23 de enero de 2008

El niño con el pijama de rayas


EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Novela
John Boyne
Salamandra 2007
Título original “The Boy in the striped Pyjamas” 2006
Traducido del ingles por Gemma Rovira Ortega
219 páginas



Llevo unos días tratando de poner en claro mis impresiones sobre este libro que tanto ha dado que hablar, que se ha traducido a más de 20 idiomas, que ha estado en la lista de libros más vendidos en varios países de Europa, incluida España y que a penas publicado está siendo adaptado al cine.

Algo tendrá que tener, me digo, pues tanta gente devorando el libro no puede estar equivocada. Y caigo en la cuenta de que inconscientemente quizá estemos buscando una vuelta a la inocencia que nos blinde contra el horror de lo que pretendemos olvidar.

Es muy cierto que no hay nada tan implacable como la mirada inocente de un niño. El Bruno de la historia nos conmueve sobre todo por lo cerca que vive del drama del holocausto y lo poco que parece entender. Tan poquito, que aún admitiendo que se trata de un niño de 9 años, nos parece algo irreal sobre todo cuando hemos visto películas como “La vida es bella” del italiano Benigni, o se ha leído el Diario de Ana Frank. Aquellos niños vivieron la tragedia del holocausto, del otro lado de la verja es cierto, y a pesar de su corta edad fueron plenamente conscientes de lo que estaba pasando aunque no supieran, y ahí está también la tragedia, el por qué de su sufrimiento.

El Bruno de nuestra historia, vive Auschwitz de este lado de la alambrada como hijo del Comandante del Campo y aunque se hace preguntas se las responde con una candidez propias de un niño 5 años. Qué ocasión perdida de haber utilizado esa inocencia taladrante para explorar como con un bisturí, los más genuinos y lacerantes sentimientos de su padre, o los no menos repugnantes de su madre y de su hermana.

Se ha intentado eliminar las barreras entre lo infantil y lo adulto creando un lenguaje apto para ambos mundos, pero por seductora que parezca la idea no deja de ser un recurso que ha dado felices resultados cuando la fantasía (mundo de los niños) ha servido de entramado a los temas trascendentes de la vida humana (mundo de los adultos). En ese sentido, nada tiene que ver este libro con “El Principito” con el que se ha querido equiparar. Cuando el Principito riega su flor o amaestra al zorro el niño lee un cuento pero el adulto entiendo lo que es la amistad.

Pese a que en la contraportada se nos advierte que el preferible leer este libro sin una idea preconcebida, y para los que aún no lo han leído voy a respetar la consigna, creo que a penas iniciada la lectura no sólo sabemos de qué va la historia sino que adivinamos el posible desenlace.

Resumiendo y aún aceptado de que se trata de una novela escrita en un lenguaje muy sencillo (y en ese sentido es ciertamente infantil) creo que John Boyne ha explotado la veta sensiblera y cómoda del lector que prefiere seguir siendo niño para no pensar, sin ahondar ni reflexionar sobre el holocausto y como ese hecho histórico marcó y probablemente transformó la vida de los que lo vivieron de este lado de las alambradas.

1 comentario:

Willow dijo...

Independientemente de que intuyera el final y, quizás, porque lo terminé en un plis-plas, me ha gustado pero gracias a que aún hay niños que a los 9 parecen tener 5 ó mayores que a los 50 parecen tener 20, algunos disfrutamos de esa ingenuidad y ¿por qué no? alegría de vivir, sin reparar en el cruel entorno. Un beso.