31 de julio de 2008

Feliz quien, como Ulises, hizo un largo viaje (II)


Salimos de Marsella al anochecer. Para un turista de tierra adentro que jamás había subido a un buque mi primera sensación fue de desequilibrio. La constante vibración bajo los pies, el cabeceo y balanceo de la cubierta y la impresión de ir a perder pie en cualquier momento me obligaban a caminar con las piernas muy separadas, afianzando los pasos y mirando siempre al frente.

El trayecto de Marsella a Barcelona duró toda la noche y probablemente fue la peor noche de todo el trayecto. A las pocas horas de la salida de puerto, pasamos a cenar en el comedor del barco. La mesa estaba asignada de antemano por lo que tras unas presentaciones crípticas y algún comentario del tipo “¿Me pasa la sal por favor?” pasamos el resto del tiempo estudiándonos disimuladamente. No presté demasiada atención al menú y pero sí a los gestos y ademanes de mis compañeros de mesa, y quizá por eso empecé a sentirme mal. Disculpándome, subí a cubierta con la esperanza de que el aire fresco me despejara la cabeza. Era una noche estrellada pero el mar estaba encrespado. Me quedé mirando fijamente a las olas y casi sin darme cuenta me llegó el mareo y tuve que rendir mi tributo al mar. No queriendo molestar a mis compañeros de camarote, permanecí durante horas en cubierta, vomitando. Luego, exhausto, lívido y sudoroso bajé al camarote, me tumbe en la litera y sin desvestirme siquiera quedé profundamente dormido.

Barcelona

Me desperté tarde, y a pesar de encontrarme mal, seguí las recomendaciones del personal de a bordo, desayuné copiosamente y bajé a tierra. Aunque albergué la intención de visitar mi antiguo colegio de Premiá de Mar me decanté finalmente por una excursión a Montserrat de la que recuerdo sobre todo los enormes porrones llenos de vino que en algunos pueblos del recorrido estaban a disposición de cuántos quisieran y pudieran levantarlos y beber de ellos manteniéndolos a pulso con una mano.
Regresé a Barcelona temprano y tuve tiempo aún de deambular por el puerto, y acercarme a una librería donde compré un grueso cuaderno de apuntes y un ejemplar de El Quijote en edición económica de la Colección Austral.

Apenas subieron pasajeros en esta escala por lo que la salida de puerto se hizo de manera discreta, mientras cenábamos y pasó desapercibida para la mayoría de los viajeros. Poco a poco nos fuimos acostumbrando unos a otros en el camarote y en el comedor. La travesía del Mediterráneo, después de esa primera noche de prueba fue placentera y con permiso de los oficiales de a bordo pasé buenos momentos visitando el barco, sala de máquinas, sala de calderas, cabina de mando. Pronto pude comprobar las ventajas y desventajas de ser trilingüe, pues si bien me sirvió para pasar momentos agradables departiendo con la tripulación y con alguna viajera, también me convirtió en traductor involuntario del inglés que compartía nuestro camarote.

