30 de enero de 2008
29 de enero de 2008
Día 27 de Enero 2008: San Lesmes
San Lesmes es el patrón oficial de Burgos, sin embargo al celebrarse su fiesta el día 30 de enero los rigores del clima han hecho que se eligiera además el día de San Pedro para celebrar con mayor solemnidad las fiestas de la ciudad.
No obstante, la fiesta de San Lesmes, (este año adelantada al domingo día 27) tiene algo de entrañable. Yo diría que es el día del "burgalesismo". Todas las Asociaciones, Peñas, Casas Regionales, y otros estamentos de la ciudad desfilan por el paseo del Espolón hacia la Iglesia Parroquial de San Lesmes, situada a orillas del Río Vena. La Ofrenda de los panecillos por parte de las Reinas de las diferentes Peñas, la ofrenda que hace el Sr. Alcalde en nombre del Ayuntamiento de la ciudad del Cirio Pascual, y luego después de misa el reparto masivo de roscos o panecillos de San Lesmes son una estampa característica de este día. Nunca como entonces vemos a tanta gente desempolvar sus capas y sus trajes regionales y sentirse por unas horas heredero de las recias tradiciones castellanas.
25 de enero de 2008
Cómplice
Todos necesitamos alguna vez un cómplice
alguien que nos ayude a usar el corazón
que nos espere ufano en los viejos desvanes
que desnude el pasado y desarme el dolor
prodigioso / sencillo / dueño de su silencio
alguien que esté en el barrio donde nacimos o
que por lo menos cargue nuestros remordimientos
hasta que la conciencia nos cuelgue su perdón
cómplice del trasmundo nos defiende del mundo
del sablazo del rayo y las llamas del sol
todos necesitamos alguna vez un cómplice
alguien que nos ayude a usar el corazón
alguien que nos ayude a usar el corazón
que nos espere ufano en los viejos desvanes
que desnude el pasado y desarme el dolor
prodigioso / sencillo / dueño de su silencio
alguien que esté en el barrio donde nacimos o
que por lo menos cargue nuestros remordimientos
hasta que la conciencia nos cuelgue su perdón
cómplice del trasmundo nos defiende del mundo
del sablazo del rayo y las llamas del sol
todos necesitamos alguna vez un cómplice
alguien que nos ayude a usar el corazón
Mario Benedetti (Adioses y Bienvenidas, 2006)
Castillos en Moldavia
Se atribuye a Samuel Ullman la cita siguiente: “Nadie se hace viejo sólo por vivir cierta cantidad de años. Nos hacemos viejos cuando abandonamos nuestros ideales. Puede que los años nos arruguen la piel, pero olvidarse del entusiasmo nos arruga el alma”.
No dejo de pensar en esta frase ahora que veo en torno a mi personas de la misma edad y me pregunto por qué están tan envejecidas. No están enfermas. Simplemente se les ha acartonado el alma. Hay que hacer acopio de fortaleza, de proyectos y de alegría para acercarse a ellos porque su enfermedad es altamente contagiosa. Afortunadamente el antídoto no se encuentra en las farmacias. Está en uno mismo, en la capacidad para soñar, para hacer planes, para construir castillos en Moldavia.
23 de enero de 2008
El niño con el pijama de rayas
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Novela
John Boyne
Salamandra 2007
Título original “The Boy in the striped Pyjamas” 2006
Traducido del ingles por Gemma Rovira Ortega
219 páginas
Llevo unos días tratando de poner en claro mis impresiones sobre este libro que tanto ha dado que hablar, que se ha traducido a más de 20 idiomas, que ha estado en la lista de libros más vendidos en varios países de Europa, incluida España y que a penas publicado está siendo adaptado al cine.
Algo tendrá que tener, me digo, pues tanta gente devorando el libro no puede estar equivocada. Y caigo en la cuenta de que inconscientemente quizá estemos buscando una vuelta a la inocencia que nos blinde contra el horror de lo que pretendemos olvidar.
Es muy cierto que no hay nada tan implacable como la mirada inocente de un niño. El Bruno de la historia nos conmueve sobre todo por lo cerca que vive del drama del holocausto y lo poco que parece entender. Tan poquito, que aún admitiendo que se trata de un niño de 9 años, nos parece algo irreal sobre todo cuando hemos visto películas como “La vida es bella” del italiano Benigni, o se ha leído el Diario de Ana Frank. Aquellos niños vivieron la tragedia del holocausto, del otro lado de la verja es cierto, y a pesar de su corta edad fueron plenamente conscientes de lo que estaba pasando aunque no supieran, y ahí está también la tragedia, el por qué de su sufrimiento.
