2 de febrero de 2014

El Francotirador paciente: Arturo Pérez-Reverte

EL FRANCO TIRADOR PACIENTE
Novela
Arturo Pérez Reverte
Alfaguara
Colección Hispánica
312 páginas

            Debo confesar que Arturo Pérez Reverte es un autor que siempre abordo con aprehensión.  Algunos de sus libros me han entusiasmado, otros por el contrario me han dejado indiferente y llego a pensar que están escritos con el único propósito de cubrir el expediente o sus compromisos editoriales.

            Al leer la contraportada de su última novela “El francotirador paciente”  he visto la palabra “grafiti” y al verla he decidido que debía leer el libro sin más demora.  En efecto, hace un par de años, con ocasión de un viaje a Berlín descubrí junto a mi amiga Marisol, un universo de expresión artística  en lo que hasta entonces, para mí, como para la mayoría de los sesudos ciudadanos no era más que vandalismo, suciedad, y quebraderos de cabeza y enormes gastos de limpieza para las arcas municipales.

            Entre los múltiples “tours” que la ciudad ofrece hay uno particularmente chocante al que nos apuntamos: “Desarrollo del  grafiti urbano en la ciudad de Berlín” Caminamos durante varias horas por la ciudad y fuimos descubriendo las particularidades de los ”tags” o simples firmas, los “stencils” o plantillas,  los “collages” y la diversidad de autores, algunos consagrados que pueblan ese mundo marginal que se expresa, provoca y se rebela contra el orden establecido desafiando a la autoridad y desafiándose a sí mismos  buscando los lugares más inaccesibles, o peligrosos para dejar sus rúbricas y sus “banners” multicolores.

            Precisamente de todo eso trata el libro de Reverte y claro está, me ha gustado.  Yo diría casi que me encontraba en terreno conocido.  Sin embargo no es una gran historia y el argumento es bastante lineal: una especialista en arte urbano recibe el encargo de entrevistarse con uno de los grafiteros mas conocidos y más escurridizos.  Alguien más y por diferente motivo trata también de dar con el artista callejero.  Y la historia nos lleva en un periplo por Madrid, Lisboa y diversas ciudades de Italia como Verona, Roma y Nápoles. ( Sobre ésta última Pérez Reverte tiene algunas frases particularmente acertadas.) Pero ya estamos en la página 300 y hay que poner fin a la historia. Entonces, el autor, sin a penas previo aviso, saca de la chistera  el más desconcertante de los finales posibles. A nosotros de aceptarlo y de tratar de descubrir la lógica detrás de ese final o seguir rumiando la decepción.

De cualquier  manera, y al margen de la  intriga, hay suficientes alusiones, comentarios y reflexiones sobre el arte urbano, los grafitis, y el significado de las pintadas que afean nuestras ciudades como para que la novela merezca la pena.

 El grafiti es el único arte vivo – sentenció -. Hoy con internet, unos pocos trazos de aerosol pueden convertirse en icono mundial a las tres horas de ser fotografiado en una suburbio de los ángeles o Nairobi. El grafiti e la obra de arte más honradas, porque quien la hace no la disfruta. No tiene la perversión del mercado. Es un disparo asocial que golpea en la médula. Y aunque más tarde el artista se acabe vendiendo, la obra hecha en la calle sigue allí y no se vende nunca. Se destruye tal vez, pero no se vende.

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