Port Said

Llegamos a Port Said a media tarde después de tres días de viaje. Entre tanto ya nos habían explicado a bordo que en Port Said tendríamos que fondear en espera de nuestro turno para cruzar el canal de Suez. También nos indicaron que la travesía del canal era lenta y el calor agobiante. Como alternativa nos ofrecían la posibilidad de apuntarnos a un excursión por tierra hasta el Cairo con pernoctación, visita a las Pirámides y al Museo del Cairo y regreso a Suez, del otro lado del Canal, donde nuestro barco nos recogería.
No lo dudé un instante y me apunté a la excursión. De Port Said el único recuerdo que conservo es la dificultad para caminar hacia la furgoneta que nos esperaba en el muelle tal era el tropel de niños y ancianos que se agarraban a la ropa para llamar mi atención sobre los objetos de cobre o cuero que me ofrecían como auténticas gangas. Esa sensación de agobio, casi de ahogo por la muchedumbre me perseguiría también en el Cairo, pero el ahogo bien valía la pena. Las Pirámides y el recorrido que hice por los alrededores a lomos de un dromedario me impresionaron, sin embargo no guardo un recuerdo específico de mi primera visita al Museo del Cairo que muchos años más tarde produciría un recuerdo imborrable en mi memoria.
A media tarde salimos de El Cairo camino de Suez. El calor era tan sofocante que el aire reverberaba frente a nosotros y transformaba el asfalto en una visión de lagos azules en los que parecía íbamos a precipitarnos. Fue lo más cerca que he estado de contemplar un espejismo y cada vez que en mis lecturas me cruzo con esta palabra aquella imagen del aire temblando ante los ojos y transformando el paisaje en agua acude indefectible a mi mente. Llegamos a Suez y tras un par de horas de espera en un muelle mal acondicionada vimos por fin surgir de la calima la silueta blanca del “Cambodge” nuestro ansiado barco. Debido al poco calado del puerto, y para mayor rapidez nos acercaron a él en una barcaza y a través de una pasarela bastante inestable subimos de nuevo al barco para enfilar el Mar Rojo.

30 de julio de 2008

Ser quien eres


"Debes ser quien eres - dijo la duquesa a Alicia - o, si quieres que lo exprese de forma más sencilla, nunca trates de ser lo que tal vez hubieras debido ser, o lo que pudieras haber sido, sino aquello que deberías haber sido".

Lewis Carrol

Alicia en el país de las maravillas

Tokio Blues de Haruki Murakami


TOKIO BLUES
NorwegianWood
Novela
Naruki Murakami
Tusquetes Editores 2005
Colección Andanzas
Título original : Norwegian Wood 1987
Traducido del Japonés por Lourdes Porta
383 páginas


Acabo de terminar esta novela de Murakami, uno de sus mayores éxitos europeos y mi admiración por este escritor se ha vuelto a acrecentar. De todos los autores japoneses que he leído, es probablemente uno de los más occidentalizados y no sé si es por el tono que imprime a sus novelas, por el ambiente eminentemente urbano en el que se desarrollan las mismas o por la obsesión del autor de dotar a sus personajes con la misma pasión por la música que el mismo siente y que ha consolidado en la vida real siendo durante un tiempo pinchadiscos en una famosa discoteca de Tokio.

Lo primero que llama la atención en la novela es que siendo una novela de tema “juvenil” nos encontramos con personajes que distan mucho de las estridencias y de la insensatez de los jóvenes europeos. Toru Watanabe, el protagonista de la obra, es un joven estudioso, prematuramente adulto, que parece estar de vuelta de todo y que sin embargo lleva la vida de un estudiante aplicado que se aplica en clase y estudia en la biblioteca, que trabaja a tiempo parcial para costearse los estudios y que frente a los jóvenes que se van cruzando en su camino exhibe un generoso desapego exento de cualquier egoismo, dispuesto a dar más cariño del que recibe, sacrificando las pulsiones instintivas del sexo y de la satisfacción a favor del cariño y la ternura que parecen estar mendigando estas jóvenes atormentadas o inseguras.

La tragedia parece acompañar a Watanabe y quizá es precisamente ese sentimiento trágico el que le confiere su extraña madurez. Su amigo Kizuki se suicida y casi sin proponérselo se hace cargo de la desdichada Naoko, novia de Kizuki y atormentada por extraños problemas psicológicos en torno a su sexualidad y al sentido de su vida. Naoko se retira a una casa de reposo en las montañas y allí convive con Reiko, una mujer madura y maternal que Murakami utiliza de disculpa para sus numerosos guiños al jazz y a la música pop de los sesenta. A pesar de estar ella también en esa casa de reposo, Reiko representa el contrapunto de madurez propio de la persona capaz de encajar los avatares y vicisitudes de su trágica vida en una visión serena y optimista del futuro.

Entre tanto se encuentra con Midori, exuberante y desenfadada a pesar de la trágica familia de la que procede, con un peculiar sentido de la lealtad a un novio exigente y retrógrado, y no por ello menos ávida a hablar de sexo y provocar a Watanabe y llevarlo al mismo borde del “no retorno”. Watanabe se deja hacer, se siente atraído por Midori pero prevalece su extraña lealtad de Naoko que como era de prever acaba suicidándose.

