31 de agosto de 2008

Feliz quien, como Ulises, hizo un largo viaje (V)



Las heridas de la insolación se fueron curando a lo largo de los tediosos días siguientes en los que a penas alguna galerna o alguna fiesta a bordo rompía la monotonía de los días. La falta de horizontes sólidos, empezaba a pesar sobre los viajeros y aunque los eventos sociales se multiplicaron el humor de unos y otros parecía ir vaciándose como las reservas de combustible y provisiones a bordo del paquebote.

Singapur

Por fín avistamos Singapur a primera hora de una mañana soleada. La ciudad, seguía siendo por aquel entonces una ciudad colonial a mitad inglesa y a mitad china, en la que como puerto franco florecían los negocios y las transacciones financieras. Puerta y puerto al mundo para Malasia, Singapur era un gigantesco emporio marítimo en el Sur Este Asiático. Sin embargo la ciudad no ofrecía entonces esos maravillosos rascacielos, y ese perfecto orden y limpieza que hacen de ella el modelo de Asia. De mi escala en la ciudad sólo recuerdo dos cosas: la compra de mi primera cámara fotográfica: una Pentax semi-automática que me ha acompañado durante más de veinte años y la visita a los Tiger Gardens. Unos jardines públicos donados a la ciudad por el magnate chino propietario de la Empresa Tiger Balm una especie de pomada universal para curar infinidad de dolencias y que encontraría y usaría con frecuencia en los años siguientes en Tailandia. Pero quizá la razón por la que esos jardines han quedado grabados en mi mente es por el gran parecido que encontré muchos años más tarde cuando tuve ocasión de visitar en Barcelona el Parque Guëll

Saigon

Salimos de Singapur a la caída de la tarde y dos días después, avistamos por fin los meandros del delta del gran rio Mekong uno de cuyos ramales el río Saigon, enfilamos hacia nuestro destino final. Desde la noche anterior mi equipaje estaba listo por lo que pude dedicarme durante esas últimos cuarenta millas de navegación fluvial para admirar los manglares, el laberinto de bifurcaciones, las diminutas casitas de madera posadas sobre pilotes a orillas del gran río y las diminutas embarcaciones que como cáscaras de nuez zozobraban al paso del buque y la gigantesca ola que se formaba tras su espumosa estela.

Debo confesar que desembarcar en la ciudad de Saigon, me produjo un agudo sentimiento de desolación. La ficticia camaradería del buque había desaparecido. Todos los viajeros tenían en el muelle un nutrido grupo de familiares o amigos que les estaban esperando. Yo bajé solo la pasarela del barco, y con un nudo en la garganta y los ojos amenazando anegarse en llanto, salí tan rápido como pude del puerto. Afortunadamente, además del vietnamita, el idioma oficial era el francés, y no fue difícil conseguir un taxi que me llevó al hotel Morin, un hotel de solera pero sin excesivas pretensiones.

Probablemente porque mi estancia en Saigon venía forzada por las circunstancias, ya que estaba a la espera del visado para Bangkok, o porque me sentía solo y deseaba entrar en acción para olvidar esa angustiosa sensación, o bien porque resentía que en aquel momento los extranjeros no éramos particularmente bienvenidos, no puedo decir que disfrutara de mi estancia en Saigon. Y sin embargo cuánta belleza en sus mujeres, qué elegancia en el vestir, que armoniosa mezcla de lo desconocido con lo familiar. A la vuelta de una esquina un templo exhalaba el penetrante aroma de los bastoncillos de incienso, al tiempo que el tintineo de una campana te hacía volver la mirada hacia la blanca torre de una iglesia católica. Un moderno comercio exhibiendo sus productos tras las lunas de su escaparate y delante, en la misma acera, una mujer acuclillada vendiendo sopa de tallarines que mantenía caliente sobre un improvisado brasero de latón.

La situación política en Vietnam era particularmente tensa. El Presidente Diem se mantenía en el poder pese a la oposición de su Parlamento gracias al apoyo del Ejército fuertemente influenciado por la ayuda americana y y la discreta presencia de sus “asesores” militares. Unas semanas un bonzo se había rociado de gasolina y se había prendido fuego en una céntrica plaza de la ciudad. Esa inmolación tuvo un efecto demoledor en la opinión pública al tiempo que una enorme repercusión a nivel internacional. El conflicto vietnamita estaba a punto de estallar y Saigon no era precisamente una ciudad amable.

