17 de septiembre de 2013

In memoriam


Querido hermano,
Te has ido silenciosamente, sin ruido,  como la vela que ha derramado todas sus lágrimas de cera y sólo le queda un pálpito de luz.  Me prometiste que me esperarías, pero no pudo ser, por eso,  días atrás me mandaste un inequívoco mensaje a través de tu hijo.  Estoy muy lejos y nunca llegaría a tiempo para  acompañar a tu familia en este doloroso trance.  Perdóname  y haz que ellos también me perdonen, siempre estarán cerca de mi corazón. En cuanto a ti, creo que ahora más que nunca estaremos cerca porque necesitaré seguir hablando contigo, preguntándote   lo que harías, lo que dirías.

 Has sido, desde muy joven mi mejor amigo, el que cubría mis pequeñas trastadas.   Luego la vida nos separó muchos años, pero tus cartas, en nombre de toda la familia, me llegaban sin desmayo. Nos despedimos siendo  niños y nos reencontramos  adultos y volví a encontrar en ti al hermano  mayor, cariñoso,  siempre alegre, marido y padre de familia ejemplar  que con la ayuda de Cris supiste   multiplicar los panes y los peces día tras día  sin desmayo.     

Desde ese lugar  misterioso en el que nos esperas,  cuida de los tuyos y acuérdate de mi. Porque yo no dejaré de pensar en ti.  Saber que por fin  has dejado de sufrir,  constatar que estarás cerca  cuando  te  piense  es mi garantía  y es también mi mejor consuelo. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa y profunda manera de decir adiós a un hermano... Estoy contigo. Un abrazo. Carmen

José Núñez de Cela dijo...

Preciosa despedida.