No hay mucho más argumento en la novela. Se diría que los personajes, viven, deambulan, se dejan llevar por los acontecimientos y sobre todo hablan y expresan de manera muy sincera sus más recónditos sentimientos. Y creo que es precisamente por eso que esta novela me ha gustado. Murakami es un maestro refinado del diálogo, a veces trivial, a veces humorístico y casi siempre profundo y muy sincero. Esta sinceridad, sobre todo cuando se trata de relaciones sexuales, y de sentimientos íntimos sobre placer y satisfacción pueden parecer particularmente extraños si tenemos en cuenta la época en que fue escrita la novela, 1987, y hacemos referencia a novelas europeas u occidentales contemporáneas.

Sin a penas argumento Murakami es capaz de mantener nuestra atención a lo largo de las 380 páginas de la novela. El secreto estriba quizá en un lenguaje a la vez poético y tremendamente concreto. La nieve, los dorados otoños y la verdes primaveras están presentes, como no podía ser de otro modo, en una novela japonesa; pero también se habla con todo detalle de comida, mucha comida, platos japoneses de todo tipo: sukiyaki, raamen, mochi o kimono y se mencionan por su nombre diferentes barrios y lugares de diversión de Tokio: Otsuka, Shinjuku, Minato-ku o Kabukicho. se citan autores japoneses consagrados como Kenzaburo, Oé o Mishima y a las novelas preferidas del autor como El Gran Gatsby de Fitgerald y La Montaña Mágica de Thomas Mann o El Guardián entre el centeno de Salinger y finalmente se hace referencia a películas del momento como El Graduado etc. Todos estos datos, nombres, títulos, dan a la novela un sentido extraordinario de realidad y concreción y la acercan al lector que siente vivir muy cerca de sí a los personajes de la novela y les sitúa en un lugar y un tiempo vivido.

Como suelo terminar con alguna cita, no puedo por menos que elegir la que sigue a continuación, impregnada de melancolía y de tranquila espeanza.:

” El conocimiento de la verdad no alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser querido. NI la verdad, ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta tristeza. Lo único que puede hacerse es atravesar este dolor esperando aprender algo de él, aunque todo lo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso”.

29 de julio de 2008

Tout au long...

Hay olores, aromas, sabores, o simples palabras que sin proponérnoslo, nos trnsportan a un momento lejano y como las magdalenas de Proust evocan para nosotros mil sensaciones, que creíamos olvidadas.
En mi caso un sólo nombre, Duval, me ha recordado de pronto unas canciones que allá en los años de la adolecencia, cuando era pensionista en un colegio de Francia, un fraile condescendiente nos ponía por la noche en el dormitorio silencioso para ayudarnos a conciliar nuestros agitados sueños juveniles.

boomp3.com

Ésta que figura aquí me emocionaba particularmente pues me sentía parte de esa muchedumbre inmensa que avanza despacio hacia ninguna parte.
He escrito el nombre del Père Duval en Google y, ¡milagro de internet!, no sólo han aparecido noticias de este Jesuita Cantautor, sino también canciones que entonces me encanaban.

Feliz quién, como Ulises, hizo un largo viaje... (I)


Agosto, 1963. Finalmente la Real Embajada de Tailandia en Londres ha completado todas las formalidades de mi contrato y sigue haciendo gestiones para acelerar la obtención del visado de entrada, pero mi advierten que, como todo en el Lejano Oriente, la tramitación lleva tiempo, y puesto que pretendo hacer el viaje en barco me recomiendan que me embarque hasta Vietnam y que ellos me facilitarán el visado de entrada en Tailandia en su Embajada de en Saigon.

Me siento eufórico y con unas ganas irreprimibles de bajar las escaleras de la Embajada dando saltos y lanzando gritos de alegría. ¡Lo he conseguido! Lo que parecía una broma se ha convertido en realidad. Recién terminada la carrera consigo mi primer contrato de trabajo de tres años como profesor de literatura en una Universidad de Bangkok..