Por eso, mi primera visita a la mañana siguiente fue a la Embajada de Tailandia para reclamar mi visado de entrada. Sin perder por un momento la sonrisa, el Encargado de negocios me informó de que estaba al corriente de mi llegada y sabía que había una petición de visado en curso, pero que lamentablemente tendría que esperar a que llegara por valija diplomática en unos pocos días. Fue un auténtico jarro de agua fría que contribuyó a incrementar el sentimiento de angustia que me atenazaba desde mi llegada a Saigon. Por ese motivo, no queriendo que el desánimo me venciera antes de llegar a mi destino, decidí salir de Saigon y explorar la antigua capital Dalat al tiempo que escapa de la pegajosa humedad de la capital.

27 de agosto de 2008

In memoriam


Querido Evaristo,
Ayer, después de luchar palmo a palmo por tus últimos años de vida, sin más aliento, nos dijiste adiós. Tu esposa, tus hijos, tus hermanos y demás familia te estuvieron velando. Llegué poco antes del último responso, pero tuve tiempo de repetir a los tuyos la gran persona que fuiste, el gran hombre que hemos perdido.
Humanista y culto más allá de la titulaciones académicas, profesional de ajustados criterios, has sido además, ameno narrador de anécdotas, gran corazón, y gran amigo.
Hemos trabajado codo a codo durante diez años y te he admirado siempre por tu sinceridad e independencia. .Has ido con la verdad por delante y te negaste siempre a adular a los jefes o a maquillar la realidad. Por eso, aunque no siempre en voz alta, todos han admirado y respetado siempre tu sonriente integridad.
Trabajar contigo, Evaristo, esos últimos años fue un privilegio. Más que jefe fuiste compañero y amigo. En momentos difíciles hiciste fácil trabajar a tu lado y tu recuerdo nos acompañará siempre. Descansa en paz.

25 de agosto de 2008

25 de Agosto 2008


Hoy empiezan las Olimpiadas. El impecable, alucinante, aleccionador espectáculo de los Juegos Olímpicos de Pekín ha terminado. La llama olímpica se ha trasladado a Londres y tenemos ante nosotros una nueva Olimpiada. Podemos perder el tiempo felicitándonos, acusándonos y buscando disculpas por los resultados. Es cierto que nuestras medallas tienen el lustre de deportes tan lucidos como el tenis o el baloncesto pero también es cierto que países como Francia, Italia, o Alemania han quedado por delante de nosotros en el medallero.

Que cada cual se quede con la opinión que más le consuele. Considero que es ahora cuando hay que ponerse las pilas y empezar a trabajar para que los próximos juegos Olímpicos en Londres nos vayan mejor que este año. Yo me quedo con una sincera admiración por los Organizadores de los juegos de este año que han demostrado una vez más de lo que es capaz el gigante asiático.

Michael Clayton

MICHAEL CLAYTON
USA 2007
Dirigida por Tony Gilroy
Interpretes: George Clooney y Tom Wilkinson
Duración: 119 minutos
Género: thriller drama

Tony Gilroy, ha sido siempre un magnífico guionista que se estrena como director en esta película que sin ser sobresaliente me ha gustado tanto por la historia como por la manera de narrarla.

El inicio de la película es desconcertante porque se refiere a escenas que no acontecen sino mucho más tarde en el desarrollo lineal de la trama. Pero el director nos devuelve rápidamente a la realidad para presentarnos a Michael Clayton protagonista de la historia, hombre ambivalente, mitad policía mitad abogado que un importantísimo bufete de Abogados de Nueva York utiliza como mediador y “solucionador” de problemas, o quizá sea mejor decir, el que va limpiando la basura que dejan detrás las grandes figuras de la Corporación.
Agobiado con problemas personales de familia, (recién divorciado no puede dedicar a su hijo todo el tiempo que quisiera), y de dinero, el negocio en el que se ha metido con su hermano le ha producido una deuda de 75.000 dólares), Michael quiere sin embargo seguir siendo leal a su compañero y amigo Arthur Edens (Tom Wilkinson) que superado por la inmoralidad de su trabajo, acaba pediendo los papeles y se propone nada menos que divulgar información confidencial que incrimina a la Corporación de fertilizantes Agtek cuyos intereses defiende el Bufete de abogados en el que trabajan. Pero el dinero manda y la inflexible y glacial Karen Crowder (Tilda Swinton, Oscar a la mejor actriz de reparto) socia del Bufete decide tomar cartas en el asunto y eliminar los problemas por una vía más expeditiva.

No es la primera vez que el cine trata de la moralidad de trabajar como abogados para grandes corporaciones culpables. Lo vimos en The firm y en Erin Brockovich pero lo que llama la atención en esta cinta es la visión de un mundo gris en el que pese a condiciones adversas hay que tomar decisiones morales que se sabe de antemano que no servirán de nada frente al poder del dinero y el poder de las grandes empresas defendidas por Abogados sin escrúpulos.

