La imagen de Manora es quizá una
de las más fotografiadas en el templo del Buda de Esmeralda de Bangkok. ¿Pero
quién es Manora y qué representan estas figuras
mitad pájaro, mitad mujer, que con el nombre de Kinnaris son veneradas por los tailandeses como genios protectores de la música y la danza?
Cuenta la leyenda que Manora,
era la hija menor del Rey-Pájaro cuyos dominios se extendían a pie del
Himalaya. La princesa Manora, y sus
seis Hermanas solían volar hacia el vecino reino de
Pawnkala porque habían descubierto
un precioso y recóndito lago
donde les gustaba bañarse a la
luz de la luna. Allí, al amparo de la
noche y del l frondoso follaje se despojaban despreocupadamente de sus alas y
de sus colas y jugaban a
perseguirse y alborotar en el plateadas y cristalinas aguas del lago.
Un día, Bun, un astuto cazador y fiel súbdito del rey
de Pawnkala, oyó ruido al pasar cerca del lago y agazapado contempló maravillado la escena sin osar moverse ni
hacer ruido. Vio entonces como las kinnaris,
al despuntar el alba, recomponían su plumaje y emprendían el vuelo hacia las montañas. Bun
pensó que la más joven de aquellas maravillosas criaturas sería una
digna esposa para el príncipe y estuvo largo tiempo elucubrando cómo conseguir apresar a Manora. Se acordó entonces que el rey de la serpientes le debía una, y acudió a él en busca de ayuda. Reconociendo su deuda, el rey
le prestó la serpiente de nudo corredizo. Unos días después Bun volvió al lago y escondido esperó la llegada de las
princesas. Cuando éstas reemprendían el
vuelo de regreso, Bun lanzó el nudo
corredizo a Manora que pese a sus gritos
y batir de alas quedó apresada y atada a una gruesa rama de árbol. Respetuosamente, Bun, se acercó a la
princesa, se postró ante ella y le hizo saber que no tenía otra intención que
presentarla al Príncipe Sutone, por si él quería tomarla por esposa.
A pesar de que Sutone era joven,
fuerte y bien parecido Manora se sintió
muy afligida. Quería volver con su padre, El rey de los hombres pájaro y con
sus hermanas las princesas y le pidó al príncipe su libertad, pero éste ya se había enamorado peridamente del
Manora y de su delicada belleza y no dudó en desposarla. Transcurrido un tiempo, el
príncipe Sutone tuvo que abandonar el palacio para luchar contra los enemigos.
El rey de Pawnkala entretanto tuvo una pesadilla. Soñó que sus intestinos se le salían del cuerpo y rodeaban el mundo
entero. Acudió a su Consejero el Ministro de Justicia para que le
interpretara el sueño, y éste que envidiaba y odiaba en secreto al príncipe
aprovechó la ocasión para vengarse.
Le explicó al rey que su sueño anunciaba
un mal presagio, que el Príncipe Sutone había cometido una falta grave al desposar
una Kinnari y sólo un sacrificio de
parecida magnitud podrá librar al rey de los males que el sueño presagiaba. Manora
debía ser sacrificada y sometida
a un fuego purificador.
Cuando Manora supo de su suerte,
se afligió sobre todo porque no podría
despedirse del príncipe Sutone que seguía guerreando y a quien con el tiempo
había comenzado a amar. Enseguida pensó en una estratagema para librarse del
odiado enemigo del príncipe. Postrándose ante el Rey de Pawnkola aceptó
su suerte pero le pidió el favor de
poder despedirse del Rey y de la corte
bailando para ellos ataviada con sus mejores galas. Su petición fue atendida y Manora se revistió
de oro y piedras preciosas disimulando entre gasas y adornos sus alas y su cola de
pájaro. La Kinnari bailó para el Rey y la Corte de manera maravillosa
y embaucadora quedando todos los
presentes tan arrobados por tanta belleza y armonía que ni se dieron
cuenta que al finalizar su baile la kinnari desechando sus adornos humanos y
emprendía el vuelo hacia el Reino de los
hombres pájaro.
Su padre y sus hermanas las seis kinnari, se llenaron de gozo al ver por fin a Manora de vuelta a casa pero la princesa había estado demasiado tiempo entre los humanos y el Rey, su padre, dictaminó que debería vivir lejos de palacio hasta que pudiera desprenderse del olor de los humanos. Manora obedeció fielmente y pasó siete años lejos de palacio lavándose purificándose.
