31 de diciembre de 2012

Cayó la hoja


 Cayó la hoja roja,  y la que arranco hoy  me muestra el cartón desnudo de un calendario que ha dejado de serlo.  Como en las cámaras antiguas rebobino estos 365 días de 2012 y veo que no ha sido tan mal año... Yo decía el otro día que éste era un año para recordar, y lo decía por su faceta negativa que ha afectado sobre todo a personas de mi entorno.  En justicia es también  un año para recordar   por todas las cosas buenas que  me han  ido sucediendo  al compás de los días y al ritmo de las estaciones.
Mis  caminatas, generalmente siguiendo las diferentes rutas del Camino de Santiago o los GR de la ruta del Ebro (GR 99) y las salidas con  la Agrupación de Montaña.  Más de 600 Km en total, en  etapas de 20 a 30 Km respirando aire puro, llenándome los ojos de mar, de bosques o de los amarillos trigales de la meseta.  De todas ellas un pequeño broche de oro: Contemplar Luarca en compañía, desde lo alto del cementerio, al pie de la tumba del científico enamorado, Severo Ochoa.
Las variadas actividades desarrolladas a lo largo del año, estrategias disfrazadas para integrarme en lo posible a la vida de este pueblo que no es el mío: el Tai-Chi de José Ramón, la gimnasia de Sonia, el club de lectura de Ana, el taller de escritura de Juan, las clases de pintura de Guillermo y hasta el grupo de Liturgia de Begoña para leer algún día en la misa del domingo.
 Los viajes, que  siguen siendo  mi droga favorita.  Un viaje a Berlín, en el que el apartamento, el tiempo, la novedad, la buena compañía y el variado programa  me han permitido disfrutar como un colegial.  El viaje a Mallorca con el Imserso  y el descubrimiento de parajes inolvidables que  para no ser exhaustivo resumo en un picnic  compartido en Sa Calobra, luminosa y desierta.  Y viajes a  Altea  o breves estancias en  Madrid para visitar las exposiciones de pintura de Chagall o de Hopper.   
Actividades, viajes, que han llenado los días, personas que me han dado mucho cariño y amistad, un año que he saboreado en plenitud  y algunos malos momentos, pocos y esos sí  olvidados definitivamente.  Miro hacia atrás y me doy cuenta de que con todo ello no tengo ni para rellenar un folio.   Pero lo importante  no es el número de folios que relleno sino que sean folios de años consecutivos.

29 de diciembre de 2012

¿Un año para olvidar?

El año es ya sólo ese charquito de cera en el que una mecha vacilante consume las últimas gotas de parafina. Toca a su fin y según muchos, es un año para olvidar.  ¿Olvidar este año?  Encerrarlo en ese destartalado armario que llamamos olvido? ¡No!  ¡Me niego a ello!

Entiendo que las personas que han perdido a un ser querido, los que se quedaron sin trabajo, los que vieron cómo los ahorros de una vida se volatilizaron entre los dedos avariciosos de unos banqueros impunes y sin escrúpulos, los que perdieron o están a punto de perder la casa por no poder hacer frente a una hipoteca, los funcionarios a los que reiteradamente se les congela el salario, prefieran pasar página.

No se puede gastar lo que no se tiene repiten una y otra vez desde el Gobierno. Eso cualquier ama de casa lo sabe, pero cuando en un hogar las cosas vienen mal dadas, los sacrificios se reparten entre todos y siempre son los padres los primeros que se quedan sin postre.   ¿Por qué no se han quedado sin postre los líderes sindicales, los senadores, los diputados, los funcionarios de alto copete, y sobre todo los banqueros ?

¿Olvidar este año?  ¡NO! Hay que recordarlo al menos hasta las próximas elecciones. Recordar lo que dijeron los políticos y contrastarlo con lo que han hecho. Dejar de lado a los mentirosos y a los embaucadores. Buscar líderes nuevos que nos ofrezcan  la garantía de unas manos limpias aunque sólo sea porque son neófitos.  Recordar que el cambio es posible como lo fue en Islandia.

Como individuo, soy un grano de arena que las olas llevan y traen a su capricho. Unido a miles de otros granos, cimentados por un firme propósito podemos formar un bloque de hormigón,  un malecón contra las envestidas de la corrupción, el amiguismo, y los tejemanejes de muchos dirigentes.

¡Sí! Me acordaré del 2012  porque ha sido un año malo. Me acordaré del 2012 hasta las próximas elecciones.

21 de diciembre de 2012

La Nieta del Señor Linh de Philippe Claudel

LA NIETA DEL SEÑOR LINH
Novela
Philippe Claudel
Salamandra 2008
Título original: la petite fille de Monsieur Linh
Publicado en 2005
Traducción del francés de José Antonio Soriano Marco
126 páginas


He disfrutado mucho de esta novela propuesta en nuestro club de lectura de Suances.  Ante todo, me parece una novela absolutamente visual: una fábula hecha de imágenes despojadas y bellas que desfilan bajo nuestros ojos.  No es casual que los personajes de la novela  no se entiendan más que por gestos y que la nieta del Señor Linh sea tan silenciosa.


El sentimiento de desarraigo del anciano, reforzado por la falta de puntos de referencia, de olores, de sabores, de paisajes que recuerden su pasado y la incomunicación debida al idioma se refuerza cuando es despojado de sus ropas, deja de oír los sonidos de su idioma en boca de otros refugiados y es llevado a un hospicio. Sólo le queda la nieta a la que suavemente le canta la antigua canción que las mujeres cantaban a sus hijas allá en la aldea lejana.
Frente a tanta angustia,  tanta soledad, un único rayo de esperanza. El contacto visual con un hombre al que no entiende pero que está ahí.  Otro solitario desarraigado que en lugar de a una nieta se abraza a una botella y chupa cigarrillos sin tregua. Entre ellos se establece un extraño vínculo, un entenderse sin palabras que a medida que pasan los días se convierte en inquebrantable amistad.


Me imagino esta historia como guión de una película de cine mudo.  Lo que el libro narra en tiempo presente, quedaría sustituido por el lento travelling de una cámara, con esporádicos flashbacks hacia la pequeña aldea. Como música dos sonidos contrapuestos: el chirriar de las grúas  y el estruendo de los camiones en la gran ciudad, y el apacible y acariciante susurro de la selva.  Estos sonidos nos sitúan alternativamente en alguna ciudad portuaria de Francia como Burdeos o quizá Le Havre y en alguna aldea perdida a orillas del Mekong  en el corazón de Vietnam.  El fundido final podría ser un saludo bilingüe que para el Señor Bark se confunde con un nombre y para el Señor Linh es un sello de amistad: "Tao-lai" y "Bon Jour".


Unas líneas para visualizar:
Los dos amigos se ponen en camino. Toman un sendero que desciende serpenteando por el bosque. El día es de una belleza sin igual. el aire huele a tierra húmeda y amancayo.  Los fragmentos de musgo parecen cojines de jade bordados y los bambúes tiemblan agitados por el pájaros.  el señor Linh va en cabeza. De vez en cuando se vuelve hacia su amigo y, con unas palabras o un gesto, le señala una raíz con la que podría tropezar o una rama que podría golpearlo. El bosque da paso a la llanura. Los dos hombres se detienen en el lindero y sus miradas abarcan la extensión verde que se despliega hasta el lejano y tembloroso azul del mar.
En los arrozales, las mujeres cantan mientras trasplantan brotes jóvenes, con los pies sumergidos en el agua cálida y cenagosa.  Los búfalos meditan cabizbajos, mientras en sus lomos los espulgabueyes se pavonean y se alisan las blancas plumas. Unos niños intentan cazar ranas gritando y azotando el agua con varas de sauce. En el cielo, las golondrinas escriben invisibles poesías en la suave brisa.