La película adolece de una construcción pesada. La primera mitad de la cinta es de una lentitud enervante pese a lo cual aún seguimos preguntándonos de qué va el tema, pero pronto las piezas empiezan a encajar y pronto constatamos que todo encaja y que la película nos lleva inexorablemente a un desenlace dramático e inesperado.

22 de agosto de 2008

Joan Baez: We shall overcome

El asombroso viaje de Pomponio Flato


EL ASOMBROSO VIAJE DE POMPONIO FLATO
Novela
Eduardo Mendoza
Seix Barral 2008
Biblioteca breve
190 páginas

Tengo que decir que una vez más Eduardo Mendoza sorprende al lector con una obra de difícil definición y que sólo podemos calificar como de irreverente, humorística parodia de géneros, y un alarde de temeridad y osadía gamberra en la utilización de unos personajes que por simple respeto deberían haberse dejado al margen de la novela.

En España, lamentablemente, estamos siendo respetuosamente precavidos en cualquier instancia en la que se haga referencia al Islam. Sin embargo, cuando se trata del cristianismo, nos sentimos no sólo con el derecho sino con la obligación de utilizarlos en nuestro provecho sabiendo que el escándalo redunda en beneficio propio.

Esa es la parte que menos me ha gustado de este relato de Mendoza y siendo absolutamente sinceros, sin dejarnos obnubilar por el prestigio del novelista, creo que podríamos convenir que si eliminamos del relato a Jesús, María, José, Zacarías, La Samaritana, San Juan Bautista, o Barrabás, la historia se quedaría en una amalgama de los géneros más contradictorios: el detectivesco, la alegoría histórica o la novela policíaca. Por mucho que pretendamos que la parodia y la constantes referencias a las citas del Evangelio no llevan carga de mala intención, y que se trata de una broma honesta para cualquier lector educado con independencia de sus creencias, personalmente y no me considero falto de educación, considero que por momentos se está rayando el mal gusto y desde luego el respeto debido a los que consideramos el Evangelio como guía de vida.

Por lo demás, estamos ante un gran escritor y eso se nota. El estilo es irónico, perspicaz e hilarante por más que lo utilice para parodiar el origen del cristianismo y hacer un ajuste de cuentas al fanatismo religioso.

El relato toma la forma de una carta en la que nuestro personaje principal, el noble romano Pomponio Flato, narra a su amigo Fabio, las vicisitudes y peripecias que le acontecen mientras viaja por Galilea en busca de una fuente que le alivie de sus frecuentes y penosos desarreglos intestinales. Los hechos ocurren en los primeros años de la era Cristiana lo que le da pie para un encuentro con los personajes evangélicos antes mencionados. El relato tiene ecos de picaresca, de Cervantes, de Sterne o incluso de Pío Baroja, e imita perfectamente el estilo ampuloso clásico en la que aparece la aurora de rosados dedos o el sol poniente recogiendo sus lánguidos rayos al atardecer.

Con independencia de mi rechazo a cualquier falta de respeto por la religión, sea esta la que sea creo que he leído un libro interesante y divertido.

20 de agosto de 2008

19 de Agosto 2008: Covadonga


En vacaciones se produce un fenómeno curioso: los días nublados, se pierde la playa, pero no hay que desaprovechar el día. Se recurre entonces a las romerías, la visita de lugares de interés turístico o en última instancia la compra compulsiva de artesanías y productos típicos del país.
Como en Santander lloviznaba decidimos aprovechar para visitar Covadonga. Además este año es Año Santo de Covadonga, otro sabio e interesado invento que no tuvimos en cuenta que hizo que el viaje quedara deslucido por la multitud, la confusión, el desorden de coches aparcados en cualquier lugar, y al final la necesidad de dejar nuestro vehículo aparcado a varios kilómetros y usar los autobuses urbanos para hacer los últimos kilómetros hasta el santuario.
Me imagino que una parte muy importante de esa ruidosa y excitada muchedumbre ha llegado a este lugar menos por un sentimiento religioso que por la curiosidad unida a la necesidad de llenar el día.
Por mi parte, me entretuve, respirando el aire de esos montes, embriagándome del verdor de sus praderas y reflexionando sobre lo increíblemente gregarios que somos los españoles. No es aquí donde se inventó la expresión: “¿Donde va Vicente? ¡Donde va toda la gente!.

