12 de enero de 2012

"L'Evéil du Matin" de Alfons Mucha

Faltaban menos de dos semanas para que Sarah Bernhardt, la diosa de la danza del momento, estrenara en Paris su obra Gismonda. El gerente de la imprenta Lemercier, que acababa de recibir el encargo de preparar los carteles argumentaba ante tanta inmediatez la imposibilidad de cumplir con la tarea. El joven Alfons Maria Mucha que se encontraba en la imprenta en ese momento, se ofreció en el acto para pintar el cartel. El impresor, a la desesperada aceptó el ofrecimiento y pocos días más tarde Mucha le presentó un cartel estrecho y largo, de tonos malva, rosa, verde, marrón y dorado en el que el pintor esbozaba a la divina Sarah con flores en el pelo, mangas amplias y una palmera aureolando su cabeza. Ante el asombro de todos, Sarah Bernhardt quedó encantada y ofreció a Mucha un contrato de exclusividad por seis años.


Este cartel y los siguientes que Alfons Mucha preparó para el Teatro del Renacimiento hicieron furor y popularizaron el nombre de este pintor nacido en Ivancice, en Moravia del Sur, por entonces aún parte del Imperio Austro-Húngaro, quien, tras un breve paso por Viena, había llegado a París para estudiar en la Académie Julian. Aunque compartió durante un corto período de tiempo taller con Gauguin y a pesar que en esos últimos años del siglo XIX París era un hervidero de escuelas y tendencias, Mucha no simpatizó ni con impresionistas, ni con fauvistas, o puntillistas. Se mantuvo fiel a su propio e inconfundible estilo que a falta mejor comparativo, se dio en llamar “estilo Mucha”.
Con ese estilo Mucha produjo una gran cantidad de cuadros , pósters, carteles e ilustraciones y participó en el diseño de joyería, dibujos para textiles, y diversos elementos de decoración siguiendo ana tendencia que vino a llamarse “Art Nouveau”.

Como todas las modas el estilo Mucha fue perdiendo el fervor del público. Sin embargo algunas de sus litografías mantuvieron siempre una gran popularidad que se acrecentó con la puesta en valor del llamado “Art Noveau” a finales de los años sesenta. Entre las litografías más representadas se encuentras las series que ilustran las horas del día, las estaciones del año o las piedras preciosas.

Analizando detenidamente las ilustraciones y pósters de Mucha podemos percibir la razón de que su obra se hiciera tan popular. Arraigado profundamente en la tradición folklórica de su país de origen, su estilo es accesible y fácilmente comprensible incluso para el observador menos ilustrado. El diseño combina líneas dinámicas con patrones geométricos en los que el impacto de las figuras se refuerza por la manera en que emergen o se funden con el dibujo. Los colores generalmente quedan poco subrayados resaltando así el trazado lineal y la harmonía que se establece entre este trazado y la figura humana, que evoca casi siempre mujeres o jóvenes en una atmósfera llena de energía sexual no tanto por la representación en sí misma como por la exuberancia, autoconfianza y salud que parecen disfrutar y que las despoja de cualquier atisbo de malicia. Líneas ondulantes, y ornamentación floral acompañan siempre a las figuras que parecen nimbadas con un halo de sensual serenidad.

No es pues sorprendente que estas litografías tuvieran tanto éxito y atrajeran el interés de un público urbano especialmente en una época en que se estaba desarrollando el fervor romántico por la naturaleza.

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