23 de febrero de 2013

Pakuri



Llevas tu sombrero guaraní con el porte de una princesa.  Tu rostro, esculpido por los fríos del altiplano, el trabajo del campo, los partos y los duelos se ha petrificado en una máscara.  Entrecierras los ojos y tu mirada me traspasa  escondida detrás de ese párpado izquierdo parcialmente caído.
            Aunque te lo pregunte no me contarás nada. Tu vida es sólo para ti.  Toda ella  un misterio. Tus labios se fruncen en mil pliegues como una bolsa de cuero. Son unos labios finos, fríos, que hace tiempo olvidaron el sabor de los besos.  La edad, pero sobre  todo  el sufrimiento te ha ido  labrando profundos surcos  en torno a la nariz y la barbilla. 
            Tienes un rostro obstinado y sufridor, guardián celoso de sus secretos, noble en su pétrea determinación.  Me gustan tus  pobladas cejas y esa espesa coleta  de pelo aún negro que, rebelde, se escapa del escondite del sombrero.
            India de noble estirpe guaraní, desconozco tu nombre, no sé nada de ti, pero no te quiero anónima.  Te llamaré  Pakuri  

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