CIELO NOCTURNO
Novela
Soledad Puértolas
Anagrama 2008
Narrativas hispánicas
242 páginas
Cuando era una niña, Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) buscaba señales en el firmamento y ahora, mujer ya madura, donde fija su mirada es en su pasado de colegio de monjas en una ciudad con río y cierzo, muy parecida a Zaragoza tal como queda reflejado en su última novela, “Cielo nocturno” publicada por Anagrama.
No es una novedad ya que de manera directa o indirecta, Soledad Puértolas siempre recurre al pasado y a su autobiografía para armar sus novelas. En este caso no lo hace de forma esporádica, hasta el punto que la novela podría pasar por el relato de su propia juventud. Pero, evidentemente, siempre que se escribe sobre uno mismo, y a medida que los recuerdos se acercan a la actualidad, interviene la imaginación para transformarlos y que no nos dañen a nosotros mismos ni dañen a los co-protagonistas que nos encontraremos mañana en la calle.
Por eso mismo, observamos, que mientras que los recuerdos de la niñez, y en particular, los recuerdos de su colegio de monjas y de la espantosa mortadela que le hacían comer, están vívidamente dibujados, lo mismo que los rincones de la ciudad, su ambiente, su cielo estrellado en los que buscaba signos, como ahora busca signos en su pasado, (de ahí el título de la novela). Traza retratos exactos de algunas de sus profesoras, en particular de las que más directamente influyeron en su vocación de escritora, o en las semi-monjas, profesoras seglares que sin embargo viven por y para el colegio sin a penas contacto con otros hombres o con la vida de la ciudad.
No ocurre así cuando accede a la Universidad y empieza a vivir una vida en la que las decisiones son suyas y por consiguiente es la única responsable de sus actos. Sabemos que la escritora vino de Zaragoza a Madrid a los 14 años, pero la protagonista sin nombre, sigue viviendo en la misma ciudad sin nombre, y las anécdotas y los recuerdos, aunque esbozados, se difuminan. Como Soledad Puértolas admite, la protagonista tiene muchas cosas suyas, “pero al revés, como deformadas”, construidas “de forma muy parecida a como ocurre en los sueños en los que los objetos se deforman, o se colocan en otro lugar en el que los vemos habitualmente en nuestras vidas” Admite así mismo que la parte que más le ha costado evocar es la de la Universidad, “porque es mucho más cercana en el tiempo que su infancia y porque muchos de los protagonistas están todavía vivos”.
“Cielo nocturno” de Soledad Puértolas, no me ha decepcionado. Habituado a sus novelas estaba seguro de que volvería, como en libros anteriores, a su pasado, al que necesita volver a él de manera recurrente para tratar de entenderse a sí misma. Pero, ¿acaso no es así para todos nosotros? Nuestro pasado es como un haz luminoso que proyecta sus rayos en los rincones más oscuros de nuestra vida. Volvemos una y otra vez a él, a nuestra niñez, para tratar de explicarnos cómo éramos, cómo fuimos, con nostalgia o con rencor, con amargura o con cariño, con alegría o con dolor, pero no es el pasado, lo que juzgamos, es nuestro presente el que tratamos de esclarecer, y desde este presente, seguimos con el dedo, como si de un laberinto se tratara, el tortuoso camino que nos lleva a nuestro ayer.
Novela
Soledad Puértolas
Anagrama 2008
Narrativas hispánicas
242 páginas
Cuando era una niña, Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) buscaba señales en el firmamento y ahora, mujer ya madura, donde fija su mirada es en su pasado de colegio de monjas en una ciudad con río y cierzo, muy parecida a Zaragoza tal como queda reflejado en su última novela, “Cielo nocturno” publicada por Anagrama.
No es una novedad ya que de manera directa o indirecta, Soledad Puértolas siempre recurre al pasado y a su autobiografía para armar sus novelas. En este caso no lo hace de forma esporádica, hasta el punto que la novela podría pasar por el relato de su propia juventud. Pero, evidentemente, siempre que se escribe sobre uno mismo, y a medida que los recuerdos se acercan a la actualidad, interviene la imaginación para transformarlos y que no nos dañen a nosotros mismos ni dañen a los co-protagonistas que nos encontraremos mañana en la calle.
Por eso mismo, observamos, que mientras que los recuerdos de la niñez, y en particular, los recuerdos de su colegio de monjas y de la espantosa mortadela que le hacían comer, están vívidamente dibujados, lo mismo que los rincones de la ciudad, su ambiente, su cielo estrellado en los que buscaba signos, como ahora busca signos en su pasado, (de ahí el título de la novela). Traza retratos exactos de algunas de sus profesoras, en particular de las que más directamente influyeron en su vocación de escritora, o en las semi-monjas, profesoras seglares que sin embargo viven por y para el colegio sin a penas contacto con otros hombres o con la vida de la ciudad.
No ocurre así cuando accede a la Universidad y empieza a vivir una vida en la que las decisiones son suyas y por consiguiente es la única responsable de sus actos. Sabemos que la escritora vino de Zaragoza a Madrid a los 14 años, pero la protagonista sin nombre, sigue viviendo en la misma ciudad sin nombre, y las anécdotas y los recuerdos, aunque esbozados, se difuminan. Como Soledad Puértolas admite, la protagonista tiene muchas cosas suyas, “pero al revés, como deformadas”, construidas “de forma muy parecida a como ocurre en los sueños en los que los objetos se deforman, o se colocan en otro lugar en el que los vemos habitualmente en nuestras vidas” Admite así mismo que la parte que más le ha costado evocar es la de la Universidad, “porque es mucho más cercana en el tiempo que su infancia y porque muchos de los protagonistas están todavía vivos”.
“Cielo nocturno” de Soledad Puértolas, no me ha decepcionado. Habituado a sus novelas estaba seguro de que volvería, como en libros anteriores, a su pasado, al que necesita volver a él de manera recurrente para tratar de entenderse a sí misma. Pero, ¿acaso no es así para todos nosotros? Nuestro pasado es como un haz luminoso que proyecta sus rayos en los rincones más oscuros de nuestra vida. Volvemos una y otra vez a él, a nuestra niñez, para tratar de explicarnos cómo éramos, cómo fuimos, con nostalgia o con rencor, con amargura o con cariño, con alegría o con dolor, pero no es el pasado, lo que juzgamos, es nuestro presente el que tratamos de esclarecer, y desde este presente, seguimos con el dedo, como si de un laberinto se tratara, el tortuoso camino que nos lleva a nuestro ayer.
2 comentarios:
Fede, sabes que leyendo tu comentario me han entrado ganas de leer este libro? Ya te diré si lo hago y qué me parece. Tengo idea de haber leido algo de esta escritora.
Gracias por ayudarnos a elegir lecturas y así disfrutar de este gran placer.
Un beso
Carmen
Me ha encantado la reseña, Fede. No he leído mucho de esta autora, pero tras tus palabras tendré que volver a ella. Tu reflexión sobre la importancia del pasado en nuestras vidas está cargada de verdades. Los recuerdos son nuestro legado más íntimo, de ahí que nos resulten tan reconfortantes.
Un saludo
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