Odalisca con esclava
Óleo sobre lienzo 76 x 105,4 cm
Walters Art Gallery, Baltimore USA
La odalisca durmiente fue el primer cuadro que Ingres terminó en Roma. Era una clara cita de la durmiente de Nápoles de 1808 que Ingres complementó con copias según modelos ajenos.
¿Por qué hace latir la odalisca el corazón del observador? Invita a los ojos a seguir los contornos claros y turgentes del cuerpo, que destacan del fondo oscuro. Todos los sentidos están interpelados por esta visión: en la fuente, agua fresca; suena una suave música oriental y el olor aromático de la pipa de agua se aprecia aún en el ambiente. La mujer desnuda, extendida, ha dejado a un lado el abanico, lo cual parece una invitación erótica; el observador se deja cautivar por este mundo de cuentos orientales.
La odalisca es una prisionera en sentido doble: por un lado está cautiva en un espacio sin salida, en las profundidades claustrofóbicas de un harén; por otro lado, está prisionera por el control pictórico preciso de Ingres, que se extiende a todos los detalles y que hace fluir sobre la superficie un brillo esmaltado. Se trata de una lisura cautivadora que atrae y rodea al observador. Es la convincente armonía entre líneas y composición, de colores y formas, a las que el observador se rinde, tanto como a la belleza de la odalisca. Ingres se convierte en el sumo sacerdote de la belleza y transforma al espectador en voyeur.
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