2 de julio de 2014

Tráfico Humano en Tailandia


Hace unos días, el embajador de Tailandia en Estados Unidos, se quejaba del informe 2014 recientemente publicado  por  Departamento de Estado de Estados Unidos que coloca  a Tailandia en en nivel  “tres”  es decir entre los peores países del mundo en lo que a Tráfico de Personas se refiere.  Sin negar del todo las acusaciones se lamentaba de que el informe no recogiera los esfuerzos que Tailandia está haciendo para luchar contra esa lacra.

Tailandia es un país  de economía dinámica y más desarrollada que la de sus vecinos pobres: Myanmar,  Cambodia y Laos. Esta situación y la creciente necesidad de mano de obra favorece a  las mafias de reclutadores y explotadores criminales  que se aprovechan  de esa circunstancia  para, a través  complejas  redes  de captación y logística,  atraer al país  mano de obra  engañada,  comprada y a veces hasta  robada.

Una  de las actividades  Tailandesas objeto en estos momentos  de particular  escrutinio internacional  es la de la pesca  y la relacioanda con  los  camarones o langostinos de los que Tailandia con más de 500.000 toneladas año es el mayor exportador mundial.   Las flotas pesqueras del sudeste de Tailandia  que suministra materia prima al Gigante CP  (Charoen Pokphand Foods) utilizan con frecuencia  mano de obra  birmana, que ha sido engañada  por mafias que los venden a los buques y una  vez a bordo    pasan años sin volver a pisar tierra  obligados a trabajar  dieciocho horas diarias sin días de descanso.  Algunas Cadenas de Alimentación Americanas como Walmart o Europeas como Tesco y Carrefour  ya han denunciado la situación y amenazado a lCP  con interrumpir las compras si en la cadena de producción se sigue utilizando mano de obra esclavizada.   Esta lacra es sin embargo  difícil de erradicar porque  las inspecciones corren a cargo de las Comandancias Marítimos Tailandeses   que con evidente miopía no han detectado ninguna  irregularidad en cuantas inspecciones han llevado a cabo hasta la fecha.

Otro  área  donde el tráfico  humano es particularmente vergonzoso es el referido   a niñas  y niños utilizados  como reclamos de mendicidad o  explotación sexual   y el de jóvenes campesinas  atraídas al país con falsas promesas de contratos de trabajo que  debido a las enormes deudas que contraen para  pagar a las mafias que las reclutan,  acaban  en trabajos  de servicio doméstico  del que no se pueden liberar  pese a  verse obligadas a trabajar más horas de las estipuladas  y por un sueldo  muy inferior al prometido.

Malee,  una muchacha  de origen Karen,  de 16 años, trabajadora,  y espabilada, había estudiado en nuestra escuela  durante un par de años y se defendía bastante bien en Tailandés.  La separación  de los padres y posterior abandono al cuidado de su abuela  la obligaron, para mantener  a sus hermanos, a  contactar  con  una persona que previo pago de 15.000 Baht (equivalente  a tres o cuatro meses de trabajo) podía  hacerla pasar clandestinamente a través de la frontera y  de los diferentes controles policiales  y una vez  en Bangkok  empezar a trabajar en una familia que le pagaría  5.000 Baht al mes  (120 Euros)  de los que tendría que devolver  2.000 al intermediario hasta saldar la deuda.  La muchacha nos contó  que el viaje fue una auténtica pesadilla.  La camioneta,  una pick up  Toyota, cargó una quincena de muchachas que tuvieron que tumbarse  alargadas  en la caja unas sobre otras como si fueran fardos,  tapadas con una lona  y sin moverse durante buena parte del viaje, También nos contó que caminaron durante horas por senderos en la selva, para evitar los controles policiales, sobre todo en la primera parte del  viaje. La familia en la que empezó a trabajar tenía más miembros de los que le habían dicho en un principio, pero lo que sobre todo le ocultaron es que un miembro de la familia estaba paralítico y tenía que hacerse cargo de asearlo, darle de comer y moverlo en la cama.  Malee, tuvo suerte, alguien pagó su deuda y pudo regresar a su pueblo en la frontera de Myanmar.

Algunas de las ONG que luchan en Tailandia contra el tráfico humano sospechan que uno de los problemas para atajarlo es que  las autoridades policiales o aduaneras  no colaboran efectivamente contra las mafias y que en ocasiones  se dan casos de  corrupción y connivencia  con los cabecillas.

Las muchachas birmanas o de grupos tribales  en la frontera entre Birmania y Tailandia son fácilmente presa de las redes que captan  y abastecen los  prostíbulos de Bangkok. Tienen la ventaja de ser guapas,  de  piel fina y clara y sonrisa encantadora. Pero tienen sobre todo la ventaja de carecer de cualquier documento que las acredite como ciudadanas de un país. Sin apellidos, sin papeles, están a la merced de sus explotadores, que en caso de problemas no dudarán en maltratarlas, desfigurarlas o incluso matarlas.   Engañadas, o a veces  vendidas por los padres para pagar deudas contraídas, muchas de esas chicas  son objeto de una de las más repugnantes lacras de este país:  el turismo sexual.

La trata de personas es la tercera actividad ilegal más lucrativa del mundo, después del tráfico de armas y el narcotráfico, y sus beneficios rondan los 32 mil millones de dólares anuales.” La pobreza extrema y el analfabetismo endémico son factores que  colocan en una situación de gran vulnerabilidad a las personas que los sufren, lo que provoca que sean fácilmente engañadas por las mafias. Bajo la promesa de una vida mejor o un trabajo estable, se llevan a mujeres y niños a trabajar en clubes donde se practica la prostitución o los obligan a formar parte de actividades relacionadas con la pornografía infantil.

  La víctima es la población vulnerable que reside en estos lugares, el cómplice es el gobierno que los deja desprotegidos y los ejecutores son las mafias. Pero los turistas provenientes de Europa o Estados Unidos son los principales responsables. Es necesario tener claro este hecho para abordar todos los aspectos de esta lacra. No señalar a los culpables del comercio sexual supone otorgarles un estatus de invisibilidad que favorece su impunidad.

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