Hacía meses que había echado la instancia, y me había informado un poco sobre el país y las condiciones de vida en la capital pero sin excederme, pues quería llegar sin prejuicios que distorsionaran mis sentimientos y mis primeras impresiones. Sólo retuve el consejo de hacer el viaje en barco como forma de ir aclimatándome poco a poco al cambio de temperatura, de costumbres, de olores y de sabores; en una palabra, dejando que Oriente fuera penetrando progresivamente en mí, a medida que avanzaba hacia ese sol matinal y cada vez más ardiente.

Elegí un buque francés de la Naviera “Messageries Maritimes” que combinaba el transporte de mercancías con el de viajeros y resultaba más económico aunque tenía el inconveniente, para mí providencial, de escalas más largas debido a las operaciones de carga y descarga de mercancías. El buque, cuyo nombre no recuerdo tenía prevista su salida a mediados de agosto desde Marsella con llegada a Saigon el 10 de Septiembre.

Aún tenía unos días para volver a España y despedirme de mi familia. Traté de abreviar la visita al máximo pues resultaba muy duro escuchar a diario los reproches de mis hermanos, las pegas y las cortapisas de mis amigos, y sobre todo observar acongojado el silencio de mi padre o los ojos arrasados en lágrimas de mi madre.

Marsella

14 de Agosto. Los muelles del puerto de Marsella están atestados de vehículos, mercancías, gente. Por encima de nuestras cabezas las grúas del barco se afanan en cagar en las bodegas del barco, grandes cajones de madera que protegen maquinaria, o mercancía susceptible de dañarse en las operaciones de transbordo. Los viajeros más nerviosos ya han subido a bordo y desde cubierta hacen gestos y llaman la atención de parientes y amigos que desde el muelle esperan la despedida. Yo he viajado en tren desde España y todas mis posesiones caben en dos raquíticas maletas. Una de ella contiene apuntes y libros y pesa endiabladamente. Valiente, pujo por ella de manera despreocupada. No quiero dar la impresión de necesitar la ayuda de un maletero. Poco antes de la salida del barco, subo a bordo y un asistente me conduce hasta el camarote de segunda clase que comparto con otros tres ocupantes: dos son vietnamitas que regresan a su país, el tercero es inglés y viajará con nosotros hasta Singapur. Coloco la chaqueta en la litera superior derecha y en mangas de camisa subo a cubierta para acodarme a la borda aunque no me molesto en buscar rostros conocidos. Mi mirada sube más alto y se pierde en lo alto de la montaña en la basílica de la Virgen de la Garde, patrona de los marineros. Por primera vez en mucho tiempo me siento verdaderamente solo entre tanta gente. Aunque quisiera apenas podría hablar. Una bola amarga me oprime la garganta y las lágrimas empañan la mirada. Estoy deseoso de que todo empiece ya, que la partida sea irreversible y que lo que todos han vaticinado como una locura se convierta pronto en una aventura. La sirena del barco, por fin, da la señal de partida, se agitan los pañuelos y se lanzan serpentinas pero sigo con la mirada alta. Quiero parecer mayor y más maduro de lo que soy. El barco se aleja poco a poco del muelle, para y gira rumbo al sur; los muelles empiezan a alejarse y la mirada abarca cada vez una mayor porción del puerto, luego de la ciudad y finalmente sólo queda como referencia, recortada sobre la bruma, la silueta de la basílica de los pescadores.