2 de diciembre de 2012

Club de lectura


Ayer, celebrábamos en Suances una entrañable efeméride: nuestro  Club de lectura celebró su décimo aniversario.  Era para celebrarlo.  Cuántas veces proyectos culturales como éste,  nacen,  tienen dos o tres años de esplendor y luego, sin saber muy bien las razones  se marchitan, pierden adeptos, y acaban desapareciendo.
Llevo  sólo dos años en el club de lectura y he podido constatar el entusiasmo que anima a nuestro grupo.  Los libros propuestos no son necesariamente siempre del gusto  de todos nosotros, pero procuramos asistir todos a esas  reuniones del club  en las que  de manera  casi espontánea,  aunque sabemos que no lo es,  nuestra moderadora,  nos lleva a  reflexionar sobre nuestra lectura y a  enriquecernos con las ideas,  sentimientos y emociones de  todos y cada uno de los miembros del club que han leído en mismo libro  y sin embargo han sabido ver cosas que quizá   nosotros hemos pasado por alto. 
Cada libro que he leído en el club de lectura es como si lo hubiera mirado a través de un  prisma de doce caras cada una con matices de color propias.  Por eso, no puedo dejar de añadir  una cita  de la última  novela de Amin Maalouf,  “ Los Desorientados”   que dice:
“Se habla muchas veces del hechizo de los libros. No se dice lo suficiente que es por partida doble. Está el hechizo de leerlos y el de hablar de ellos. Todo el encanto de un Borges está en que leemos las historias que cuenta mientras sueña con otros libros inventados, soñados, fantasmagóricos. Y, en el espacio de pocas páginas, tenemos los dos encantamientos a la vez.
He podido, en mi vida, notar con frecuencia esa virtud de los libros. Pero fue ese día cuando la descubrí. Estás con una extraña, te pregunta que estás leyendo, o se lo preguntas tú, y, si los dos pertenecéis al universo de los que leen, ya estáis a punto de entrar cogidos de la mano en un paraíso compartido. Y, como un libro llama a otro vais a saber juntos de hazañas, de emociones, de mitos, de ideas, de estilos, de esperanzas”.
  

20 de noviembre de 2012


EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGO
Novela
Jonas Jonasson
Salamandra , 2012
Narrativa
Título original : Hundreáringen som ut genom fönstret och försvann  2009
Traducido del sueco por Sofía Pascual Pape
414  páginas

Últimamente la novela sueca,  particularmente  cuando es novela negra y su autor tiene un apellido terminado en “ …sson”, parece estar de moda. Eso, la portada del libro que muestra un anciano con un cartucho de dinamita a punto de estallar  y el hecho de que el apellido del autor también termina en “…sson”, hicieron que me mantuviera un tiempo alejado de  “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”.  El otro día, sin embargo a falta de otro libro a mano empecé a leerlo y creo que me he estado riendo hasta hoy.

Jonas Jonasson escribe en clave de humor, un humor franco, directo, quizá no tan sutil  como el del filandés Paasilina pero igual de fresco y efectivo.  Yo diría incluso que se trata de un humor filosófico que hace de una premisa  básica de nuestra existencia: “Lo que tiene que ser, será” y de una receta universal: “el mundo sería mucho mejor si supiésemos relajarnos y hablar acompañados de un buen aguardiente sobre la relatividad de los problemas”,  el meollo de su   existencia y de su huida hacia adelante incluso ahora que las autoridades del pueblo le preparan una fiesta para celebrar  su centésimo cumpleaños. .

Pero Allan Karlsson no tiene tiempo para celebraciones.  Su vida ha sido siempre una huida hacia adelante y lo seguirá siendo. Todo empieza con una maleta robada que contiene 50 millones de Coronas Suecas. Las peripecias se multiplican, al llanero solitario se le van añadiendo amigos y quienes más cerca están de alcanzarlos desaparecen misteriosamente.

Naturalmente Allan Karlsson no es un anciano cualquiera, su azarosa vida le ha preparado para las más rocambolescas aventuras.  Hábilmente, el autor nos lo hace comprender  intercalando  entre cada aventura  un tramo en la vida de nuestro fugitivo, que ha viajado a los cinco continentes, ha conversado con las figuras históricas más destacadas del siglo XX y ha sido partícipe de los acontecimientos más sobresalientes de esa época incluido ayudar a Oppenheimer a desarrollar la bomba atómica.

Ironía, sarcasmo, humor, sentido común y una buena dosis de fatalidad  son los ingredientes de este viaje surrealista al pasado de la mano  de un anciano  que dinamita muchas de nuestras inquietudes.

6 de octubre de 2012

Un Pazo para el Pueblo


En el Camino de Santiago portugués, o más apropiadamente en la Vía XIX de los romanos que luego se convertiría en Camino Real, se encuentra enclavada la pequeña aldea de Mos. No tendría nada de particular si no fuera por un espléndido Pazo recientemente restaurado y que para mi sorpresa pertenece al Consejo Vecinal que lo han transformado en un centro multiusos a medio camino entre Casa de Cultura, Centro de Actividades y lugar de encuentro.

Había salido de Tui por la mañana y me tocaba hacer alto en el albergue de peregrinos de la localidad. Tras el aseo y descanso pertinente me interesé de inmediato por el pazo que pensaba en manos de cualquier familia de abolengo o en el peor de los casos de algún nuevo rico de los que se duda siempre del origen de su fortuna.

Movido por la curiosidad me acerqué y para mi sorpresa constaté que en su interior funcionaba una cafetería. La imponente fachada de piedra clara recién pulida, el monumental escudo de armas, la explanada y el crucero son imponentes por sí solas. Nada perdía por pedir un café en la anunciada cafetería. Siguiendo las flechas rodeé el edificio y pude contemplar un patio interior con una monumental fuente, arcadas de sillería en la planta baja y una balconada tallada en piedra en el primer piso.

Entré, me acerqué a la barra, pedí un café cortado, miré a mi alrededor y constaté que me hallaba en una amplia sala con 10 o doce mesas, algunas de ellas ocupadas por paisanos jugando a partida, y en una esquina un par de futbolines donde unos chiquillos estaban enfrescados en una partida entre risas, exclamaciones, y el estampido de la pelota contra la madera de las porterías.

Al terminar mi café pregunté a la simpática camarera si sabía a quién pertenecía el pazo y se podía visitar. Ufana, me contestó que el pazo pertenecía al pueblo y que en cuanto a la visita mejor preguntaba a José Luis que era el conserje responsable.

José Luis ostenta el cargo de conserje pero para mí que es sobre todo un experimentado guía, un enamorado del pueblo y de su pazo, el alma de muchas de las actividades que allí se desarrollan y el presidente de la Asociación cultural del Concejo de Mos.

José Luis me contó que las primeras referencias a la actual parroquia de Mos está íntimamente ligada a la construcción del pazo y al asentamiento en esas tierras de la familia Quirós Sotomayor. A mediados del siglo XVI aparecen en la historia los primeros Señores de Mos que construyen no sólo el pazo sino también una iglesia dedicada a Santa Baia (nombre gallego de Santa Eulalia) y siete viviendas para los empleados del pazo lo que daría lugar al primer núcleo urbano de Mos.

