiño", Botticelli a la bella Simonetta Vespuci en "La Primavera"; pues bien, la mujer que sirvió de modelo para esta etérea Madonna, no fue otra que Lucrezia Buti, una monja de 21 años a quien Filippo Lippi, aprovechando su condición de capellán del convento, sedujo, raptó y dejó embarazada de un niño que con el tiempo se convertiría a su vez en el gran pintor Filippino Lippi.
8 de agosto de 2010
Amo tu grácil cuello bajo el pelo
Amo tu grácil cuello bajo el pelo
recogido, cuando un imperceptible
movimiento ilumina
la línea que, tan dulcemente,
desciende hasta tu hombro;
cuando un asomo de cansancio abate
su dorada esbeltez de espiga y todos
los oros del atardecer se posan
sobre tu nuca; cuando mido
sobre su piel desnuda esa distancia
que va de tu inconsciencia
a mi deseo; cuando, pensativa
y lejana, movida
por no sabes qué impulso,
sonríes y te vuelves levemente
para mirarme.
Rafael Guillén
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