El Bruno de nuestra historia, vive Auschwitz de este lado de la alambrada como hijo del Comandante del Campo y aunque se hace preguntas se las responde con una candidez propias de un niño 5 años. Qué ocasión perdida de haber utilizado esa inocencia taladrante para explorar como con un bisturí, los más genuinos y lacerantes sentimientos de su padre, o los no menos repugnantes de su madre y de su hermana.
Se ha intentado eliminar las barreras entre lo infantil y lo adulto creando un lenguaje apto para ambos mundos, pero por seductora que parezca la idea no deja de ser un recurso que ha dado felices resultados cuando la fantasía (mundo de los niños) ha servido de entramado a los temas trascendentes de la vida humana (mundo de los adultos). En ese sentido, nada tiene que ver este libro con “El Principito” con el que se ha querido equiparar. Cuando el Principito riega su flor o amaestra al zorro el niño lee un cuento pero el adulto entiendo lo que es la amistad.
Pese a que en la contraportada se nos advierte que el preferible leer este libro sin una idea preconcebida, y para los que aún no lo han leído voy a respetar la consigna, creo que a penas iniciada la lectura no sólo sabemos de qué va la historia sino que adivinamos el posible desenlace.
Resumiendo y aún aceptado de que se trata de una novela escrita en un lenguaje muy sencillo (y en ese sentido es ciertamente infantil) creo que John Boyne ha explotado la veta sensiblera y cómoda del lector que prefiere seguir siendo niño para no pensar, sin ahondar ni reflexionar sobre el holocausto y como ese hecho histórico marcó y probablemente transformó la vida de los que lo vivieron de este lado de las alambradas.
Novela
John Boyne
Salamandra 2007
Título original “The Boy in the striped Pyjamas” 2006
Traducido del ingles por Gemma Rovira Ortega
219 páginas
Llevo unos días tratando de poner en claro mis impresiones sobre este libro que tanto ha dado que hablar, que se ha traducido a más de 20 idiomas, que ha estado en la lista de libros más vendidos en varios países de Europa, incluida España y que a penas publicado está siendo adaptado al cine.
Algo tendrá que tener, me digo, pues tanta gente devorando el libro no puede estar equivocada. Y caigo en la cuenta de que inconscientemente quizá estemos buscando una vuelta a la inocencia que nos blinde contra el horror de lo que pretendemos olvidar.
Es muy cierto que no hay nada tan implacable como la mirada inocente de un niño. El Bruno de la historia nos conmueve sobre todo por lo cerca que vive del drama del holocausto y lo poco que parece entender. Tan poquito, que aún admitiendo que se trata de un niño de 9 años, nos parece algo irreal sobre todo cuando hemos visto películas como “La vida es bella” del italiano Benigni, o se ha leído el Diario de Ana Frank. Aquellos niños vivieron la tragedia del holocausto, del otro lado de la verja es cierto, y a pesar de su corta edad fueron plenamente conscientes de lo que estaba pasando aunque no supieran, y ahí está también la tragedia, el por qué de su sufrimiento.
El Bruno de nuestra historia, vive Auschwitz de este lado de la alambrada como hijo del Comandante del Campo y aunque se hace preguntas se las responde con una candidez propias de un niño 5 años. Qué ocasión perdida de haber utilizado esa inocencia taladrante para explorar como con un bisturí, los más genuinos y lacerantes sentimientos de su padre, o los no menos repugnantes de su madre y de su hermana.
Se ha intentado eliminar las barreras entre lo infantil y lo adulto creando un lenguaje apto para ambos mundos, pero por seductora que parezca la idea no deja de ser un recurso que ha dado felices resultados cuando la fantasía (mundo de los niños) ha servido de entramado a los temas trascendentes de la vida humana (mundo de los adultos). En ese sentido, nada tiene que ver este libro con “El Principito” con el que se ha querido equiparar. Cuando el Principito riega su flor o amaestra al zorro el niño lee un cuento pero el adulto entiendo lo que es la amistad.
Pese a que en la contraportada se nos advierte que el preferible leer este libro sin una idea preconcebida, y para los que aún no lo han leído voy a respetar la consigna, creo que a penas iniciada la lectura no sólo sabemos de qué va la historia sino que adivinamos el posible desenlace.
Resumiendo y aún aceptado de que se trata de una novela escrita en un lenguaje muy sencillo (y en ese sentido es ciertamente infantil) creo que John Boyne ha explotado la veta sensiblera y cómoda del lector que prefiere seguir siendo niño para no pensar, sin ahondar ni reflexionar sobre el holocausto y como ese hecho histórico marcó y probablemente transformó la vida de los que lo vivieron de este lado de las alambradas.
