28 de enero de 2014

Mi encuentro con Marilou


MI ENCUENTRO CON MARILOU
Francia 2012
Jean Becker
90 minutos

                La verdad es que después de películas como  “Mis tardes con Margueritte” o “La fortuna de vivir” me esperaba  algo más de esta cinta que a pesar de una fotografía impecable y unos actores de primera línea desaprovecha y trivializa un guión que podría haber dado mucho más de sí.

Dos  vidas a punto de quebrarse por motivos bien diferentes se encuentran  en los polos opuestos de su recorrido.  El artista deprimido, que se repite una y otra vez y ya no le saca gusto a nada;  quiere poner un fin definitivo y trágico a su aburrimiento y Marilou, una joven  al inicio de su vida y también desesperada pero  en este caso  porque sus ansias de vivir se enfrentan al  ambiente hostil  de un padrastro que la acosa y de una madre maltratada, que siente celos de su hija y acaba echándola de casa.
Sin saber qué hacer, ni a dónde le llevan sus pasos,   el viejo pintor acaba alquilando una casa al borde del mar y acoge a Marilou hasta que ella misma  decida lo que quiere hacer.  Su relación  es probablemente la parte más verosímil  de la cinta: el pintor  se preocupa por cómo viste la chica , las personas que frecuenta, lo mucho o poco que se maquilla, las horas de regreso a casa;  en otras palabras,  vuelve a retomar su papel de padre gruñón y nunca satisfecho.  La chica lo trata con el desparpajo con el que  se trata a un viejo amigo,  provocando pero sin ir demasiado lejos, tensando la cuerda pero sin romperla.

Hubiera sido quizá el momento de aprovechar los diálogos para plantear cuestiones de mayor calado.  El pintor y  la  permanencia   a través de su obra  incluso después de muerto; la experiencia  y su  transmisión  a los más jóvenes,  la juventud , los conflictos familiares,  la relación de los hijos con  padres impuestos por las circunstancias., etc.    Nada de eso ocurre.  El viejo pintor retoma  gusto a la vida y renueva su pintura, pero los diálogos son superficiales y llenos de lugares comunes como  “Los pobres viejos, en algún momento te cuentan su vida, no se puede evitar…”
Que duda cabe que Patrick Chesnais borda su papel de viejo gruñón. En cuanto a Jeanne Lambert tiene momentos en los que la actuación es  francamente mala o al menos desconcertante como cuando se encuentra con su madre en el hospital, pero  su joven  y cautivadora belleza hace que le perdonemos esos fallos.  
Sin ser  una maravilla, la cinta no es del montón. Me ha gustado y la recomiendo  no a los cinéfilos, pero  si al menos a los que quieren pasar un buen rato y buscan un pretexto para pensar.


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