18 de junio de 2014

Dos días a orillas del Pantano Sri Nakarin


A partir de los años 70 Tailandia llevó a efecto  importante obras de ingeniería para por una parte regular el caudal de sus numerosos ríos evitando así desastrosas inundaciones y por otra parte generar electricidad.
                La provincia de Kanchanaburi, en el Noroeste del país,  de montañas escarpadas, vegetación exuberante, caudalosos ríos, entre los cuales se cuentan  los famosos Ríos Kwai  que probablemente sigan evocando  una canción silbada en la mente de los  cinéfilos,  vio en poco tiempo desaparecer bajo las aguas  cerca de mil kilómetros cuadrados de su  superficie  debido a dos pantanos gigantes  construidos entre 1970 y 1980.  

El pantano  Vajilalongkorn  (nombre del príncipe heredero)  Es el más cercano a Sanglaburi que se mira en sus aguas en el extremo norte. Almacena  más de ocho mil millones de metros cúbicos  y produce 740 GWh.  El pasado año pude visitarlo, recorrerlo en barco  y visitar una de sus numerosas islas famosa por una variedad de cocos particularmente fragantes y sabrosos.

Tenía interés este año en conocer el pantano de Sri Nakarin (Así nombrado en honor de la Reina Madre)  por dos motivos.  Es uno de los pantanos mejor explotados turísticamente, y    a pocos kilómetros  se encuentra el Parque Nacional de Erawan con posiblemente las cataratas más bellas de toda Tailandia.

El pantano  es impresionante. Donde mires  ves  mil matices de verde y aunque  estamos  en la cuenca alta de un río  y rodeados de montañas, no tenemos  impresión de altura porque en ningún momento afloran  picachos  rocosos  o  despejadas y frías cumbres graníticas. Todo está cubierto por el mismo manto de vegetación tejido con el verde claro y tembloroso de los bambús,  o el más oscuro de  los diferentes  árboles madereros como  la teca, el padouk o la caoba  El pantano cubre una superficie de 419 kilómetros.

La provincia de Kanchanaburi, en la que nos encontramos es una especie de  pulmón verde que los tailandeses utilizan cada vez más como lugar  de recreo, descanso, aventura,   pesca y deportes acuáticos.  Las carreteras  343 o 3199 que discurren paralelas  a los ríos Kwai Yai y Kwai Noi y se dirigen hacia los embalses mencionados  se sobrecargan de  viajeros que abandonan la capital los fines de semana  en busca del contacto con una  naturaleza  incontaminada y casi primigenia. Para albergarlos, han ido surgiendo a lo largo de los ríos  y  a orilla de los embalses numerosos “Resorts” formados por casa flotantes  donde la rusticidad exterior contrasta con el  lujo y confort del aire acondicionado, los restaurantes gastronómicos, los  centros de ocio y deporte. A la puerta de la habitación uno puede tener amarrada  una canoa para hacer piragüismo, o puede seguir  un programa completo de actividades de aventura tales como trekings,  motocross, viajes en elefante o descenso de ríos en balsas de bambú.

Me albergué durante dos noches en el Raya Buri Resort a orillas del pantano y disfruté de un silencioso  y vigorizante fin de semana dedicado a la lectura, la contemplación del paisaje, el descanso y cómo no, la visita a las cataratas de Erawan.  Como en muchos lugares en Tailandia, no acabo de acostumbrarme al trato discriminatorio hacia los extranjeros que pagamos  por la visita al parque, museo, o palacio diez veces más que el turista local. Sin embargo la visita merece la pena. Se trata de  una serie de siete cascadas escalonadas a lo largo de  kilómetro y medio de  empinadas y a veces resbaladizas  escaleras y senderos.  Jadeante llegué hasta la cuarta catarata  renunciando muy a pesar mío a la más alta que dicen es siempre la más bonita.




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