29 de junio de 2013
Escuela de Bambú: Día de homenaje al profesor
En
el marco del hinduismo, el gurú es el “maestro espiritual”, personaje
fundamental que instruye al discípulo y le muestra el sendero del yoga, le
enseña las técnicas de meditación y le aconseja. En el calendario védico existe
un día “gurú purnima”, o día del
gurú. En ese día el discípulo no sólo venera
a su maestro sino a todos los demás. El
hinduismo enfatiza la entrega del discípulo a su gurú. Un refrán relacionado
dice que “la puerta de la iluminación” (samadhi)
es muy baja y nadie puede entrar sin agachar la cabeza.
Surgido
del mismo entorno cultural, no es de extrañar que el budismo resaltara de igual
forma la figura del maestro. De hecho, fueron los monjes quienes introdujeron
la cultura y el lenguaje escrito en muchos de los países del sudeste asiático
incluida Tailandia. Además, el principal
acceso a la lectura y escritura de muchos jóvenes del campo era a través de sus esporádicas estancias
como monjes en los templos budistas durante la época de lluvias.
No
es pues de extrañar que Tailandia haya no sólo mantenido sino promovido ese
respeto y veneración hacia el maestro y haya instituido el último jueves del
mes de Junio como “Wan wai Khru” o "día de la veneración al maestro” La ceremonia principal se desarrolla en una
asamblea en la que después de cánticos y discursos alusivos a la importancia
del maestro y a los valores que la
escuela intenta inculcar a los alumnos, éstos desfilan ante una representación del
claustro escolar y postrándose ante
ellos, después de una profunda reverencia en la que la cabeza casi toca el suelo, les ofrecen en una bandeja un laborioso y bellísimo arreglo floral
que cada clase ha competido en preparar en los días anteriores. Acabada la
ceremonia principal, los alumnos que lo desean se dirigen libremente a sus profesores
preferidos para mostrarles personalmente su respeto y agradecimiento.
Los dos
centros de La Salle Sangklaburi, se reunieron en la Escuela de Bambú para una
ceremonia sencilla pero muy emotiva. Los niños cumplieron con el ritual, comieron,
y luego divididos por equipos de colores participaron en actividades y
concursos en los que se integraron e
interactuaron un grupo de jóvenes voluntarios australianos que nos visitan y
ayudan estos días en la construcción de la nueva casa de acogida para huérfanos.
Disfruté
de la jornada, me sentí de nuevo profesor, y lamenté que en nuestros sofisticados
países hayamos dejado perder la buena costumbre de respeto y admiración por
quienes de manera silenciosa nos llevaron de la mano en esa etapa fundamental
de nuestra vida.
22 de junio de 2013
Escuela de bambú: Thanakha
Me han preguntado repetidamente
qué es eso blanco que llevan los niños y las niñas en la cara y que les hace tan gracioso. En mi ignorancia pensé que se trataba de polvos de talco perfumado
con colonia aplicado en la cara de los
niños para refrescarlos y protegerlos de las quemaduras de sol. No estaba lejos de la realidad pero ignoraba que se trataba del Thanakha que
es el
cosmético más universal utilizado en Birmania y por extensión en los
países vecinos como Tailandia o Malasia.
Thanakha es un polvo amarillento que se consigue al desgastar en una piedra de esmeril la corteza del árbol Muraya exótica. Para
favorecer el trabajo se moja la madera y el polvo que se forma se diluye en el agua que luego se deja evaporar hasta
conseguir una pasta consistente de color
amarillento o de oro viejo. Aunque se
puede obtener thanaka tanto de la corteza como de la madera y raíces de ese árbol y de otros árboles de
la misma familia, el thanakha de mejor calidad es el que procede de la corteza
del Muraya debido a su fina textura y
su fragante olor muy parecido al de la madera de sándalo.
La pasta de thanaka se aplica líquida sobre la frente, las
mejillas y la nariz formando diseños
diversos y se deja secar creando una agradable
sensación de frescor. Es habitual verla
en niños y niñas hasta la pubertad en
forma de rosetones en las mejillas, pero
es un cosmético que acompaña a la mujer birmana de por vida y puede adquirir diseños y formas tan sofisticados
como la imitación de hojas y otros ornamentos florales. Aunque no es privativa
de las mujeres, en los hombres y jóvenes adultos no es frecuente verla por la
calle aunque algunos me han confesado
seguir utilizándola después del baño en la intimidad del hogar.
