Hace un par de años, mi amigo Víctor estaba en plena clase, cuando
de pronto, en el umbral de la puerta ve a una señora que le tiende un bebé de
apenas un año mientras balbucea unas
palabras ininteligibles.
Víctor no comprende, y
aunque le vuelve a preguntar lo que desea,
sólo por el gesto presiente que se está refiriendo al bebé que lleva en
brazos. Sospecha que la mujer es Karen y que no habla tailandés, por lo que le
pide a uno de los alumnos de la misma etnia que le haga de traductor.
Cuando oye la súplica de la madre, abre los ojos como platos.
Con voz decidida y hasta con confianza,
la señora viene a regalarle el niño que ella no puede alimentar. La situación es suficientemente dramática
para que mi amigo deje la clase a cargo
de uno de los chicos mayores y acompañe
a la madre y a su pequeño intérprete a una
sala donde poder hablar con mayor tranquilidad.
La historia es conmovedora; esta señora,
recién llegada de Birmania, vive en una destartalada choza de paja junto
a su marido y sus tres hijos. A lado vive una joven birmana bien
parecida madre de un pequeño de
apenas unos meses. Un día, la joven le hace una increíble propuesta. Quiere ir a trabajar a la capital pero el
niño es un obstáculo incontestable. ¿Qué le parecería quedarse con su hijo
a cambio de dejarle también su casa que no es más que otra choza de paja
y bambú no mucho mejor que la que el matrimonio Karen habita en ese
momento? Añade claro está, que tan pronto encuentre
trabajo empezará a enviarles dinero para
la manutención del bebé.
Pasa el tiempo y la joven
madre no da señales de vida. Entretanto
el marido a penas llega a alimentar a
sus tres hijos y pronto esperan
un cuarto. Ya no pueden más. Puesto
que la madre ha desaparecido y ella no
puede criar a ese niño además de los que ya tiene no puede hacer otra cosa que regalar el bebé al “farang” (extranjero) que, según dicen, anda siempre por el barrio
y de vez en cuando lleva arroz a algunas familias.
De nada sirve explicarle que la Escuela de Bambú no es un
orfelinato. Que no sabría que hacer o
cómo cuidar a un niño tan pequeño, que
él es un “nak buat” (un fraile) y que no
tiene mujer que pueda ocuparse del
niño. La señora apenas
habla, pero no se mueve del lugar, sus ojos son una
ininterrumpida súplica.
Víctor sabe que para él, un
“no” no es la respuesta. Hay que hacer
algo a corto plazo y buscar soluciones razonables a más largo plazo. A corto plazo ofrece a la señora una cantidad
de dinero mensual para que siga cuidando del niño. Entretanto buscará una solución que no se presenta nada fácil. El niño es birmano, y quién en este momento
lo está cuidando es una familia Karen que vive ilegalmente en el país. Si se pone el caso en manos de las
autoridades, ¿no se corre el riesgo de que el niño y su familia adoptiva sean
devueltos a Birmania sin más contemplaciones?
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