En el texto que sigue trato
de hacer una interpretación personal de
lo que entiendo por meditación budista. Puesto que parto de consideraciones fruto de mis lecturas y vivencias personales presento sobre todo una reflexión personal y
por consiguiente subjetiva, sobre lo que entiendo por meditar y sobre la meditación budista en general.
Cuando
hablamos de meditación a secas podemos
estar hablando de cualquier cosa: reflexión, introspección, contemplación, repetición hipnótica de mantras o incluso arrebatos místicos. Para hablar de meditación por consiguiente,
es imprescindible hacerlo refiriéndonos
a una tradición: cristiana, sufí, budista, pero sobre todo a un objetivo. Un monje
budista, un cartujo, un lama o un derviche pueden
utilizar posturas corporales, y
métodos para centrar la atención muy
similares, pero dado que los objetivos que cada uno busca son muy diferentes,
la meditación será también diferente.
Personalmente creo que la meditación es ante todo una
experiencia personal que tiene que ver con la búsqueda de nuestra
unicidad.
Es parte de nuestra naturaleza vivir la dualidad de mente, alma, espíritu o como queramos llamarlo y cuerpo como dos realidades que conforman nuestro ser pero que raramente coinciden y que actúan de forma independiente y a veces antagónica. Nuestros pies nos llevan a un lugar pero nuestra cabeza sigue pensando en el lugar del que hemos salido; nuestros ojos contemplan un paisaje, pero nuestra imaginación se recrea en otra escena; alguien nos habla de sus problemas pero pensamos mientras le escuchamos en qué vamos a hacer mañana; queremos cambiar una mala costumbre pero hacemos lo contrario de lo que nos proponemos. Pues bien, creo que meditar es ante todo buscar esa concentración de cuerpo, mente, alma, espíritu, o facultades humanas en un solo y único objeto: respiro y mis pulmones, mi voluntad, mi atención, mi imaginación sólo viven esa unicidad que es el acto de respirar. A veces me lo explico a mi mismo con la imagen de aquellas cámaras fotográficas que antes de la era digital teníamos que enfocar: aparecía en el visor la imagen que queríamos fotografiar como desdoblada, y a base de girar la ruleta íbamos haciendo que las dos imágenes se superpusieran exactamente en una sola. Pues bien, algo parecido ocurre al meditar: enfocamos, centramos, nuestro cuerpo nuestra mente, nuestro ser nuestras energías en un solo acto evitando cualquier tipo de dispersión y durante el mayor tiempo posible. ¿Pero, para qué?
Como ya
sabemos , casi desde el inicio del budismo
surgieron en los países por los
que se fue extendiendo diferentes escuelas de práctica budista: budismo Mahayana en el Tibet y Nepal, Confucionismo en China, Taoismo en Japón. etc.
En el Sudeste
asiático, en Tailandia, predominó la práctica del Budhismo Theravada y aunque se conocen más de cuarenta métodos meditativos todos ellos tienen dos
componentes básicos que se denominan “Samantha”
o calma mental y tranquilidad y “Vipassana” o conocimiento directo e intuición. Se
considera que los métodos derivados del “samantha” preceden y sirven para preparar
la meditación “Vipassana”.
En cualquier caso, todas las formas de meditación, sirven en último caso
para “cultivar la mente” y evitar el sufrimiento, es decir, para
contrarrestar los cinco agregados que lo
producen, a saber: 1 mente, cuerpo; 2
sentimientos y sensaciones;
3 percepción y memoria; 4
estados mentales y 5 conciencia.
Las técnicas
de meditación varían según las diferentes escuelas pero se intenta siempre
predisponer una determinada condición mental que favorezca el “estado de máxima
atención y tranquilidad”. En el núcleo central de toda meditación budista hay una observación
tranquila y atenta tanto de los propios procesos mentales como de los fenómenos
de la vida. Pese a la variedad de
tradiciones, técnicas y variantes meditativas, es difícil que en una tradición
budista no se encuentre por lo menos señalado aquello que ocupa la tradición de
las otras. De cualquier forma y a modo
de descripción de rasgos distintivos
podemos decir que el Budismo
Therevada hace hincapié en el análisis y descripción de los diferentes estados
de meditación. Desprovisto de cualquier
ritual y con un fuerte componente de estudio, enfatiza un camino progresivo de
práctica para pulir los progresos del practicante. El análisis y la
sistematización de la experiencia meditativa es por consiguiente la
característica principal de Budismo Theravada.
Por su parte,
el Budismo Zen destaca el carácter intuitivo y espontáneo de la sabiduría.
Intenta buscar una armonía natural en el individuo que le predispone a
realizaciones directas e intuitivas, evitando el dualismo en la comprensión de
la realidad En contrapartida, en el
budismo Tibetano sobresalen los mecanismos simbólicos e inconscientes de la
mente. Es una práctica ritualista que intenta establecer nuevos patrones psicológicos para aumentar la
comprensión de la realidad a niveles profundos. Es la más simbólica y mágica de
todas las tradiciones budistas.
Cuando leo y
pienso sobre meditación budista y más particularmente sobre la meditación
practicada en la escuela Theravada, no me siento muy lejos de San Juan de la
Cruz o de Santa Teresa. Me concentro en la respiración, en los latidos del corazón, en mi realidad física,
pero no como algo mágico que por si sólo va a operar en mi una transformación, sino como una manera
de evitar la dispersión de mi mente, como una forma de estar entero en el lugar
y momento que estoy, para propiciar esa
atenta pero sosegada quietud y tranquilidad que Santa Teresa resumía a su
manera castiza con ese “Mira que te mira Dios”.
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