Llevas
tu sombrero guaraní con el porte de una princesa. Tu rostro, esculpido por los fríos del
altiplano, el trabajo del campo, los partos y los duelos se ha petrificado en
una máscara. Entrecierras los ojos y tu
mirada me traspasa escondida detrás de
ese párpado izquierdo parcialmente caído.
Aunque te lo pregunte no me contarás
nada. Tu vida es sólo para ti. Toda
ella un misterio. Tus labios se fruncen
en mil pliegues como una bolsa de cuero. Son unos labios finos, fríos, que hace
tiempo olvidaron el sabor de los besos.
La edad, pero sobre todo el sufrimiento te ha ido labrando profundos surcos en torno a la nariz y la barbilla.
Tienes un rostro obstinado y sufridor,
guardián celoso de sus secretos, noble en su pétrea determinación. Me gustan tus
pobladas cejas y esa espesa coleta
de pelo aún negro que, rebelde, se escapa del escondite del sombrero.
India de noble estirpe guaraní,
desconozco tu nombre, no sé nada de ti, pero no te quiero anónima. Te llamaré
Pakuri
No hay comentarios:
Publicar un comentario