El thanakha es un cosmético
centenario citado en la literatura
birmana del siglo XV. Su fama se debe no
sólo a su fragancia y valor estético
sino también a sus propiedades fungicidas,
sus beneficiosos efectos sobre el
acné juvenil, las quemaduras de sol y el
afinamiento de la piel. Un recóndito y
no siempre confesado motivo es la
creencia de que aclara la piel y es
lástima a veces oír a mis alumnas
quejarse del maravilloso bronceado de
su piel y suspirar por pieles más pálidas
y claras.
Os confesaré un secreto: lo
utilizo por las noches después del baño y siento su frescor.
Lamentablemente ninguna de las
otras propiedades que se adscriben parece haber tenido efecto
aún, ¿será que es muy tarde ya? ¿o que
soy muy impaciente?
18 de junio de 2013
Escuela de Bambú: "Los amigos se fueron, nuestro corazón llora"
Una frase sencilla que ha brotado
unánime de los seis compañeros dejados atrás,
ha quedado escrita en el encerado desde hace unos días y nadie se atreve
a borrarla.
Las autoridades de vigilancia de un campo de refugiados
tutelado por la ONU y situado a pocos kilómetros de aquí, han venido a llevarse a un grupo de 20
alumnos que pertenecían al campo de refugiados y que al parecer con connivencia de los padres
habían salido ilegalmente del campo para aprender tailandés y tener una oportunidad en
este país.
El grupo de muchachos, chicos y
chicas birmanos, que no hablaban una palabra de tailandés, fueron acogidos en una especie de orfelinato dirigido por una iglesia evangelista vecina y nos los trajeron sin dar explicaciones como
muchachos de la frontera acogidos en su
Fundación. Nos volcamos con ellos. Eran
ya mayores y empezar a escribir un alfabeto nuevo, un idioma nuevo,
a los 14 o 15 años no es tarea fácil, pero eran dóciles, trabajadores y
afectuosos y les cogimos cariño.
Sustituyendo a un compañero, tuve
ocasión de darles una clase de inglés y
para mí sorpresa constaté que estaban bien preparados. En el campo tienen una
buena escuela y educacionalmente están
bien atendidos. Evidentemente no se les enseña tailandés porque por
definición cuando entran en uno de los
10 campos de refugiados que existen a lo largo de la frontera Birmano-Tailandesa que acogen más de 150.000 refugiados sólo
tienen dos alternativas: volver al país de origen, en este caso Birmania, o ser
acogidos como exiliados en algún país
extranjero, nunca en el país en cuyo
territorio está instalado el campo.
Veinte muchachas y muchachos que en muy pocas
semanas han dejado un gran vacío. Lo hemos sentido de verdad, pero no podemos transigir con la ley, quizá hubiéramos debido
indagar más a fondo cómo estos niños
habían llegado hasta nosotros, pero cuando estás metido en este ambiente de
ayuda a quién quiera que lo necesite no
te haces demasiadas preguntas. Lo
importante es atender necesidades, ofrecer oportunidades. Estos chicos tenían
una oportunidad que las leyes, justan o injustas han truncado.
En el encerado sigue escrita la
frase: “ Los amigos se han ido, nuestro corazón llor”. Siento lo ocurrido y me corazón llora con ellos.16 de junio de 2013
Escuela de Bambú: zapatillas nuevas
Hace unos días unas zapatillas de playa desgastadas hasta lo inimaginable me llamaron la
atención. Me parecieron la imagen misma
de la pobreza traducida en hechos y me prometí descubrir y saber algo más sobre su dueño y sus circunstancias. No fue fácil. Los días siguientes al de la foto las viejas zapatillas no volvieron a aparecer.
Empezaba a creer que todo
había sido accidental cuando el
miércoles, al descalzarme para entrar en
mi propia clase, las volví a ver. Ahora
sabía que no necesitaba alargar las pesquisas.
El dueño era mi propio alumno. Al
terminar la clase, me situé junto a las zapatillas esperando que las calzara su
dueño. Y sí, el dueño era una cara
conocida: Tinai, un chiquillo de unos 13 años, un poco retraído y triste. Discretamente le pregunté qué ocurría en su casa para usar unas zapatillas tan desgastadas. Me contestó sin rodeos que no tenían dinero
para comprarle unas nuevas. Sin dudarlo
un momento, saqué la cartera y le
entregué el dinero que llevaba en el bolsillo en ese momento.
Este viernes, Tinai vino a
verme muy contento. Ya había comprado un par de zapatillas nuevas. Me las enseñaba
tan dichoso que por darle gusto esta vez,
volví a fotografiarlas. Estos últimos días me sorprendo a mí mismo
mirando los pies de los niños. Afortunadamente no he vuelto a ver zapatillas
desgastadas.
