29 de mayo de 2014

Operación calzado


Me pregunto cómo pueden  caminar, correr y jugar descalzos por caminos pedregosos. Les veo llegar descalzos al colegio y sé que han recorrido varios kilómetros a pie sin enterarse  de que van descalzos.  Les pregunto dónde están sus zapatillas y me dicen que las han olvidado, o que se les han roto, o que su mamá  no tiene dinero para comprarles  unas zapatillas nuevas,  y me siento un poco culpable por los baht  que tintinean en mi bolsillo. 

Algunos niños ya lo saben. En cuanto se quedan sin zapatillas, acuden al profesor  Fred que siempre está dispuesto a  comprarles zapatillas nuevas.  Esta mañana me he adelantado yo a ellos y cuando formaron filas para entrar en clase fui apartando los que iban descalzos.  Reuní una buena docena. con la ayuda de mi amigo Victor y de la cocinera los metimos a todos en la pick up y nos los llevamos al pueblo  para comprarles zapatillas nuevas.  Todos volvieron contentos  luciendo  sus nuevas chancletas.  ¿Cuánto les durarán?  Seguramente muy poco. Las zapatillas de goma  aguantan  peor  las piedras  y guijarros del camino que las encallecidas plantas de  sus  pies.  Están tan habituados a descalzarse  en cualquier momento para entrar en casa, en clase, en la tienda o en el templo,  que no es de extrañar que  al salir de cualquiera de estos sitios  se las dejen olvidadas y sigan caminando tan ricamente, hasta que de nuevo les vea llegar descalzos y sonrientes.

Una voluntaria que pasó por aquí el año pasado me dejó algo de dinero para dispusiera del él a favor de los niños.  En el colegio, la operación calzado lleva su nombre.




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