Los Señores de Mos consiguieron título nobiliario y en 1776, el quinto marqués, Benito Correa de Sotomayor, obtuvo además el reconocimiento de Grande de España. Eso hizo que el noble pasara más tiempo en la Corte que en el pazo con lo que se inició su decadencia. En 1809 una parte del Ejército de Napoleón, pasó por Mos en su camino hacia Tui que debían reforzar. Al no conseguir su objetivo, de regreso, en represalia fueron quemando los edificios más señeros que encontraron a su paso, entre ellos el Pazo.

El palacio dejó de ser residencia de los Marqueses de Sotomayor y se aceleró la ruina del edificio. Cuando se extinguió la descendencia directa del marquesado, sus bienes pasaron a manos de una sobrina que puso los en venta. El edificio y los terrenos circundantes pasaron por diversas manos hasta que a mediados del siglo XX fueron adquiridos por una cooperativa agrícola (Coren) para instalar en sus terrenos una explotación ganadera.

La Asociación de Vecinos de Santa Baia solicitó formalmente en 1979 a D. Eulogio Gómez Franqueira actual propietario, la cesión del Pazo y en febrero de 1981 el inmueble, aún en ruinas, pasó definitivamente a manos de los vecinos . Éstos, inicialmente cedieron el edificio al Ayuntamiento para su rehabilitación y recuperación, pero a la vista de los escasos resultados, volvieron a retomar las riendas y constituyeron la “Fundación Pazo de Mos”. Finalmente a partir de 2008, rehabilitado el pazo gracias a las aportaciones de la Comunidad de Montes, de la Asociación de Vecinos y de las ayudas Autonómicas y Estatales, el edificio cobró nueva vida como local vecinal y dinamizador cultural.

Pude constatar en directo la intensa actividad cultural que se desarrolla entre sus muros: dos corales, una banda de música y otra de gaitas, un grupo de teatro, un grupo de bailes regionales, un centro de informática, y de conexión a internet, una asociación deportiva, etc. etc.

¡Qué maravilla! Cuántas cosas se pueden hacer cuando un grupo de vecinos se une con un propósito claro al margen de rivalidades políticas o intereses particulares. No pude por menos que recordar la famosa frase de Kennedy. No preguntes que puede hacer el país por tí, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país.



9 de septiembre de 2012

Paul Auster : Diario de Invierno


DIARIO DE INVIERNO
Novela
Paul Auster
Anagrama 2012
Panorama de narrativas
Título original : Winter Journal 2012
Traducido del inglés por Benito Gómez Ibáñez
248 páginas

Admito que soy un ferviente seguidor de Paul Auster. Sea cual sea el argumento de sus obras, la fluidez del lenguaje y la belleza de su prosa merecen por si solas una lectura atenta para intentar despejar su secreto. Por otra parte, en la obra de Auster hay mucho del maestro que juega con todas las argucias y estilos de escritura como si quisiera hacer una demostración de las alternativas de las que dispondría sus alumnos aventajados. En esta ocasión, con una narración casi siempre en segunda persona, Auster se dirige a ese tú que es él mismo, se cuenta su vida, y como los años han pasado y a lo hecho pecho. Se mira con sinceridad e indulgencia y habla de enfermedades, desilusiones, infancia , y defectos con un desapego no exento de resignación.

Sin embargo, “Diario de Invierno” me ha sabido a poco. Creo que en Paul Auster, una novela autobiográfica debería dar para algo más que enumerar una por una las 21 residencias que ha ocupado a lo largo de su vida. Evidentemente, son demasiados cambios de domicilio en una vida y eso habla de su temperamento inquieto, de su vocación de escritor, de su permanente y ansiosa búsqueda de si mismo, pero es también una manera fácil de rellenar páginas y de decir poco de lo que verdaderamente nos interesa. En mi opinión sobran las listas: cuatro páginas para enumerar sus comidas favoritas cuando era niño, dos páginas para enumerar las cosas que hace con sus manos, tres páginas para señalarnos los lugares a los que ha viajado, dos páginas de cicatrices. Por otra parte cae en algunas descripciones obvias como la que hace de la muerte “ese lugar al que todos vamos a llegar” o del caminar “un pie adelante y luego el otro”. Me gustaría conocer más al escritor y sus sentimientos, sus emociones, sus convicciones su opinión sobre los acontecimientos, su reflexión sobre el momento actual de la literatura.

Indudablemente hay relatos memorables como el que dedica a su madre de la que hace un auténtico panegírico. Esa mujer triple como él la describe, a la vez resplandeciente y angustiada, brillante y desquiciada. Auster habla también de sus escarceos amorosos, pero de una manera “light” como queriendo proteger a su actual pareja, la también escritora Siri Husdvedt, de la que se siente muy enamorado.

Paul Auster está en un momento de su vida, en que empieza a perder a algunos de sus contemporáneos, esa edad en la que empiezas a hacer cálculos y comparaciones con la vida de los que te han precedido. Ese momento en que recuerdas todas y cada una de tus cicatrices. Bello símil que utiliza para indicar que aunque la huella externa haya casi desaparecido, el recuerdo sigue intacto.

En resumen, un libre con luces y sombras, un libro autobiográfico deliciosamente escrito pero que me ha sabido a poco, el libro de una persona “precaria y dolida, un hombre que lleva una herida en su interior desde el principio mismo, ¿por qué, si no, te has pasado toda tu vida adulta vertiendo palabras como sangre en una hoja de papel?”

Camino de Santiago del Norte: Llanes - Oviedo - Luarca


Desde que quedé atrapado por el Camino hace casi tres años, mi entusiasmo sigue en aumento. En escritos anteriores he hablado de la naturaleza, de los paisajes, de los monumentos, del arte, del espíritu que parece impregnar todo lo que se refiere al Camino.


El tramo recorrido este verano ha tenido algo de todo ello. Caminar a orillas del Cantábrico, bajando y subiendo valles y colinas, asomándote a los acantilados, respirando el aroma de los eucaliptos, tumbándote en verdes praderas ha sido maravilloso, un sueño del que a cada paso te despiertas para contemplar iglesias prerrománicas como la de San Salvador de Priesca o el monasterio de Valdedios y su “Conventín”, una joya prerrománica mandada construir en el siglo IX por el Rey Alfonso III . Y luego, de trecho en trecho, ciudades como Llanes, Ribadesella, Villaviciosa, Oviedo, Avilés, Luarca, para las que la única definición que se me ocurre y que las engloba a todas es que son ciudades “cariñosas” , que te cuesta dejar atrás.

Pero el Camino es más que la suma de paisajes, arte y ambiente. Es también un crisol de personas que se encuentran, se cruzan y se recuerdan. Pueden ser peregrinos como nosotros, puede tratarse del hospitalero que nos acoge en el albergue o de personas anónimas que nos han parado para preguntarnos por qué caminamos, o para darnos un vaso de agua, o quizá para señalarnos detalles de algún monumento que ningún guía sabría igualar.

Del grupo de peregrinos, en esta ocasión, evoco el recuerdo de una pareja de enamorados, que parecían flotar por el Camino. Su itinerario particular les alejaba de los demás pero se les veía felices y ajenos a las contingencias de las etapas. Recuerdo también a un grupito de peregrinos, a la puerta del albergue de Oviedo que se contaban batallitas. Los “sabelotodo” dominaban el corro y hablaban de sus experiencias del camino como quien diserta sobre las partículas elementales. Y recordaré sobre todo y con cariño a Nicolás, un “Perriflauta” francés que utiliza los albergues del Camino como hoteles baratos en su deambular por las ciudades españolas tocando la “cornemuse”, una especie de gaita sencilla de un solo registro pero que maneja a la perfección y nos deleita con tonadas bretonas, muñeiras y música celta. Es simpático, limpio, y da calor y color a las tardes en el albergue.

