20 de julio de 2014

Leyendas de Tailandia: Manora


La imagen de Manora es quizá una de las más fotografiadas en el templo del Buda de Esmeralda de Bangkok. ¿Pero quién es Manora y qué representan estas figuras  mitad pájaro, mitad mujer, que con el nombre de Kinnaris  son veneradas por los tailandeses como  genios protectores de la música y la danza?

Cuenta la leyenda que Manora, era la hija menor del Rey-Pájaro cuyos dominios se extendían a pie del Himalaya.  La princesa Manora, y sus seis  Hermanas  solían volar hacia el vecino reino de Pawnkala  porque habían  descubierto  un precioso y recóndito lago  donde  les gustaba bañarse a la luz de la luna.  Allí, al amparo de la noche y del l frondoso follaje se despojaban despreocupadamente de sus alas y de sus colas  y jugaban a perseguirse  y alborotar en el  plateadas y cristalinas aguas del lago.


Un día,  Bun, un astuto cazador y fiel súbdito del rey de Pawnkala, oyó ruido al pasar cerca del lago y agazapado contempló  maravillado la escena sin osar moverse ni hacer ruido.  Vio entonces como las kinnaris, al despuntar el alba, recomponían su plumaje y emprendían  el vuelo hacia las montañas.  Bun  pensó que la más joven de aquellas maravillosas criaturas sería una digna esposa para el  príncipe  y estuvo largo tiempo elucubrando cómo  conseguir apresar a Manora.  Se acordó entonces que  el rey de la serpientes le debía una,  y acudió a él en busca de ayuda.   Reconociendo su deuda,  el rey   le prestó la serpiente de nudo corredizo.   Unos días después  Bun volvió al lago  y escondido esperó la llegada de las princesas.  Cuando éstas reemprendían el vuelo de regreso,  Bun lanzó el nudo corredizo a Manora  que pese a sus gritos y batir de alas quedó apresada  y  atada a una gruesa rama de árbol.  Respetuosamente, Bun, se acercó a la princesa, se postró ante ella y le hizo saber que no tenía otra intención que presentarla al Príncipe Sutone, por si él quería tomarla por esposa.
A pesar de que Sutone era joven, fuerte y bien  parecido Manora se sintió muy afligida. Quería volver con su padre, El rey de los hombres pájaro y con sus hermanas las princesas y le pidó al príncipe su libertad, pero  éste ya se había enamorado peridamente del Manora  y de su delicada belleza  y no dudó  en desposarla. Transcurrido un tiempo, el príncipe Sutone tuvo que abandonar el palacio para luchar contra los enemigos. El rey de Pawnkala entretanto tuvo una pesadilla. Soñó que sus intestinos  se le salían del cuerpo y rodeaban el mundo entero.   Acudió a su Consejero  el Ministro de Justicia para que le interpretara el sueño, y éste que envidiaba y odiaba en secreto al príncipe aprovechó la ocasión para vengarse.

Le explicó al rey que su sueño anunciaba un mal presagio, que el Príncipe Sutone había cometido una falta grave al desposar una  Kinnari y sólo un sacrificio de parecida magnitud podrá librar al rey de los males que el sueño presagiaba.  Manora  debía  ser sacrificada y sometida a un fuego  purificador.

Cuando Manora supo de su suerte, se afligió  sobre todo porque no podría despedirse del príncipe Sutone que seguía guerreando y a quien con el tiempo había comenzado a amar.  Enseguida  pensó en una estratagema para librarse del odiado  enemigo del príncipe.  Postrándose ante el Rey de Pawnkola aceptó su  suerte pero le pidió el favor  de  poder despedirse del Rey y de la corte  bailando para ellos ataviada con sus mejores galas.  Su petición fue atendida y Manora se revistió de oro y piedras  preciosas  disimulando entre  gasas y adornos sus alas y su cola de pájaro.  La  Kinnari  bailó para el Rey y la Corte de manera maravillosa y embaucadora quedando  todos los presentes tan  arrobados  por tanta belleza y armonía que ni se dieron cuenta que al finalizar su baile la kinnari desechando sus adornos humanos y emprendía el vuelo  hacia el Reino de los hombres pájaro.  

Su padre  y sus hermanas  las seis  kinnari,  se llenaron de gozo  al ver  por fin a Manora de vuelta  a  casa pero  la princesa había estado demasiado tiempo entre los humanos  y el Rey, su padre, dictaminó que  debería vivir lejos de palacio hasta que pudiera desprenderse del olor de los humanos.  Manora obedeció fielmente  y pasó siete años lejos de palacio  lavándose purificándose.     


Entre tanto,  Sutone, que había regresado de la guerra se enteró de la traicionera y engañosa  interpretación del sueño real y después de haber pasado a cuchillo al infiel  Consejero,  acompañado del fiel cazador  Bun,   emprendió la búsqueda de la  añorada  y amada princesa. Muchas fueron las penalidades que tuvieron que  sufrir y los obstáculos que tuvieron que vencer hasta que por fin llegaron a la ciudad de Suwan Nakan en el Reino de los Hombres-Pájaro. 

El Rey  Pájaro, al escuchar  las peripecias  y obstinación del príncipe quedó convencido  de que  Sutone amaba  verdaderamente a su hija la princesa  Manora.  No obstante quiso someterlo a una última y definitiva prueba. Hizo llamar a sus hijas, las kinnaris y se las presentó al príncipe. Éste quedó sumido en una profunda confusión  al constatar el enorme parecido ante ellas. Su esfuerzo por tratar de reconocer a su amada  fue tal que casi desfallece en el intento. 

 Su amigo el cazador Bun, sin embargo había urdido una estratagema, sentado  a orillas de la laguna donde por primera vez viera bañarse a la princesa Manora,   esperó la llegada de unas doncellas que venían a recoger agua para las abluciones  purificadoras de la kinnari.  Subrepticiamente,  dejó  caer  en una de sus ánforas un anillo de la princesa.  Cuando  en el agua del baño, Manora vio brillar el anillo de su amado, no dudó en ponérselo en su dedo índice.  Sutone  que ya casi daba por perdida a la princesa,  fue atraído por un fulgor  especial en  el dedo de una de las princesas.  Reconoció el anillo, y sin más dudas  eligió a su portadora  como Princesa  Manora y la Esposa de la que se había prendado.  Pidió entonces formalmente al rey la mano de su hija y  durante muchos días la música y el baile alegraron con sus sones  las altas montañas del Himalaya. A la muerte de su padre, el Rey de Pawnkala,  Sutone regresó con  Manora   a su Reino.  Vivieron años prósperos y felices y no se olvidaron de volver  regularmente a las montañas del Himalaya para celebrar  con bailes y danzas las festividades del los Hombres Pájaro. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo tus publicaciones se aprende y te transportan.
En muy hermoso
Lilí