9 de junio de 2013
Escuela de Bambú: Unas zapatillas para pensar
En Tailandia pasamos gran
parte del día descalzos. Las buenas
maneras nos piden descalzarnos al entrar en cualquier casa, despacho o lugar
público cuyo suelo sea de madera. En el
colegio, los niños dejan sus zapatos, sandalias o sencillas zapatillas de
playa a la entrada de la clase.
Iba yo también a descalzarme
para dar mi clase, cuando de pronto, un poco apartadas vi unas playeras que me
llamaron la atención. Conmovido me quedé
contemplándolas, luego en un impulso,
las fotografié con el móvil.
Contrariamente a lo que a
primera vista pudiera parecer, no son unas zapatillas de playa parcialmente cubiertas de arena. El color del parquet a la puerta de la clase
tiene exactamente el color de la deliciosa arena de playa.
Son las zapatillas de uno de mis alumnos y
para mi vergüenza ignoro aún de quién. Desde luego esas zapatillas nunca han
conocido la fina arena de una playa tropical.
Sencillamente están tan desgastadas que les falta el talón. Creo que es una buena imagen que nos permite
visualizar la pobreza. Unas zapatillas
de goma, la manera más barata y por lo tanto más corriente de calzar en esta zona del país a cientos de kilómetros
de cualquier playa. Un par de chanclas de este tipo no cuesta más de 3 euros,
pero mi alumno las ha desgastado hasta
perder por completo el talón y sigue con ellas porque sus padres no le pueden comprar otras.
Llevo poco tiempo aquí y afortunadamente estos
pequeños detalles llaman mi atención y me conmueven. Ojalá no me acostumbre nunca a pasar
indiferente ante unas zapatillas tan desgastadas como estas….
2 de junio de 2013
Escuela de bambú: Un niño regalado
Hace un par de años, mi amigo Víctor estaba en plena clase, cuando
de pronto, en el umbral de la puerta ve a una señora que le tiende un bebé de
apenas un año mientras balbucea unas
palabras ininteligibles.
Víctor no comprende, y
aunque le vuelve a preguntar lo que desea,
sólo por el gesto presiente que se está refiriendo al bebé que lleva en
brazos. Sospecha que la mujer es Karen y que no habla tailandés, por lo que le
pide a uno de los alumnos de la misma etnia que le haga de traductor.
Cuando oye la súplica de la madre, abre los ojos como platos.
Con voz decidida y hasta con confianza,
la señora viene a regalarle el niño que ella no puede alimentar. La situación es suficientemente dramática
para que mi amigo deje la clase a cargo
de uno de los chicos mayores y acompañe
a la madre y a su pequeño intérprete a una
sala donde poder hablar con mayor tranquilidad.
La historia es conmovedora; esta señora,
recién llegada de Birmania, vive en una destartalada choza de paja junto
a su marido y sus tres hijos. A lado vive una joven birmana bien
parecida madre de un pequeño de
apenas unos meses. Un día, la joven le hace una increíble propuesta. Quiere ir a trabajar a la capital pero el
niño es un obstáculo incontestable. ¿Qué le parecería quedarse con su hijo
a cambio de dejarle también su casa que no es más que otra choza de paja
y bambú no mucho mejor que la que el matrimonio Karen habita en ese
momento? Añade claro está, que tan pronto encuentre
trabajo empezará a enviarles dinero para
la manutención del bebé.
Pasa el tiempo y la joven
madre no da señales de vida. Entretanto
el marido a penas llega a alimentar a
sus tres hijos y pronto esperan
un cuarto. Ya no pueden más. Puesto
que la madre ha desaparecido y ella no
puede criar a ese niño además de los que ya tiene no puede hacer otra cosa que regalar el bebé al “farang” (extranjero) que, según dicen, anda siempre por el barrio
y de vez en cuando lleva arroz a algunas familias.
De nada sirve explicarle que la Escuela de Bambú no es un
orfelinato. Que no sabría que hacer o
cómo cuidar a un niño tan pequeño, que
él es un “nak buat” (un fraile) y que no
tiene mujer que pueda ocuparse del
niño. La señora apenas
habla, pero no se mueve del lugar, sus ojos son una
ininterrumpida súplica.
Víctor sabe que para él, un
“no” no es la respuesta. Hay que hacer
algo a corto plazo y buscar soluciones razonables a más largo plazo. A corto plazo ofrece a la señora una cantidad
de dinero mensual para que siga cuidando del niño. Entretanto buscará una solución que no se presenta nada fácil. El niño es birmano, y quién en este momento
lo está cuidando es una familia Karen que vive ilegalmente en el país. Si se pone el caso en manos de las
autoridades, ¿no se corre el riesgo de que el niño y su familia adoptiva sean
devueltos a Birmania sin más contemplaciones?
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