21 de enero de 2008
Cadena de desbarajustes
Mr. Rockmántico: “Mejor morir de pie, que vivir arrodillado”.
Don´t Worry, Be Happy: “Como no sabían que era imposible, lo hicieron”.
Rubén: “Si los que hablan mal de mí supieran lo que yo pienso de ellos, hablarían mucho peor”.
Lara: “Si la vida te da la espalda, tócale el culo”.
Javi: “Nunca te rindas antes de intentarlo”.
Chasky: “Para ganar hay que saber perder”.
Doctor JB: “Id a darle por culo a alguien… menos al de la 302, tiene un desgarro anal”
Señor Oscuro: “Una comida puede estar asquerosa, pero con hambre está asquerosamente deliciosa”.
Misstwenty: "Ojo por ojo... y todo el mundo acabará ciego"
IceMan: "No se nos conoce por nuestro nombre sino por nuestras acciones"
Patry: ''La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que nos dejan sin aliento''.
Durrell: "Ojos que no ven, torta que te pegas.... jaja...mejor mirar por donde camina uno"
Consuelo: “En las historias de amor la felicidad es siempre igual, en cambio, cada desgracia tiene su fisonomía distinta”
Ianira: "inventar una frase requiere un tiempo prudencial"
Fede: "¿Que puedes hacer si la persona que te hace llorar tanto es la única capaz de consolarte?
No sé si esto funciona así, pero si tiene que seguir la bola que sea de mano de Willow y de Raisa
Don´t Worry, Be Happy: “Como no sabían que era imposible, lo hicieron”.
Rubén: “Si los que hablan mal de mí supieran lo que yo pienso de ellos, hablarían mucho peor”.
Lara: “Si la vida te da la espalda, tócale el culo”.
Javi: “Nunca te rindas antes de intentarlo”.
Chasky: “Para ganar hay que saber perder”.
Doctor JB: “Id a darle por culo a alguien… menos al de la 302, tiene un desgarro anal”
Señor Oscuro: “Una comida puede estar asquerosa, pero con hambre está asquerosamente deliciosa”.
Misstwenty: "Ojo por ojo... y todo el mundo acabará ciego"
IceMan: "No se nos conoce por nuestro nombre sino por nuestras acciones"
Patry: ''La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que nos dejan sin aliento''.
Durrell: "Ojos que no ven, torta que te pegas.... jaja...mejor mirar por donde camina uno"
Consuelo: “En las historias de amor la felicidad es siempre igual, en cambio, cada desgracia tiene su fisonomía distinta”
Ianira: "inventar una frase requiere un tiempo prudencial"
Fede: "¿Que puedes hacer si la persona que te hace llorar tanto es la única capaz de consolarte?
No sé si esto funciona así, pero si tiene que seguir la bola que sea de mano de Willow y de Raisa
17 de enero de 2008
Día 17 Enero 2008 Día de Los titos
Hoy se han celebrado "Los Titos" en el Barrio de Gamonal de Burgos. Se reparten unas 10.000 raciones de titos entre el numeroso público que acude a conmemorar la Fiesta de San Antón. En efecto, la Cofradía de San Antón, como popularmente se la conoce, lleva más de 500 años repartiendo los titos a todos cuantos se presentan ese día.
Fundada en el año 1502 ha enido atendiendo a los pobres, necesitados y enfermos ofreciéndoles alimentos y auxilios sanitarios en los hospiales que constituyó a tgal fin en Gamonal y Castañares, y que naturalmente han desaparecido con el tiempo.
Es típico de esta fiesta la bendición por la mañana de los animales a la salida de la misa y acto seguido la degustación de los titos. Es curioso ver a la gente acudir no sólo a probar "los titos" sino a hacer acopio con cazuelas para para la comida de la familia.
Las Fiestas de San Antón, junto con las de "Las Candelas" en honor de Nuetra Señoral la Real y Antigua, el dos de febrero, son las señales de identidad de todo el barrio de Gamonal que cosnerva esta tradición de genración en genración y que a todos los gamonaleros nos enorgullece. Pero de "Las Candelas", ya que me toca organizarlas personalmente hablaré más extensamente otro día.
Fundada en el año 1502 ha enido atendiendo a los pobres, necesitados y enfermos ofreciéndoles alimentos y auxilios sanitarios en los hospiales que constituyó a tgal fin en Gamonal y Castañares, y que naturalmente han desaparecido con el tiempo.
Es típico de esta fiesta la bendición por la mañana de los animales a la salida de la misa y acto seguido la degustación de los titos. Es curioso ver a la gente acudir no sólo a probar "los titos" sino a hacer acopio con cazuelas para para la comida de la familia.