19 de agosto de 2008

Ahora o nunca

AHORA O NUNCA
(The Bucket List)
USA 2007
Dirigida por Rob Reiner
Interpretes: Jack Nicholson y Morgan Freeman
Duración: 98 minutos
Género: comedia

Creo que la crítica ha sido mucho más implacable con esta cinta que los propios aficionados y público en general que pese a reconocer que se trata de una película fácil construida en torno a una moraleja ad hoc, cargada con moralina ejemplarizante y con fuertes dosis de sentimentalismo tiene, al menos la ventaja de contar frente a frente con dos genios del séptimo arte: Jack Nicholson y Morgan Freeman.

Los magníficos paisajes, los exteriores de la Riviera, de las Pirámides de Egipto, el Taj Marjal o las cumbres nevadas del Himlaya sirven de esplendoroso talón de fondo sobre el que se proyecta la alambicada historia de nuestros dos protagonistas; historia que por mucho que se la critique, sirve como pocas para poner de relieve lo mejor de cada uno de estos dos gigantes de la interpretación.

En efecto quién mejor que Jack Nicholson para interpretar el millonario cínico, desenfadado y vividor y quién podría emular a Morgan Freeman haciendo de reflexivo, sacrificado y ponderado padre de familia auténtico pepito grillo de la conciencia colectiva americana?

Y es que el humilde Carter Chambers (Morgan Freeman) y el vitalista Edward Cole (Jack Nocholson) no tienen nada en común salvo el coincidir en la misma habitación de hospital oncológico Allí, ambos reciben el inapelable veredicto de una vida que se verá truncada antes de un año y pese a las diferencias de cultura, mentalidad y estatus social, pese a las reticencias iniciales, deciden recomponer juntos esa lista que todos, consciente o inconscientemente, escrita o simplemente imaginada, hemos formulado de las cosas que nos gustaría haber hecho antes de morir.

En la mayoría de los casos se trata de castillos de papel, sueños imposibles. pero Cole es inmensamente rico, y se encuentra solo. Entonces, arrastra a Chambers en esa loca y desternillante aventura que para nosotros supone una inmersión en la belleza del mundo.

Creo que merece la pena ver esta película olvidando por un momento la vena crítica y dejándonos llevar por la belleza de las imágenes, la excelente interpretación de estos geniales actores y por qué no, aceptando de buena gana algunos de los mensajes subliminales que trata de encarnar: el valor de la familia, el disfrute de las pequeñas cosas, la amistad, el valor de la palabra.

18 de agosto de 2008

Comentario XI

este deseo de soledad con vos / amor
que apresa el alma / amor
que alimenta y devora y extiende el alma / ala
de vos a mí/ llevadora

de vos lejos de mí/ amor que viene y va
dando dolor de vos/ pena de vos/ dulzura
que bañás mis pedazos/ unidos
en la dicha de vos donde cantan

como veranos los exilios
de vos/ país o fiebre/ palito
revolviendo tristezas y deleites/ amor
como un niño con los ojos cerrados

envuelto en su valor/ o libre
en la cárcel de vos/ bello amor
dando su amor para que amor conozca
por amor el amor.

Juan Gelman

Premio Cervantes 2007

Feliz quien, como Ulises hizo un largo viaje... (IV)

Fuimos costeando el inmenso continente indio y a partir de Bombay empecé a sentirme no sólo espectador sino protagonista de la aventura. Empecé a interesarme por las características técnicas del barco, por la biografía de mis compañeros de camarote, por la vida a bordo de los diferentes oficiales y sus diversos cometidos. Alguna vez me sorprendí soñando que me enrolaba en el barco para seguir recorriendo mares y atracando en puertos exóticos. Una tarde sin embargo, perdí de golpe mi alma marinera. Estaba en cubierta leyendo una novela cuando de pronto el cielo se oscureció, el barco comenzó a cabecear con más ímpetu y pese a sus estabilizadores la oscilación de babor a estribor se hizo tan pronunciada que no se podía caminar sin asirse fuertemente a los pasamanos de cubierta.

El consabido arpegio musical de los altavoces y una voz desde la cabina de mando avisó a los pasajeros de que debíamos retirarnos de cubierta porque se avecinaba un tifón. No cabían titubeos. El personal de abordo apareció en cubierta como por ensalmo apresurándonos a todos y ayudando a las personas más mayores a desalojar rápidamente las cubiertas. No hubo tiempo para más. Me refugié junto con otros pasajeros en uno de los salones de proa. Se ensombreció el horizonte y en pocos minutos el viento se volvió huracanado. Asombrado, pude observar cómo las sillas y algunas mesas desaparecían de cubierta y volaban por encima de la borda de estribor. El viento silbaba entre las rendijas de los cristales, una oscura y pesada nube oscureció el cielo y el barco pareció inmovilizarse; tan pronto parecía brincar sobre el lomo de olas gigantes como hundirse en un pozo y dejar que las misma olas que acababa de coronar desplomaran sobre cubierta su aplastante masa espumosa.