De las personas con las que me he cruzado esta vez, quiero evocar aquí a Felipa. Es una anciana de Priesca, auténtica guía y erudita del prerrománico de la Capilla del San Salvador. A pesar de la edad y de su dificultad para caminar nos fue envolviendo con sus comentarios en la belleza del templo y casi sorprendidos, acabamos sentados en un banco entonando un “Salve Regina” en latín, como hicieran doce siglos antes los monjes que atendían ese lugar.
En otro orden de cosas, ¿cómo no recordar también a la cariñosa dueña de un bar de Posada, entre Oviedo y Avilés, que el día de mi cumpleaños a las 10 de la mañana, se brindó a organizar con mi amiga Marisol una pequeña fiesta de cumpleaños con tarta de galleta y chocolate, una improvisada vela hecha de papel aceitado, y un botellín de Benjamín que fue a buscar a su casa? Y de manera más humilde pero igual de cariñosa, ¡cómo olvidar a la mujer que nos ofreció agua y nos hizo sentar en el porche de su casa para que descansáramos antes de emprender camino hacia a Soto de Luiña? Nos conmovió su generosidad y nos hizo gracia su comentario de que aunque se volviera una joven de 20 años jamás haría una promesa como la nuestra aunque las “muletas” ( por los bastones) que llevábamos quizá nos hacían el camino más llevadero.

También están los hospitaleros, los dueños de albergues privados, y los pequeños hoteleros con los que necesariamente te encuentras y que recuerdas, unas veces por su generosidad, otras por su tacañería, por su vanidad o por la astucia con la que salen en busca del peregrino. Los recuerdo a todos con cariño. Me han ayudado en esta aventura y les estoy agradecido.

El Camino no es nunca el mismo. Cada peregrino hace su propio camino, diferente del de los demás aunque recorra los mismos pasos reciba en la cara la misma brisa o le moje el mismo aguacero. Mi camino es único e irrepetible. Tengo suerte: aunque volviera sobre mis pasos, estaría seguramente haciendo un nuevo Camino.

14 de julio de 2012

La meta es mi camino: Camino de Santiago en Aragón

La meta es el Camino. Siempre tengo la misma sensación cuando estoy a punto de completar un trayecto del Camino de Santiago. Como queriendo alargar un poquito más la experiencia, he añadido una etapa y he hecho noche en Tiebes. Las canteras cercanas han traído prosperidad a este pueblo y el flamante albergue municipal, limpio y funcional es un buen lugar para rememorar estos días de lluvia, de sol, de sed, de cansancio y de largos silencios.


Aquí no hay afluencia de peregrinos. He caminado en una casi absoluta soledad. El revoloteo de los insectos, en ocasiones, el murmullo del río Aragón, y la alargada sombra que avanza a mi paso, me hacen compañía y enmarcan mis pensamientos, que se enredan y entretejen al ritmo de la zarabanda nupcial de las mariposas.

¡Qué diferencia de paisajes! He dejado atrás las vertiginosas pendientes de Somport y las afiladas cumbres pirenaicas y he llegado a Jaca empapado de lluvia y del aroma del saúco, la madreselva y los aún esplendorosos rosales silvestres. Su obvio contrapunto tenía que ser la catedral de Jaca, auténtica enciclopedia del románico y origen del jaqueado que festona los templos del Camino. Visité también el Museo Diocesano y pude admirar los frescos románicos recuperados de iglesias, y ermitas de Aragón. Junto con el Panteón de Reyes de León son ahora el mayor tesoro de pintura románica en España.

Las etapas son largas y el tiempo ha cambiado. El sol aprieta y las fuentes escasean. Las cabañeras por las que transcurre el camino, orillan el monte, o bordean el río Aragón e intentan escapar del cercana N-240. Las fuerzas empiezan a flaquear y aún falta la subida a Arrès, pero al final de la etapa, ¡que recompensa! Esa noche somos cinco peregrinos y los hospitaleros Pilar y Ricardo nos ofrecen, a la fresca del atardecer, una buena cena comunitaria y una alentadora compañía.

Sigue el camino solitario y desnudo. Los pueblos que cruzo están demasiado desviados y sobre todo demasiado altos. Tengo sed pero encuentro a tiempo un tractorista que rellena mi cantimplora. El perfil de las montañas y la sombra que se alarga a mis pies me indican que voy en la buena dirección, aunque por momentos el terreno parece de tipo lunar. Luego descubriré que a este tipo de formación geológica que parece hormigón se le llama “badlands”. Y por fin aparece algo de verde. Voy ascendiendo y entre el follaje del robledal, empiezo a distinguir el ensanchamiento del pantano de Yesa. El Albergue, es el único edificio habitado en Ruesta, que sus habitantes tuvieron que abandonar al haber inundado el pantano sus tierras y su fuente de subsistencia.

Sangüesa será para mí un hito en este Camino. Es un pueblo grande, con varias iglesias, pero me quedo absorto ante la portada de la iglesia de Santa María. Está decorada con elementos que nada tienen que ver con los símbolos cristianos habituales. Me gustaría poder entenderlos. Hay que salir del albergue muy temprano para aprovechar el frescor de la mañana. Avanzo por campo abierto, por caminos rurales que serpentean entre trigales en sazón. Dentro de unos días, las maquinas habrán arrasado este ondulante mar amarillo. Llego por fin a Monreal. Ha sido una marcha de casi treinta kilómetros y mis piernas se quejan. Nada digno de mención en este pueblo. Aprovecho para dormir y por la tarde ver el partido de la Selección Española que juega contra Francia.

Hoy la ruta ha sido más corta pero no menos dura. Las continuas subidas y bajadas por caminos de cabras son verdaderamente rompepiernas. A lo lejos diviso Pamplona y el Alto del Perdón. Me voy acercando a la meta, pero quiero saborear mi camino y hago alto en este tranquilo pueblo de Tiebes donde me reencuentro con peregrinos que había conocido en Sangüesa. Juntos hacemos una cena comunitaria e intercambiamos anécdotas y reflexiones. Christian es un joven danés en busca de aventuras. Knut es alemán y es veterano en el camino, igual que Carmen que viene de Castellón.
Mañana será una etapa corta pero me espera un pequeño tesoro que quiero saborear: el misterioso monasterio de Eunate, de planta octogonal, rodeado de todo su perímetro por arcadas como si de un claustro se tratara. Sus viejas piedras ocres se confundirán ahora con el color de la mies pero confío que el silencio de sus muros me ayude a aclarar algunos de mis interrogantes.

Decía al principio que el camino es mi meta.. No me preocupa hacia donde voy pero sí cómo lo hago, qué encuentro, con quién me cruzo, qué aprendo. Ahora que ya noto la edad sobre mis espaldas, el camino es la escuela donde aprendo a reencontrarme y a valorar las pequeñas cosas, los escondidos placeres de la convivencia, la contemplación y el esfuerzo.

17 de junio de 2012

Las Hoces del Cabriel y los Cuchillos de Contreras

Había pasado cerca. Me había asombrado la obra de ingeniería que supuso hacer pasar la autovía de Valencia por encima del Embalse de Contreras y cómo no, recordaba la polémica y paralización que sufrió la autovía por el empeño de los ecologistas en preservar este singular paraje, el río Cabriel y sus hoces sinuosas y profundas en la confluencia de las provincias de Cuenca y Valencia.


