En Tailandia pasamos gran
parte del día descalzos. Las buenas
maneras nos piden descalzarnos al entrar en cualquier casa, despacho o lugar
público cuyo suelo sea de madera. En el
colegio, los niños dejan sus zapatos, sandalias o sencillas zapatillas de
playa a la entrada de la clase.
Iba yo también a descalzarme
para dar mi clase, cuando de pronto, un poco apartadas vi unas playeras que me
llamaron la atención. Conmovido me quedé
contemplándolas, luego en un impulso,
las fotografié con el móvil.
Contrariamente a lo que a
primera vista pudiera parecer, no son unas zapatillas de playa parcialmente cubiertas de arena. El color del parquet a la puerta de la clase
tiene exactamente el color de la deliciosa arena de playa.
Son las zapatillas de uno de mis alumnos y
para mi vergüenza ignoro aún de quién. Desde luego esas zapatillas nunca han
conocido la fina arena de una playa tropical.
Sencillamente están tan desgastadas que les falta el talón. Creo que es una buena imagen que nos permite
visualizar la pobreza. Unas zapatillas
de goma, la manera más barata y por lo tanto más corriente de calzar en esta zona del país a cientos de kilómetros
de cualquier playa. Un par de chanclas de este tipo no cuesta más de 3 euros,
pero mi alumno las ha desgastado hasta
perder por completo el talón y sigue con ellas porque sus padres no le pueden comprar otras.
Llevo poco tiempo aquí y afortunadamente estos
pequeños detalles llaman mi atención y me conmueven. Ojalá no me acostumbre nunca a pasar
indiferente ante unas zapatillas tan desgastadas como estas….
1 comentario:
Estas cosas nos sirven para valorar todo lo que tenemos y que en realidad no nos hace falta, recibe un abrazo.
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