Afortunadamente nuestro susto duró poco tiempo. A la caída de la tarde las nubes se disiparon por completo, la mar se volvió mansa y lisa como un espejo y una enorme luna llena pareció envolvernos con su luz y empujarnos a cubierta para disfrutar del frescor de la noche y compartir el susto que hasta los más avezados habían sentido durante el tifón. Tras dos días de navegación llegamos a Colombo capital de la entonces isla de Ceilán y hoy Sri Lanka, la famosa lágrima de la India, la isla esmeralda y conocida sobre todo por su té, sus playas y sus elefantes.

Colombo

La escala en Colombo era de casi veinticuatro horas pero debido a la confusa y enconada lucha racial entre cingaleses y tamiles, la Relaciones Públicas del barco nos recomendó no bajar a tierra salvo que quisiéramos hacer una excursión a una famosa playa de coral situada a unos sesenta kilómetros al Sur de la isla.

La excursión a la playa de coral de Hikkaduwa mereció la pena. Tumbado boca abajo en el fondo transparente de una pequeña barca pude contemplar el maravilloso y colorido bosque de formaciones corales entre las que pululaban con absoluta tranquilidad peces exóticos de mil colores y formas, hipocampos, estrellas de mar, medusas y toda una fauna y flora marina jamás vista en nuestras domesticadas playas europeas. No lamenté la falta, en aquella época, de una cámara fotográfica para documentar la excursión porque eso ayudó a que todos mis sentidos estuvieran concentrados en aquellos maravillosos paisajes marinos. Tan absorto estuve viendo el fondo del océano, tan descuidado e ignorante sobre la fuerza de los rayos solares que cuando me quise dar cuenta mi espalda estaba totalmente abrasada con quemaduras de pronóstico reservado. El regreso al a Colombo al atardecer fue un auténtico suplicio. Mi espalda no podía aguantar el más mínimo roce y menos aún los traqueteos del autobús. De regreso al barco tuve que recurrir a la asistencia de la enfermería y aquella excursión acabó grabada en mi memoria en forma de dolorida y bella experiencia.

7 de agosto de 2008

El Buen Alemán

El BUEN ALEMAN
(The Good German)
USA 2006
Dirigida por Steven Soderbergh
Intérpretes: George Cloony, Cate Blanchett
Música: Thomas Newman
Duración 105 minutos
Género: Thriller

Cuando he empezado a ver esta película me he sentido transportado al cine de mi niñez, cuando sentados en bancos corridos veíamos películas en blanco y negro, y se nos cortaba la respiración cuando la sombra del malvado se alargaba y parecía alcanzar a su desprevenida vícdtima.
En efecto Soderbergh el director de películas tan taquilleras como Ocean Eleven, gusta de experimentar con la cámara y en esta ocasión se recrea haciendo un homenaje al cine negro y a los thrillers de guerra y para ello utiliza los mismos medios que se utilizaban entonces con encuadres de foto fija, sin zoom, jugando con la luz y las sombras, y en algunos casos casi plagiando escenas de películas tan conocidas como Casablanca. Pero evidentemente Soderberghe no es Michel Curtiz ni Cloony es Humphrey Bogart y aunque toda comparación es odiosa uno no deja de pensar en cine del pasado que nos ha marcado para siempre.
Sin embargo, nuestro director, se ha recreado tanto en la fotografía, en los encuadres, en las magníficas reproducciones de un Berlin destruido al terminar la Segunda Guerra Mundial y abordar los encuentros de Potsdam, que se ha olvidado que además de todo ello debía contarnos una historia.
El Corresponsal de Guerra Jake Geismer (George Clooney) aparece en Berlin para cubrir la Conferencia de Potsdam. Allí se encuentra con Lena Brandt (Cate Balnchett) que había conocido antes de la guerra y ahora para sobrevivir se había convertido en prostituta y amante de Tully, un conductor militar sin escrúpulos, rey del mercado negro entre las diferentes zonas de Berlín, que un buen día, cuando intenta ayudar a Lena a salir del país, aparece muerto con un tiro en la nuca y 100.000 Marcos en el bolsillo.
Tanto los americanos como los rusos buscan a Lena y a través de Lena, creemos entender que buscan a su marido, antiguo ayudante de un famoso matemático alemán pero la historia no está hilvanada, y los personajes, pese a la categoría profesional de los actores, parecen desdibujados. En particular Cate Blanchett, que por momentos nos recuerda a Marlene Dietrich no ha sido convenientemente dirigida y pese a su evidente maestría nos resulta poco convincente.
En resumen, una película que se ha quedado a mitad de camino. Pese a la magnífica música de Thomas Newman, pese a la buena fotografía de Peter Andrews, pese a los fundidos y trucos de encuadre del mejor cine negro, se ha quedado sin argumento, como una preciosa nuez sin carne dentro.