Sin casi proponérmelo, he tenido ahora la oportunidad conocerlo y dar la razón a los ecologistas, de pasearlo, disfrutarlo y maravillarme de la caprichosa la naturaleza y de la erosión que en unos lugares ha creado profundas gargantas y en otras inhiestas y afiladas cuchillas rocosas. Se puede decir que Venta del Moro es punto neurálgico de este Parque natural. Su Museo municipal y Centro de Interpretación ofrecen diversas alternativas y rutas de senderismo para admirar y disfrutar de este paraje. Las actividades al aire libre y de aventura, han movilizado a las empresas de turismo activo que se han establecido en el municipio y ofrecen a colegios y particulares actividades de rafting, trekking, descenso de barrancos etc.
http://www.youtube.com/watch?v=0vp91ernzOs&feature=colike 

16 de junio de 2012

La Cena de Hermann Koch

LA CENA

Novela
Herman Koch
Salamandra 2010
Narrativa
Título original Het Diner 2009
Traducido del holandés por Marta Aguilé Bernal
284 páginas

Un hecho real, acaecido en Barcelona en 2004 en que unos jóvenes de buena familia matan a un mendigo en un cajero automático, sirve de punto de partida a este escritor holandés para hacer una radiografía de la sociedad europea contemporánea y plantear dudas y preguntas sobre la responsabilidad de los padres de la conducta de los hijos, el libro albedrío, el dilema entre ética y defensa de los intereses personales.

Extraordinario creador de personajes el escritor nos va trazando muy paulatinamente el retrato de los cuatro protagonistas principales. No podemos tomar nada por sentado, de hecho, a medida que avanza en el relato nuestra percepción de los personajes va cambiando y sólo al final de la novela tenemos elementos suficientes como para emitir nuestro propio juicio sobre la conducta de estos padres que por preservar su tranquilidad y su modo de vida, por egoísmo o por defender su carrera política, prefieren mirar para otro lado aún a sabiendas de que sus hijos son los autores de un crimen, aunque no haya indicios que los puedan delatar.

Hermann Koch va dosificando la información de manera a mantener la tensión a lo largo de las casi trescientas páginas del libro. Se sirve para ello de una estructura lineal: una cena en un restaurante de lujo en el que los dos matrimonios cuyos maridos son además hermanos, deben tomar decisiones trascendentales. Y como en los restaurantes de lujo, los platos se hacen esperar: el aperitivo, los entremeses, o los sucesivos platos o el postre son también el inicio de nuevos capítulos. La tensión se incrementa y sentimos que nos podríamos saltar algún plato para llegar antes al desenlace de la historia y saber cómo por fin se soluciona el conflicto.

En vano esperaremos las respuestas a las grandes preguntas que la historia plantea. El escritor plantea una situación pero su misión no es la de dogmatizar, filosofar o sentar cátedra. Se trata de una novela, no de un ensayo filosófico o ético. Los tópicos para la discusión surgen de la propia historia, pero el lector tiene que involucrarse y sacar sus propias conclusiones.

Una gran novela para leer y debatir en grupos de lectura o con amigos que también la hayan leído.

13 de junio de 2012

Marc Chagall en el Thyssen

 Hace unas semanas tuvimos el privilegio de poder contemplar en Madrid algunas de las mejores obras del pintor ruso judío Marc Chagalla.

A pesar de su larga trayectoria pictórica, a pesar de haber vivido casi toda su vida exiliado de su tierra natal , su pintura ha seguido siempre impregnada de ese sentimiento de pertenencia a un lugar y a una estirpe. Las alusiones al exilio, al judío errante, a la música y baile tradicionales de su Biolorusia natal , al ángel protector, al gallo de la espera y de la esperanza, al circo y a la evasión son constantes en su obra que se nos presenta a veces con tintes de naif e inocente simplicidad.

El pintor flota en el aire a menudo abrazado a su amada y mira al mundo con optimismo. No se deja agobiar por las terribles consecuencias de la guerra porque siente la inminencia de lo sagrado. Todo tiene una finalidad y un significado y confía aunque no entiende. Elige colores vívidos y sus azules constituyen la marca de agua de su pintura.

De entre las más de 160 obras que se reparten entre el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid, he elegido para saborearlo el “Le cirque bleu” (el Circo azul) pintado entre 1950 y 1952 y que se exhibe actualmente en el Centre Pompidou de Paris.

Es de noche, la luna brilla en el cielo y toca el violín. La acróbata, se balancea en el vacío iluminada por el haz de un proyector que la atraviesa. La vemos a vez de frente y de perfil y en torno a ella encontramos algunos de las constantes del pintor: el pez volador que saca de algún lugar una mano para empuñar el ramo de flores que lanza a la artista, el gallo de la esperanza que se pasea sobre el muslo de la acróbata tocando el tambor y abajo, a la derecha el caballo verde ( símbolo del amor) que contempla con arrobo a la mujer. Situados en torno al eje diagonal del haz luminoso, los personajes forman un círculo de color, amarillo de la luna, rojo de la acróbata y verde del caballo. En el centro un vacío, porque todo es liviano, tan liviano y efímero como los sueños, como el amor.

Berlín

Hay ocasiones en que uno huye de las tareas pendientes no tanto por el trabajo que supone ejecutarlas sino por el miedo a no estar a la altura, o a hacerlo de forma mediocre. Después de un intenso y prolongado viaje a Berlín, son tantas las cosas que quisiera decir, tantos los impactos, las impresiones acumuladas que me está costando trabajo hacer una síntesis, condensar lo que más me ha impresionado o marcar algunos hitos más sobresalientes. De nada ha servido dejar reposar las impresiones, esperar a que las emociones más profundas afloren en la superficie de mi consciente.


A modo de pequeños apuntes de viajero quiero anotar lo que tres meses después del viaje, primero me viene a la cabeza al oír la palabra Berlín, lo que por otra parte, gracias a la Sra. Merkel y a la crisis económica está ocurriendo más de lo recomendable.

Berlín ha renacido de sus cenizas y lo ha hecho con acierto. La tarea no está terminada, basta comprobar la cantidad de grúas y obras en ejecución a lo largo de la ciudad. Pero manteniendo el concepto original de ciudad amplia y verde ha conservado todo lo que queda de su pasado histórico y ha aprovechado la oportunidad de partir de zonas de absoluta “tabla rasa” para crear conceptos urbanísticos modernos como la Postdam Platz y los edificios que la circundan que huyen de la desproporción para destacar cada uno de ellos por la modernidad y el atrevimiento de sus líneas arquitectónicas.

El pasado sigue muy presente en Berlín. Para mi gusto, demasiado presente. Los miles de turistas que visitan diariamente la ciudad parecen obsesionados por la puerta de Brandeburgo, el muro, y el bunker de Hitler. No hay que olvidar el pasado si no queremos que se repita, pero creo que se debe cambiar el énfasis. Berlín fue capital cultural europea en los primeros años del siglo XX, ha acumulado a lo largo del siglo XIX tesoros arquitectónicos de medio mundo que exhibe en sus numerosos museos, ha sido precursora del movimiento “Okupa” y de los movimientos alternativos que con sus pintadas y graffitti sensibilizaron a toda la juventud europea. Berlín debe interpretar la caída del muro no sólo en su vertiente política y de reunificación de un país dividido sino como cambio radical en la manera de enfocar la cultura y la democracia.

La Cúpula del Bundestag, linterna de cristal y acero que corona el parlamento Alemán, obra de Norman Foster, merece por si sola una visita a Berlín. Ascendemos por la rampa que circunda la pared interior de la cúpula. A través de sensores la audio guía localiza nuestra posición y nos va dando una completa información sobre los edificios y monumentos que podemos contemplar. Hacemos así una visita panorámica de la ciudad con dos vueltas de 360 grados sin obstáculo alguno. Podemos también atisbar a través del cono invertido de espejos que dan luz al edificio, el desarrollo de los debates parlamentarios. Una vez más, el lamentable estado en que quedó el parlamento, ha permitido a los alemanas combinar de manera armoniosa pasado y presente, tradición y modernidad.

