Las noches ya son largas y cede la memoria
para traer de atrás el jugoso delirio,
que fue flamante acopio de un tiempo lento y claro,
precisa referencia que al recodar nos dice
del anticipo fiel del pensamiento.
Levantarse no duele, es caer en la cuenta
de que estar y no estar ya viene a ser lo mismo.
Importan los susurros, las voces que te amaron
y acuden sin cesar en el silencio.
Todo se mueve y cesa al descender la tarde.
Le sonrío a la urgencia del ansiado crepúsculo,
y celebro el aún, mientras mis manos palpan,
me llevo a la boca, con sosiego,
el crujiente espesor de una manzana.
para traer de atrás el jugoso delirio,
que fue flamante acopio de un tiempo lento y claro,
precisa referencia que al recodar nos dice
del anticipo fiel del pensamiento.
Levantarse no duele, es caer en la cuenta
de que estar y no estar ya viene a ser lo mismo.
Importan los susurros, las voces que te amaron
y acuden sin cesar en el silencio.
Todo se mueve y cesa al descender la tarde.
Le sonrío a la urgencia del ansiado crepúsculo,
y celebro el aún, mientras mis manos palpan,
me llevo a la boca, con sosiego,
el crujiente espesor de una manzana.
El Engaño de los días (2006)
1 comentario:
¡Precioso poema! Y para hacernos pensar... cierto es que más importan los susurros amorosos que vuelven en silencio que caer y levantarse. Y la manzana es vida a la vez que tentación. Un abrazo
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