13 de marzo de 2011

Una artista artesana en Tárbena

La conocí por causalidad en la celebración del cumpleaños de Marisol. Ningún lugar mejor para preparar una barbacoa que su casa, casi perdida en plena sierra, a pie de Tárbena en la montaña alicantina.
Aunque llegó a España por primera vez hace muchos años, y a pesar de seguir viviendo un poco a caballo entre su Estocolmo natal y esta región, creo que actualmente se siente tan plenamente integrada en Tárbena como se integra su casa, discreta, en el paisaje agreste de estas montañas.

Cuando llegamos a su casa, sabemos casi de inmediato que nada aquí es casual, nada tampoco es prefabricado, de serie. Cada ladrillo, cada baldosa, cada mueble ha sido concebido, diseñado y construido para convertirse en la casa de una artesana que ha integrado el arte y la belleza no sólo en su modus vivendi sino también en el paisaje cotidiano de sus quehaceres.

Me llaman poderosamente la atención los baldosines que recubren su estancia multiusos: salón, cocina, despacho, lugar de tertulias; cada uno es diferente de los demás, todos han sido fabricados, decorados, barnizados a mano por Anne Marie. Cada uno es una cerámica artística en miniatura.

Entre sus manos, las piedras se convierten en coles, las hojas de las chumberas se vuelven macizas, una bandeja se convierte en un cuadro expresionista, y unas latas de cerveza chafadas y oxidadas, se transforman en cuadros llenos de luz y de belleza, portadores de algún mensaje y que se expondrán muy pronto en una Galería de arte de Estocolmo.
Me he parado a contemplar, en su sosegada belleza un cuadro recién terminado que muestra a una mujer cargando un fardo de leña. Sonríe valiente, a pesar de la carga y su mirada de refilón parece señalar que es autosuficiente y no necesita ayuda. Sin embargo, el paisaje que la rodea es aplastante y parece subrayar su soledad. El dibujo es claro y preciso como una viñeta y el frondoso y oscuro bosque en el que se mueve ocupa el noventa por ciento del cuadro e impide cualquier atisbo de luz. No hay cielo a la vista. La mujer está despojada de cualquier adorno, y tampoco vemos caminos, ni los pies de la mujer. ¿Camina o está quieta? ¿A dónde va? ¿Es totalmente feliz en su despojada soledad? Sólo Anne Marie lo sabe. No he querido preguntárselo. Finalmente, cuando una obra sale de manos del artista, ya no le pertenece. Cada uno de los que la miramos nos apropiamos de un significado hecho a nuestra medida.

3 comentarios:

José Núñez de Cela dijo...

En ese pequeño pueblo, que hastac onserva un lenguaje propio, se puede encontrar cualquier cosa... y todas buenas!

Nacida en África dijo...

Mi querido amigo: Es verdad lo que has escrito y es que cuando una obra de arte sale del artista, deja de pertenecerle y pasa a ser semi propiedad de los ojos que lo admiran.

Un fuerte abrazo.

Malena

Prometeo dijo...

Esos dos cuadros son una delicia, me encantan. Un abarzo.