En Berlín desplazarse por la ciudad en vehículo particular es un lujo innecesario. Me llama la atención la perfecta sincronización de trenes, metro y autobuses que tejen una tupida malla por la ciudad y permiten desplazarse a cualquier punto de manera rápida y eficaz. Las numerosas combinaciones de billetes turísticos de uno o varios días permiten desplazarse incluso a las ciudades circundantes de
 manera económica y veloz. Postdam y el famoso Palacio “Sanssouci” refugio de Federico el Grande, con sus jardines al estilo de Versalles o el palacio Cecilienhof en el que los Aliados firmaron el tratado de Postdam que partió y repartió Alemania entre los vencedores, está a pocos minutos en tren del centro de Berlín.
Es de noche. La cúpula Sony en Postdam Platz está iluminada y cambia del azul al verde y al granate. Acabamos de asistir a un Concierto de la Filarmónica de Berlín. El coro y la orquesta han interpretado la misa de Requiem de Fauré y nos hemos sentido durante dos horas envueltos en una atmósfera de belleza y armonía. Es hora de bajar a la realidad del día a día. Nada mejor para ello que pedir una currywurst y una cerveza y repasar en la memoria la película de estos días. De pronto me preguntan: ¿Con qué te quedas? Y me mente vuela al Neues Museum para perderme en la serena y misteriosa mirada del busto de Nefertiti.





24 de marzo de 2012

GR 99 Ruta del Ebro: Quintana Martín Galíndez a Baños de Sobrón


La meseta norte castellana estaba esa mañana de broma: amenazaba lluvia mientras el sol jugaba al escondite entre las nubes. El viento empujaba con fuerza los rastrojos, pero los gruesos muros de piedra de estos recios y casi deshabitados pueblos, ofrecían generosos rincones al abrigaño para hacer paradas y contemplar el paisaje.  El cereal verdeaba con tonalidades luminosas en los campos pedregosos y los árboles, cuajados e brotes reventones se mecían a orillas del río.  Los más madrugadores, los almendros, estaban ya de boda y su traje blanco temblaba en la brisa y con leve sonrojo cubría las ramas aún desprovsitas de hojas.

ocurrió este pasado domingo mientras recorríamos la décima etapa de la ruta del Ebro. Pueblos casi deshabitados van desfilando a ritmo de nuestro paso y a breve trecho unos de otros: Pangusión, Barcina del Barco, Mijaralengua, y como etapa final para los más lentos de entre nosotros, San Martín de Don.  En todos ellos encontramos el cartel premonitor que con letras negras sobre fondo amarillo reza: "PUNTO DE REUNIÓN, Plan de Emergencia Nucledar", y es que estamos pasando a orillas de la Central Nuclear de Sta. maría de Garoña.  Son estos carteles los que me ponen sobre aviso. Esperaba ver numerosos edificios unidos por retorcidas tuberías, grandes evaporadores cubiertos por penachos blancos; sin emabrgo, sólo se ve un gigantesco y macizo cubo de hormigón, sin aberturas, y a su lado una alta chimenea de la que apenas se desprende un hilillo de humo blanco, tan aparentemente anodinos como incongruentes en este bucólico lugar.

Llegamos a san martín de don y nos topamos con una desproporcionada iglesia parroquial y con un enorme edificio de piedra arenisca que destaca sobre el verde intenso de los pinos que recubren la cercana montaña. Se trata del convento de Clarisas de san Miguel, fundado a finales del siglo XVI. A parte de sus enormes proporciones destaca la igelsia monacal de una sola nave y lujoso retablo barroco y el sepulcro del fundador del convento, Don Juan ochoa de Salazar obispo de Calahorra y Plasencia.  Nos enteramos que en la actualidad sólo lo habitan cinco monjas ya mayores y..., contrastes de la vida, que a parte de sus rezos, se dedican a la lavandería de la central nuclear y a fabricar los "chaussons" con que cubren el calzado.

para nosotros termina aquí la caminata. Comemos en el merendero cercano al lavadero del pueblo, tomamos café en la única cantina del pueblo que pertenece a la alcaldesa, nos enteramos de la vida y costumbres del lugar y a media tarde, bajamos despacio hacia el embalse de Sobrón donde nos recogerá el autocar a pie de carretera.

1 de marzo de 2012

GR 99 Trespaderne - Quintana Martín Galíndez

Domingo nublado a ratos, claro por momentos pero siempre frío y con viento como corresponde a esta parte alta de la provincia de Burgos. Comenzamos nuestra ruta a pie de un puente románico, el de Trespaderne, y entre veredas, fresnos, chopos y matorrales seguimos el curso del río Ebro, guiándonos por el omnipresente murmullo del agua lamiendo las piedras y por el chasquido de las ramillas secas que crujen al paso de los que nos preceden. De vez en cuando, en el rumoroso silencio, estallan unas risas como burbujas de champán. No hay duda, se trata de Víctor que ha contado otro de sus chistes. A ello se une la alegría de pasar un día en plena naturaleza, disfrutando de los árboles, el agua, de la brisa y dando por bien empleado el cansancio de la marcha y el frío que corta como cuchillo cuando sopla el viento.


Empezamos a sentir menos frío cuando al cabo de cinco kilómetros avistamos Cillaperlata que abordamos cruzando por encima de las compuertas de una pequeña estación hidroeléctrica. Suenas las campanas de las doce y en ese momento el sol dora la torre de la iglesia y las casas de piedra de la calle Mayor. Pero no hay un alma por la calle. Nunca me acostumbro al silencio de los pueblos los domingos por la mañana. Unos kilómetros más adelante llegamos a Quintanaseca. Estamos ya en el municipio de Frías, que empieza a perfilarse en el horizonte arracimado en lo alto de una peña como barco escorado cuya proa fuera la iglesia y la popa el desafiante torreón de su castillo.

Aprovechamos para hacer un alto y comer el bocadillo. Buscamos refugio bajo los soportales del ayuntamiento o al abrigaño de cualquier muro pero no hace un día para largas tertulias, pronto buscamos el calor de los bares del pueblo, tomamos un café y emprendemos la marcha. Volvemos a nuestro río por uno de los puentes más bonitos de España. El puente románico de Frías, con su torreón en medio del puente, vestigio de una época en que las arcas de la ciudad se veían enriquecidas con el “puentazgo” que debía pagar todo viajero que quisiera cruzar el río a pie enjuto. Merece la pena contemplarlo a esta hora de la tarde. El sol acaricia el ocre amarillento de sus pilares sigue el contorno de sus arcos ojivales y extiende su mirada sobre el valle de Tobalina cuyos campos empiezan a verdear tímidamente tan lejos aún de la primavera.

El camino a orillas del Ebro hasta Montejo de San Miguel es una auténtica delicia. Además de estar perfectamente señalizado es una completa lección de flora fluvial. Paneles indicativos y rótulos plateados señalan e identifican las principales especies y el río, permanente compañero, parece acompasar el paso con nuestro incipiente cansancio. Pero ya le hemos ganado la partida a esta etapa. El camino se aparta del río y se ensancha. Nos agrupamos y engañamos las piernas con animada conversación. Casi de improviso llegamos a las primeras casas de Quintana Martín Galíndez, y sin ponernos de acuerdo invadimos el único bar del pueblo que a esta hora está abierto. Son las cinco y media de la tarde y hemos cubierto la novena etapa de la ruta del Ebro

3 de febrero de 2012

Los Descendientes

Los descendientes ( The Descendents)
USA 2011
Dirección: Alexander Payne
Duración: 110 minutos

No es fácil hacer la reseña de esta película sin revelar parte de la trama, pero no quiero aguar la fiesta a nadie por lo que me limitaré a explicar por qué, sin ser una película inolvidable, es sin embargo una película interesante que merece la pena ver acompañado para, a la salida comentar alguno de los episodios.