6 de agosto de 2008

5 de Agosto de 1972



Nuestras vidas se cruzaron
antes de que aprendiéramos a leer.
Query nos enseñaba en su casa
porque el régimen le retiró título de maestra,
aunque para nosotros no había escuela.
Con letra de palotes a mis cinco años
te deslicé mensajes por debajo de la puerta,
y con toda inocencia te llamaba mi novia.
Los avatares nos alejaron pero
éramos muy jóvenes para sentir pena.
Pasaron los años y construimos
mundos nuevos sin pensar en el ayer,
pero un día, casi sin querer,
nuestros pasos se reencontraron
y en ese instante supimos ya
que nos estábamos esperando.
Volví al extranjero pero esta vez,
te llevaba en el corazón
y como escribir era lo mío,
te asedié con largas cartas de amor,
hasta que un día por fin,
te hice la decisiva pregunta:
¿Quieres ser mi novia?
Desde entonces pasaron dos años
que se me hicieron largos, pero
cada paso nos acercaba más a ese templo
Real Basílica de San Isidoro
donde se casaban las princesas de León.
Fue una concesión especial por ser
integrante de la Coral isidoriana
que nos acompañó en la ceremonia.
Era el 5 de Agosto de hace 36 años.

Feliz quien, como Ulises hizo un largo viaje (III)


La travesía del mar Rojo, a parte de monótona fue una auténtica preparación para los calores futuros. Pronto me di cuenta que podía tirar por la borda toda la ropa que llevaba en la maleta. Con el calor reinante ya no podría volver a ponerme la mayoría de pantalones, camisas y otras prendas de entre tiempo. Deseaba llegar cuanto antes a algún puerto para comprar ropa más acorde con el clima. Entre tanto leía y escribía en los salones de cubierta, que aunque no tenían aire acondicionado estaban bien ventilados

Aden

Después de tres días de calor casi insoportable llegamos por fin a Adén un puerto franco en la punta más occidental de la península arábiga, ocupada en la actualidad por Yemen del Sur. En aquel entonces, Adén era una de esas ciudades que el Imperio Británico fue colonizando a lo largo del Mediterráneo y del Océano Índico para facilitar el aprovisionamiento en carbón y en víveres de sus buques mercantes. Ciudad típicamente árabe Adén era entonces un inmenso, polvoriento y ruidoso zoco. No puedo asegurar que hiciera buenas compras, pues aún no era ducho en el regateo, habilidad que con el tiempo se volvería imprescindible para sobrevivir en Oriente, pero sí recuerdo haber comprado mi primera afeitadora eléctrica, y ropa de verano. A la caída de la tarde, terminadas las operaciones de carga y descarga, nuestro buque puso rumbo al océano Índico. El trayecto se hizo particularmente largo por la soledad del mar, sin relieves, sin puntos concretos en los que fijar la vista, sin la distracción que pudiera proporcionar un barco que se cruzara en nuestra ruta. La vida a bordo también seguía la misma rutina y al cabo de cuatro o cinco días llegamos a nuestra siguiente etapa:

Bombay

Creo que no olvidaré Bombay mientras viva. Sintiéndome valiente y ya viajero avezado decidí bajar a tierra por mi cuenta sin poner mi nombre en ninguna de las listas de visitas guiadas que nos habían propuesto. Quería recordar mi Bambay, el que yo fuera capaz de descubrir en las pocas horas de escala de las que disponíamos.
Provisto de lo imprescindible y con el dinero y el pasaporte bien escondido entre las ropas salí del puerto y enfilé la primera calle que me salió al encuentro. Al momento me rodeó el barullo, la confusión, el polvo, el humo de los coches, el incesante e insistente claxon de los coches. En vano buscaba las aceras. La calle era un río compacto de un lado al otro de las casas. Por ella deambulaban igual las personas, que las vacas sagradas, que los coches. o los bicitaxis o los rickshaws. Mis ojos no daban abasto. Donde mirara había algo nuevo para mí. En una esquina, un yogui sentado en el suelo con las piernas cruzadas indiferente a los transeúntes y a los vehículos que pudieran arrollarle miraba impasible al frente; en aquel otro lugar, una mujer cocinaba en plena calle; un anciano tumbado en el suelo parecía estar agonizando; un poco más lejos, una vaca se había tumbado en medio de la calzada y no dejaba pasar una destartalada camioneta que hacía sonar su claxon en un vano esfuerzo por que el animal se apartara. Caminando por la calle descubrí por primera vez el penetrante olor del curry, pero también la profundidad de las miradas, el bello colorido de los saris y la elegancia innata de las mujeres que los vestían. No me sentí amenazado en ningún momento pero quería ver más, sentir más, comprender mejor. Tan pronto como salí a una avenida un poco más ancha me detuve a parar un taxi. Al tercer intento conseguí uno cuyo conductor hablaba un inglés inteligible. le expliqué lo que quería y le prometí una buena recompensa si quedaba satisfecho.

