Estamos
en época de peras, manzanas, pimientos y tomates y aunque paso el menor tiempo
posible en la cocina, de vez en cuando se alían la generosidad de mi sobrina
que me carga de frutas y hortalizas, la fiebre de hacer algo
con las manos y la necesidad de abstraerme en una faena que ocupe mi mente y me permita
evadirme de mi restringido mundo rural.
Esta
semana me he dedicado a embotar pimientos en aceite y vinagre, preparar peras
al vino y en almíbar y hacer compotas de manzana. No se trata de necesidad, ni
de afición, ni de golosina y mucho menos de economizar unos euros. Sé de sobra
que el viaje hasta León y el consumo de
energía serán mayores que los productos equivalentes comprados en el
supermercado. No se trata de eso.
He lavado,
he pelado, he cortado, he mezclado, he
cocido, he probado, he condimentado, he vuelto a probar, he esperado
pacientemente a que a que el almíbar
estuviera a punto de hilo, que la
compota tomara el color y la consistencia
que buscaba, me he equivocado, he desperdiciado producto, he envasado y
etiquetado y me siento satisfecho
aunque el fin último de la tarea:
disfrutar degustando los productos sea
lo que menos me atrae de todo el proceso.
Así las
cosas, me pregunto entonces por qué he disfrutado tanto y aunque me podrían
sugerir veinte respuestas diferentes creo que en esta ocasión me quedo con
una: el placer de crear con unos
ingredientes nobles y sanos algo totalmente nuevo, diferente, pero cuyo resultado está vinculado doblemente a la
calidad de los productos y al esmero, esfuerzo y cariño con el que se han
preparado.
1 comentario:
Comprendo que hayas disfrutado. Este año me he quedado en las conservas de tomate y la mermelada de higos. Deliciosa y disfrutada "con estas manitas"
Saludos!
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