En primer lugar el elenco de actores es estupendo, y no me refiero sólo a George Clooney que se mueve como pez en el agua en ese ambiente de drama con toques de comedia, que sabe reflejar en su rostro, la perplejidad, la ira, el desconcierto, pero también la comprensión, el perdón y el amor. Me ha llamado la atención la jovencísima Shailene Woodley que interpreta a la hija, Alexandra, y que siente como nadie el desconcierto y enfado de una adolescente defraudada que abandona el idealismo y se debate, desgarrada, entre el dolor de la pérdida y la indignación de la injusticia.

Por otra parte, la película plantea temas que no están en consonancia con en el marco paradisíaco de las islas Hawai, y todas las tópicos de exuberancia, camisas floreadas, playas doradas, mansiones de ensueño y cielos pintados de azul cobalto. En efecto, casi desde las primeras tomas nos enfrentamos a temas como la educación, la autoridad parental, el equilibrio entre trabajo y familia, la muerte digna, el amor y el perdón. Sin discursos, sin forzar las situaciones, es la propia trama de la historia la que nos enfrenta a situaciones en las que, identificándonos con los personajes, nos gustaría poder decidir, y sobre todo tener la oportunidad de comentar. Por eso mi sugerencia de verla acompañado.

Como concesión a la novela de la hawaiana Kaui Hart Hemmings, que ha inspirado la película, se ha introducido una sub-trama relativa a la conservación de la naturaleza, el patrimonio y las herencias, que no aportan gran cosa a la trama principal pero que dan pie a imágenes de arrebatadora belleza.

Finalmente, me ha gustado la dirección de Alexander Payne, que después de un prolongado silencio tras sus recomendables películas “A propósito de Schmidt” y “Entre Copas” vuelve a sorprendernos con este largometraje en el que destaco sobre todo su capacidad para dirigir autores, el ritmo que imprime al relato y su capacidad para transmitir a través de los silencios y de los planos las contradicciones de nuestros sentimientos y la imperfección de los seres humanos.

30 de enero de 2012

Realismo Sucio: José Emilio Pacheco













Realismo sucio del despertador,
su irrupción malsonante
en el abismo lírico del sueño.

Bomba de precisión el feroz reloj
que vuela en mil pedazos el video intimísimo,
filmado noche a noche por nuestro inconsciente dramático,
máquina de narrar extrañas ficciones,
siempre al alcance involuntario de todos.

Nunca sabré cómo iba a terminar esa historia onírica.
Hicimos una cita y se quedó sin desenlace
por culpa del despertador que no se apiada de nadie,
Por obra del estallido del deber y de la realidad,
gran enemiga de los sueños.

José Emilio Pacheco
Como Lluvia (2001-2008)

20 de enero de 2012

El misterio de la ventana

Viajábamos de Madrid a Salamanca. De pronto una casa de piedra en pleno páramo nos llama la atención. La construyeron probablemente mucho antes de que por allí, alguien, un día, decidiera que pasase la carretera.

La casa parece abandonada. El revocado de la pared se cae a trozos, y deja al descubierto los cantos rodados utilizados en la construcción. La humedad y las filtraciones ennegrecen las paredes y en algunos sitios aparecen manchas musgosas. En medio de la pared el vano de una ventana y más allá la oscuridad. Se trata sin duda de una casa abandonada pero entonces, ¿cómo explicar la maceta florida en la ventana? ¿Quién la puso? ¿Quién la riega? Paro el coche y nos acercamos . Rodeamos la casa y no vemos señal de vida. En medio de tanto abandono, los geranios en el alféizar ponen su nota de alegría.

Han pasado los años. Me distraigo y ejercito pintado un cuadro que de inmediato me recuerda aquel momento. Con cada pincelada intento acercarme al modelo propuesto, pero sobre todo intento capturar el instante aquel en que supimos hacer un alto durante un viaje de negocios y pararnos a contemplar la serena belleza de una ruina en la que inexplicablemente destacaba un geranio en flor.

14 de enero de 2012

Modernismo, "Art Nouveau", Secesión

Nada más erróneo que querer circunscribir este movimiento a una disciplina, una escuela o una región concreta. En efecto, la indeterminación es una de sus características, se ha llamado de diversas formas (art nouveau, modernismo, art déco cuando se refiere específicamente a objetos, secesión, etc.) y se inscribe dentro de la corriente de rebelión, reforma y libertad que sacudió a Europa a finales del siglo XIX y originó una fuerte reacción en contra de los estilos artísticos dominantes, particularmente aquellos practicados en las Escuelas, sancionados en los Salones o consagrados por la Arquitectura Oficial del momento.

No hay por otra parte manifiesto alguno o programa suscritos por los adherentes a este movimiento que abarca manifestaciones y disciplinas diferentes o incluso prioridades divergentes según las personas o países en los que se originan. Lo que todas estas diversas corrientes tienen en común, es la necesidad de probar algo nuevo, algo que rompa con el estilo tradicional en un ambiente de exacerbada libertad  y en la que el arte sea lo que verdaderamente importe.
Un primer rasgo  de esta corriente consiste en la decisión de abolir cualquier distinción entre Arte con mayúsculas y artes menores. Para estos artistas lo esencial es que el nuevo arte afecte a la vida de la gente,  no sólo a unos costosos cuadros colgados en las paredes de los ricos, sino también a los objetos de la vida cotidiana: casa, mobiliario, vasos, tazas, anuncios: todo, desde el pomo de una puerta hasta la farola de la calle o la barandilla de una escalera. El empeño en combinar belleza y utilidad se encuentra siempre en el centro del mensaje social de este nuevo estilo.

Uno de sus principios formales de inspiración reside en la naturaleza como fuente inagotable de ideas de diseño; especialmente en su flora y fauna y en el desarrollo de sus líneas fluctuantes y asimétricas. Para algunos de sus representantes el énfasis en la ornamentación lineal tiene un contenido simbólico que perciben como una metáfora visual cargada de energía espiritual y de significado. Estos partidarios del Art Nouveau, imbuidos de la importancia política y social del arte, ponen un enorme énfasis en las posibilidades de renovación espiritual y de ahí que, para muchos de ellos, deje de ser un estilo y se convierta en un modo de vida.

Por otra parte el énfasis en los diseños dinámicos de líneas y formas naturales conducen unas veces hacia un arte de naturaleza abstracta y simbólica, otras hacia un arte muy floral y orgánico (especialmente en Francia), a un arte lineal y bidimensional o incluso en ocasiones a un arte geométrico y constructivo. Así pues bajo una misma etiqueta encontramos una enorme variedad de diferentes manifestaciones de este movimiento. A modo de ejemplo, en mobiliario o cristalería, el “Art Nouveau” puede abarcar desde diseños muy elaborados y deliberadamente florales hasta formas geométricas mucho más austeras sin referencia alguna a las sinuosidades de la naturaleza; y en arquitectura el “Art Nouveau” incluye cualquier cosa desde los diseños dinámicos y sorprendentes de Antonio Gaudi hasta los más austeros edificios de estilo secesionista de Jan Kotera en Praga.