La aventura ha comenzado y espero que el viaje sea el principio de esa aventura.
Cuando llego al camarote han depositado encima de las literas una carpeta con información sobre el barco, horarios, de comidas, escalas y tiempo previsto de las mismas, recomendaciones útiles, excursiones durante las escalas, y otros detalles de interés. Primera sorpresa: nos dirigimos a Barcelona, primera escala del viaje. Cuando compré el billete en Londres no me lo advirtieron. Podría haber embarcado un día más tarde y al menos oír las despedidas en español.
(Continuará)

28 de julio de 2008

Los lenguajes del amor


- ¿Cómo puedes decir que no te quiero, con todo lo que yo he hecho por ti? ; Quién te compró el collar de perlas? ¿quién saca todos los días al perro y de paso baja la basura?
- ¿Os suena esta frase? ¿o esta otra: “Te pasas todo el día limpiando la casa, haciéndome comiditas y ocupándote de los niños, pero no tienes un minuto para preguntarme por mi trabajo”?

¿Quién puede poner en duda de que todas esas acciones son gestos de amor? Por qué entonces, en lugar de satisfacernos crean frustración o no son bien entendidas?

¿No es cierto que a veces una mujer prefiere una cena romántica fuera de casa a un collar de perlas?

El Doctor Chapman, destaca las cinco maneras básicas en las que las personas expresan y reciben amor: a través del contacto físico, compartiendo tiempo e calidad con las personas, haciendo regalos, con actos de servicio o a través de las palabras. Los demoniza “lenguajes de amor” porque gracias a ellos podemos comunicar y recibir amor de forma directa y clara.

Cada persona tiene uno o dos lenguajes específicos con los que se siente especialmente cómodo para percibir y expresar amor. A veces expresamos amor en un lenguaje y deseamos recibirlo en otro. Si nadie nos habla en nuestro lenguaje de amor, nos resultará difícil sentirnos amados. Intentaremos provocar en los demás la expresión de amor en el lenguaje que entendemos mejor y sentiremos frustración si no lo conseguimos.

La parte difícil del caso estriba en que no siempre nuestra pareja expresa explícitamente el tipo de lenguaje que desea recibir en un momento determinado. Nos esforzamos por satisfacerle o satisfacerla con actos de servicio y lo que está esperando es que le o la escuchemos.

Para descubrir el lenguaje de amor de nuestros hijos o de nuestra pareja, debemos fijarnos en aquello que tienden a reclamar más a menudo: “Quisiera irme de viaje contigo, a solas”; tomar nota de sus quejas más frecuentes, como por ejemplo: “Nunca me abrazas”; y ofrecerles opciones de ocio y de tiempo compartido, para ver qué lenguaje de amor prefieren. Si nos acostumbramos a dar y recibir amor en todos los lenguajes, lograremos cortar ese nudo de incomunicación que a veces se establece entre nosotros.

Un amigo, recientemente divorciado, se lamentaba de no haber entendido a su esposa y de haber confundido las prioridades y me resumía lo que trato de expresar en esta sencilla reflexión cuando me decía: “He trabajado toda mi vida para que mi mujer y mis hijos vivieran como reyes y se hubieran contentado con un beso todos los días, aunque fuera en una choza”.

22 de julio de 2008

22 de Julio: A tí madre


Hoy cumplo años y doblo la edad de mi hijo,
y me siento tentado de mirar hacia atrás,
recorrer con el pensamiento etapas remotas
evocar rostros, lugares, anécdotas,
esos jalones que van marcando el camino.
Pero no, ya está bien de nostalgias.
Miro hacia adelante y abierto está el camino.
Evoco y anticipo lo que está por llegar
encuentros, caricias y algún sueño pendiente
que florece en este otoño.

Te evoco a ti, madre porque me esperas
en un horizonte incierto, donde su hunde el cielo.
Hoy, especialmente oigo tu voz siempre animosa
Te veo caminar a mi lado y no puedo por menos
que erguir la espalda y andar derecho como tu.
El camino es incierto, pero a tu lado seguro.
Dame la mano y tira de mi cuando eche la vista atrás,
acuérdate de cuando tenías que arrancarme
de los letreros que intentaba descifrar.
Préstame tu sonrisa para lo que quede del camino
y brinda conmigo en este día, por todo lo que va a llegar.