Visitamos en primer lugar la torre del silencio en un encalve parsi. Los parsis son una comunidad étnica originaria de Persia y que profesan la religión de zoroástrica. Lo más destacable es su respeto por los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego que les lleva a practicar un curioso rito funerario ya que para no profanar ninguno de estos elementos, los cadáveres de sus difuntos son depositados en esas torres de silencio para ser devorados por los buitres.

De ese lugar el taxi me llevó a conocer un renombrado templo hindú dedicado al dios Ganesha. que tiene cabeza de elefante y debido a la inteligencia de este animal es el dios de los escritores, el dios de los literatos. Se le hacen plegarias antes de escribir una novela o un poema. También se necesita ser inteligente para hacer negocios. Ganesha es el dios de los comerciantes. Da la riqueza a los que la merecen por su trabajo. Se le hacen plegarias antes de empezar una nueva empresa.

A estas alturas del día hubiera debido pararme a comer algo, pero la visión de la torre del silencio y de los buitres que ennegrecían las ramas de los árboles cercanos me habían hecho perder el apetito. Le pedí al taxista que me llevara Doby Ghat, probablemente la mayor lavandería del mundo, donde desde la época colonial una miríada de hombres viven hacinados dedicados a lavar la ropa de los demás por unas pocas rupias.

Finalmente, antes de llegar de regreso al puerto, no podía perderme ver en directo a un encantador de serpientes. Me imagino que la cobra estaba muy amaestrada, pero no dejé de sobrecogerme al verla salir del cesto al son estridente de una flauta. me consta que e la actualidad es espectáculo es menos frecuente porque la tenencia de estos animales está prohibida en la India, pero habitual verles en los aledaños de los grandes monumentos.

Había llegado el momento de regresar al barco. Quedé satisfecho de la visita. había cobrado algo más de confianza en mis posibilidades y estaba cada vez más convencido de que me había adentrado en un mundo sin retorno.

5 de agosto de 2008

Velázquez: La Venus del Espejo

La Venus del Espejo (1644-1648)
National Gallery Londres
Este desnudo femenino, graciosos y sensual, parece haberse convertido en uno de los más perfectos de la pintura europea, únicamente por las formas fluidas del cuerpo suavemente tendido sobre la tela gris, la magistral factura y su magnífico colorido. Y, sin embargo, - en esto es unánime la crítica actual -, en la confrontación entre la vista de espaldas de la diosa del amor y el reflejo de su rostro – que será posteriormente repintado – en el espejo que mantiene Cupido, Velázquez simboliza la relación entre realidad, imagen y representación. Con los medios de la pintura, reflexiona sobre las posibilidades de la pintura, entre la realidad y la apariencia, es decir, discurre intelectual y sensorialmente sobre el cuadro como medio y sobre el proceso de su elaboración.

Cuerpo de mujer

Cuerpo de mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…

Cuerpo de mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limo.
Blas de Otero

Perdona si te llamo amor


PERDONA SI TE LLAMO AMOR
novela
Federico Moccia
Planeta Internacional 2008
Título original Scusa ma ti chiamo amore 2007
Traducido del italiano por Crsitina Serna
680 páginas


Venía precedido de un clamoroso éxito por toda Europa y, afortudamente, ha caído en mis manos en vacaciones, cuando uno puede concederse horas extras de lectura a cambio de alguna siesta o de interminable tertulia.

Se trata de una novela ligera, de argumento sencillo y lineal pero tratado con tanta exquisitez, con tal cariño y mimo de detalles, de humor, de ternura hacia sus personajes que parecería estamos viviendo una historia de dulce merengue y que el peso de sus 680 páginas sólo tienen como objetivo que e puro ligero el libro no se nos escape de las manos como un globo.

