24 de junio de 2007

La intimidad

Mientras navego con determinación hacia los profundos mares de la edad y dejo una mayor estela detrás de mí, considero que nada es más importante que la relación que uno tiene consigo mismo y con los demás. No es la profesión, ni mantener la casa en un orden perfecto, ni acumular posiciones. Aprender a amar, a ser sincero y permitir delicadamente que los demás entren en nuestro corazón, son los verdaderos desafíos para los cuales hemos nacido.
Cuando somos capaces de hacer la transición entre sobrevivir y vivir, seremos capaces de pasar del aislamiento a la intimidad. La invitación puede venir de la mano de una esposa, un marido, un amante o un amigo.

La intimidad requiere en todos los casos que todas las personas involucradas en una relación seamos individuos íntegros. La co-dependencia no es intimidad. Identificarse totalmente con otra persona hasta llegar a perder la identidad propia tampoco es intimidad.

Existe intimidad cuando dos personas que tienen su propia vida y asumen sus fallos y sus verdades, sus necesidades y sus dones se dicen mutuamente: “Este soy yo. Te estoy viendo. Estoy deseando decir la verdad, cometer errores, perdonar, confiar, recibir, dar, aceptar nuestras diferencias, discutir, reír y permanecer cerca de ti respetándote”.

No todas las personas que tienen una relación íntima son amantes. No todos los amantes tienen una relación íntima. Una amistad puede alcanzar una gran intimidad y no incluir sexo. No todas las personas que tienen una relación íntima se casa. No todas las parejas son amigas íntimas. El matrimonio es una gran oportunidad para acceder a la intimidad, pero muchas parejas la pierden.

Todos cometemos errores en relación con la intimidad. Lo que es correcto para algunos puede resultar difícil para la relación, o viceversa. Todos tenemos momentos de desconsideración hacia los demás en los que nos centramos en nosotros mismos. Proponemos una separación, acaso sin advertirlo, cuando estamos tan pendientes de nosotros mismos que esperamos que los demás se anticipen a nuestras necesidades o cuando damos por hecho su benevolencia. Una persona sana se mueve entre la conciencia de sí misma y la conciencia de la relación.

Cuando dos personas unen sus vidas, es importante que sigan manteniendo su individualidad. Esto puede querer decir pasar un tiempo juntos, pero no todo el tiempo (por ejemplo, leer o ir al cine), tener un tiempo individual y un tiempo para disfrutar con otras personas. Alguien que está acostumbrado a vivir solo necesita períodos de silencio y reflexión para centrarse. Cuando las personas comienzan a convivir, los proyectos individuales siguen vigentes.

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