Ciudad de los cielos, ciudad celestial, esa es la traducción
literal del nombre de esta bella ciudad en la confluencia de dos ríos, el Ping
Y en Nan que se abrazan en pleno centro de la ciudad y a partir de ahí, ni
vencedores ni vencidos, cambian de nombre y llegan a Bangkok y al mar bajo el
nombre de Chao Praya.
Situada en la llanura central de Tailandia, Nakhonsawan ha
sido desde siempre un gran centro comercial y durante años sus comerciantes, en
su mayoría de procedencia china han sido los que han fijado el precio del arroz
para todo el país. Aunque en la
actualidad los precios del arroz están intervenidos por el Estado, los comerciantes chinos siguen siendo quienes en gran medida influyen en la fijación de los precios
ya que los agriculturas dependen de ellos para obtener préstamos que les
permitan comprar simiente, abonar los
campos, o aguantar hasta la venta del grano.
La ciudad existía desde la era Dvaravati y durante la era
Sukhothai la ciudad se llamaba Muang Phra Bang pero fue el General Taksin quien empezó a darle relevancia al convertirla en base y bastión militar para
defender a la ciudad de Ayuthaya de futuros ataques por parte de Birmania.
Posteriormente, en 1855 el Rey Mongkut a través del tratado Bowring que establecía
el libre comercio entre el Reino de Siam y Gran Bretaña, haría de la ciudad
el centro de las transacciones tanto de madera de teka como de arroz, lo que
trajo gran prosperidad a la ciudad y también un gran número de comerciantes
chinos.
Aunque en la actualidad la comunidad china está íntimamente mezclada con la comunidad
tailandesa y los ideogramas chinos han desaparecido prácticamente de las
pancartas de los comercios, la
influencia china es notable. Los templos Chao Pho Tepharak y Chao Mae
Taptin así lo atestiguan, pero sobre
todo la solemnidad con la que se celebra
en esta ciudad el año nuevo del
Calendario Chino “True Chin” A pesar de
que aún faltaban varias semanas para que se inicie el Año del Caballo, durante mi visita las
calles ya estaban engalanadas y se empezaban a ver los preparativos, para las
grandes procesiones del Dragón, del León o de la diosa Guan Yin.
Los templos budistas
Wat Siriwong y Wat Warana Banphot ambos situados en sus respectivas colinas ofrecen magníficas vistas sobre la ciudad y
sus budas gigantes y esbeltas estupas son puntos de referencia de la ciudad. preferibles a la Torre Observatorio o el pretencioso Ayuntamiento
construido en imitación de la Casa Blanca de Washington. Por mi parte, me quedo con el
amplio y silencioso templo Photaram Phraramluang: Un joven novicio barre el
jardín frente a su “kuti”. En una “Sala” Un monje imparte enseñanzas a una pareja
que ha venido a consultarte. Le ofrecen una cesta con alimentos y él les
bendice y les entrega una pulsera de hilos de colores entrelazados. Alguien
está haciendo sonar las campanas que se alinean frente al templo
principal. Su sonido no molesta porque intensifica el silencio reinante. A
pocos metros el mercado central rebosa de animación a esta hora temprana de la
mañana. Me da pereza abandonar el templo. Se respira tranquilidad. El reloj se
ha parado. No hay prisa. La vida fluye como el Chao Praya que nace precisamente
en esa ciudad.
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