Alessandro es rico, tiene talento, y tiene 37 años. Niki, sólo tiene 17 años, estaba acabando su bachillerato e irrumpe de manera violenta en la vida de Alessandro. Su ciclomotor choca contra el mercedes que Alex acaba de comprar para consolarse por el abandono de su novia Elena. El choque tiene consecuencias insospechadas para ambos. Pese a la edad, pese a las convenciones, pese a las diferencias de mentalidad, esta pareja disparatada se enamora y tratan de vivir ese amor con ojos nuevos, con el corazón abierto, sin prejuicios, sin preguntas.

En contraposición compartimos la vida de sus amigos. Por una parte las amigos de ella, su pandilla del instituto, Las Olas: bellas, desenfadadas, que no se cortan a la hora de hablar o de practicar el sexo, pero que saben lo que quieren, que mantienen sus esbeltas figuras a base de deporte, que estudian y que sueñan. Por otra pare los amigos de Alessandro, a punto de llegar a la cuarentena, con un matrimonio llevado a rastras como se lleva una condena, que engañan a sus mujeres o sueñan con hacerlo, que se reúnen para comer, y que en sus escapadas extramatrimoniales se cubren unos a otros más por instinto de supervivencia que por verdadera amistad.

Quizá hayan sido necesarios los marcados contrastes entre ambas generaciones para entender mejor la profundidad con la que Moccia reinclina sobre sus personajes y pone en sus labios las verdades del barquero. Aquellas que de pura obviedad acabamos no viendo: que amar es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día.

Que duda cabe que con tanta diferencia de edad, los riesgos de que ese amor acabe ahogándolos es alto. Pero también es cierto que el amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello para lo que siempre habías utilizado la palabra “nunca”.

Por eso me ha gustado leer esta novela que aunque romántica en su planteamiento es enormemente realista por todas las circunstancias ambientales en las que está inmersa, tanto que la novela se ha convertido colateralmente en una guía de Roma para iniciados, donde se indican las mejores pizzerías o los mejores puestos de helados. Italia gastronómica,

Me ha gustado sobre todo porque como decía Roberto Gervaso “La vida es una aventura cuyo inicio deciden otros y cuyo fin no deseamos, con un montón de intermedios elegidos al azar por el azar.” ¿Y entonces por qué nos preocupamos tanto? A fin de cuentas el amor no es sabiduría, es locura…


3 de agosto de 2008

Bajo la Arena

BAJO LA ARENA
(Sous le sable)
Francia 2000
Dirigida por François Ozon
Intérpetes: Cahrlotte Rampling, Bruno Cremer, Jacques Nolot

¿Historia de una desaparición? Una pareja que llega a su casa de verano, en un paraje cualquiera de las Landas Francesas. Unos pocos gestos, un abrir los postigos, retirar la funda de los sillones, preparar una cena frugal y nos damos cuenta de que se trata de una pareja que se conoce bien y sabe adivinar cada deseo del otro sin mediar palabra. Al día siguiente, mientras la mujer duerme, el marido, Jean se acerca a la playa para darse un baño y no vuelve a aparecer. Pasado un tiempo sigue sin haber indicios de un suicidio o de un accidente.

La esposa, Marie, interpretada por la magistral Charlotte Rampling, no acaba de encajar esa desaparición. Sin pruebas no hay óbito. Marie tiene todo el derecho de seguir dudando. La muerte en abstracto, en ausencia de cualquier indicio no es tal. Pero entonces, ¿cómo llamar a esta ausencia? ¿cómo encajar la soledad que provoca? ¿cómo enfrentarse a las consecuencias?

Marie, se comporta como si el marido, siguiera vivo, pero al mismo tiempo, quizá para provocarlo, le es infiel. ¿La ha desquiciado el dolor? Profesora de literatura inglesa en un instituto de Bachillerato la vemos actuar como una persona cabal y capaz de explicar a Virginia Wolf, y sin embargo el Director nos confunde mostrándonos acto seguido escenas en las que Marie sigue viéndose con su marido. Aunque dudemos, pronto nos damos cuenta de que no se trata de un montaje. Este no es un thriller al estilo de Hitchcock . François Ozon está reforzando la confusión que sigue sufriendo Marie mientras no haya cuerpo al que decir adiós.

Pero, a pesar de las dudas, a pesar de que el director nos hace algún guiño para seguir aceptando cualquier interpretación, llega un momento en que Marie tiene que sobreponerse a la situación. Brotan por fin las lágrimas y ese dolor es liberador. Puede por fin, correr libre hacia lo que quizá sea una nueva oportunidad.

Una película no comercial, intimista, que se recrea en los detalles, que juega asombrosamente bien con los tonos grises, la luz y las sombras para crear una atmósfera de trágica melancolía. Y sobre todo una magistral interpretación de Charlotte Rampling que pese a sus 50 años guarda siempre su intrigante belleza, y la expresividad de su mirada.