25 de junio de 2008

Panamá


Este estrecho país, a horcajadas entre dos océanos, me ha servido de punto de descanso en muchos de mis viajes a Centro y Sur América. Después de pasar la primera semana en Perú y Venezuela, buscaba llegar en fin de Semana a Panamá y a pesar del calor húmedo y pegajoso, a pesar de la inseguridad de ciertos barrios de la ciudad, disfrutar de las comodidades del Ceasar’s Park, hotel alejado del centro de la ciudad pero cerca del Palacio de Exposiciones y Congresos y a poca distancia de la primera ciudad colonial de Panamá arrasada por Morgan en 1671 y es hoy patrimonio de la humanidad aunque de ella sólo queden en medio de un primoroso jardín tropical asomado al Pacífico unos pocos muros ennegrecidos y la calcinada torre de la catedral.

Cerca del hotel hay un barrio de pescadores y pequeños empleados y es reconfortante compartir con ellos, en su humilde parroquia, la misa dominical. Siempre recordaré que el sacerdote se acercó a mí en el momento de darnos la Paz para saludarme como nuevo feligrés y desearme una feliz estancia en su país. De verdad sentí en ese momento que el párroco era el buen pastor que conoce a sus ovejas. A pesar de que la iglesia estaba llena a rebosar él había detectado la presencia de un forastero y se había acercado para darme la bienvenida.

Después de la misa, regreso al hotel para tomar un baño en la piscina. Me tumbo a la sombra en una de las numerosas hamacas y tomo mi primera piña colada del día, hago algunas anotaciones para mi próximo informe de viaje, escribo unas líneas en mi diario, y rellano las tarjetas postales que he elegido para todos mis amigos de Internet. A ratos dormito, a ratos reflexiono sobre mis próximas entrevistas y a ratos me dejo mecer por la alegre música caribeña que se expande desde las esbeltas palmeras del jardín.

Pronto va a ser la hora del almuerzo y tengo que estar preparado. El Licenciado Cabrera vendrá a buscarme. Comeremos en casa, con su familia, una espléndida mariscada en la que no faltan ni los camarones ni y la langosta caribeña. No es momento de decirles que aunque más pequeño y menos lucido nuestro marisco de Galicia es mucho más sabroso. He comido muy bien y he ponderado sobre todo los dulces caseros especialidad de mi anfitriona.

Después del almuerzo salimos hacia la zona del Canal y nos acercamos a las exclusas de Miraflores. Un Ingeniero amigo del Licenciado nos espera para enseñarnos las instalaciones y darnos una profusa explicación sobre el Canal. Sólo retengo unos pocos datos. Desde la época de la conquista existió el deseo de unir los dos Océanos por medio de un canal pero al desconocer la técnica de las exclusas el proyecto se desechó a favor de la vía terrestre: “El camino Real” que durante años sirvió para transportar las mercancías procedentes del Perú hacia el puerto de Portobelo en el Atlántico y desde allí a España.
El Ingeniero nos explica que tras un intento fallido por parte de los franceses, debido en gran parte a intrigas internas y a los estragos de la malaria y del cólera que causó más de 20.000 víctimas entre los trabajadores, el proyecto de Canal fue retomado por los americanos e inaugurado en 1914. De sus ochenta kilómetros, una buena parte discurre siguiendo el curso del río Chagres y a través del lago artificial de Gatún. El nivel de las aguas entre ambos océanos se regula mediante tres juegos de exclusas: Miraflores, Gatún y Pedro Miguel. Mientras dura esta explicación tenemos ocasión de ver en directo la maniobra de entrada en la exclusa de un buque de gran tonelaje que me deja bastante más impresionadas que todas las explicaciones oídas con anterioridad.

De regreso a Panamá cruzamos el Puente de las Américas que con su imponente estructura abraza ambas orillas del Canal y permite al mismo tiempo el tránsito de cualquier tipo de buque bajo su elegante arco.
Por la tarde vuelvo a al hotel y aprovecho para comprar algún souvenir: una “huaca” de oro y unas “molas” que son una forma de arte textil tradicional echo por la etnia kuna de la costa Atlántica basados en paneles con diseños complejos y múltiples capas usando una técnica de aplique inverso y que servirán encuadrar o para utilizar en la confección de los cojines. Al día siguiente aprovecharé para hacer compras de electrónica. El puerto libre de Colón sirve de plataforma de distribución para América del Norte y del Sur de toda la electrónica japonesa y algunas veces se encuentran cámaras y otros instrumentos a precios sospechosamente atractivos.
Una noche de domingo, cuando se viaja por motivos de trabajo, puede ser muy aburrida, pero tengo un plan. Iré a un restaurante típico del centro de la capital, que ofrece un excelente espectáculo folklórico de baile y música tradicional panameña. Los bordados en las “polleras” de las muchachas y el amplio vuelo de sus faldas las convierte en auténticas ruedas de gracia y de luz.

Al día siguiente ya estamos otra vez en marcha. Mi interlocutor en el despacho de la empresa es la misma persona que me invitó ayer a su casa. Pero me cuesta creerlo. “El negocio es el negocio” y se pelea con uñas y dientes por el último centavo, pero no llega la sangre al río y por la noche salgo rumbo a Cuba donde me esperan nuevos encuentros, y un sinfín de nuevas experiencias.

4 comentarios:

Cálida Brisa dijo...

¡¡Que pena!!
Cuando fuistes a Panama aun no eramos amigos y no nos llegó ninguna postal.
Es verdad que ademas de buen narrador, es muy atento con las amigas de internet(al menos las que yo conozco) y desde que lo conocimos nos enviaba lindas postales de los paises a los que viajaba.
Podrias escribir'' 500 millas por el mundo'', porque ojo, qué cantidad de paises has visitado, y que meticuloso has sido de ir guardando tantos apuntes para tus relatos.
Siempre me gustaron tus comentarios de viajes pero en el blogs te estas superando a ti mismo.
Seria una gozada poder ir a esos paises y que nos sirvieras de guia...Como soñar no cuesta dinero ahi lo dejo colgado por si en la vejez nos toca la primitiva y lo podemos hacer.
Ya vamos a tener que ser tres a jugar, porque a Willow se lo acabo de decir por telefono tambien jajaja

Un abrazo

Willow dijo...

Muchas veces, cuando leo tus relatos, siento una envidia enorme pero no sólo por el viaje y las cosas tan maravillosas que pudiste apreciar, sino porque tuviste la gran idea de ponerlas por escrito. Cuando el tiempo ha pasado es difícil recordar todos los detalles tan minuciosamente como lo haces tú. Sabes que me encanta leerte y te doy las gracias por compartirlo.
No soy una jugadora empedernida pero hoy iré a enviar una primitiva con toda la ilusión de ganar, aunque ya me siento afortunada.
Un beso

Elena dijo...

Veo que has recorrido prácticamente toda América Latina en tus periplos. He vuelto a sentirme transportada con tus palabras, Fede. Maravilloso relato, como todos los tuyos.

Un abrazo

Fede dijo...

Queridas Elena, Willow y Cálida brisa,
Gracias por vuestros elogiosos comentarios. No tengo más mérito que el haber estado allí y por deformación profesional ir siempre con los ojos pero sobre todo con el corazón muy abierto. Decía el zorro en "El Principito" que sólo se ve bien con los ojos del corazón. ...
En cuanto a la variedad de países, he tenido suerte. Pero me he quedado a medio camino: me gustaría recorrer otros cien países más y sobre todo apropairme de un trocito de su alma.