Ana Isabel va a la oficina todas las mañanas temprano. Elige cuidadosamente su vestido porque a las ocho y media tiene una cita. Ella es tímida y retraída. Lleva ocho años viviendo en la urbanización y aún no conoce a nadie personalmente. Se ha cruzado a menudo con el vecino del adosado, pero no se ha atrevido a abordarle. No quiere que piense cualquier cosa. Como ella, parece vivir solo, se ha fijado que en la casa no hay ningún vestigio de presencia femenina y que cuando él llega por las tardes, la bolsa de la compra parece anormalmente vacía.
Como si se hubiesen puesto de acuerdo, esta mañana ambos han abierto la puerta de la calle al mismo tiempo. Se miran pero no se saludan, Ana Isabel, le sigue observando por el rabillo del ojo. Le calcula diez años mayor que ella, de cabello castaño, complexión atlética, pero no muy alto, tez bastante oscura. Se diría que viene del sur, y viste ropa deportiva sin marca. ¿Quién será? se pregunta; y a su mente acuden mil posibilidades… ¿ Un divorciado? (son tantos últimamente…) o un científico absorto por su profesión y protegido por su timidez, o un cura rebotado, un gay… ¿Quién sabe? Ella está curada de espanto. Su relación con Francisco, su primer y único novio la dejó vacunada para siempre. No quiere saber nada de los hombres. Son egoístas y ruines. Sólo quieren una cosa y cuando se la das, “a otra cosa mariposa”. Vuelan de flor en flor y sólo piensan en ellos, en su diversión, en sus aventuras.
Casi sin darse cuenta lanza un pequeño suspiro al tiempo que se da la vuelta camino del autobús. Respira hondo y se deja acariciar por los rayos tibios de este sol mañanero y otoñal. Cuando sube al autobús ha olvidado por completo a su vecino y sobre todo al odioso Francisco. ¡Ojalá se pudra en el infierno!
¡Qué bien que el bus llega puntual y despejado! Elige un asiento al lado de la ventanilla y sabe que en los próximos veinte minutos no tendrá que hacer nada. Se podrá distraer viendo fluir el tráfico, correr a la gente o preparar las primeras palabras para su cita mañanera.
Ana Isabel llega la primera a la oficina. Dispone de una llave maestra. Enciende las luces, se dirige a su mesa, coloca cada papel en su sitio y enciende el ordenador. Desde hace un par de meses disponen de Internet y les permiten su uso siempre que sea antes de las nueve o después de las dos y media. No hay necesidad alguna de poner vigilancia. El sistema bloquea automáticamente Internet fuera de las horas señaladas.
Cuando se enciende el ordenador aparece un perrito pequinés como fondo de pantalla. Es una foto algo cursi pero le da pereza cambiarla. Rápidamente pincha en el icono de Internet, echa un vistazo a la página inicial de Terra que le señala a golpe de vista las principales noticias del día, pero no se entretiene. Cambia a la página de Hotmail, pincha el icono del Messenger que gira y gira y parece que cada vez tarda más en abrirse y reteniendo el aliento espera… Todos los muñequitos que representan a sus amigas, están grises, se diría que aún siguen durmiendo. Pero hay uno encendido:, es el que buscaba. Lotario está ahí, luciendo verde resplandeciente, esperándola.
- Buenos días Lotario, ,¿estás ahí?
- ¡Ya lo ves! Buenos días Ada Rosa… ¿Qué tal día tuviste ayer?
- Ni fu ni fa… Algo de jaleo en la oficina, los chismes de Susana que me trae loca, y mi madre que no hace más que quejarse… ¿a ti que te parece? Seguro que tu has tenido un día más entretenido. Habrás estado con un montón de chicas…
- Ya te he dicho que yo no salgo con chicas. No conozco a ninguna y en el trabajo me da corte acercarme a nadie. A veces tengo la impresión que para ellas, soy transparente…
- Me lo vas a hacer creer… jajaja. Alguna te estará tirando los tejos y tú sin enterarte.
