9 de agosto de 2007

Señora escribiendo una carta con su sirvienta



1670 Señora escribiendo una carta con su sirvienta
Óleo sobre tabla 72,2 x 59,7 cm
National Gallery Dublin (irlanda)

Durante mucho tiempo este cuadro me ha servido de fondo de pantalla en el Ordenador. De alguna manera hay una correlación entre la escritura de hoy a través del PC y la de esa desconocida dama de hace 330 años, que escribe, concentrada, un « billet doux » o misiva amorosa a un admirador secreto y que será llevada de inmediato por la doncella que espera de pie, distraida mriando por la ventana.
Vermeer ciertamente no se prodigó como pintor. La escasa treintena de obras ejecutadas durante su carrera, son sin embargo minuciosas , casi escrupulosas réplicas de lo que podríamos ver o fisgar en un hogar flamenco en la ciudad de Delft hace 300 años pero son también un reflejo y una meditación moral sobre algunas de las fallas de una burguesía afanada en acaparar dinero mientras las señoras de la casa, ociosas, se distraen recibiendo visitas, tomando lecciones de música, bebiendo vino, o manteniendo correspondencia secreta con sus amantes.
Existen en contraposición, una serie de cuadros en los que Vermeer alaba y ensalza las labores hogareñas casi siempre ejecutadas por muchachas de servicio como el famoso cuadro del Rikjs Museum que nos muestra a la mujer vertiendo leche o el no menos famoso cuadro del Louvre de « La Encajera ».
Personalmente siento debilidad por este cuadro y más de una vez he sentido auténtica curiosidad por saber qué escribe esta dama que confiere ese sonrosado rubor a sus mejillas. Qué goces secretos o anticipados se reflejan en el sonriente semblante, en la descuidada concentración, qué hace que se olvide de todo, incluida la sirvienta pacientemente distraida mirando por la ventana.
Nuestro pintor no se esforzó demasiado buscando escenarios o mobiliarios nuevos para cada uno de sus cuadros. Sabemos, por el cuadro apenas distinguible en la pared, que se trata de una sala en casa de su suegra y tanto la ventana emplomada, como el rico mantel de brocado de la mesa aparecen en otros cuadros.
La luz es desde luego uno de los grandes protagonistas de este cuadro. Se derrama abundante y tamizado desde la parte alta de la ventana e ilumina el rostro de la escritora estableciendo un nuevo contraste entre la claridad que ilumina el folio y el secretismo y ocultación de lo escrito. Esa misma luz, descansa sobre los puños y el cuello inmaculados de la muchacha y se extiende sobre la blusa y el escote de la dama que queda así expuesta en toda su fragilidad de mujer sola, anhelante y frustrada. La luz resbala por fin sobre el mantel y subraya el drapeado bermellón y se posa sobre los relucientes baldosines que forman damero y conducen la mirada de nuevo hacia nuestra protagonista.
Contemplar un cuadro es a veces como abrir una ventana y dejar volar la imaginación. Quiero pensar por un momento que soy el feliz destinatario de la misiva. Saboreo sus dulces palabras, y el recuerdo de mis dedos sobre su piel. Me estremezco por el riesgo de cada encuentro, me deleito en la argucia de los pretextos, y en el descaro de nuestras miradas cuando estamos frente a otras personas. Parece como si estuviéramos desafiando a los amigos, y en particular a ese insulso y avaricioso marido que se pasa la vida buscando tesoros y se olvida que tiene una perla marchita en casa

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una gozada visitar tu casa, tienes que animarte a participar en los relatos de Sherezade, seguro que nos ganas a tod@s. Un abrazo