Hace unos días recibí una emocionante misiva. A través de Facebook me llegó una carta de agradecimiento de alguien que fue alumno mío allá por los años 70. Aunque me dice su nombre y apellido soy incapaz de poner un rostro a ese nombre. Sin embargo, él me recuerda detalles de mis clases que me asombran y me conmueven.
No me he emocionado tanto por las cosas agradables que dice, como por el gesto en sí mismo de alguien, que rondando la cincuentena, se ha tomado la molestia de buscarme en Google y en Facebook para darme las gracias por mis clases de francés y de literatura francesa.
¿Quién me iba a decir a mí que unas clases impartidas hace un montón de años iban a seguir produciendo aún hoy una onda expansiva capaz de inducir , al alumno de ayer, hombre ya hoy, a escribir una carta de agradecimiento tan emotiva?
En un momento en que tantos profesores se sienten desanimados por la poca estima que reciben, por los problemas con los que se encuentran para desempeñar su labor, traigo aquí este pequeño testimonio como homenaje a su labor y a sus insospechadas consecuencias.
3 comentarios:
Este reconocimiento a veces nos llega explícito como es el caso; otras veces no encuentra vehículo para expresarse, pero es cierto que algo de lo que hacemos influye a alguien, le hace percibir las cosas de un sutil modo diferente. Hace dos años dejaste un comentario en mi blog y hoy -revisándolo- me he acercado a tu casa para reencontrarte. Un saludo cordial, amigo.
No sabía que habías sido profesor. Pienso que cuando nos hacemos mayores le damos más importancia a la labor que hicieron con nosotros los educadores.
Hay excepciones que no dejaron un grato recuerdo, aunque por lo que explicas fuiste un buen profesor.
Muy bien por ese alumno. Espero que llegues a recordarlo.
Un abrazo.
Normal que te emocione y sea el reconocimiento de tu labor; la labor de los maestros es callada y su simiente esta en el futuro....un abarzo.
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