Las Fiestas de San Antón, junto con las de "Las Candelas" en honor de Nuetra Señoral la Real y Antigua, el dos de febrero, son las señales de identidad de todo el barrio de Gamonal que cosnerva esta tradición de genración en genración y que a todos los gamonaleros nos enorgullece. Pero de "Las Candelas", ya que me toca organizarlas personalmente hablaré más extensamente otro día.
12 de enero de 2008
¿Hacer lo correcto o ser popular?
No es lo mismo hacer lo correcto que ser popular. A veces en la vida nos enfrentamos a la disyuntiva de hacer lo que creemos que se debe hacer o hacer las cosas que contentan o no disgustan a los demás. Corregir a los hijos, reprochar la conducta de un amigo, condenar una injusticia no siempre es agradable pero es lo correcto, es lo que debemos hacer si no queremos dejarnos arrastrar por la mediocridad.
Afortunadamente, a la larga, esas decisiones difíciles acaban siendo recompensadas. Hace pocos días mi hijo me comentaba lo mucho que le enfurecía que le reprendiéramos cuando era adolescente y cómo, cuando se había calmado el resquemor, recapacitaba a escondidas sobre lo que le habíamos dicho. Pero a parte de esa posible recompensa, elegir lo popular en lugar de lo correcto es traicionarse a sí mismo y eso, a la larga acaba minando todas nuestras fortalezas.
11 de enero de 2008
Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol
AL SUR DE LA FRONTERA, AL OESTE DEL SOL
Novela
Haruki Murakami
Tusquets Editores
Colección Andanzas 2003
Primera edición en Japonés 1998
Traducido del Japonés por Lourdes Porta
268 páginas
¿Qué se hace cuando, llegado a la edad adulta, alguien re-encuentra ese amor infantil que le marcó a fuego para siempre?
Con inusitada ternura y exquisita delicadeza Haruki Murakami explora en esta novela el dilema de un hombre adulto, felizmente casado y con dos hijas, a quién todo parece sonreírle en la vida; que nunca se ha planteado otros horizontes porque en lugar de las botas de siete leguas cree haber calzado las botas de la felicidad, y que un buen día, sin proponérselo, se encuentra con aquella niña de la infancia hecha mujer y se da cuenta de que ese pasado que creía olvidado para siempre, no sólo no ha desaparecido sino que cuestiona y remueve como un garfio su presente y la sinceridad de sus sentimientos?
Hajime, el protagonista de la historia nunca pretendió ser fiel a unos recuerdos de niñez. Los avatares de la vida lo alejaron de aquel brote de amor incipiente que sintió por Shimamoto, su amiga de la infancia. Por los lugares por los que fue pasando conoció a otras jóvenes: las amó, se divirtió, se asentó y finalmente se casó con la que estaba convencido sería su mujer para siempre.
Cierto es que en sus variados encuentros con otras mujeres siempre echó en falta ese algo especialmente hecho para él. Sentía como si las mujeres que iba frecuentando no acabaran de encajar del todo en su molde.
“Shimamoto sí poseía ese algo”, pensé. Mientras estaba con aquella chica, no dejaba de pensar en mi amiga de la infancia. Está mal, pero no pude evitarlo. Sólo con pensar en Shimamoto, me estremecía con una excitación febril que parecía abrir una puerta situada en lo más hondo de mi corazón. Sin embargo, mientras paseaba con aquella bonita chica por el parque de Hibiya no logré sentir ninguna excitación ni ningún estremecimiento parecidos. Sólo una especie de simpatía y una serena dulzura.
Hajime, se gana ahora la vida cómodamente regentando un club de Jazz (dato tomado de la propia biografía de nuestro autor) que se convierte en un lugar en voga de la pequeña ciudad en la que reside. Un buen día, observa a una extraña mujer acodada en la barra de su club y que inmóvil a penas ha rozado la bebida frente a ella. Picado por la curiosidad la observa con más detenimiento y para su sorpresa se da cuenta que no es otra que Shimamoto.
La atracción renace, Hablan, crece el misterio y el deseo de saber más de ella y pronto Hajime, obsesionado, parece dispuesto a dejarlo todo por ella. Sin embargo esta mujer es ahora una total desconocida. Hajime nunca sabrá de hecho si se ha casado o dónde y de qué vive. Murakami envuelve estas escenas del reencuentro en una cortina de misterio simbolizadas por las numerosas alusiones a la lluvia y a la niebla.
Abrió la puerta y se marchó. Cinco minutos después, subí las escaleras y salí a la calle. Me preocupaba que no hubiese podido encontrar un taxi. Seguía lloviendo. Shimamoto ya no estaba. En la calle no se veía un alma. Sólo las luces de los faros de los coches extendiéndose borrosas sobre el pavimento mojado.
“Tal vez haya sido una ilusión”, pensé. Permanecí allí de pie largo tiempo mirando cómo la lluvia caía sobre la calle. Me daba la impresión de haber vuelto a los doce años.
Esa misma niebla envuelve a nuestro protagonista que se debate entre una fatal atracción por el misterio y la fidelidad a la esposa que ama. Con inquietante sutileza, Murakami destila en esta trama clásica – un amor perdido y recobrado, la consumación de una promesa de plenitud – la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.
Pretend you’re happy when you’re blue
it isn’t very hard to do.
Pretende que eres feliz cuando estás triste.
No es difícil fingir.
Creo que he leído una gran novela y ya tengo en mis manos otra novela posterior suya que , espero, confirme mi impresión del autor. No puede se de otro modo cuando Murakami, es en la actualidad el escritor de mayor prestigio en Japón, galardonado con el Premio Yomiuri, concedido a autores como Mishima, Oé y Kôbô Abe,
Novela
Haruki Murakami
Tusquets Editores
Colección Andanzas 2003
Primera edición en Japonés 1998
Traducido del Japonés por Lourdes Porta
268 páginas
¿Qué se hace cuando, llegado a la edad adulta, alguien re-encuentra ese amor infantil que le marcó a fuego para siempre?
Con inusitada ternura y exquisita delicadeza Haruki Murakami explora en esta novela el dilema de un hombre adulto, felizmente casado y con dos hijas, a quién todo parece sonreírle en la vida; que nunca se ha planteado otros horizontes porque en lugar de las botas de siete leguas cree haber calzado las botas de la felicidad, y que un buen día, sin proponérselo, se encuentra con aquella niña de la infancia hecha mujer y se da cuenta de que ese pasado que creía olvidado para siempre, no sólo no ha desaparecido sino que cuestiona y remueve como un garfio su presente y la sinceridad de sus sentimientos?
Hajime, el protagonista de la historia nunca pretendió ser fiel a unos recuerdos de niñez. Los avatares de la vida lo alejaron de aquel brote de amor incipiente que sintió por Shimamoto, su amiga de la infancia. Por los lugares por los que fue pasando conoció a otras jóvenes: las amó, se divirtió, se asentó y finalmente se casó con la que estaba convencido sería su mujer para siempre.
Cierto es que en sus variados encuentros con otras mujeres siempre echó en falta ese algo especialmente hecho para él. Sentía como si las mujeres que iba frecuentando no acabaran de encajar del todo en su molde.
“Shimamoto sí poseía ese algo”, pensé. Mientras estaba con aquella chica, no dejaba de pensar en mi amiga de la infancia. Está mal, pero no pude evitarlo. Sólo con pensar en Shimamoto, me estremecía con una excitación febril que parecía abrir una puerta situada en lo más hondo de mi corazón. Sin embargo, mientras paseaba con aquella bonita chica por el parque de Hibiya no logré sentir ninguna excitación ni ningún estremecimiento parecidos. Sólo una especie de simpatía y una serena dulzura.
Hajime, se gana ahora la vida cómodamente regentando un club de Jazz (dato tomado de la propia biografía de nuestro autor) que se convierte en un lugar en voga de la pequeña ciudad en la que reside. Un buen día, observa a una extraña mujer acodada en la barra de su club y que inmóvil a penas ha rozado la bebida frente a ella. Picado por la curiosidad la observa con más detenimiento y para su sorpresa se da cuenta que no es otra que Shimamoto.
La atracción renace, Hablan, crece el misterio y el deseo de saber más de ella y pronto Hajime, obsesionado, parece dispuesto a dejarlo todo por ella. Sin embargo esta mujer es ahora una total desconocida. Hajime nunca sabrá de hecho si se ha casado o dónde y de qué vive. Murakami envuelve estas escenas del reencuentro en una cortina de misterio simbolizadas por las numerosas alusiones a la lluvia y a la niebla.
Abrió la puerta y se marchó. Cinco minutos después, subí las escaleras y salí a la calle. Me preocupaba que no hubiese podido encontrar un taxi. Seguía lloviendo. Shimamoto ya no estaba. En la calle no se veía un alma. Sólo las luces de los faros de los coches extendiéndose borrosas sobre el pavimento mojado.
“Tal vez haya sido una ilusión”, pensé. Permanecí allí de pie largo tiempo mirando cómo la lluvia caía sobre la calle. Me daba la impresión de haber vuelto a los doce años.
Esa misma niebla envuelve a nuestro protagonista que se debate entre una fatal atracción por el misterio y la fidelidad a la esposa que ama. Con inquietante sutileza, Murakami destila en esta trama clásica – un amor perdido y recobrado, la consumación de una promesa de plenitud – la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.
Pretend you’re happy when you’re blue
it isn’t very hard to do.
Pretende que eres feliz cuando estás triste.
No es difícil fingir.
Creo que he leído una gran novela y ya tengo en mis manos otra novela posterior suya que , espero, confirme mi impresión del autor. No puede se de otro modo cuando Murakami, es en la actualidad el escritor de mayor prestigio en Japón, galardonado con el Premio Yomiuri, concedido a autores como Mishima, Oé y Kôbô Abe,
10 de enero de 2008
Polonia de Mazurcas y Caballeros Teutones
Lo primero que sorprende cuando viajas por el norte de Polonia es que como en el mar, la línea de horizonte se pierde en la bruma de la distancia. Nos encontramos en una inmensa llanura que ha servido como pasillo de culturas y lamentablemente también de guerras, invasiones, y desmembramientos. Sólo en 150 años Polonia fue repartida cuatro veces entre los países vecinos, por eso hoy desaparecidas las fronteras y amordazados los cañones es difícil diferenciar la zona norte de Polonia, antigua Prusia oriental de su homónima alemana la Prusia Occidental.
Por motivos de trabajo visité con frecuencia esa zona de Polonia y guardo recuerdos muy singulares. Sin embargo, Varsovia que tantas emociones suscita al evocar su nombre, me ha parecido una ciudad insulsa y sin gracia. Quizá la destrucción del Ghetto de Varsovia, y las monstruosidades construidas durante el Régimen stalinista le robaron el alma. Afortunadamente no pudieron con el majestuoso Vístula que la atraviesa, ni con el tesón de los polacos que a lo largo de los años han reconstruido el Palacio Real destrozado totalmente durante la Segunda Guerra Mundial y que hoy hemos vuelto a recuperar así como su pintoresca Plaza Mayor con sus casas de colores, sus tejados que nos recuerdan rincones de Ámsterdam y sus no menos populares cervecerías y restaurantes.
Pero en Varsovia paré poco. El viaje hacia el Norte por la carretera Nacional de una sol carril en ambas direcciones se hace agónico y peligroso. El tráfico es intenso ya que se trata del único acceso de Varsovia hacia los puertos del Báltico, y la monotonía de sus largas rectas que como una herida sajan interminables bosques de abedules llega a causar una especie de estado hipnótico muy propicio a las imprudencias y a los accidentes.
Pero llegamos a Masuria y aunque no nos guste el baile, pronto aprendemos que de ahí proviene la mazurca baile popular que se ha extendido posteriormente a Canarias y a algunos países de Sudamérica. Pero Masuria es sobre todo tierra de bosques, grandes extensiones de verdes prados y lagos helados en invierno, pero deliciosamente alegres y azules en verano. La blancura de los pequeños veleros y la desbandada repentina de los patos hacen guiños al sol entre el verde tupido de los árboles y el espejo rutilante del agua.
Gdansk o Danzing si utilizamos la terminología alemana, es el principal puerto de Polonia, y los obreros de sus astilleros bajo el lema de “Solidarnosc” (Solidaridad) fueron los que en 1980 iniciaron el proceso de independencia de la Unión soviética y su lento camino hacia la democracia. La ciudad reconstruida en su casi totalidad ya que fue duramente castigada en la segunda Guerra Mundial guarda todo el sabor de las ciudades de la Liga Hanseática que agrupaba ciudades portuarias del Báltico con sus frontales triangulares escalonados y sus geometrías a base de ladrillo y madera.
Siempre me negué a visitar Treblinka, el más horrendo campo de exterminio nazi en Polonia. Creo que nuestras retinas están suficientemente castigadas por la crueldad para someterlas a nuevos desgastes con el único propósito de poder decir “Estuve allí”. Sin embargo visité la Wolfsschanze o “Guarida del lobo” en Rastenburgo, Se trata del cuartel General de Hitler durante la campaña rusa, y fue el lugar en el que se perpetró uno de los atentados contra Hitler que más cerca estuvo de acabar con su vida. Aunque destruido por los propios alemanes antes de abandonar el frente oriental y posteriormente bombardeado por el ejército ruso, aún podemos visitar numerosos edificios con muros de varios metros de espesor camuflados en la espesura del bosque.
Conocida en la Edad Media como Pomerania oriental el norte de Polonia fue también en el siglo XIV y XV bastión de la Orden Teutónica una de cuyas reliquias más significativas es el castillo de Maryland milagrosamente respetado por la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Sólidamente anclado en la llanura y rodeado parcialmente por el río, es sin embargo gracias a los altos y concéntricos muros, a sus paseos de ronda, a las trampas y fosos que lo rodean que pudo mantenerse inexpugnable durante varios siglos. Es probablemente uno de los lugares más imprevistos y sin embargo de mejor recuerdo de cuanto he visitado en Polonia.
Mis recuerdos quedarían desmochados si no mencionara aquí el temperamento polaco silencioso y taciturno en momentos de trabajo que se convierte en bullanguero y exagerado en la mesa. El vodka, de excelente factura, es probablemente el principal causante de este súbito cambio pero también los sabores fuertes de platos tan típicos como la sopa de tripas, el goulash, la sopa de remolacha roja, las estofados de oca y la picante crema de rábano con la que aderezan las carnes y pescados.
Lo intricado del idioma y la escasez de personas que hablaran inglés hizo que mis contactos en Polonia fueran sobre todo visuales y emocionales. Sé por otra parte que no se conoce del todo Polonia mientras no se ha visitado Cracovia. Así pues no haré balance de de Polonia pero sí elegir un blanco y recto abedul en el que colgar como pequeñas oriflamas mis recuerdos del norte de ese fantástico país.
Por motivos de trabajo visité con frecuencia esa zona de Polonia y guardo recuerdos muy singulares. Sin embargo, Varsovia que tantas emociones suscita al evocar su nombre, me ha parecido una ciudad insulsa y sin gracia. Quizá la destrucción del Ghetto de Varsovia, y las monstruosidades construidas durante el Régimen stalinista le robaron el alma. Afortunadamente no pudieron con el majestuoso Vístula que la atraviesa, ni con el tesón de los polacos que a lo largo de los años han reconstruido el Palacio Real destrozado totalmente durante la Segunda Guerra Mundial y que hoy hemos vuelto a recuperar así como su pintoresca Plaza Mayor con sus casas de colores, sus tejados que nos recuerdan rincones de Ámsterdam y sus no menos populares cervecerías y restaurantes.
Pero en Varsovia paré poco. El viaje hacia el Norte por la carretera Nacional de una sol carril en ambas direcciones se hace agónico y peligroso. El tráfico es intenso ya que se trata del único acceso de Varsovia hacia los puertos del Báltico, y la monotonía de sus largas rectas que como una herida sajan interminables bosques de abedules llega a causar una especie de estado hipnótico muy propicio a las imprudencias y a los accidentes.
Pero llegamos a Masuria y aunque no nos guste el baile, pronto aprendemos que de ahí proviene la mazurca baile popular que se ha extendido posteriormente a Canarias y a algunos países de Sudamérica. Pero Masuria es sobre todo tierra de bosques, grandes extensiones de verdes prados y lagos helados en invierno, pero deliciosamente alegres y azules en verano. La blancura de los pequeños veleros y la desbandada repentina de los patos hacen guiños al sol entre el verde tupido de los árboles y el espejo rutilante del agua.
Gdansk o Danzing si utilizamos la terminología alemana, es el principal puerto de Polonia, y los obreros de sus astilleros bajo el lema de “Solidarnosc” (Solidaridad) fueron los que en 1980 iniciaron el proceso de independencia de la Unión soviética y su lento camino hacia la democracia. La ciudad reconstruida en su casi totalidad ya que fue duramente castigada en la segunda Guerra Mundial guarda todo el sabor de las ciudades de la Liga Hanseática que agrupaba ciudades portuarias del Báltico con sus frontales triangulares escalonados y sus geometrías a base de ladrillo y madera.
Siempre me negué a visitar Treblinka, el más horrendo campo de exterminio nazi en Polonia. Creo que nuestras retinas están suficientemente castigadas por la crueldad para someterlas a nuevos desgastes con el único propósito de poder decir “Estuve allí”. Sin embargo visité la Wolfsschanze o “Guarida del lobo” en Rastenburgo, Se trata del cuartel General de Hitler durante la campaña rusa, y fue el lugar en el que se perpetró uno de los atentados contra Hitler que más cerca estuvo de acabar con su vida. Aunque destruido por los propios alemanes antes de abandonar el frente oriental y posteriormente bombardeado por el ejército ruso, aún podemos visitar numerosos edificios con muros de varios metros de espesor camuflados en la espesura del bosque.
Conocida en la Edad Media como Pomerania oriental el norte de Polonia fue también en el siglo XIV y XV bastión de la Orden Teutónica una de cuyas reliquias más significativas es el castillo de Maryland milagrosamente respetado por la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Sólidamente anclado en la llanura y rodeado parcialmente por el río, es sin embargo gracias a los altos y concéntricos muros, a sus paseos de ronda, a las trampas y fosos que lo rodean que pudo mantenerse inexpugnable durante varios siglos. Es probablemente uno de los lugares más imprevistos y sin embargo de mejor recuerdo de cuanto he visitado en Polonia.
Mis recuerdos quedarían desmochados si no mencionara aquí el temperamento polaco silencioso y taciturno en momentos de trabajo que se convierte en bullanguero y exagerado en la mesa. El vodka, de excelente factura, es probablemente el principal causante de este súbito cambio pero también los sabores fuertes de platos tan típicos como la sopa de tripas, el goulash, la sopa de remolacha roja, las estofados de oca y la picante crema de rábano con la que aderezan las carnes y pescados.
Lo intricado del idioma y la escasez de personas que hablaran inglés hizo que mis contactos en Polonia fueran sobre todo visuales y emocionales. Sé por otra parte que no se conoce del todo Polonia mientras no se ha visitado Cracovia. Así pues no haré balance de de Polonia pero sí elegir un blanco y recto abedul en el que colgar como pequeñas oriflamas mis recuerdos del norte de ese fantástico país.
4 de enero de 2008
Friedrich: Vista de un puerto al atardecer
1816 Vista de un puerto al Atardecer
Gemäldegalerie (Berlin)
Gemäldegalerie (Berlin)
Del mismo modo que en la filosofía romántica alemana la naturaleza se convierte en un concepto clave, en la obra de Friedrich ocupa un papel central el tratamiento del paisaje. Aunque en sus cuadros aparecen una y otra vez figuras, entre las que también se ocultan personas identificables, no parece que hiciera auténticos retratos después de 1810. Sin embargo, el paisaje, que es lo que le interesa principalmente, nunca era para Friedrich simple imitación de la naturaleza, sino una complicada interacción de impresión visual y reflexión tanto mental como emocional.
En la obra de Friedrich son temas destacados el mar, los puertos y los barcos. Parece que tales motivos le gustaron mucho; los autores frecuentemente no han tenido ningún reparo en utilizarlos como ejemplo de patrones interpretativos de carácter psicológico –religioso. Por ejemplo, tómese la Vista de un puerto al atardecer, de 1815/16, que podría inspirarse en el puerto de Greifswald; entre los mástiles de los dos grandes barcos que aparecen en el plano medio se aprecia la luna creciente, por debajo, zonas finas de color, desde amarillo claro y naranja hasta el lila y el gris del horizonte, pasando por un rojo vivo; en la parte superior, el cielo está estructurado por franjas diagonales de nubes. En este espacio cromático, realmente irreal, “flotan” los barcos, parecen avanzar hacia delante desde la profundidad, suspendidos en el aire. En los dos grandes veleros se han querido ver los motivos de la salida y la llegada, símbolos de la vida; el puerto sería la estación final, el lugar del último descanso: por el contrario, la luna creciente se vería como un signo cristiano de esperanza. Sin embargo, una comparación con la pintura holandesa de marinas del siglo XVII invita a ser precavido con esas interpretaciones.
1 de enero de 2008
Soneto 19
Sólo hay algo que yo no querría: que me rehuyeras.
Quiero oírte aunque sólo te quejes.
Pues aunque fueses sorda, necesitaría lo que dices
y aunque fueses muda, necesitaría lo que ves,
y aunque fueses ciega, seguiría queriendo verte.
Me has sido adjudicada como mi guardián,
el largo camino no está ni a medio recorrer,
¡considera la oscuridad en la que aún estamos!
Así que no me vale “¡Déjame, que estoy herida!”
Así que no me vale ningún “en cualquier sitio” y sí sólo un “aquí”;
el servicio no ha sido anulado, sino aplazado solo.
Bien lo sabes, no es libre quien se necesita
Yo, sin embargo, te necesito, sea como sea;
digo yo y podría también decir nosotros.
Quiero oírte aunque sólo te quejes.
Pues aunque fueses sorda, necesitaría lo que dices
y aunque fueses muda, necesitaría lo que ves,
y aunque fueses ciega, seguiría queriendo verte.
Me has sido adjudicada como mi guardián,
el largo camino no está ni a medio recorrer,
¡considera la oscuridad en la que aún estamos!
Así que no me vale “¡Déjame, que estoy herida!”
Así que no me vale ningún “en cualquier sitio” y sí sólo un “aquí”;
el servicio no ha sido anulado, sino aplazado solo.
Bien lo sabes, no es libre quien se necesita
Yo, sin embargo, te necesito, sea como sea;
digo yo y podría también decir nosotros.
Bertolt Bretch
Poemas de amor 1988
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