23 de febrero de 2013

¡No fuel culpa mía!


Emerjo de una nube viscosa de algodón, huelo a medicamento, noto que me estoy despertando. Algo ha ocurrido. Trato de abrir los ojos pero mis párpados son dos ladrillos. Distingo  una mancha de claridad sobre una pared oscura.  No estoy en mi cama, huele diferente,   ¿Dónde estoy?  ¿Qué ocurrió?  Intento mover la cabeza a un lado para    reconocer el lugar, para localizar la puerta o una ventana, pero no consigo nada.  Me han cortado los cables. Mi cerebro transmite órdenes  que van a parar a una vía muerta.  Hago un intento por apartar las sábanas y  levantarme,   pero mi brazo se ha ido de paseo y no responde.

¿Qué te ha ocurrido Federico  ¿Dónde estabas ayer? ¿No tenías que ir a Barcelona?  Se encienden  lucecitas de colores, el cerebro me responde, trata de recordar.   ¿Un accidente?  ¿Maté a alguien?¿Hay más personas  hospitalizadas?  Estuve con los colegas hasta tarde, bebí, quizá demasiado, no recuerdo, llegué a casa, ¿a qué hora? Dormí poco. Siempre duermo poco.  Me afeité, y sin sentarme siquiera, tomé el café mientras acababa de vestirme.  El garaje estaba a oscuras, silencioso, aterrador.  Desde lejos pulsé el mando para localizar mi coche y tener un poco de claridad. Arranqué y salí  en tromba. Mientras deambulaba por las calles de Madrid me fui poniendo el cinturón de seguridad, guardando las llaves de la casa, colocando la cartera en el asiento del copiloto.  Me maldije a mi mismo por salir tarde, por dormir poco, por ser tan desordenado.  El tráfico empezaba a espesarse en la A2. Al llegar a la altura de Alcalá  todos los coches me parecieron caracoles yendo a trabajar.  ¡Qué poca prisa, tienen algunos! o qué pocas ganas de llegar al trabajo. Llego a Azuceca, el tráfico se desvía, por fin pude acelerar, Guadalajara, nueva frenada a causa de las mamás que llevaban   los niños al colegio. Pité al coche que iba delante y que se  paró en el paso de zebra para   dejar cruzar aunque todavía estábamos en verde. De la ventanilla salió un brazo adornado de pulseras que con el dedo del corazón me hizo un gesto inequívoco.  Me cabreé y decidí perseguirla y hacerla pasar un mal rato.  Después de Guadalajara había placas de hielo en la carretera, pero arriesgué, quería vengarme y  recuperar el tiempo perdido.  Nervioso,metí la mano en el bolsillo en busca del tabaco pero el coche me hizo un extraño, cuando me repuse el coche rojo al que perseguía había desaparecido.

Me gustaría palparme, tocarme el pecho, sentir los dedos de los pies. ¿Estarán ahí?  No siento nada, tampoco dolor.  ¿Por qué nadie está a mi lado, me acaricia, me dice que ya pasó todo, que me pondré bien, que no ha sido nada?  Dolor, oscuridad, una ambulancia que se acerca, frenada, voces de unos, comentarios de otros, y dolor, mucho dolor, alguien que me habla, después ya nada,  la nube de algodón viscoso de la que acabo de salir.

Mientras tanto la claridad se filtra  lentamente a través de la persiana y traza rayas   blancas sobre una pared que se ha vuelto azul Seguridad Social.  Ya no me cabe la menor duda. Estoy hospitalizado. Huele a cloroformo. He sufrido un accidente del que ignoro las proporciones o consecuencias y no puedo moverme. ¿Me habré quedado tetrapléjico?  ¡Qué horror!  No, mejor no pensarlo.

La habitación y la mente se van  iluminando  a la par.  Oigo chirridos, un sonoro ¡Joder!   un ¡bruum…! y un clashh  de chapa arrugada mientras veo aquella negra y amenazante cabina de camión que se desvía de su carril  y se me echa encima.  Instinto de supervivencia, y de auto justificación.  ¡No!  No fue  culpa mía, ese cabrón   invadió mi calzada.  ¡Estaría dormido!   

2 comentarios:

José Núñez de Cela dijo...

Espero que sea ficción. Angustiosa, pero ficción. Si no es así. Un fuerte abrazo y recupérate!.

Un abrazo!

Fede dijo...

No amigo
Es sólo un ejercicio de mi taller de Escritura Creativa