Esta noche, mientras dormía, me vino a la mente de forma recurrente y hasta obsesiva una melodía de juventud. Por su ritmo y su cadencia sabía que se trataba de un canto gregoriano, pero por más que me esforzaba nada me permitía localizarlo, o al menos ponerle un título.
En mi mente, los arpegios, se sucedían, se engrosaban y disminuían como hacen las olas cuando, en un día tranquilo, mueren en la playa. Oía una y otra vez girones de melodía con una sola cosa clara: el volumen crecía y se afinaba como el murmullo de un mar en calma.
Con tan escasa información, esta mañana he comenzado a investigar diversas piezas de canto gregoriano, y tras no pocos clicks en el buscador de internet, por fin encontré la cantinela que había invadido mi mente: en efecto, se trataba del Kyrie de una misa gregoriana, pero no era el popular Kyrie de la misa “de Angelis”, sino del modo “Cum Jubilo” que se canta particularmente en las festividades de la Virgen María.
Me dejé mecer otra vez por esa bella melodía que parece una barcarola, mientras evocaba mis años en aquel colegio de Italia, y recordé a mi profesor de música, el Hno. Konstantin, aquel fenomenal músico que por entonces, aún convalecía de las secuelas que le había dejado la II Guerra Mundial.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario