9 de abril de 2008

Corfú - Grecia


Estoy asomado al balcón de mi apartamento anclado en lo alto de una verde colina que se desmaya en el mar. Los inhiestos cipreses sobresalen del verde pálido de los olivos, de las higueras y de otros arbustos que cubren profusamente la isla. Es tanta y tan variada la vegetación que solo puedo adivinar otros chalets vecinos perdidos en el verdor. En la distancia el mar, un mar azul turquesa, tan liso y sereno que los veleros y ferrys, más que surcarlo parecen resbalar sobre él. En primer plano jardines primorosamente cuidados donde las adelfas hacen guiños a los tiernos hibiscos o a las más recias bourgainvillea. Cada pocos minutos, ronronean los aviones con su carga de turistas que llegan a esta isla, la más septentrional de las islas Jónicas, tan Europea y tan Griega a la vez, que tiene que repartir y compartir su nombre entre el Corfú con el que la conocemos en Europa y el Kerkyra más auténtico y local.

Me deleito leyendo los poemas de Yorgos Seferis, diplomático, pensador y poeta que devolvió al pueblo griego una literatura escrita en el idioma de todos los días (demótico) en sustitución del idioma culto pero desconocido de la mayoría (katharévoussa.)

En este marco versos como éste:

Labios, guardianes de mi amor que iba extinguiéndose
manos, lazos de mi juventud que iba escapándose
tez de un rostro perdido en algún punto de la naturaleza
árboles... pájaros... caza...

Cuerpo, uva negra de sol ardiente
cuerpo, bajel de mi riqueza, ¿Adónde vas?
Llegó la hora en que el crepúsculo se ahoga
y me gana el cansancio en pos de las tinieblas...

cobran una fuerza y una profundidad extraordinarias. ¿O es que precisamente me siento aludido y veo como se escapa la juventud como va cayendo la tarde y el silencio de las chicharras me insta a una melancólica mirada atrás?

Sólo un gran amor nos salva del espanto del tiempo que huye. Me dejo acariciar por los recuerdos:

Mujer, huésped de mi alma,
me queda tu sorpresa,
hermosa mujer amada,
en este absurdo atardecer, hoy

los negros eslabones de tus ojos
y el sutil espanto de la noche...
Inclínate, quimera, por volver

a su vaina el filo de mi silencio

Me sacudo la nostalgia y salgo de mi ensoñación. La ciudad de Corfú me espera: Cantada por Homero en la Odisea bajo el nombre de Scheria donde Ulises fue descubierto por la bella Nausicaa, “la de los blancos brazos”, ha sido sucesivamente veneciana, turca, francesa, inglesa y sólo en 1986 pasa definitivamente a Grecia.

Es curioso ver cómo los diversos ocupantes han dejado su impronta en la ciudad: loggias venecianas, fortaleza turca, ventanas y balcones forjados franceses y hasta un magnífico campo de críquet inglés en el centro de la ciudad.
Lo cierto es que fueron los sucesivos ocupantes y en particular los ingleses quienes hicieron de Corfú la isla Griega de moda entre aristócratas, escritores y políticos europeos.

Pero no es la ciudad lo que me interesa. He venido a Grecia en busca de descanso y de helenismo. Seferis me dice

Para mí, el helenismo es una forma de humanismo

No es ese humanismo el que encuentro en la ciudad con su tráfico, sus semáforos y el imparable mercantilismo. Cuando a estos destinos vacacionales les retiramos la belleza de sus paisajes y alguno de los pocos monumentos verdaderamente dignos de la humanidad, lo que queda: bares, restaurantes, tiendas de souvenirs a fuerza de ser repetitivos se vuelven auténticamente repulsivos.

Me quedo ese pequeño monasterio en el islote de Vlarherma que parece flotar sobre ese mar que me hechiza, con la sinfonía de verdes del exuberante paisaje, con las recónditas, estrechas y pedregosas playas que el mar ha ido lamiendo a la montaña, con la estela de los grandes barcos que surcan ese mar sereno y límpido como un espejo y que tejen una tupida red de rutas invisibles que como gigantesca tela de araña pastorean el inmenso rebaño de islas que forman ese país del que Seferis dice:

Dondequiera que voy, Grecia me duele

y que admirado, parafraseo en silencio sustituyendo su país por el mío.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá encunetres lo q has ido a buscar. Cómo me gusta Grecias!! q envidia! Beso!

Malena dijo...

He pasado un momento para saludarte y me he encontrado con esta maravilla de escritura a la que de momento no pienso hacer ningún comentario porque quiero volver a leerla cuando vuelva de la calle per disfrutándola.

Hasta luego, Fede.

Te envío luego un correo porque me ha pasado una cosa muy extraña.

Un beso.

Malena dijo...

Hola Fede. Juraría que te había dejado un comentario que por alguna razón extraña no ha quedado registrado.

Como siempre, mi admiración por tu forma de escribir y relatar tus viajes porque no eres un mero viajero.

Eres un viajero sentimental que no se queda con lo exterior, con lo que todo el mundo ve.

Tú ves el alma de las cosas y nosotros tenemos la suerte de que tú lo escribas.

Gracias Fede.

Un beso muy grande.

P.D/ Sabes que mis palabras no son de cumplido. Te admiro y te respeto.

Cálida Brisa dijo...

Es una maravilla vivir a traves de tu relato la estancia que nos transmites.

Yo estoy convencida que no la vere jamas...

¡¡Que pena cuantas cosas dejare de ver!!

Pero tengo Madrid y el Ave para acercarme al mar.

( quien no se conforma es porque no quiere)

En serio ..no sabeis la suerte que teneis los que habeis visto tantas cosas bonitas.

No dejes de recordar tus viajes nunca.

Son trocitos de tu vida.