En General estamos siempre muy pendientes de nuestro aspecto exterior y cuidamos nuestra apariencia, nos esmeramos en el vestir, en el peinado y en general en todo aquello que de una buena imagen de nosotros.
Cualquier manual de entrevistas de trabajo nos aconseja siempre cuidar la imagen porque generalmente la primera impresión que proporciona nuestra imagen condiciona en más de un sesenta por ciento la decisión final de la elección, siempre que las condiciones básicas de edad, titulación, experiencia, etc. hayan sido favorablemente superadas.
Sin embargo, pocas veces he oído comentarios similares a propósito de la voz, a pesar de que a menudo nos caracteriza tanto o más que la apariencia externa.
A ese propósito siempre recuerdo anécdota siguiente: Hacía ocho o nueve años que vivía en Burgos después de una estancia de cuatro años como profesor de idiomas en un pueblo de Guipúzcoa. Un día, nuestro hijo de seis años, mientras jugaba, se introdujo en la nariz algo que no le dejaba respirar. Rápidamente le cogí en brazos y le llevé a urgencias mientras mi esposa se quedaba en casa cuidando de la más pequeña. Al tratarse de un niño me atendieron de inmediato. El médico, un doctor joven se afanaba en tranquilizar al niño mientras con unas pinzas intentaba sacar el objeto alojado en su nariz. Sin volverse, me preguntó si sabía con qué jugaba el niño o si imaginaba cuál podía ser el objeto que tenía que extraer. A penas hube pronunciado unas palabras se volvió hacia mí, me miró por primera vez y me dijo:
- ¿No es usted el Sr. Sarmiento?
A mi respuesta afirmativa comentó:
- Ya no se acuerda de mi, pero usted me dio francés en Preu. Le he reconocido por la voz.
Preocupado por el niño no me había mirado ni un solo momento. Habían pasado quizá nueve años, pero la voz siguió identificándome.
Desde entonces, no he dudado de la importancia de modular mi voz para hablar de forma uniforme, evitando los tonos muy agudos o excesivamente bajos, articulando todas las sílabas respirando con tranquilidad, respetando las pausas. Nadie nos pide tener voces de terciopelo pero está en nuestras manos conseguir un tono de voz agradable.
Sin embargo, pocas veces he oído comentarios similares a propósito de la voz, a pesar de que a menudo nos caracteriza tanto o más que la apariencia externa.
A ese propósito siempre recuerdo anécdota siguiente: Hacía ocho o nueve años que vivía en Burgos después de una estancia de cuatro años como profesor de idiomas en un pueblo de Guipúzcoa. Un día, nuestro hijo de seis años, mientras jugaba, se introdujo en la nariz algo que no le dejaba respirar. Rápidamente le cogí en brazos y le llevé a urgencias mientras mi esposa se quedaba en casa cuidando de la más pequeña. Al tratarse de un niño me atendieron de inmediato. El médico, un doctor joven se afanaba en tranquilizar al niño mientras con unas pinzas intentaba sacar el objeto alojado en su nariz. Sin volverse, me preguntó si sabía con qué jugaba el niño o si imaginaba cuál podía ser el objeto que tenía que extraer. A penas hube pronunciado unas palabras se volvió hacia mí, me miró por primera vez y me dijo:
- ¿No es usted el Sr. Sarmiento?
A mi respuesta afirmativa comentó:
- Ya no se acuerda de mi, pero usted me dio francés en Preu. Le he reconocido por la voz.
Preocupado por el niño no me había mirado ni un solo momento. Habían pasado quizá nueve años, pero la voz siguió identificándome.
Desde entonces, no he dudado de la importancia de modular mi voz para hablar de forma uniforme, evitando los tonos muy agudos o excesivamente bajos, articulando todas las sílabas respirando con tranquilidad, respetando las pausas. Nadie nos pide tener voces de terciopelo pero está en nuestras manos conseguir un tono de voz agradable.
3 comentarios:
Pues tú puedes estar tranquilo amigo Fede, pues tu voz es muy muy agradable.
Un beso
Carmen
Raisa
Me gustaria tener ese don.
Veo que Carmen te conoce muy bien.
Yo soy un caso perdido en eso de modular la voz, y me hubiera hecho falta...se pasó la ocasión.
Estás en todo Fede.
Un abrazo
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