Su padre y sus hermanas las seis kinnari, se llenaron de gozo al ver por fin a Manora de vuelta a casa pero la princesa había estado demasiado tiempo entre los humanos y el Rey, su padre, dictaminó que debería vivir lejos de palacio hasta que pudiera desprenderse del olor de los humanos. Manora obedeció fielmente y pasó siete años lejos de palacio lavándose purificándose.
Entre tanto, Sutone, que había regresado de la guerra se
enteró de la traicionera y engañosa
interpretación del sueño real y después de haber pasado a cuchillo al
infiel Consejero, acompañado del fiel cazador Bun, emprendió la búsqueda de la añorada
y amada princesa. Muchas fueron las penalidades que tuvieron que sufrir y los obstáculos que tuvieron que
vencer hasta que por fin llegaron a la ciudad de Suwan Nakan en el Reino de los
Hombres-Pájaro.
El Rey Pájaro, al escuchar las peripecias y obstinación del príncipe quedó convencido de que Sutone amaba verdaderamente a su hija la princesa Manora. No obstante quiso someterlo a una última y definitiva prueba. Hizo llamar a sus hijas, las kinnaris y se las presentó al príncipe. Éste quedó sumido en una profunda confusión al constatar el enorme parecido ante ellas. Su esfuerzo por tratar de reconocer a su amada fue tal que casi desfallece en el intento.
Su amigo el cazador Bun, sin embargo había urdido una estratagema, sentado a orillas de la laguna donde por primera vez viera bañarse a la princesa Manora, esperó la llegada de unas doncellas que venían a recoger agua para las abluciones purificadoras de la kinnari. Subrepticiamente, dejó caer en una de sus ánforas un anillo de la princesa. Cuando en el agua del baño, Manora vio brillar el anillo de su amado, no dudó en ponérselo en su dedo índice. Sutone que ya casi daba por perdida a la princesa, fue atraído por un fulgor especial en el dedo de una de las princesas. Reconoció el anillo, y sin más dudas eligió a su portadora como Princesa Manora y la Esposa de la que se había prendado. Pidió entonces formalmente al rey la mano de su hija y durante muchos días la música y el baile alegraron con sus sones las altas montañas del Himalaya. A la muerte de su padre, el Rey de Pawnkala, Sutone regresó con Manora a su Reino. Vivieron años prósperos y felices y no se olvidaron de volver regularmente a las montañas del Himalaya para celebrar con bailes y danzas las festividades del los Hombres Pájaro.
El Rey Pájaro, al escuchar las peripecias y obstinación del príncipe quedó convencido de que Sutone amaba verdaderamente a su hija la princesa Manora. No obstante quiso someterlo a una última y definitiva prueba. Hizo llamar a sus hijas, las kinnaris y se las presentó al príncipe. Éste quedó sumido en una profunda confusión al constatar el enorme parecido ante ellas. Su esfuerzo por tratar de reconocer a su amada fue tal que casi desfallece en el intento.
Su amigo el cazador Bun, sin embargo había urdido una estratagema, sentado a orillas de la laguna donde por primera vez viera bañarse a la princesa Manora, esperó la llegada de unas doncellas que venían a recoger agua para las abluciones purificadoras de la kinnari. Subrepticiamente, dejó caer en una de sus ánforas un anillo de la princesa. Cuando en el agua del baño, Manora vio brillar el anillo de su amado, no dudó en ponérselo en su dedo índice. Sutone que ya casi daba por perdida a la princesa, fue atraído por un fulgor especial en el dedo de una de las princesas. Reconoció el anillo, y sin más dudas eligió a su portadora como Princesa Manora y la Esposa de la que se había prendado. Pidió entonces formalmente al rey la mano de su hija y durante muchos días la música y el baile alegraron con sus sones las altas montañas del Himalaya. A la muerte de su padre, el Rey de Pawnkala, Sutone regresó con Manora a su Reino. Vivieron años prósperos y felices y no se olvidaron de volver regularmente a las montañas del Himalaya para celebrar con bailes y danzas las festividades del los Hombres Pájaro.
1 comentario:
Leyendo tus publicaciones se aprende y te transportan.
En muy hermoso
Lilí
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