16 de octubre de 2009

Piedras, flechas y pequeñas alegrías del Camino

Quisiera plasmar aquí algunos pequeños detalles de los muchos que a lo largo de estos siete días iniciáticos me han ido sorprendiendo.

Al salir de Logroño, un espontáneo, Marcelino Lobato, el “peregrino pasante” ha establecido en un cobertizo su tenderete. Sella las credenciales como si de una autoridad se tratara. ofrece manzanas, avellanas y sobre la mesa no veo el consabido platillo para depositar nuestra ofrenda. Luego me entero de que a lo largo del Camino existen otros personajes parecidos que han convertido el Camino en su modus vivendi.
En un lugar del camino alguien ha confeccionado con ramitas de árbol una tosca cruz trenzada en la valla que nos separa de la autovía. Alguien ha creído ver algún significado especial y ha añadido su propia cruz, luego otro, y otro. al final son cientos las crucecillas que tapizan la valla. Seguramente pocos saben por qué lo hacen. Más curioso aún son los montoncitos de piedras que se van colocando sobre cualquier poste, mojón, o lugar muy visible del camino. Son famosos los canteros que se han ido formando en torno a los humilladeros en particular el de la Cruz de Ferro cerca de Foncebadón. Simbolizan la solidaridad de los peregrinos que piedra a piedra crean entre todos un monumento. Quiero creer que estos humildes montoncitos de piedras con los que me encuentro son también una forma de decir, por humilde que sea, yo también he puesto mi anónimo granito de arena en esta empresa. Resalto lo de anónimo porque afortunadamente los grafitteros aún no han hecho acto de presencia. Nada más repelente que los consabidos XXX y YYY estuvieron aquí día tal de tal de mil novecientos tal.

“Las peras del huerto del vecino siempre son más sabrosas que las del nuestro”. Yo no tengo huerto, pero desde luego no he sabido resistir la tentación de probar la fruta de los huertos del vecino. Las cepas cuajadas de brillantes racimos negros, las higueras cargadas de higos al borde del camino, algún manzano o peral que nos ofrece su fruto al paso, me han hecho sucumbir a la tentación y me han recordado los años de la infancia es que esta práctica era casi un deporte.

Ciertamente el camino está cuajado de pequeños placeres: la salida de la etapa, al amanecer, mientras los primeros rayos de sol acarician los tejados de la ciudad y pintan a nuestra espalda el cielo de color rosa; el frescor de la mañana y el silencio sólo interrumpido por algún canto de pájaro y por el chirriar de nuestras botas sobre los guijarros del camino; las paradas para dejar que nuestra vista se pierda en el azul brumoso recortado de montañas; descalzarse y meter los pies en el agua helada de algún pilón para calmar los pies doloridos, el alto en el camino a pie de un crucero beber un trago de agua y comer ese bocadillo que nos tienta en la mochila; la visión de nuestra meta al coronar un empinado ribazo; llamar a la puerta de alguna casa para pedir una brizna de sal o una patata para completar ese guiso que entre unos cuantos estamos preparando en la cocina del albergue; lavar nuestra propia ropa con un grueso trozo de jabón Lagarto y llevar la colada al tendal como si no hubiéramos hecho otra cosa en la vida; los reencuentros en el albergue después de haber perdido de vista al peregrino con quien hablamos en una etapa anterior; las presentaciones y charlas al caer la tarde; esa canción que alguien nos dedica y toca con su armónica; las botas alineadas a la entrada del albergue, en perfecto estado de revista y los imprescindibles bastones que tanto incordian pero que empujan en las subidas y amortiguan las bajadas.

Nunca la descripción será completa. Cada cual percibe y disfruta de su Camino y a su manera. No sería justo sin embargo no mencionar a los hospitaleros voluntarios que regentan los albergues, sellan las credenciales, chapurrean idiomas y nos hablan más con sus gestos, su sonrisa y su gran corazón que con nuestro propio idioma.

Hacer el Camino, tiene muy poco que ver con ir de excursión o con hacer senderismo. El Camino tiene a pesar de uno mismo una carga espiritual difícil de eludir. Supone fatigas, convivencia e incomodidades, particularmente en los albergues. Algo extraño ha de ocurrir, porque a decir de los expertos, quien lo prueba repite.

10 comentarios:

Anónimo dijo...
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José Núñez de Cela dijo...

Un camino lleno de pequeñas cosas que muestran que so éstas las verdaderamente importantes.
Pero, lamentablemente quizás, sólo lo percibimos desde la serenidad que nos proporciona la lentitud y la reflexión...

Preciosa descripción. Enhorabuena por la experiencia!

Cálida Brisa dijo...

Me alegra mucho que hayas comenzado ha hacer el camino, como tu mismo cuentas cada uno hace el suyo, y pienso que importa mucho la edad y las circunstancias que cada cual pone en él....yo siento envidia, y alegria por ti, ya que yo es una cosa que no podre hacer, deje pasar su momento y ahora sabes que es imposible para mi caminar tanto.

Gracias por compartirlo con nosotros, quienes te conocemos sabemos que lo cuentas tal y como lo has sentido en tu corazón.
Un abrazo

Prometeo dijo...

Buen articulo de anecdotas y pequeños rituales...segure leyendote, me interesa. Un fuerte abarzo peregrino.

Calle Quimera dijo...

Cada cual describe lo que ve, y aun pasando por el mismo lugar no todos perciben lo mismo. La belleza y emotividad de estas líneas reflejan lo que tu mirada ha captado, y creo que lo que ha hecho tus ojos es filtrar lo que ha visto tu corazón...

Espero que nos regales muy pronto más de las impresiones obtenidas de este viaje. Esta la he disfrutado muchísimo.

Besos.

Fede dijo...

Gracias Blanca,
En algún sitio he escrito que el camino tiene dos direcciónes: hacia adelante y hacia uno mismo.

Fede dijo...

José,
Tus comentarios siempre me alegran el día. Gracias.

Fede dijo...

Querida Paquita,
la idea de hacer el camino puede nacer de un capricho, de una moda, sin embargo, casi sin darnos cuenta, acabamos transformándolo en algo mucho más íntimo y personal

Fede dijo...

Prometeo,
Gracias por tus palabras de elogio.
Escribo más para volver a disfrutar que quizá para recordar. Aun me falta un post sobre el arte que he encontrado en el camino.

Fede dijo...

Calle Quimera,
Como le decía a Prometeo, aún quiero escribir un artículo. Luego prepararé otro tramo del camino. Éste quizá en circunstancias más adversas pues los páramos castellano - leoneses en noviembre pueden ser crueles. La idea es llegar a León