El énfasis en el enérgico y dinámico modulado de las líneas fue promovido igualmente por el resurgimiento del interés por el arte celta y la pasión que se extendió en toda Europa por el arte japonés particularmente en sus elementos decorativos, su exotismo y su concepto del espacio.

Las diversas tendencias existentes en el “Art Nouveau” quedan igualmente reflejadas en la manera de pintar a la mujer. La imagen común, utilizada particularmente por Mucha, es la de una mujer como foco central de un intricado diseño lineal que convierte su rostro o figura femenina en parte del diseño del que deriva su fuerza e intensidad. Se percibe en ellas un sentido de autoconfianza, de apasionamiento y de poder. La energía latente en el diseño sirve para cargarlas de una inquietante  independencia.

12 de enero de 2012

"L'Evéil du Matin" de Alfons Mucha

Faltaban menos de dos semanas para que Sarah Bernhardt, la diosa de la danza del momento, estrenara en Paris su obra Gismonda. El gerente de la imprenta Lemercier, que acababa de recibir el encargo de preparar los carteles argumentaba ante tanta inmediatez la imposibilidad de cumplir con la tarea. El joven Alfons Maria Mucha que se encontraba en la imprenta en ese momento, se ofreció en el acto para pintar el cartel. El impresor, a la desesperada aceptó el ofrecimiento y pocos días más tarde Mucha le presentó un cartel estrecho y largo, de tonos malva, rosa, verde, marrón y dorado en el que el pintor esbozaba a la divina Sarah con flores en el pelo, mangas amplias y una palmera aureolando su cabeza. Ante el asombro de todos, Sarah Bernhardt quedó encantada y ofreció a Mucha un contrato de exclusividad por seis años.


Este cartel y los siguientes que Alfons Mucha preparó para el Teatro del Renacimiento hicieron furor y popularizaron el nombre de este pintor nacido en Ivancice, en Moravia del Sur, por entonces aún parte del Imperio Austro-Húngaro, quien, tras un breve paso por Viena, había llegado a París para estudiar en la Académie Julian. Aunque compartió durante un corto período de tiempo taller con Gauguin y a pesar que en esos últimos años del siglo XIX París era un hervidero de escuelas y tendencias, Mucha no simpatizó ni con impresionistas, ni con fauvistas, o puntillistas. Se mantuvo fiel a su propio e inconfundible estilo que a falta mejor comparativo, se dio en llamar “estilo Mucha”.
Con ese estilo Mucha produjo una gran cantidad de cuadros , pósters, carteles e ilustraciones y participó en el diseño de joyería, dibujos para textiles, y diversos elementos de decoración siguiendo ana tendencia que vino a llamarse “Art Nouveau”.

Como todas las modas el estilo Mucha fue perdiendo el fervor del público. Sin embargo algunas de sus litografías mantuvieron siempre una gran popularidad que se acrecentó con la puesta en valor del llamado “Art Noveau” a finales de los años sesenta. Entre las litografías más representadas se encuentras las series que ilustran las horas del día, las estaciones del año o las piedras preciosas.

Analizando detenidamente las ilustraciones y pósters de Mucha podemos percibir la razón de que su obra se hiciera tan popular. Arraigado profundamente en la tradición folklórica de su país de origen, su estilo es accesible y fácilmente comprensible incluso para el observador menos ilustrado. El diseño combina líneas dinámicas con patrones geométricos en los que el impacto de las figuras se refuerza por la manera en que emergen o se funden con el dibujo. Los colores generalmente quedan poco subrayados resaltando así el trazado lineal y la harmonía que se establece entre este trazado y la figura humana, que evoca casi siempre mujeres o jóvenes en una atmósfera llena de energía sexual no tanto por la representación en sí misma como por la exuberancia, autoconfianza y salud que parecen disfrutar y que las despoja de cualquier atisbo de malicia. Líneas ondulantes, y ornamentación floral acompañan siempre a las figuras que parecen nimbadas con un halo de sensual serenidad.

No es pues sorprendente que estas litografías tuvieran tanto éxito y atrajeran el interés de un público urbano especialmente en una época en que se estaba desarrollando el fervor romántico por la naturaleza.

2 de enero de 2012

Laura Freixas : Los otros son más felices

LOS OTROS SON MÁS FELICES

Novela
Laura Freixas
Ediciones Destino 2011
Áncora y Delfín 1220
255 páginas


La hierba en el jardín del vecino siempre nos parece más verde que la del nuestro propio y es que solemos ver la felicidad ajena como un compendio bienes, de situaciones o de relaciones de las que nosotros carecemos.

Este parece ser el hilo conductor de “Los otros son más felices” novela con la que Laura Freixas se adentra de forma magistral en la toma de conciencia de la propia individualidad, en los cambios que se producen los años sesenta y setenta en la familia tradicional española, en las relaciones entre diferentes clases sociales, y en la siempre complicada relación de madres e hijas.


La novela está narrada en primera persona, y hay que subrayar la palabra “narrada” porque efectivamente nada más convincente que los titubeos, las vueltas atrás, las respuestas aplazadas con las que la narradora va desgranando sus recuerdos como si contestara a una interlocutora cuyas preguntas el lector no llega a escuchar.


La narradora, Áurea evoca la época aquel verano de sus 15 años en que sale de casa por primera vez para pasar unas vacaciones en la Tramontana en casa de unos parientes “ricos”. La adolescente queda deslumbrada por esa otra forma de vida, alegre, desenfadada, despreocupada y feliz. Admira y envidia sobre todo, el arte, el buen gusto, el refinamiento las maneras de sus parientes y sobre todo de su lejana prima. Sin embargo las cosas no siempre son lo que parecen y aunque la experiencia servirá a la joven para salir del cascarón y empezar a pensar la vida por su cuenta y enjuiciar las verdades y mentiras de su madre, y las falsas relaciones de sus padres bajo un nuevo prisma.


Pero el arte de Laura Freixas, precisamente reside en que esas cosas se van desvelando progresivamente como si la narradora estuviera esperando a que pudiéramos abarcar con una mejor perspectiva todos los elementos de la historia.


En efecto, aunque el núcleo de la historia transcurre durante la transición española, la narradora antes de esta conversación transcrita ha tenido la oportunidad de encontrarse varias veces con algunos de los protagonistas de aquella época redondeando así la información sometida al prisma del tiempo, de los acontecimientos y de los propios protagonistas.


En resumen, una novela escrita con un lenguaje sencillo pero muy potente, que parece proponer la necesaria e irremediable separación del entorno familiar que nos capacita para entendernos a nosotros mismos y entender la vida no como nos la cuentan sino como nosotros mismos la vivimos.

…Sí, es verdad que era un poco lo mismo, que a mi padre le pasaba como a mí, nunca terminábamos de corresponder a lo que ella esperaba de nosotros. Es que yo creo que mi madre, más que querernos, nos necesitaba. Ella decía que sólo pensaba en servirnos, que vivía para nosotros, pero en realidad, ahora que lo pienso…Nos servía en cosas que quizá nosotros, mi padre y yo, no queríamos, yo no tenía especial interés en ir limpísima y planchadísima, yo no quería que se pasara horas dándole a la máquina de coser para hacerme vestiditos con punto de abeja en la pechera, yo.,., yo no sé muy bien qué quería, pero no era eso. Es como si ella hubiera establecido los términos de un pacto: ella nos servía guisando y limpiando, y a cambio, nosotros teníamos que hacer, que ser, lo que ella quería que fuéramos. Y a nosotros nos dejaba más alternativa que obedecer, plegarnos a ese pacto que no habíamos elegido, o ser, él un marido traidor, yo una mala hija: unos ingratos.