22 de octubre de 2009

David Trueba, - Saber Perder

SABER PERDER
Novela
David Trueba
Anagrama 2008
Narrativas Hispánicas
520 páginas


He disfrutado con otro libros de David Trueba como “abierto toda la noche 81996) y “Cuatro amigos” (1999); sin embargo me resistía ante las más de 500 páginas de “Saber perder”.

Una reseña en el blog de Elena “perdida entre libros” y el comentario de alguien muy próximo me ha dado el último empujón y desde luego lo agradezco. Se trata de un libro ameno, ágil aunque a veces reiterativo, de fácil lectura. En él David Trueba aborda la personalidad de sus protagonistas a través de la minuciosa repetición de sus actos, acertados o desacertados, voluntarios, voluntariosos o inconscientes. Son además, por su vinculación familiar y sus diferentes etapas vitales, como un corte vertical en la tarta de nuestra sociedad y en especial en una sociedad de perdedores.

Para bien resaltar el espíritu competitivo que empapa nuestra sociedad, David Trueba introduce un cuarto personaje: un joven futbolista argentino crack en su país pero a quien las cosas no le van tan bien en el equipo español al que se acaba de incorporar.

Contado en presente por un narrador omnisciente, estamos ante relato que narra la vida de cuatro supervivientes que tratan de aprender de las pequeñas derrotas cotidianas y es que como afirma David Trueba “ Sobrevivir es más importante que triunfar”.

Lorenzo, acaba de perder su trabajo, su mujer le ha abandonado y el negocio que ha compartía con un amigo le ha llevado a la ruina. Su hija, Sylvia, se ve a escondidas con Ariel, el futbolista Argentino, y Leandro, el padre de Lorezo y abuelo de Sylvia trata de recuperar el tiempo perdido y se lanza, quizá de manera equivocada por una senda, de difícil retorno. Los cuatro, viven con el peso de un secreto que no pueden compartir, y se muestran de una aplastante naturalidad. Son personajes reales, como los que nos cruzamos todos los días en la calle, seres como nosotros, que cometen errores, que engañan y se esconden de los demás.

El narrador pasa de un personaje a otro dentro del mismo capítulo, pero al tratarse de un relato en presente, no perdemos nunca el hilo de la narración, y el autor nos introduce en la trama de la historia al incorporar datos absolutamente fehacientes como los atentados del 11 M o el incendio que destrozó las costas de varios países asiáticos causando miles de víctimas mortales.

A pesar de tener, quizá, una longitud algo excesiva, la novela no se hace pesada en ningún momento porque David Trueba maneja admirablemente una sutil ironía y un imperturbable sentido del humor.

El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.



¿Volvemos a casa? pregunta Leandro. Lorenzo siente piedad por ese hombre al que de niño temía por su rigor, sus convicciones firmes, al que luego ignoró y más tarde aprendió a respetar. Su padre empequeñecido avanza por el pasillo y Lorenzo le ve entrar en su cuarto. ¿Quién soy yo para juzgarlo? Si pudiéramos exponer a la luz las miserias de las personas, los errores, las torpezas, los crímenes, nos encontraríamos con la penuria más absurda, la verdadera indignidad. Por suerte, piensa Lorenzo, cada uno llevamos nuestra secreta derrota bien adentro, lo más lejos posible de la mirada de los demás. Por eso no ha querido escarbar demasiado en la herida de su padre, conocer los detalles, humillarle más de lo que ya le debía de humillar sincerarse con su hijo.

1 comentario:

Prometeo dijo...

Me lo anoto pero n o se...la lista es larga y queda tanto por leer...un fuerte abarzo.