Algunos amigos, con la mejor intención, no dejan de preguntarme: “¿Habiendo tanto por
hacer aquí en España, por qué te vas tan lejos?
Si quieres ser solidario, hazlo en tu misma localidad, o en la
provincia, seguros que tendrás
oportunidades hasta que te hartes.
Y quizá tengan razón. Seguramente, a poco que sepa mirar y quiera ver, podría encontrar multitud de proyectos para ayudar, colaborar, dedicar tiempo; en una palabra, solidarizarme con gente que lo
necesita y con quien podría compartir mi
tiempo y mis energías.
No se puede negar que, que salir
fuera del país, viajar a tierras extrañas, tiene su
aliciente. A muchos nos gusta viajar y todos estamos ansiosos por descubrir nuevos lugares, vivir experiencias
diferentes, romper rutinas,
llenarnos los ojos de paisajes exóticos.
No dudo de que a veces, eso sirva con un pequeño empujoncito suplementario para quebrar las últimas resistencias, pero dudo
mucho que alguien acepte involucrarse en
un proyecto solidario a miles de kilómetros de su casa, por el mero placer de
la aventura, y menos cuando pasadas las
primeras semanas, el día a día puede ser
tan monótono como la más tediosa tarea
de casa.
Me basta pensar en mis nietos, en
sus padres siempre pendientes de ellos, en su bonito colegio, en sus
actividades, en sus amiguitos con
familias muy parecidas a la suya, en sus vacaciones, sus juguetes, sus consolas, la suficiencia y normalidad con la que usan
el agua, la luz, el ascensor, el teléfono, la tecnología… sus comidas, sus
meriendas y sus golosinas…. y luego pienso en
Doremon o en Suchai… en su
casa, su choza, de bambú y paja. No tienen ni un rincón de suelo liso.
No hay mesas ni sillas donde escribir o sentarse. lLa cama es una estera de
paja trenzada enrollada en un rincón. No
necesitan interruptores, porque no
tienen luz eléctrica. Tampoco tienen grifos. ¿Para qué? Si queda agua de lluvia almacenada en las
tinajas alrededor de la casa, todo va bien,
pero en la época seca hay que ir hasta el río o el estanque a buscar el
agua para lavarse. Engañan el
hambre con cualquier chuchería
hasta la hora de la cena, algunos llegan al colegio sobre todo porque tienen la oportunidad de
una comida suplementaria a mediodía. Doremon a penas recuerda a su madre. Cuando le pregunto por ella, sus ojos se
nublan y me responde que está en la
ciudad…. y generalmente ese es un eufemismo
que esconde su profesión. Cuando su madre se marchó a la capital el
padre se volvió a casar y vive con su nueva mujer y sus nuevos hijos en un pueblo de Birmania al que ha regresado. Doremon vive ahora con su abuela
al igual que su primo Suchai cuya
madre se divorció y nadie sabe dónde está.
La lotería de la vida ha bendecido
a mis nietos, antes de que
hicieran nada para merecerlo. El único error de Doremon y de Suchai es haber nacido
en el lugar equivocado. Pero entonces dónde está la igualdad de oportunidades?
Cuándo le preguntaron al filántropo Nicholas D. Kristof, columnista
del New York Times, por qué se ocupaba de los problemas de Sudamérica cuando había aún tanto por arreglar en Estados Unidos, éste no dudó en
contestar: “Una de las razones por las
que animo a la gente salir de sus zonas
de confort es que desde lejos con frecuencia es más fácil ver nuestros
privilegios y nuestras responsabilidades”.
Mis nietos y mis alumnos Doremon y Suchai tienen casi la misma
edad. Los cuatro tienen talento y sueños,
los cuatro tratarán de aprovechar
todas las oportunidades que les ofrezca
la vida, pero a la hora de la verdad no
podemos obviar esta evidente
realidad: el talento es universal pero
las oportunidades no lo son.
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