10 de febrero de 2008

Edvar Munch: El Grito

El Grito
Óleo temple y pastel sobre cartón
National Gallery
OSLO

“Yo pintaba las líneas y los colores que afectaban a mi ojo interno. Pintaba de memoria sin añadir nada, sin detalles, que ya no estaban ante mí. Este es el motivo de la simplicidad de los cuadros, de su obvia vacuidad. Pintaba las impresiones de mi infancia, los colores apagados de un día olvidado”
Edvar Munich

El grito (además de la importante versión de 1893 de la Galería Nacional existen alrededor de cincuenta copias) nos confronta con el miedo y la soledad del ser humano en una naturaleza que no consuela, sino que recoge el grito y lo arrastra por la amplia ensenada hasta el cielo teñido de rojo sangre. La ensenada con los veleros apenas insinuados, así como el puente cuya baranda corta el cuadro por la diagonal, hacen alusión a Nordstrand. En unas notas de 1892 escritas durante su convalecencia en Niza, Munch recuerda la situación que daría origen al cuadro: “Iba caminando con dos amigos por el paseo – el sol se ponía – el cielos e volvió de pronto rojo – yo me paré – cansado me apoyé en una baranda – sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no veía sino sangre y lenguas de fuego – mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo – y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza.”

Antes de llegar a este punto, Munich tenía tras de si una carrera artística jalonada de numerosos escándalos y una vida plagada de sufrimientos. El punto de partida había sido su situación familiar particular, así como las condiciones generales de la vida en la capital noruega. La enfermedad y la falsa moral serán desde temprano dos temas característicos de los trabajos de Munch. Desde su niñez, la experiencia de la muerte y de la enfermedad había ocupado un lugar central en su vida. Su hermana Sophie murió de tuberculosis a los quince años. Munch vivió con plena conciencia el desarrollo de la enfermedad, y es esta experiencia la que tratará más tarde en el cuadro La niña enferma, que data de 1885 -1886. A la edad de cinco años pierde a su madre, víctima también de la tuberculosis, que por entonces se propagaba como una epidemia. En 1889, durante la estancia de Munch en Paris, muere su padre. La preocupación por la supervivencia de la familia acompañó a Munch hasta entrados los años noventa. En uno de los apuntes posteriores Munch escribirá que nunca dejó de considerar ambos factores como dos motivos importantes en el desarrollo de su personalidad, así como en su evolución artística: “Sin el miedo y la enfermedad mi vida sería como un bote sin remos.”

3 comentarios:

Paquita dijo...

Yo asociando el ''Grito'' con las ondas del cielo me da la sensación que son las vibraciones de la voz.
Ya se algo más.
Un beso

Durrell dijo...

Es uno de mis cuadros favoritos. Soy muy selecta sobre todas aquellas pinturas que se salen del realismo; en esos casos me dejo atraer por las expresiones, por algunas combinaciones de color o simplemente por la forma de las pinceladas.

En 'El grito' me atrae la aparente simpleza en la figura y la tremenda capacidad del pintor para reflejar ese sentimiento tan desolador.

magaoliveira dijo...

He llegado a tu blog volando en mi alfombra magica, buscando la angustia y me llevo la imagen, después de deleitarme con una interesante lectura. cariños