19 de julio de 2008

Me preguntas que amo de ti y otra vez callo


Me preguntas qué amo de ti y otra vez callo.
Me asila el silencio en su oscura caverna
horadada de dudas y temores y noches.

cuando salga de ella gritaré como el día:
amo de ti tus valles, amo de ti tus cumbres,
el vagabundo aroma de tu cuerpo en la tarde,
tu voz de cordillera, no nombre entre mis días.

Amo de ti el secreto de tus ojos, su fuego
abrazando mi piel de luces y adioses
como lava candente. Amo de ti tu magia
de volcán sempiterno, el río de tu risa
que nuestras dos orillas olvida, aúna, rompe
a la luz de tus ojos.

Amo de ti el fértil paisaje que me brindas,
las sendas que dibujas, el cielo que señalas
cuando el sol se esconde;
la arena que tus plantas van sembrando de huellas
para seguirte siempre como la muerte al hombre.

Heliodoro Esteban Moro
Tu nombre entre mis días
Telira 2005

17 de julio de 2008

La Voz 2

Y hablando de la voz, como no ilustrar esta idea con la incomparable voz de Edith Piaf, precisamente conocida como "La Voz"
Para todos el "Himno al Amor" de Edith Piaf

16 de julio de 2008

La Voz


En General estamos siempre muy pendientes de nuestro aspecto exterior y cuidamos nuestra apariencia, nos esmeramos en el vestir, en el peinado y en general en todo aquello que de una buena imagen de nosotros.

Cualquier manual de entrevistas de trabajo nos aconseja siempre cuidar la imagen porque generalmente la primera impresión que proporciona nuestra imagen condiciona en más de un sesenta por ciento la decisión final de la elección, siempre que las condiciones básicas de edad, titulación, experiencia, etc. hayan sido favorablemente superadas.

Sin embargo, pocas veces he oído comentarios similares a propósito de la voz, a pesar de que a menudo nos caracteriza tanto o más que la apariencia externa.

A ese propósito siempre recuerdo anécdota siguiente: Hacía ocho o nueve años que vivía en Burgos después de una estancia de cuatro años como profesor de idiomas en un pueblo de Guipúzcoa. Un día, nuestro hijo de seis años, mientras jugaba, se introdujo en la nariz algo que no le dejaba respirar. Rápidamente le cogí en brazos y le llevé a urgencias mientras mi esposa se quedaba en casa cuidando de la más pequeña. Al tratarse de un niño me atendieron de inmediato. El médico, un doctor joven se afanaba en tranquilizar al niño mientras con unas pinzas intentaba sacar el objeto alojado en su nariz. Sin volverse, me preguntó si sabía con qué jugaba el niño o si imaginaba cuál podía ser el objeto que tenía que extraer. A penas hube pronunciado unas palabras se volvió hacia mí, me miró por primera vez y me dijo:

- ¿No es usted el Sr. Sarmiento?
A mi respuesta afirmativa comentó:
- Ya no se acuerda de mi, pero usted me dio francés en Preu. Le he reconocido por la voz.

Preocupado por el niño no me había mirado ni un solo momento. Habían pasado quizá nueve años, pero la voz siguió identificándome.

Desde entonces, no he dudado de la importancia de modular mi voz para hablar de forma uniforme, evitando los tonos muy agudos o excesivamente bajos, articulando todas las sílabas respirando con tranquilidad, respetando las pausas. Nadie nos pide tener voces de terciopelo pero está en nuestras manos conseguir un tono de voz agradable.

14 de julio de 2008

El Jardín de la Oca


EL JARDIN DE LA OCA
Novela
Toti Martínez de Lezea
Maeva Ediciones 2007
353 páginas

Alto tiene Toti Martínez de Lezea que hace que sus libros se conviertan en trampas de las que es imposible escapar. He leído varios libros de esta prolífica autora, y muy a pesar mío, parece que me he apuntado a un campeonato de lectura rápida: empiezo su lectura y hasta terminarlos ya no los puedo soltar.