- No, de verdad, creo que fuera del trabajo o cuando voy al super, con la única persona que he hablado desde hace meses es contigo.
-No exageres, que te voy a creer.
-Bueno, créeme o no. Pero es cierto. Llevamos cuatro meses chateando en Internet y parece que te conozco de toda la vida mientras que las compañeras de la oficina sólo son sombras con tacones.
- Será que tu no quieres hacerles caso. ¿Cómo es posible que desde hace 6 meses que vives en esta ciudad nunca hayas coincidido con nadie que te haya gustado?
- Pues esa es la verdad. Encima, creo que cometí un error al irme a vivir a una urbanización porque no tengo la oportunidad ni tan siquiera de decir buenos días a los vecinos!
- Pero tienes el campo, la piscina, los árboles… y alguna vecinita solitaria, digo yo!
-Hablando de vecinitas, hoy he visto a mi vecina por primera vez. Creo que vive sola, pero es de las que van a lo suyo. Hará su vida social en otra parte. ¡Lástima que vivas en Barcelona porque me gustaría tanto poder tomar un café contigo y contarte cosas!
- Bueno, bueno, que yo no quiero ser tu paño de lágrimas, que todos empezáis llorando pero es para acabar riendo… ya me entiendes! Además, yo no vivo en Barcelona.
- Ah! ¿no? ¡Pues lo que me dijiste en uno de tus primeros mensajes!
-¡Chico, qué memoria! Ya sabes que al principio hay que ser precavida…que nunca se sabe. Hay mucho sinvergüenza suelto… Te dije Barcelona como te podía haber dicho Australia!
- No, de verdad, tu me conoces de sobra y sabes que a mi me gusta chatear contigo pero preferiría conocerte… que nos viéramos alguna vez, Ir a sitios juntos y tener temas en común de los que hablar!
- Pues mira, si quieres saber la verdad, te la voy a decir. Yo vivo en Madrid, igual que tú.
- ¡Sapristi!
-¿Qué dices, o mejor qué has escrito?
- ¿Sapristi? Ah! perdona, esa es una reminiscencia de mis años de colegio en los frailes! ¡Decíamos sapristi cada vez que queríamos decir un taco!
-Jajaja Es la primera vez que lo oigo!
- Bueno, Lotario ¡Qué nombre Dios mío! Espero que tu nombre real sea menos alambicado, porque de otro modo entendería que estés tan solo! Lo dicho, se acabó el tiempo. Dentro de un minuto el p… servidor me desconectará de Internet. ¡ Ciao! Hasta otro rato! ¡Cuídate!
- ¡Ciao! Ada rosa. Hasta otro rato.
Ana Isabel cierra Internet preguntándose todavía si ha hecho bien en decirle a ese extraño “Lotario” que ella también vive en Madrid. Chatear con alguien de la misma ciudad acarrea tarde o temprano el que te propongan conocerte…Pero los albaranes se amontonan en la bandeja y ya no hay tiempo para disquisiciones. Valiente, se pone manos a la obra y de momento, se olvida de su misterioso amigo virtual.
A la hora del café Susana se le acerca con una risita inquisidora… pero está dispuesta a no soltar prenda.
- Oye, se te veía muy embelesada tecleando en Internet a primera hora… ¡A ver si me le presentas!
- No sé de qué me hablas, Susana, escribía una carta a una amiga
- Je! je!.
Por la tarde Ana Isabel regresa a casa cargada con las bolsas de la compra. Estaba introduciendo la llave en la puerta cuando vio que la puerta del vecino se abría al tiempo que oyó un tremendo golpe, y el chasquido de algo que se rompe y toda la sinfonía de ruidos que acompañan esas pequeñas catástrofes de un jarrón, o un espejo que se hace añicos;; pero lo que no esperaba a oír por segunda vez en el día fue un sonoro y contundente: ¡Sapristi!