19 de marzo de 2008

Las arquitecturas del deseo


LAS ARQUITECTURAS DEL DESEO
Una investigación sobre los placeres del espíritu
Ensayo
José Antonio Marina
Anagrama 2007
192 páginas


José Antonio Marina es uno de los pensadores más renombrados y a la vez asequibles de nuestro país. Metódicamente, a lo largo de estos últimos años ha ido construyendo y desarrollando su propia filosofía humanista en torno a temas tan importantes como la sexualidad, los sentimientos, el idioma, la religión, la voluntad, la inteligencia, la ética, la dignidad. José Antonio Marina utiliza un lenguaje sencillo y a la vez exigente y profundiza en cada uno de sus temas apoyándose en los pensadores más prestigiosos del momento.

En Las Arquitercturas del Deseo, lógicamente, nuestro pensador aborda bajo sus múltiples facetas nuestros deseos y lejos de darnos una definición fácilmente memorizable nos somete a una reflexión caleidoscópica en la que aborda diversas facetas que progresivamente nos van haciendo entender, la imbricaciones entre necesidad, deseo, motivación, satisfacción y placer.

Un libro de ensayo debería ser una reflexión tan claramente estructurada que fuera posible resumirla extrayendo en unas pocas frases contundentes las pepitas de oro que merece la pena anotar y recordar. En los libros de José Antonio Marina, el resumen no es cosa fácil porque como el mismo se define, su estilo es más detectivesco que dogmático. José Antonio Marina no impone sus ideas ni las articula en fórmulas y conclusiones. Como un moderno Holmes apunta con su linterna y arroja luz sobre diferentes aspectos del problema dejándo a nuestra intuición y sobre todo a nuestra propia reflexión el sacar conclusiones y elaborar nuestros propios conceptos y convicciones.

A modo de ejemplo, estos son algunos posibles aspectos que se deberían considerar para formular una teoría del deseo:
1. El deseo es una de las modalidades de la experiencia afectiva.
2. El dinamismo esencial de la conciencia humana es tendente, deseante.
3. El deseo está acompañado de una experiencia de activación.
4. Los deseos derivan de la necesidad e conseguir algo o de evitar algo.
5. El objeto de deseo se presenta como una fuente de satisfacción.
6. La anticipación es una característica del deseo.
7. Deseos y placeres están relacionados de maneras distintas con el cuerpo.
8. El placer no es la satisfacción de una necesidad, sino el proceso de consumar el deseo.
9. Los sentimientos y las emociones acompañan a los deseos y son, a su vez, fuente de deseos.
10. Los deseos pueden unificarse, pero también pueden enfrentarse.
11. El deseo no se puede confundir con el querer

Pero como he mencionado anteriormente no se trata de resumir el libro. Sin duda se trata de un libro que hay que leer despacio, con mente despejada y dispuestos a forzar nuestra propia reflexión. Como ejemplo e ilustración señalo a continuación un breve extracto sobre nuestro concepto actual del deseo:


En 1883, Emile Zola publicó El paraíso de las damas. Treinta años antes se había inaugurado en París el Bon Marché una tienda precursora de la revolución comercial. En su novela, Zola llama “traficantes de deseos” a los propietarios de los grandes almacenes. Lo que le irritaba era el uso de la mercancía como tentación. Hasta ese momento, las mercancías habían estado guardas en cajas, esperando la necesidad, la demanda, que las hiciera salir de las estanterías. Pero en el gran almacén, los objetos realizaban un strip-tease comercial, iban desnudos hacia el cliente, despertando la lascivia consumista. No paró en eso la cosa. Por es época se inventó la lámina de vidrio y apareció el escaparate. ¡Era el colmo! Las mercancías ejercían su potencia tentadora contra el viandante. Era una especie de prostitución. En efecto, prostituere significa ponerse en un escaparate. Exhibirse excitantemente.

En este nuevo régimen, la publicad deja de ser una ayuda para convertirse en un componente esencial de la nueva economía, que deja de ser economía de la demanda para convertirse en economía de la oferta. Su función es producir sujetos deseantes o, lo que es igual, hacer a los individuos conscientes de sus carencias, obligarles a que se sientan frustrados, fomentar la envidia hacia el vecino, inducir una torpe emulación inacabable, para ofrecer después una salida fácil a su decepción: comprar.

Una de las más curiosas características de la “nueva economía” es que lo importante no es ofrecer objetos, sino experiencias. Se trata de una nueva economía libidinal.- Coches, alimentos, ordenadores, relojes no se publicitan exponiendo sus ventajas, sino prometiendo una experiencia. Experiencias, por supuesto, que se viven en el régimen veloz del capricho, porque el mercado no puede detenerse, y necesita el combustible de la insatisfacción para funcionar. Serge Hefez, en un artículo publicado en Le Monde escribía: Las parejas se separan no porque estén en crisis, sino porque sienten que sería insoportable una vida sin cambios, sin otras experiencias”. Jeremy Rifkin también ha llamado la atención sobre el hecho de que el negocio del futuro consiste en “proporcionar experiencias”, no objetos. Barman señala que hasta los hijos se han convertido en un “objeto de consumo emocional.”. Y Vicente Verdú descubre que “la pareja adquiere las características del renting”, es decir, derecho a uso sin más atadura que pagar el alquiler mutuo mientras interesa. La agencia de tendencias Trendwatching ha acuñado el término transumer. “Son aquellos consumidores que no buscan la posesión, sino la experiencia. Defienden una manera de vivir transitoria y sin ataduras. Todo se alquila”. La actualidad confirma y ejemplifica la afirmación de Remo Bodei: la personalidad deseante busca compromisos sin vínculos (non binding commitment), y de esto resulta “una personalidad incontinente en cuanto se basta con sus propios deseos, versátil en la renovación de su identidad, hábil en la elección de las afiliaciones, pero libres de lazos”. Es fácil ver la relación que todo esto tiene con la cultura de la diversión, que para muchos analistas constituye lo más característico de las sociedades desarrolladas.

La cultura actual está basada en una exaltación del deseo y de su satisfacción. Pero Freud, que tanto colaboró a poner de moda el deseo, afirmó que la libre gratificación de las necesidades instintivas del hombre es incompatible con la sociedad civilizada: la renuncia y el retardo de las satisfacciones son los prerrequisitos del progreso. La objeción es importante, porque, si Freud tiene razón, estamos pretendiendo construir una civilización contradictoria, que puede verse aquejada, como algunos seres humanos, de una enfermedad del sistema inmunitario, que ataca al mismo organismo que debe defender.


1 comentario:

Consuelo Labrado dijo...

Bravo, bravo, Federico, ¡qué bien lo cuentas!
Yo opino que hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede que se cumpla, a veces es mejor conformarse con lo que hay. Un beso