El Jardín de la Oca es un libro de aventruas que transcurre a lo largo del Camino de Santiago, empezando desde Nájera y pasando por Burgos, León y Ponferrada hasta llegar a Santiago; pero es mucho más que eso: la autora trata de explicarse a sí misma la proliferación de nombres de ciudades, ríos y regiones a lo largo del Camino relacionado con esta ave palmípeda: Villafranca de Oca, Montes de Oca, río Oja (corrupción de la palabra Oça) o Los Ancares (corrupción de la palabra ançares ) y su relación con los artesanos, canteros y carpinteros que a principios del siglo XIII huyendo de su Languedoc (lengua de Oc o de Oca) natal debido a las persecuciones religiosas de cátaros y albigenses, se establecieron a lo largo del Camino y trabajaron en iglesias y catedrales dejando en cada piedra esculpida su firma en forma de una estilizada pata de oca.

La novela trata también de aunar las diferentes corrientes que desde la época de los celtas han empujado al hombre a peregrinar hacia el finis terrae; recorrido del sol hacia occidente y de su muerte cada anochecer, según creían los antiguos, de aquél que los celtas paganos denominaron "El camino de Lug", el Arco Iris estelar cuya última estrella desaparecía en la mar, donde la tierra acababa; de la leche surgida del seno de la diosa Hera, origen de la Vía Láctea; el río eterno de árabes y judíos, el Camino de Santiago de los cristianos.

Curiosamente, los protagonsitas de nuestra hsitoria forman un microcosmo de la sociedad medieval: un médico judío de Nájera, un herbolario musulmán de Burgos, un cristiano renegado de origen francés, el Comendador de la Orden Templaria en Ponferrada y como personaje principal, un ebanista y escultor de la montañas de Navarra y su prometida, ambos anclados en los ritos antiguos de la Madre Tierra y que el artesano deja esculpida y como camuflada en la estatua de la Virgen Blanca de la Catedral de León.

El Jardín de la Oca, o Juego de la Oca, es un juego de niños que procede de Oriente, pero además para unos es un jiego adivinatorio y para otros el plano secreto de las encomiendas templarias (representadas una vez más por la oca) a lo largo del Camino de Santiago, pero como dice uno de los protagonistas es sobre todo la representación del camino recorrido por el ser humano desde que nace; de sus dificultades, creencias, temores, esperanzas... de su fuerza y de su debilidad... de sus dudas y de sus decisiones, acertadas o no. Es la ruta inmutgable de las estrellas que vemos cada noche sobre nuestras cabezas. Nosotros desaparecemos, pero ellas continúan allá arriba para recordarnos que sólo somos un breve soplo de vida entre millares de otros.



Phrapaiphak

Me marcaste con el fuego de tus labios
silencioso y feliz acepté la derrota.
Nada podía hacer contra tu serena mirada
tu sonrisa perenne desgarró mi coraza.
Nos zambullimos juntos en turbulentas aguas
el lenguaje de gestos ya nada explicaba,
no entendía tu idioma, pero el sonido era dulce
y cuando tu hablabas gorjeaban los pájaros.
Escribiste mil veces tu nombre en mi pecho
pero las letras eran raras y la huella profunda
tropezaba en Phrapaiphak y confundía tu nombre
o me equivocaba de tono y decía un disparate.
A prendí a descalzarme al entrar en tu casa
con manos juntas como si rezara, a tu padre
presenté mis respetos y su mirada fue franca
pero su sonrisa abierta escondía una lágrima.
Te juré mi amor en cuatro idiomas diferentes
pero de los europeos tú ninguno entendías.
Te miré, mi miraste y quedó todo dicho,
mis labios en tu piel escribieron el compromiso.
Evoco hoy tu memoria y te recuerdo con gozo
y repito en voz baja lo que tardé en aprender,
aquel compromiso de amor que suena como
una canción: Phom rak theu

La Ladrona de libros


LA LADRONA DE LIBROS
Novela
Markus Zusak
Lumen 2007
Narrativa
Título Original: The Book Thief 2005
Traducido del ingles por Laura Martín de Dios
539 páginas



Acabo de terminar la lectura de “La ladrona de libros” y no sé si volver a leer otra vez sus más de 500 páginas para subrayar con diferentes colores los grandes temas de la obra: el valor de las palabras y el uso que de ellas se hace para confundir y engañar en unos casos o para conquistar y apaciguar en otros; la guerra vista desde la Alemania proletaria e inconformista que se niega a afiliarse al partido nazi, y reniega de toda injusticia; el Holocausto visto desde la perspectiva de hombres buenos que arriesgan su vida por esconder a un judío; y el mundo de la infancia protagonizado por Liesel la ladrona de libros y su inseparable amigo Rudy que suspira por un beso y será hasta la muerte su fiel compañero de fechorías y su más devoto vasallo.

Decir que me ha gustado sería quedarme corto. No en vano la novela está copando los primeros puestos en las listas de libros más vendidos de Europa. Es un libro que desconcierta por su narrador, nada menos que la Muerte, aunque eso sí, una Muerte amistosa y compasiva; que desconcierta también por su composición topográfica con pequeños resúmenes en negrita, pasos adelante para anticipar acontecimientos y pasos hacia atrás para retomar el hilo, como si de un manual escolar se tratara, y que desconcierta y sobrecoge sobre todo por el tono a la vez risueño y trágico que va calando poco a poco en el corazón del lector.

Se trata de una novela que no se deja resumir con facilidad, ni tampoco es un libro en el que destaca un personaje en particular. Curiosamente a pesar de su título y de su aspecto aparentemente infantil todos los personajes de la historia tienen un gran calado: Liesel que aprende a leer con el Manuel del perfecto sepulturero, y que a partir de entonces queda hechizada por las palabras hasta el punto de convertirse en ladrona de libros; Rudy, el generoso e incondicional amigo; Hans, el padre adoptivo de Liesel, borracho y perezoso pero al mismo tiempo alegre, cariñoso, compasivo, generoso y sobre todo leal hasta poner en peligro su vida acogiendo en su casa a un refugiado judío; Rosa, esposa de Hans, malhablada y protestona y al mismo tiempo tierna y compasiva que secunda a su marido en un arriesgado acto de generosidad; Max, el judío escondido que libra su batalla particular contra Hitler amparándose en las palabras y que lleno de ternura escribe para Liesel cuentos inenarrables, e incluso Ilsa Hermann, la esposa del alcalde, que se deja robar los libros que Liesel necesita tanto como el pan. Todos ellos, se convierten en personajes entrañables que nos hablan directamente al corazón.

2 de julio de 2008

Salvador Dalí: Galarina


GALARINA (1944/45)
Óleo sobre lienzo (64,1 x 50,2 cm.)
Fundación Gala-Salvador Dalí, Figueras

Antes de convertirse por completo en un pintor de "estilo clásico" Dalí realiza este magnífico retrato de Gala, su musa. Es como un avance de su próxima etapa pictórica. Le llevó más de seis meses de laborioso trabajo concluir este retrato.

Gala, omnipresente en la obra de Dalí, es “el ser más raro que pueda verse, la superestrella que en modo alguno puede compararse con Callas o con Greta Garbo ya que a éstas se las puede ver, mientras que Gala es un ser invisible y antiexhibicionista por excelencia.

"En casa de Salvador Dalí hay dos jefes de estado, uno es mi esposa, Gala, y el otro Salvador Dalí. Salvador Dalí y Gala son los dos seres únicos capaces de moderar o de exaltar matemáticamente mi divina locura”.

Dalí nombra Galarina la imagen de Gala, “porque Gala es para mí lo que Formarina para Rafael. Y sin premeditación se encuentra aquí nuevamente el pan. Un análisis riguroso y perspicaz saca a la luz la semejanza de los brazos cruzados de Gala con el borde de una cesta de pan, y su pecho se parece a la extremidad de la corteza de un pan. Ya había pintado a Gala con dos chuletas sobre los hombros, para expresar mis ganas de devorarla. Era la época de la carne cruda de mi imaginación. Hoy día, una vez que Gala se ha elevado a la jerarquía heráldica de mi nobleza, se ha convertido en mi cesta de pan”.